Novela negra, espesa y humeante como el asfalto recién vertido.
La sangre no es agua y hay que economizarla. Si se pierde
se produce la muerte aunque no en toda muerte se vierta. Y dicen que la sangre
une a las familias aunque no haya otra relación que la de ser potencialmente
compatibles.
Sentados sobre la placa tectónica de Nazca que choca contra
la placa Sudamericana (en Chile, en los últimos 200 años, se han registrado
hasta 97 terremotos con una magnitud mayor a siete grados, y 18 mayores a ocho
grados) encontramos a nuestros protagonistas: al narcotráfico chino, a ultraderechistas dispuestos a
limpiar la sangre nacional eliminando la inmigración y a un detective que solo
necesita una chispa para inflamarse y a un jefe que protegiéndolo se protege a si mismo, o eso cree.
Santiago Quiñones en un tira, un detective de la policía,
que encarna al perdedor accidental. Es el epicentro de este terremoto y nunca
mejor dicho.
A partir de una decisión que se le antoja lógica aunque
luego no lo fuera tanto, el destino lo encadena a otras vicisitudes que lejos
de mejorar su situación tienden a empeorarla cada vez más y es que las
desgracias son como los zapatos: van a pares y de dos en dos.
Santiago está en medio de una separación conyugal que no lo parece, cuida o no lo parece de un padrastro y descubre un cadáver con un sospechoso que no lo parece. Como el refrán: oro parece plata no es, ¿qué es?; es tan evidente el significado que se tiende a buscársele otro más complejo. Y es que los hechos son simples y solo las interpretaciones y las explicaciones complejas.
La novela es intensa en todo su despliegue argumental y
sostiene que, al igual que un terremoto fractura tierra, asfalto y edificios,
el egoísmo y el fanatismo actúan fracturando la sociedad, cuando no los celos y el sentimiento de posesión.
Santiago Quiñones es un antihéroe que va dando bandazos
como las rachas de lluvia a merced del viento. Avanza porque no puede retroceder.
No sabría cómo hacerlo. Acarrea sobre su espalda sus desaciertos como si fueran
los males del mundo y los traspiés lo vuelven errático y peligroso. Peligroso para los demás y para si mismo.
Boris Quercia
Boris Quercia, polifacetico artista de los medios, ha escrito una novela, negra, corrosiva,
humeante y espesa como el asfalto recién vertido.
Una novela noir con denominación de origen. Genuina, retoño
de aquel hard boiled que levantó la cabeza para no volver a agacharla.
Esplendida en su magnitud emocional y en su despliegue de infortunios.
Una novela que aconseja, sugiere, exige ser leída. Ni lo
duden.
Yo voy a completar, en breve, la lectura de la trilogía con la primera en abrir
fuego que fue Santiago Quiñones, tira (2010) y con la segunda Perro
muerto (ganadora del «Gran Premio de Literatura Policial 2016» en
Francia a la mejor novela extranjera). Ya les contaré. Existe serie de televisión adaptada por el propio autor, supongo que dificil de encontrar y visualizar por este continente pero valdrá la pena intentarlo.
Post scriptum: pinchen aquí para ver la reseña de las dos primeras novelas de esta trilogía: Santiago Quiñones, tira y Perro muerto.
Los árboles suelen estar poblados de ramas y hojas, acaso
flores y a menudo pájaros. Si son frutales muestran también algún fruto pero
ninguno de ellos fructifica cadáveres colgados del cuello con una soga y con
los ojos arrancados.
No picoteados por aquellos pájaros que ven turbada su
tranquilidad y que buscan alimento, sino arrancados por mano humana como así es. A mano, no a
máquina. Y si en el bolsillo aparece el nombre y dirección de una mujer que
dice no conocer a la víctima, el misterio está servido.
Morir
no es lo que más duele si la muerte es rápida. Hay vidas que
están muriendo a cada segundo, una muerte en vida, lenta e inexorable por
arrastrar experiencias dolorosas no resueltas emocionalmente y eso puede llegar
a doler más que la propia muerte.
Inés
Plana Giné adopta al teniente Julián Tresser y al cabo
Coira de la policía judicial de la Guardia Civil para que cada uno interprete
su propio melodrama particular que acaba siendo casi más dominante que la
investigación del asesinato del hombre colgado; un McGuffin que sirve para desenterrar un pasado tenso y ominoso.
Una investigación sustentada en tantas casualidades que no
por ser imposible deja de ser improbable y un cierre del caso que por su originalidad
sorprende pero que por ser recurso lejos de complicaciones, desespera y frustra.
