sábado, 10 de marzo de 2012
Jean Giraud Moebius
Lo dicen las noticias Jean Giraud, Moebius, acaba de fallecer. 73 años y 10 meses. No reduzcan su visión sobre él como un dibujante de cómics. Sino como EL dibujante de cómics. Además de genio innovador.
La obra y presencia de Moebius ha significado para el mundo de la historieta una proyección nunca vista, una revolución en el amplio sentido de la palabra y no se ha quedado aquí sino que su influencia se ha extendido allí donde el arte tiene presencia.
Al mundo de la animación (autor de la película Les Maîtres du Temps), del cine como director artístico en Alien, El quinto elemento, Abyss y una inconclusa adaptación de Dune, de la creatividad publicitaria (con folletos publicitarios y una saga de cómics iniciada con Sobre la Estrella para el fabricante Citröen), de la moda, de los videojuegos e incluso del diseño arquitectónico.
Los cómics le deben, entre otras, las sagas del Teniente Blueberry (Oeste americano), y El Incal (aventuras del detective John Difool), como exponente de dos temáticas y estilos de dibujo completamente diferentes, la primera firmada con la abreviatura de su apellido Gir, dibujo más académico, y la segunda con su seudónimo Moebius como el rizado del rizo de la imaginación creativa.
Ridley Scott siempre ha reconocido que la estética de Blade Runner tiene su espejo en la obra de Moebius y en concreto en el cómic “The long tomorrow” dibujado en 1975 basado en un guión del californiano Dan O’Bannon que sitúa en el futuro una historia policíaca clásica. Son solo 16 páginas pero muy potentes.
Así es como empieza:
“Soy detective privado... Mi despacho está en el nivel 97. Me llamo Pete Club... Aquel día, uno de tantos...
Y así como acaba:
“... Y yo presenté mi informe a las autoridades... Una historia de tantas para el archivo. Nada más... Sólo una historia... Hay diez millones como esta en la Gran Ciudad perdida en el infinito...
Esta mezcla de novela negra con futuro apocalíptico que juega a ser parodia con sus tópicos se acaba convirtiendo en todo un referente para nuevas aproximaciones al género. De hecho él mismo la retoma años más tarde para la apasionante, onírica y cibernética aventura del detective John Difool en la saga de El Incal.
Adiós Moebius. Te releeré siempre.
lunes, 5 de marzo de 2012
Aguas heladas
Es esta una novela llena de soledad. Todo lo que en ella pasa responde a este sentimiento. Y el particular dolor y la honda insatisfacción que causa la soledad son el origen de males infinitamente peores.
La primera corresponde a una amiga de Judith que podría haber desaparecido en Canadá y la segunda la de un joven adolescente con su perro, en Colonia.
Los dos detectives abordan por separado y sin conocimiento el uno del otro la investigación y por estar ambos convalecientes de un caso anterior no cuentan con la fortaleza mental idónea por lo que sus bajas defensas les jugaran la mala pasada de interiorizar los sucesos a nivel personal. Lo peor es no tomar distancias.
Es una novela lenta, sin concesiones a la galería, sin caer en tópicos ganadores de audiencia, en un estilo muy cerebral. Tal vez demasiado. No todos se sentirán cómodos con ella. No deja buen cuerpo.
Me enteré de su existencia por el blog cómplice Mis queridos sabuesos. Vean aquí el post que publicó en su día y habrán tenido dos opiniones de una tacada.
Luego deciden.
¿Quieren saber más sobre los colimbos? http://www.nationalgeographic.es/animales/pajaros/colimbo-grande
En consecuencia es una novela triste y amarga en donde los personajes, todos sin excepción, actúan en permanente huida hacia adelante. Los que desaparecen y los que los buscan. Los que los aman y quieren su regreso sin afrontar el motivo de su ausencia y los que los odian y no quieren volver a verlos ni muertos.
Cuesta entrar en la novela y es fácil salir contagiado de sus miserias. El tratamiento de los casos es tan psicológico que cuesta sustraerse a su relato y el estado de ánimo queda a la altura de la bajeza moral que impregna las descripciones.
