Corrupción, narcotráfico y ciberdelitos en Valencia. |
En Valencia, una alcaldesa sin escrúpulos encarga una
investigación policial sobre el director de la televisión autonómica con el
propósito de desacreditarlo y apartarlo del cargo y sin siquiera sospecharlo va
a destapar un entramado criminal.
Vic Carrasco es el comisario sobre el que recae dirigir la
investigación y pese a sus escrúpulos a servir de muñeco de ventriloquia de
políticos pronto se da cuenta de que pudiera ser que, buscando un delito inexistente
o excesivamente pequeño, es posible encontrar algo más sustancioso.
Intereses políticos insanos conllevan corrupción y
desprecio por los inferiores, de ahí que los que mandan se crean siempre a
salvo de cualquier salpicadura, y en ese juego alcaldesa y jefe de policía
parecen sentirse como pez en el agua pero no libres de ser pescados.
Vic Carrasco debe elegir entre servir y obedecer o actuar
por libre y antes de que pueda decidir, las circunstancias van a jugar un papel
determinante y otorgarle un rol que no se esperaba. Aunque la constitución del
grupo de trabajo tenga más de panda de instituto que de profesionales.
Una novela que toca varias teclas pero sin centrarse en
ninguna, desaprovecha la ocasión de profundizar en los diversos temas, y por
ende delitos, que aborda y por eso carece de consistencia argumental.
La superficialidad con la que se despacha el ciberdelito,
con cuatro conceptos técnicos básicos, y con una acertada puntería al elegir la
víctima y la frivolidad con la se resuelven los casos entrecruzados que se
abordan dejan la intención inicial, de una novela negra y trepidante, sin
premio.
Christian Roth |
Todo muy apresurado, como si se hubiera querido meter en
una caja más cosas de las que cabían y hubo que adelgazarlo todo para poder
cerrarla.
Christian
Roth
tampoco saca todo su jugo al costumbrismo y a la gastronomía y no ofrece todo
lo que puede y que es mucho.
Y ya que, al parecer, esto es el inicio de una
serie, hay que desear una evolución en las próximas entregas.