En cualquier novela de suspense, este debe primer por
encima del argumento ya que su finalidad es la de mantener la incertidumbre
hasta el final. Por eso cuando en una trama las regresiones se suceden en
demasía y en general nada aportan al avance no solo empantanan el ritmo narrativo
sino que rompen el desarrollo lógico que precisa un buen thriller de suspense psicológico
para cumplir su objetivo.
Inés Plana
La regresión es un mecanismo de defensa psíquico y no
debería serlo literario. El exceso de explicaciones reiterativas, que vienen a justificar
caracteres y acciones lastra el conjunto y provoca un rechazo de la lectura cuyo
saldo final amaga su razón de ser.
Presentar personajes como elementos esenciales en el
desarrollo del argumento y luego no dejarles intervenir más que colateralmente
resulta confuso para el lector, que acaba no identificando al verdadero
protagonista. Y dar relevancia a subtramas que no suman ni van a ninguna parte,
aún más. Muchas páginas con demasiada merma.
Thriller en línea con las novelas que se están vendiendo en
la actualidad y que se permite dejar cabos sueltos esperando una segunda
entrega que, suponemos, es la que acaba de salir a la venta con el título de Antes mueren los que no aman.
Todo bien conjuntado que seguro que hace las delicias del
nicho de público a quien va destinada. Para el resto hay más y mejores opciones.
Blog Interrobang‽ cumple 9 años. Oigan, todo un mundo. Desde
su inicio acumula casi 470 mil visitas y 656 reseñas. Sin spoilers, sin
favoritismos ni prevendas y sin publicidad.
Reseñando desde una objetividad contrastable, intentando
explicar y argumentar y sin esconder verdades aunque no se proclamen a gritos.
El oficio de escribir merece todo el respeto. Es difícil
hacerlo y es difícil dar a conocer la obra y más en los tiempos que corren. Y
una vez publicada hay tanta tipología de gente que lee como de gente que
escribe y seguro que hay conciertos que aúnan como los hay que distancian.
Lo importante es creer en las propias capacidades y
escribir desde las tripas solo así se consigue transmitir de forma distinta.
Las obras escritas solo desde la cabeza acaban siendo clichés y en un amplio
bosque a oscuras, noir, es casi
imposible distinguir un árbol de otro.
Novelas, series de televisión, cómics son quienes se llevan
el trozo más grande del pastel de reseñas de este blog que cumple años.
Pero también hay espacio para la gastronomía, la música, el
teatro y los games. Incluso la magia, como equivalente a las novelas enigma, y alguna
que otra reflexión personal tienen cabida.
Eso si todo es de género noir. Todo criminal. Todo
Interrobang.
Dense un paseíto por cada una de las pestañas de la cabecera y verán
cuanto se ha dicho a lo largo de tantas reseñas y contrasten si están de acuerdo con ello.
Y lo estén o no, si encuentran que es trabajo honesto
recomiéndenlo. Ayuden a formar criterio propio a partir del contraste de opiniones.
Y que así sea por muchos años más. Besos y abrazos.
Tal vez los tulipanes dancen al son del viento, pero en
atmósfera controlada bajo techo no ha lugar. La danza de los tulipanes es un
eufemismo para explicar una ilusión óptica suscitada por una experiencia hipnótica
resultante de fijar la vista en esas flores.
Ane Cestero comanda en Euskadi la recién creada Unidad
Especial de Homicidios de Impacto, o sea aquellos que por su interés mediático
precisan ser resueltos con prontitud y tratar con tacto los medios de
comunicación. Para lo primero, Ane es ideal: buena profesional que no escatima
ni un minuto ni un esfuerzo en pro de la investigación. Para lo segundo, lo del
tacto, ya es otro cantar.
En un brutal inicio de novela, de gran impacto visual y
emocional, una mujer pierde la vida mientras tiene plena consciencia de ello.
La víctima sostiene un rojo tulipán entre sus dedos. Nada es casual y pronto
habrá más tulipanes y por consiguiente más víctimas.
La danza de los tulipanes es un vertiginoso viaje criminal,
quince días intensos durante los que vamos a conocer geografía ambiental y
humana. Con brillantes momentos puntuales como el avance por un mercado o las
conversaciones de bar, entre un sinfín más: surf, convento, actuación musical,
enfrentamiento familiar… y no es que existan esos lugares para que pasen cosas
sino que pasan cosas porqué existen esos lugares.
Cuando un autor consigue esto poco más se puede pedir.
Conseguir que armonicen de tal modo personajes y escenarios como para que nada
chirríe y permita al lector entrar de pleno en la historia olvidando que está ante una
representación resulta una experiencia maravillosa.