La novela trata dos casos en paralelo, uno en que se inmiscuye a título personal la inspectora jefe Judith Krieger y otro en el que investiga oficialmente su compañero detective Manni Korzilius. Ambos coinciden en investigar sendas desapariciones.
La primera corresponde a una amiga de Judith que podría haber desaparecido en Canadá y la segunda la de un joven adolescente con su perro, en Colonia.
Los dos detectives abordan por separado y sin conocimiento el uno del otro la investigación y por estar ambos convalecientes de un caso anterior no cuentan con la fortaleza mental idónea por lo que sus bajas defensas les jugaran la mala pasada de interiorizar los sucesos a nivel personal. Lo peor es no tomar distancias.
Los personajes viven su soledad como único modo de afrontar tantas decepciones acumuladas: padres ya fallecidos a quienes no se les dijo todo, padres que no actúan como tales, padres enfermos que pronto se irán; amigos que se han perdido en el devenir de los años; amantes que ya no están; amores no correspondidos; miedos no confesados; fieles animales de compañía como única compañía...
Y colimbos, aves acuáticas de lugares fríos que por su comportamiento y hábitat viven aisladas.
Soledad. Ostracismo. Silencio. SOS
La autora es la alemana Gisa Klönne y esta es la tercera novela con la inspectora Krieger a la que no deja acomodarse para recordarle constantemente que este es un mundo de hombres en el que la mujer no basta con que tenga un cargo sino que tiene que ganárselo día a día.
Aguas heladas es una novela que avanza despacio y fríamente. Va desgranando lentamente los sentimientos de los protagonistas mientras las investigaciones van avanzando entre meandros de auto culpabilidad. La confianza correspondida con traición hace aflorar nuevos sentimientos contra cuya debilidad no existe vacuna.
Me enteré de su existencia por el blog cómplice Mis queridos sabuesos. Vean aquí el post que publicó en su día y habrán tenido dos opiniones de una tacada.
Luego deciden.
¿Quieren saber más sobre los colimbos? http://www.nationalgeographic.es/animales/pajaros/colimbo-grande
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lunes, 27 de febrero de 2012
Quan la nit mata el dia
La guerra civil española dicen que fue la última gran guerra romántica porque primaron los ideales a los intereses económicos o estratégicos. Una guerra en la que inquisidores con sotana y uniforme acallan cualquier intento de libertad de expresión, que enfrenta a familiares y amigos solo por el lugar donde son reclutados ¿puede tener otro calificativo que no sea barbarie?.
De la post guerra es de la que parte esta novela: Quan la nit mata el dia.
Esa guerra no dio concesiones. Y los odios reventaron como granos de pus ensuciando todo lo que tocaban. Como una peste medioeva marcó casas, familias y personas para proceder a una expurgación sin precedentes, aunque luego los nazis se empeñaran en querer no solo copiar sino empeorar.
Se asesinó sin piedad y sin razón solo por el uso del poder. Se violó y torturó y se vendieron recién nacidos como mercancía expuesta en encantes.
Y no solo durante la guerra sino incluso después. Incluso mucho, mucho después. Convulsa post guerra que parece no acabar nunca, aún hoy alguien como el juez Garzón puede pagar caro meter la nariz en según que fosas cavadas hace décadas y es que el hedor a podrido que emanan castiga la pituitaria, golpea el raciocinio y puede acabar por despertar conciencias y soltar lenguas que no fueron comidas por los gatos y cuyas confesiones alcanzaría a muchos vivos.
De ahí que más simpatía y solidaridad nos despierte Gloria Mateu que Carlos Iribar.
Carlos Iribar es un inspector de policía que ejerce en Figueres, ciudad catalana, mal que le pese a sus compañeros de comisaría, unos personajes con tantas luces como para acertar en menos de dos intentos cual zapato es el izquierdo y cual el derecho. El derecho es el suyo, faltaría más, es con el que se patea el culo a los separatistas, catalanistas, rojos y masones que son todos tal para cual. Hasta los zurdos de nacimiento padecen el rechazo por tal condición.
