lunes, 10 de marzo de 2025

El asesino de los caramelos de violeta de Javier Holgado y Susana López Rubio

Las familias numerosas lo son o bien por precepto o bien por inconsciencia.

Y ese precepto, en general sustentado por la religión y que lleva parejo la garantía de preservar la estirpe, la genética y el apellido, se asocia, también en general, a una clase social pudiente y en consecuencia de opción política conservadora.

Por eso sorprende, cuando la familia numerosa protagonista de esta novela, muestra talante liberal y comportamiento a las antípodas de lo dicho anteriormente, y lo mejor es que solo es la primera sorpresa y a la que van a seguir otras dosificadas y repartidas convenientemente a lo largo de las casi 600 páginas que componen el argumento.

Lucio Garza, el padre de esta familia numerosa, es un forense que no suele conformarse con lo aparente, estamos en Madrid en 1968, en plena dictadura y donde ciertos apellidos son intocables, y su profesionalidad le lleva a investigar unas muertes que no parecen guardar relación ya que tampoco se han calificado como sospechosas.

La familia Garza ha adaptado a su libre albedrío el dicho de la época: la familia que reza unida, permanece unida, para convertirlo en la familia que habla unida, incluso de casos criminales, permanece, y actúa, unida.

Una familia con alto nivel cultural que la lleva a cuestionarse todo y más y ser patito feo según lo que debería ser una familia temerosa de las leyes humanas y divinas. Y con unos suegros, los padres de ella, salvaguarda de la moral cristiana y devotos del régimen imperante.

El argumento, con el troncal criminal, es una amalgama de las inquietudes, las ilusiones, y la realidad social, económica, política y religiosa de la época.

Y consigue generar esa atmósfera con múltiples y variados enfoques que reflejan con todo detalle costumbres y rutinas, educación y cortesía, comportamientos y moral, y anuncios publicitarios, para que nada que quede fuera y todo sume. Y no lo hace desde el pesimismo sombrío que se correspondería sino desde la perspectiva de brotes de esperanza.

En este sentido es brillante. Y en el caso criminal no se queda atrás, y aunque tenga menos protagonismo que el deseado, en favor de la visión costumbrista, ofrece todos los tics característicos de la novela detectivesca como para interesar y con pistas suficientes como para despistar y atrapar la curiosidad para llegar al desenlace.

Si bien está claro que no es una novela negra al uso, etiquetarla como Cozy es una frivolidad que se justifica solo como ardid de venta, habida cuenta de que la corriente de lectores sensibles parece tener mucha incidencia en los libros de cuentas de las editoriales.

Javier Holgado y Susana López Rubio no pueden evadirse de su condición de guionistas de series de televisión y la obra no deja de ser un guion novelado y así El asesino de los caramelos de violeta es una más que interesante e intensa historia criminal de época por entregas.

Un guion pormenorizado, en el que todos los personajes son en menor o mayor medida protagonistas, todos tienen sus minutos de cámara y todos son susceptibles de generar sus propios spin-off. Las historias personales se entrecruzan y se involucran con el retrato social, desde un punto de vista crítico y satírico, para conformar lo que, sin duda alguna, sería una deseable serie de televisión.

¡Ah! Y el final, aunque la trama concluye satisfactoriamente, no es tal. Lo que refuerza la tesis de estar frente una segunda temporada. Y bienvenida sea.

Y salvo que sea un gazapo de enormes dimensiones, lo que sorprende agradablemente es la capacidad que demuestra la madre de familia, para leer y leerles El señor de los anillos. lógicamente en inglés original, puesto que aún tardaría un par de años en traducirse el primer volumen al castellano.

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