Ibon Martín va entretejiendo diálogos profesionales y
personales con pensamientos, descripciones de espacios abiertos con atmósfera de cerrados, intenciones
con acciones. Acelera en las rectas, cuando la trama lo
necesita, y reduce en las curvas cuando es aconsejable. Aparca en línea o en
batería según convenga y sabe, en todo momento, gestionar el ritmo y adecuar el suspense.
El autor escoge los elementos de cada género que le convienen en cada
momento y el resultado de combinar los referentes de la novela policiaca (lista
cerrada de sospechosos a cual lo es más), novela negra (denuncia varios temas tristemente
presentes en nuestra sociedad y con gran repercusión) y novela de suspense (la
voz de quien asesina avanza detalles que la investigación desconoce y mantiene
la lectura en vilo) es un híbrido tan acertado como complejo y como lo es el cuidado que requiere la hibridación de tulipanes.
En fin, estamos ante un thriller policial costumbrista en
toda regla. Un best seller de calidad internacional que si no acaba
reflejándose en la pantalla sería un error.
Ibon Martín
Es un caramelo dulzón pero que no empalaga y que deja un buen
sabor de boca y ganas de más. La composición del dulce, bien medida y mejor ensamblada,
es adictiva y satisface a cualquier paladar. Solo los exigentes le reprocharan al
autor que se apoye en sabores conocidos y de solvencia contrastable; que no
arriesgue, que se conforme con una voltereta cuando podría dar un salto mortal.
No puede no gustar a quienes tengan en los thrillers best
seller su referente en lectura de evasión y entretenimiento. Y estarán de suerte ya que todo
apunta a que va haber más casos que investigar para la Unidad Especial de Homicidios de Impacto comandada por Ane Cestero.
Ah! Y felicidades a la editorial y al equipo diseñador por
tan magnífica cubierta y contracubierta que dice mucho y transmite una
sensación que quienes lean entenderán. Y el efecto lluvia: chapeau! Y la
delicatesen de las guardas. Hacía tiempo que no me encontraba con un producto
literario tan bien presentado: gracias.
Cubierta del díptico del
Club de Lectura
nAvel·la criminal
Un club de lectura es un lugar de encuentro donde comentar lecturas comunes. Por lo que además de fomentar el hábito de leer y amar la cultura también tiene la responsabilidad de formar criterio y otorgar razones para favorecer la crítica más allá del me ha gustado o no me ha gustado. Hay muchos clubs de lectura por el mundo. Entre muchos están los que organizan librerías (generalmente hay que comprar el libro: les va el negocio y la vida) y los que organizan bibliotecas municipales donde los ejemplares se obtienen a prestamo con coste 0 o con el coste de cesión entre bibliotecas que suele ser de 1,5€. Y los hay de todos los géneros y corrientes literarias, Y por países. Y por épocas.
Seguro que hay otros clubs de lectura dedicados solo a
novela criminal, menos que los dediquen solo a escritoras, muy pocos que además
cuenten con la presencia de cada autora, casi ninguno que trate su obra en
lugar de un solo título y prácticamente cero que además de todo lo anterior
permita la entrada a oyentes.
El Club de Lectura nAvel·la criminal es, a todas luces y en noir, un club
distinto. Empezando por su nombre: nAvel·la (una variante de novela en catalán,
novel·la, que al substituir la O por una A pone el foco en la sección femenina
del colectivo de gente dedicada a la literatura.
Video de marca
Y criminal para dar cabida no solo a novela negra como se etiqueta hoy a todo lo que conviene, olvidando los matices de la policiaca, del thriller... Al neologismo nAvel·la hay que entenderlo con un doble
sentido, como el espejo unidireccional de una sala de interrogatorios de la policía, esos
tantas veces vistos en series y películas, que tienen doble cara: por un lado
espejo por el otro ventana.
Como ventana nos permite ver el interior de un mundo, el
literario, que aunque no lo parezca sigue dominado por un patriarcado rancio y
por un paternalismo vergonzante que ha evolucionado hasta permitir a las
mujeres escribir pero que difícilmente se reconoce su calidad. La ventana nos
permite ver lo que no se quiere mostrar.
Como espejo refleja la estupidez y el ridículo que supone
clasificar la novela, en este caso criminal, escrita por mujeres con un sinfín
de etiquetas a cual más imaginativa: domestic noir, femicrime, chiclit, women’s
fiction, grip lit... algo de lo que se libran las obras escritas por hombres.
¿Por qué será?
nAvel·la no supone que las obras de mujeres sean navelas y
las de los hombres novelas, sino que sugiere lo contrario: no más guetos. Si
los libros se editaran sin nombre, foto ni biografía los prejuicios
desaparecerían.