Carlos Iribar es universitario y al estilo de revolucionario de salón rechaza los métodos y maneras de sus compañeros pero lo sufre en silencio. Es filósofo de pensamiento pero no de obra. No se plantea si puede hacer algo para cambiar las cosas, aunque las condene en su fuero interno. Pero ¿a donde conduce esa dicotomía? Pues en el mejor de los casos a una ulcera y en el peor a una esquizofrenia.
Pero confiamos en que acabe dando un paso adelante, ¡al frente no!
En esta Figueres ampurdanesa un destacado miembro de la falange es asesinado. Los aspectos de orden patrio que envuelven al cadáver pesan lo suficiente como para forzar que las pesquisas no sean tan policiales como políticas. Carlos debe elegir entre el deber a su cargo y la obediencia debida y el dolor de cabeza es lo mínimo que se puede padecer. Suerte que para eso está la tramontana, ese viento que barre las hojas e intenta barrer también, sin conseguirlo, las malas conciencias; pero en el intento se lleva migrañas, nubarrones y deja un cielo azul donde las caras lucen al sol.
Agustí Vehí escribe de maravilla y ha sabido darle a los dos idiomas, catalán y castellano, en que está escrita la novela el tono adecuado según quien lo utliza. Y el rigor con el que emplea el lenguaje cuando se refiere al tono oficial es impagable.
Tengo pendiente preparar garbanzos a la catalana como los prepara Gloria, en cuanto lo haga se lo explico.
Vean en este enlace una interesante entrevista con el autor.
De la post guerra es de la que parte esta novela: Quan la nit mata el dia.
Esa guerra no dio concesiones. Y los odios reventaron como granos de pus ensuciando todo lo que tocaban. Como una peste medioeva marcó casas, familias y personas para proceder a una expurgación sin precedentes, aunque luego los nazis se empeñaran en querer no solo copiar sino empeorar.
Se asesinó sin piedad y sin razón solo por el uso del poder. Se violó y torturó y se vendieron recién nacidos como mercancía expuesta en encantes.
Y no solo durante la guerra sino incluso después. Incluso mucho, mucho después. Convulsa post guerra que parece no acabar nunca, aún hoy alguien como el juez Garzón puede pagar caro meter la nariz en según que fosas cavadas hace décadas y es que el hedor a podrido que emanan castiga la pituitaria, golpea el raciocinio y puede acabar por despertar conciencias y soltar lenguas que no fueron comidas por los gatos y cuyas confesiones alcanzaría a muchos vivos.
De ahí que más simpatía y solidaridad nos despierte Gloria Mateu que Carlos Iribar.
Gloria sigue defendiendo su condición gentilicia, catalana de Figueres, y el derecho a pensar, expresarse y a vivir sin cadenas de yugo y flechas. Y de ahí que nos cueste tanto entender como Carlos no puede comprender lo que las Glorias sufrieron.
Agustí Vehí es el autor de Quan la nit mata el dia, es doctor en historia y subinspector de la guardia urbana en Figueres por lo que reúne aptitudes para narrar una historia creíble aunando los conocimientos de las tres condiciones: ubicación temporal, geográfica y procedimiento. Y lo consigue. Nos cuenta una historia estremecedora por el sufrimiento callado en tantas gargantas y nos la cuenta entrecruzándola con la investigación policial de un asesinato que tanto podría ser ritual como vengativo.
Carlos Iribar es un inspector de policía que ejerce en Figueres, ciudad catalana, mal que le pese a sus compañeros de comisaría, unos personajes con tantas luces como para acertar en menos de dos intentos cual zapato es el izquierdo y cual el derecho. El derecho es el suyo, faltaría más, es con el que se patea el culo a los separatistas, catalanistas, rojos y masones que son todos tal para cual. Hasta los zurdos de nacimiento padecen el rechazo por tal condición.