La mayoría de textos del siglo XIX publicados como anónimos
hoy se sabe que fueron escritos por mujeres que no podían acreditarlas ya que
la sociedad no lo aceptaba. Anónimo o con pseudónimo masculino era la única
salida.
Los grandes premios literarios siguen esquivando a las
mujeres, aunque en los últimos años, presionados por una sociedad en constante
evolución pro derechos de la mujer y de colectivo LGTBI, les hagan más caso.
Pero no se engañen: si pudieran no lo harían. Como igual
sucede con la novela criminal, presente en estos grandes premios cuando antes
era sistemáticamente rechazada y considerada de segunda. Pero hoy vende y los
premios ya no identifican la mejor obra sino la más interesante y adecuada bajo
el contexto mercantil.
Basten unos datos para quienes piensen que estamos ante una
leyenda urbana:
· Premio Nobel de Literatura, 114 entregados (el 2018 no se concedió
debido a un escándalo de abuso sexual en la propia Academia) 98 a
hombres y 16 a mujeres (14%).
· Premio Cervantes, el más importante de literatura en lengua
castellana, 41 entregados: 37 a hombres y 4 a mujeres (11%)
· Premio Pulitzer a ficción literaria (solo otorgado a personas
nacionalizadas americanas) 89 entregados: 63 a hombres y 26 a mujeres (29%)
· Premio Planeta 68 entregados de los cuales 52 a hombres y 16
a mujeres (23%) (y de las 16, 10 en los últimos 20 años)
· Premio Princesa de Asturias de las Letras, de 39 galardones:
32 a hombres y 7 a mujeres (18%) Los dos últimos años a Fred Vargas y Siri Hustvedt
(la que hasta hace poco era conocida como la
esposa de Paul Auster, obviando su independencia profesional y su calidad).
· Premio Goncourt, prestigioso premio francés a obras
literarias de ficción, 115 entregados de los que 104 a hombres y 11 a mujeres
(10%)
Y como colofón destacar que en la
RAE, la Real Academia Española, a lo largo de su historia han ocupado sillón 11 mujeres por 483 hombres. En la actualidad la distribución de academicos de número es de 38 hombres y 8 mujeres.
Este post se actualiza a 30 de setiembre atendiendo peticiones que demandaban información de premios de novela negra habida cuenta de la condición del blog. Esto es lo que se ha encontrado interpelando webs de festivales y certámenes y wikipedia:
· Premio Akron – 1 hombre y 0 mujer
· Premio Hammet – 37 hombres y 1 mujer
· Premio L’H Confidencial – 11 hombres y 1 mujer
· Premi Memorial Agustí Vehí – 4 hombres y 0 mujeres
· Premio Pepe Carvalho – 9 hombres y 5 mujeres
· Premio RBA – 11 hombres y 1 mujer
· Premio VLC negra – 5 hombres y 1 mujer
· Premio Wilkie Collins – 9 hombres y 1 mujer
El proyecto nAvel·la criminal quiere, con esta
discriminación positiva, idénticas oportunidades para la gente que escribe sea
del sexo que sea o elija la condición sexual que elija y que sea solo la
calidad y no los prejuicios quien dicte los criterios para editar o premiar o
seleccionar para formar parte de un jurado.
nAvel·la criminal empieza este curso 2019-20 con formato de Club de Lectura en la Biblioteca Municipal de Sant Quirze del Vallès con total apoyo por parte del Ayuntamiento comprometido con la igualdad de género. Y lo hace con un elenco de escritoras espectacular, entusiasmadas con la idea, y aspira a tener continuidad en los
próximos años y a diversificar sus actividades manteniendo el mismo objetivo. Lo iremos anunciando.
Se agradece que hayan leído hasta aquí y también cualquier comentario
y/o difusión que tengan a bien hacer.
En la Edad del Oro del policial inglés surgieron diversos
autores y autoras que han trascendido con mayor o menor fortuna, y entre ellas
está Annie Haynes.
Asesinato
en Charlton Crescent, con una edición magníficamente editada y
mejor prologada por ese erudito de la literatura victoriana que es Juan Mari
Barasorda, es la sexta novela de la autora, publicada en 1926.
Lady Anne Daventry tiene motivos fundamentados para
sospechar que está en peligro de muerte y decide contratar a un detective
privado, haciéndolo pasar por su secretario, para que desde dentro investigue y
desenmascare a quien le quiere tanto mal. Alguien necesariamente cercano.
La investigación debe llevarse en secreto y los interrogatorios con sutileza, pero una muerte inesperada da al traste con toda la planificación y cuidado.