Carlos Iribar es universitario y al estilo de revolucionario de salón rechaza los métodos y maneras de sus compañeros pero lo sufre en silencio. Es filósofo de pensamiento pero no de obra. No se plantea si puede hacer algo para cambiar las cosas, aunque las condene en su fuero interno. Pero ¿a donde conduce esa dicotomía? Pues en el mejor de los casos a una ulcera y en el peor a una esquizofrenia.
Pero confiamos en que acabe dando un paso adelante, ¡al frente no!
En esta Figueres ampurdanesa un destacado miembro de la falange es asesinado. Los aspectos de orden patrio que envuelven al cadáver pesan lo suficiente como para forzar que las pesquisas no sean tan policiales como políticas. Carlos debe elegir entre el deber a su cargo y la obediencia debida y el dolor de cabeza es lo mínimo que se puede padecer. Suerte que para eso está la tramontana, ese viento que barre las hojas e intenta barrer también, sin conseguirlo, las malas conciencias; pero en el intento se lleva migrañas, nubarrones y deja un cielo azul donde las caras lucen al sol.
Agustí Vehí escribe de maravilla y ha sabido darle a los dos idiomas, catalán y castellano, en que está escrita la novela el tono adecuado según quien lo utliza. Y el rigor con el que emplea el lenguaje cuando se refiere al tono oficial es impagable.
Tengo pendiente preparar garbanzos a la catalana como los prepara Gloria, en cuanto lo haga se lo explico.
Vean en este enlace una interesante entrevista con el autor.
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jueves, 23 de febrero de 2012
El Mentalista
Esta serie televisiva siempre empieza con un disclaimer en off para no generar adeptos capaces de constituir secta y demandar a la cadena (todo muy americano):
“Mentalista. Sustantivo. Se dice de quien utiliza la agudeza mental, la hipnosis y/o la sugestión. Manipulador magistral de la mente y el comportamiento”
Patrick Jane es un mentalista de éxito al que un despiadado asesino, que firma John el Rojo, le mata a su mujer y a su hija. Capturarlo y torturarlo hasta la muerte es el aliciente que le impele a seguir adelante, no sin pasar sus momentos de naufragio como todo ser con sentimientos. El que tenga claro que cogerlo no significará entregarlo sino todo lo contrario supone que sea de los pocos que dicen lo que muchos callan.
John el Rojo no solo es depredador sino que ahora también es presa y su omnisciente presencia alcanza incluso a los títulos de todos los episodios que aparecen impregnados con la palabra rojo o cualquiera de sus acepciones: carmesí, escarlata, carmín; o una palabra que se asocie con rapidez al color: rosas, fresas, sangre, fuego, rubí.
Patrick Jane entiende que trabajar para la policía puede ayudar a resolver delitos y que esta asociación le puede acercar a su objetivo por lo que cambia sesiones espiritistas a particulares ricos y actuaciones en escenarios de ilusión y candilejas por la realidad de la calle y la luz de las farolas con sus nuevos compañeros del Departamento de Investigación de Crímenes de California, con base en Sacramento, lo que constituye la base argumental de la serie.
Patrick no es un vidente, no es un médium, y por haberlo representado en múltiples ocasiones tiene muy claro que nadie lo es ni puede serlo, aunque a veces lo siga simulando para facilitarle libertad de movimientos en la investigación.
Es un observador acostumbrado a trabajar con el lenguaje no verbal, con un entrenado método de asociación y deducción que ayudándose de técnicas hipnóticas y de sugestión consigue resultados sorprendentes que para los no iniciados pueden tener su punto inexplicable. Pero no hay poder sobrenatural en el. Es un prestidigitador mental. Es un mentalista.
De la serie destaca que el protagonista no es policía ni detective, solo un asesor. También se nota la devoción que sienten los guionistas por el personaje principal que chupa cámara como protagonista absoluto; la ambigüedad con la que tratan la relación que mantiene con su partenaire femenina y lo poco trabajados que resultan los secundarios excepto en sus interacciones, aunque, como siempre, la sucesión de temporadas suaviza inevitablemente esta superficialidad.