Asesinato
en Charlton Crescent se estructura como un whodunit clásico. Más
teatral que literario ofrece una trama policiaca salpicada de amores, romances,
engaños, y estafas que resultan pueriles leídos un siglo después.
Sirve, no obstante, como la mayoría de obras de esa época,
como realista fresco de una sociedad con unos prejuicios tan indefendibles como
sus principios, su clasismo, su sentido del honor y su temor al qué dirán. Unas
tradiciones tan encorsetadas como el cabello embutido en un sombrero cloché.
A la trama principal, la policiaca, le faltan ingredientes
para darle consistencia y sabor y la comisión del asesinato, en la situación en
que se produce: habitación cerrada con cinco sospechosos y la víctima, es tan
arriesgada como un triple mortal sin red.
Annie Haynes
Annie
Haynes (1865-1929) empezó a publicar cuatro años después que lo
hiciera Agatha Christie, totalizando 12 novelas debido a su prematura muerte y
sin embargo algunos críticos se empeñan, sin sonrojarse en absoluto, en considerarla como su principal rival.
Léanla si les apetece un baño victoriano o un policial ligero y háganlo con indulgencia retrospectiva. Sin ella y
otras muchas hoy no tendríamos la oferta literaria policiaca que tenemos.
Los turistas ornitólogos son una rara avis, tanto como
las aves que observan embelesados y a las que procuran no alterar en lo más
mínimo no sea que perturben su rutina y enturbien su hábitat.
Lo que los ornitólogos persiguen es admirar a las aves
realizando sus tareas cotidianas: preparando nidos, alimentando polluelos,
cazando e incluso comiendo, claro que si la comida es una víctima humana, una
joven por más señas, no es plato de buen gusto para la vista de nadie ni buen
recuerdo para la mente.
El festín es con un cadáver que evidencia muerte
intencionada y que ocupa a la Guardia Civil de la zona que inicia unas
pesquisas con poca información aunque tenga un golpe de suerte con la ayuda
inesperada de unos amateurs.
La novela la protagoniza una pareja investigadora atípica
en la novela negra convencional como son un guía ornitólogo y una activa
ecologista. Y es que su temática también es atípica.
Un noir rural ecológico que se mezcla con uno de los temas noir
más despreciable como es la trata de mujeres. Dos tramas que, como trochas en
el monte, se acercan y se alejan y se entrecruzan para hermanar las favelas de
Río de Janeiro con los bosques de Soria.
Unas pocas horas acercan dos continentes. Unos simples hechos consiguen hacer cruzar líneas rojas en un gesto que nunca se hubiera creído y es que el odio es fuerte pero el amor lo es más. Y en esta novela hay de ambos.
Gonzalo Palacios Goikolea
Gonzalo Palacios Goikolea sabe de lo que escribe y consigue
dar no solo verosimilitud sino credibilidad a los hechos descritos, tanto que la
novela negra, una trocha, se acerca al docudrama, otra trocha y en esta entremezcla
de géneros y en su particular modo de resolución final ofrece un tratamiento
literario que se aparta de los cánones.
Hay denuncia social en ambas trochas, hay rabia e
impotencia también en ambas y hay crudeza en la violencia ¿acaso la violencia
no es así?
Esta novela negra apunta maneras aunque por el camino el
entusiasmo por contagiar el ansia de denuncia diluya la parte de ficción literaria: un poco más y es true crime; pero
les va a satisfacer por igual ya que aporta un punto de vista poco habitual sobre un
delito tan deleznable como el descrito, va al origen, y sobre el otro del que no he anticipado nada para no desvelar ni un ápice.
Hay que seguir este autor. Aún no ha dado ni de lejos todo lo
que puede.
La verdad es también víctima en
cualquier atentado.
“En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos que habían creído
en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y
conoceréis la verdad y la verdad os hará libres»”. (Juan 8, 31-42)
¿Cuál es la verdad verdadera? ¿Existe la verdad absoluta?
Decían que con la verdad se podía ir a cualquier parte. Hoy todo está
supeditado al poder, incluso la verdad; de ahí que haya tantas verdades como
intereses particulares. La verdad está sobrevalorada y los políticos que lo saben, la escamotean, manipulan y adulteran en aras de su supervivencia.
En pleno casco viejo de Bilbao se produce un atentado yihadista:
una furgoneta se lanza contra toda persona que encuentra a su paso y causa
siete muertes y más de treinta personas heridas. La Ertzaintza, con el recuerdo
aún reciente de los atentados de París y Barcelona, se lanza a la caza de los terroristas
y con la ayuda de efectivos de Inteligencia pronto identifica al conductor de
la furgoneta.
Desde ese momento todos los esfuerzos se centran en
atraparlo, desmantelar la celula y evitar que pueda haber más víctimas.
Para Omar Jamal (César Mateo), el sospechoso, todo lo que
haya vivido hasta ahora no le va a servir de nada y su huida es su nueva vida.
Familia, novia y amigos están estupefactos ¿cómo reaccionas cuando la persona a
la que crees conocer de repente es un temido asesino?
Y desde ese momento empieza un thriller más que interesante
y que aúna todo un sinfín de emociones que generan situaciones de gran tensión.
Claro que tiene puntos de mejora ¿existe acaso la perfección?
Pero el conjunto es de nota para arriba y la historia, cargada de humanidad,
trata la actualidad sin dramatismo añadido.
Los protagonistas, sin sobreactuar y muy rigurosos en su
papel y ajustados al perfil de su personaje, son los pilares de la trama: sin
ellos no habría serie y es que siempre las acciones las ejecutan las personas
aunque las provoquen las ideas. Imposible destacar a nadie de los que conforman
el elenco de actrices y actores y a los que además vocalizan de tal modo que se
les entiende perfectamente cuando hablan.
"La víctima número ocho": elenco de actrices y actores caracterizados en su papel
Aunque tal vez Eche, el periodista (Marcial Álvarez) y
Koro, la inspectora Olaegui (Verónica Moral) sean los pilares que sostienen
todos los hilos y hay que destacar el carácter batallador, solidario e
incansable de Edurne (María de Nati) que da fe de lo que es la renuncia por
amor.
Una serie de 8 capítulos llenos de dinamismo, escenas en
Bilbao, Madrid, interiores de viviendas, pensiones, bares, supermercados, naves
industriales abandonadas, exteriores en bosques, senderos y pistas forestales.
No les va a defraudar en absoluto y les pondrá sobre aviso
de cómo hay que cuestionar todo lo que se oye, se diga dónde se diga y sea
quien sea quien lo diga para poder esclarecer cuánto hay de verdad y cuanto de
mentira. Hay medios que mienten más que hablan.
La víctima número 8 no solo es la persona que no supera las
heridas muriendo en el hospital, sino que acaba siendo la verdad.
El ladrón de tatuajes no es un mote sin sentido: es una macabra realidad.
Los tatuajes son, mayoritariamente, esas obras de arte que
tienen vida propia. Dibujos a veces realistas, otras figurativos, otras
símbolos, otras simplemente textos, algunas veces a color, que emplean la piel
humana como soporte.
Y no hay que confundir las inserciones con ilustraciones igual
que hay que discriminar entre firmas y grafitis.
Marni Mullins es una reconocida tatuadora de Brighton,
localidad costera inglesa, que al descubrir casualmente un cadáver se ve
envuelta, a su pesar pero sin desagradarle, en una investigación en la que
coincide con los intereses policiales: detener al asesino es librar a un
depredador de las calles que parece no tener bastante con un asesinato y que
parece tener una fijación en la elección de las víctimas.
El ladrón de tatuajes no es un mote sin sentido: es una macabra realidad.
Alison Belsham estructura el argumento presentándolo con
varias voces, de los principales protagonistas, incluido el asesino, que
permiten el avance de la trama desde varios ángulos y siempre según las
preocupaciones e intereses de cada cual.
Tatuadora e Inspector Jefe, Francis
Sullivan, ambos arrastrando sus habituales fantasmas personales, de los que se
podría extraer petróleo, establecen una colaboración que trasciende lo
profesional y de la que se podría haber extraído aún más petróleo para enriquecer
el perfil.
Alison Belsham
Al parecer la omisión no es casual ya que parece que estamos
ante la primera entrega de una trilogía y por tanto hay que reservar material.
La autora elige un tema que tiene su propio hábitat pero
lamentablemente no profundiza ni en el primero, historia y técnicas, ni en el
segundo, etiología de los diseños y perfiles de clientes, desaprovechando así
una magnífica ocasión para poner luz sobre esos maravillosos trabajos y
extraerlos de esa ubicación lumpen asociada generalmente, y gracias al cine, a cárcel, delincuencia y
marginación.
Pero descartado el fin didáctico hay que centrarse en su
aspecto policial y de novela negra en el que cumple debidamente a cambio de
limitar sus aspiraciones. Y no porqué esté mal escrito, ni mucho menos, sino
porqué fuera del elemento tatuaje el resto sigue a pies juntillas la tradición
y los tópicos más sobresalientes con lo que consigue una novela interesante y
emocionante pero previsible.
Hasta tal punto lo es que ya en la primera página se
adivina un aspecto determinante del asesino.