En general hay muy poca complicidad entre los dos protagonistas principales, a diferencia de otras series. Prácticamente ni gestos de complicidad ni muestras de cariño, ni insinuaciones sugerentes ni directas ni de ninguna clase. La cara de ella, la jefe del Departamento, Teresa Lisbon, es siempre un poema, verla sonreír es una aparición y verla reír tiene que ser espectacular ¡la alegría de la huerta vamos!, a diferencia del rostro de Patrick: sonrisa floja permanente en rostro clarito enmarcado por rubios rizos angelicales ¡el yerno perfecto!.
El resto del equipo de detectives lo conforman: Grace Van Pelt, la novata, que parece recién salida de un internado de señoritas con el mundo por descubrir, Wayne Rigsby un niño grande que solo piensa en comer y Kendall Cho, hierático y lector voraz que cubre el cupo étnico, .
Su comportamiento resulta extravagante por espontáneo a los ojos de desconocidos aunque tampoco es que sus compañeros le tengan bien tomada la medida, y su pose es siempre de inocentón buenorro que no ha roto un plato en su vida o de niño travieso que disfruta de las cosas más simples. Solo hay algo capaz de enturbiar este idílico estado y es cuando por alguna razón la sombra de John el Rojo está presente.
En ese momento su rostro se endurece, su mirada se agudiza, su cuerpo se envara y todos sus sentidos sobrepasan las escalas de medición en una alerta centrada en captar cualquier atisbo de pista que le permita atrapar a su Némesis. Y si no hay donde rascar suele caer en una profunda depresión que lo encierra en si mismo hecho un ovillo sobre su sofá.
Los episodios resultan entretenidos aunque en general son demasiado ligeros para tomárselos en serio. Muy poca investigación policial, poco seguimiento de pistas, poca interacción forense, poca ciencia y mucha intuición... Jugamos a observar y deducir y es divertido aunque tengamos la desventaja de no poder tomarle el pulso al interrogado e interpretar sus alteraciones como indicio de verdad o mentira.
Es solo un paréntesis amable. Es un pastelito de nata frente al cocido de vísceras y menudillos del CSI.
Van por la 4ª temporada y al parecer hay contrato para 7, por lo que si les gusta tienen donde agarrarse.
Más datos sobre esta serie los encontrarán aquí http://www.formulatv.com/series/el-mentalista/
Post scriptum en este mismo blog:
“Mentalista. Sustantivo. Se dice de quien utiliza la agudeza mental, la hipnosis y/o la sugestión. Manipulador magistral de la mente y el comportamiento”
Patrick Jane es un mentalista de éxito al que un despiadado asesino, que firma John el Rojo, le mata a su mujer y a su hija. Capturarlo y torturarlo hasta la muerte es el aliciente que le impele a seguir adelante, no sin pasar sus momentos de naufragio como todo ser con sentimientos. El que tenga claro que cogerlo no significará entregarlo sino todo lo contrario supone que sea de los pocos que dicen lo que muchos callan.
John el Rojo no solo es depredador sino que ahora también es presa y su omnisciente presencia alcanza incluso a los títulos de todos los episodios que aparecen impregnados con la palabra rojo o cualquiera de sus acepciones: carmesí, escarlata, carmín; o una palabra que se asocie con rapidez al color: rosas, fresas, sangre, fuego, rubí.
Patrick Jane entiende que trabajar para la policía puede ayudar a resolver delitos y que esta asociación le puede acercar a su objetivo por lo que cambia sesiones espiritistas a particulares ricos y actuaciones en escenarios de ilusión y candilejas por la realidad de la calle y la luz de las farolas con sus nuevos compañeros del Departamento de Investigación de Crímenes de California, con base en Sacramento, lo que constituye la base argumental de la serie.