La prosa empleada por Alison Belsham es directa y sencilla, los diálogos ágiles y
concisos, las descripciones breves y el ritmo trepidante y todo servido en
capítulos cortos, ¿cómo? ¿Qué utilizo tópicos para describirla? A juego.
Crimen en el paraíso, temporada 8, con nuevo equipo policial en Honoré, isla de Saint Marie.
Pasan los años pero Saint Marie conserva su espíritu joven,
un perpetuo verano que nos transmite color, ritmo y sabor. Colores luminosos y
vivos, ritmos que incitan al contoneo despreocupado y sabores de frutas
exóticas.
Pero también mantiene, afortunadamente, su alta tasa de
asesinatos lo que permite que su policía sigan manteniendo un porcentaje de
éxitos del 100% en la resolución de los casos. Récord Guinness.
Crimen
en el paraíso mantiene su alto índice de seguimiento sin
cambiar su fórmula y sin más pretensión que la de entretener con suspense e
intriga. Un Whodunit (¿Quién es el
asesino?) ortodoxo en contexto playero y ambiente veraniego que ocupa los dos
meses de verano, esa franja que nadie quiere y que quien puede la aprovecha
como escaparate.
Ciertamente la serie está perdiendo fuelle y hay un doble
episodio, necesario para justificar un giro de tendencia que no se sostiene por
ningún lado y son tan evidentes los desajustes de guión, por no llamarlos
fallos, que no se explica como nadie se haya dado cuenta.
La subinspectora Madeleine Dumas y el inspector Jack Mooney
Y esto sumado a que el equipo policial sufre un nuevo
terremoto y cambia, presumiblemente, dos de las piezas más significativas parece
anticipar que estamos acercándonos al fin de una serie o al menos de la serie
que conocimos y que empezó sin pretensiones y acabó siendo la gallina de los
huevos de oro.
Es notorio que algo ha cambiado en el seno del equipo de
producción ya que rigen otros principios menos exigentes con un listón tan bajo
que de seguir así será apta para horario infantil.
Los diálogos fuera de la
investigación son sosos, las investigaciones han perdido procedimiento y para rematar
los protagonistas se están volviendo planos. Parece apostar claramente por la bis comica en detrimento de la policiaca.
La incorporación de Ardal O'Hanlon la temporada pasada en el papel del inspector Jack Mooney le ha restado espontaneidad ya que su perfil parece aún muy influenciado por la interpretación, que le dió a conocer, de un personaje del clero y su sonrisa beatifica lo posiciona en un nivel de comprensión y tolerancia del que Richard Poole abominaría y con razón.
8 episodios en esta 8ª temporada que dejan un regusto agridulce
para quienes recuerden temporadas anteriores, tiempos mejores. Una serie en la que actualmente la proa no marca la dirección
en la que se está desplazando el barco.
Aún y así un acierto para quien concibió la fórmula y
planificó la parrilla de programas. Y aún más para el equipo de guionistas con
algunas tramas policiacas emitidas que ya quisieran para sí muchos de los que
se llaman escritores.
Lástima que al llegar el último episodio de la temporada
suponga un aviso de que el verano también está próximo a cerrar hasta el año
que viene con la 9ª temporada.
Hace como 50 años había muchos más cines que ahora, incluso en lugares centricos y hasta los pueblos más pequeños tenían el suyo.
Generalmente solo echaban
películas los fines de semana. El pase empezaba a las 4 o a las 5 y se
proyectaban dos películas (programa doble se llamaba), el No-Do era un bonus
(no deseado pero respetado, a la fuerza ahorcan, incluso en pie y saludando al principio cuando las fuerzas
del orden conminaban a ello dentro de la sala y silbado y abucheado en sus
postrimerías cuando la ausencia de picoletos o grises fue manifiesta), y entre
película y película había media parte, un descanso con la foto fija de Visite nuestro bar y se podía entrar a
cualquier hora y repetir visionado (sesión continua se llamaba).
Una película solía ser de factura nacional
(españolada la llamaban) y la otra americana (el ostracismo político al que las naciones sometían al régimen franquista afectaba también a la cultura; el cine club llegaría
más tarde). La americana solía ser cine negro o del oeste o de indios o de
tiros (el apodo iba por barrios).
Una
del Oeste, la novela de José Javier Abasolo, rinde homenaje a ambos
géneros: el western y el cine negro, y a sus altavoces culturales de la época:
el cine y la novela (bolsilibros de literatura popular) y por eso son dos
novelas en una. Programa doble.
Cine de autor no había (la etiqueta aún no se había
acuñado) pero el autor de la novela evoca títulos inolvidables del western: Solo ante el peligro, El Juez de la Horca…; y del cine negro: El Halcón Maltés especialmente. Pero novelas
de autor si había (aunque fuera seudónimo y solo años más tarde se reconocerían
autorías): Silver Kane (Francisco González Ledesma), Keith Luger (Miguel
Oliveros Tovar, Lou Carrrigan (Antonio Vera Ramírez), entre los más conocidos.
La novela despliega simultáneamente la evolución de tres
tramas que tienen su punto de conexión en un asesinato y en las aventuras de
Colt Duncan (título imaginario, no lo busquen en google, pero deudor y homenaje
agradecido de aquellos autores anónimos) y en su escritor, un anodino tendero
de ultramarinos que firma las novelas con el mismo nombre que su personaje.
No están escritas en primera persona (a pesar de lo que la
firma pudiera sugerir) sino en una suerte de narrador omnisciente que viniera
del futuro a contar una historia del pasado. Solo así se entiende que conozca
hechos acaecidos mucho después que el salvaje oeste dejara de serlo.
Bolsilibros de cultura popular
Tres parejas mixtas son las protagonistas que contribuyen a
resolver un caso que aúna lo mejor del western y del noir para ofrecer una
historia donde hasta el romanticismo (amor y sexo) tiene cabida. Y collejea sin
piedad y con razón el despotismo editorial de la época ¿pasada? ¿actual?
José
Javier Abasolo ha compuesto una sinfonía agradable para todos
los oídos pero especialmente agradecida para quienes, por edad y/o cultura literaria y cinematográfica,
puedan apreciar sus constantes guiños y su peculiar sentido del humor:
inteligente y ácido.
Poniente es tradicionalmente
el punto cardinal Oeste.
En general, en las fuerzas de orden público donde la muerte
acecha hasta en los momentos más insospechados los cambios de destino suelen ir asociados
a motivos traumáticos. Suelen ser soluciones terapéuticas.
Aitor Etxeazarreta, es un ertzaina que, afectado por
asuntos propios, abandona el frío Cantábrico por el cálido Mediterráneo
y cambia su trabajo en Bilbao por un nuevo puesto en Málaga.
Ni su especialización en criminología, ni su facilidad para
definir perfiles de asesinos ni la pronunciación de su apellido es algo que sea
fácilmente asumido por sus mandos: microclimas siempre reacios a admitir un
nuevo habitante. Labrarse un porvenir en tierra extraña cuando lo tenía todo en
su lugar natal se antoja castigo excesivo para sus quitas consigo mismo.
Condicionado por sus estudios y sus calificaciones ve
motivos de sospecha en cualquier caso que entre en su jurisdicción pero topa
con el recelo de una plantilla que entiende que el método de investigación debe
basarse en hechos y pruebas y no en cuestionables interpretaciones.
Incluso Carmen García su actual compañera de patrulla se
muestra disconforme con su modus operandi. Pero podría ser que Aitor tuviera
razón y Málaga se estuviese enfrentando a un problema serio y ominoso, mucho
más allá de el que ya supone de por si una población multiplicada con la
llegada de turistas y por tanto de incidentes
Jesús María Sáez vuelve a crear con Poniente una novela negra dinámica y
sólida tanto en su argumento como en la forma de perfilar los personajes como
ya hiciera con su anterior Siberia, si bien algunas puntadas podrían ser más elaboradas.
En esta ocasión lo hace desde dentro de una comisaría,
siguiendo su día a día, sus casos habituales y los más extraordinarios,
relatando el funcionamiento de la cadena de mando y el trabajo de papeleo.
Proyecta desde dentro hacia fuera mostrando la naturaleza humana de las
personas que cada día, de uniforme o de paisano, salen a la calle sin saber si
llegaran vivos a la noche.
Jesús María Sáez
Y aprovecha para enlazarlo con una trama criminal trenzada
con hilo tan fino que resulta casi invisible si no se mira con ojos adecuados. Solo a vista de pájaro se puede elaborar
el mapa de un territorio y apreciar esas líneas; solo una mente entrenada puede
atisbar un patrón.
En los detalles están las evidencias y aunque nunca hay que dar nada por sentado de primeras y hay que abordarlo con cautela incluso el propio Aitor cae presa de la precipitación.
Poniente es una novela negra que claramente va de menos a más, tras un inicio
titubeante de un viaje excesiva e innecesariamente pormenorizado alcanza
rápidamente una velocidad de crucero estable y permite deleitarse con una
narración sostenida que va ganando intensidad y emoción y consigue el mejor
final que se le podría pedir, dándole a cada personaje lo que la vida le tenía reservado.