Patrick no es un vidente, no es un médium, y por haberlo representado en múltiples ocasiones tiene muy claro que nadie lo es ni puede serlo, aunque a veces lo siga simulando para facilitarle libertad de movimientos en la investigación.
Es un observador acostumbrado a trabajar con el lenguaje no verbal, con un entrenado método de asociación y deducción que ayudándose de técnicas hipnóticas y de sugestión consigue resultados sorprendentes que para los no iniciados pueden tener su punto inexplicable. Pero no hay poder sobrenatural en el. Es un prestidigitador mental. Es un mentalista.
De la serie destaca que el protagonista no es policía ni detective, solo un asesor. También se nota la devoción que sienten los guionistas por el personaje principal que chupa cámara como protagonista absoluto; la ambigüedad con la que tratan la relación que mantiene con su partenaire femenina y lo poco trabajados que resultan los secundarios excepto en sus interacciones, aunque, como siempre, la sucesión de temporadas suaviza inevitablemente esta superficialidad.
En general hay muy poca complicidad entre los dos protagonistas principales, a diferencia de otras series. Prácticamente ni gestos de complicidad ni muestras de cariño, ni insinuaciones sugerentes ni directas ni de ninguna clase. La cara de ella, la jefe del Departamento, Teresa Lisbon, es siempre un poema, verla sonreír es una aparición y verla reír tiene que ser espectacular ¡la alegría de la huerta vamos!, a diferencia del rostro de Patrick: sonrisa floja permanente en rostro clarito enmarcado por rubios rizos angelicales ¡el yerno perfecto!.
El resto del equipo de detectives lo conforman: Grace Van Pelt, la novata, que parece recién salida de un internado de señoritas con el mundo por descubrir, Wayne Rigsby un niño grande que solo piensa en comer y Kendall Cho, hierático y lector voraz que cubre el cupo étnico, .
Para ir conociendo algo más de cada uno de los protagonistas tenemos que ir desgranando vaina a vaina de guisante que van cayendo del cielo cada pocos episodios. No sabemos nada de donde vive nadie, solo que Patrick tiene su casa ausente y suele dormir, es un decir pues desde el suceso padece insomnio crónico, en un sofá de piel que hay en la comisaría (presencia muy conveniente para la serie pero para nada habitual en una comisaría), ni tampoco sus gustos culinarios, musicales o literarios. Aunque suele tomar te y vestir prácticamente igual en todos los capítulos. También sabemos que le gusta conducir deprisa y que su vehículo es un Citröen DS ( modelo conocido como tiburón) ¡toda una reliquia de museo!
Patrick toma el control de cualquier investigación aunque Lisbon se resista, sin poner mucho empeño todo hay que decirlo, y con una mirada o un gesto, decide y actúa como si estuviera al mando y con el saldo de resolución de casos claramente a su favor nadie le discute le nada. Como asesor no está sujeto al protocolo del cuerpo de policía, tópicamente amordazado por criterios políticos, y antepone su sinceridad al decir lo que piensa a la sumisión del convencionalismo social. De hecho podría ir de Llanero Solitario y obtendría el mismo resultado pero la serie acabaría aburriendo.
Su comportamiento resulta extravagante por espontáneo a los ojos de desconocidos aunque tampoco es que sus compañeros le tengan bien tomada la medida, y su pose es siempre de inocentón buenorro que no ha roto un plato en su vida o de niño travieso que disfruta de las cosas más simples. Solo hay algo capaz de enturbiar este idílico estado y es cuando por alguna razón la sombra de John el Rojo está presente.
En ese momento su rostro se endurece, su mirada se agudiza, su cuerpo se envara y todos sus sentidos sobrepasan las escalas de medición en una alerta centrada en captar cualquier atisbo de pista que le permita atrapar a su Némesis. Y si no hay donde rascar suele caer en una profunda depresión que lo encierra en si mismo hecho un ovillo sobre su sofá.
Los episodios resultan entretenidos aunque en general son demasiado ligeros para tomárselos en serio. Muy poca investigación policial, poco seguimiento de pistas, poca interacción forense, poca ciencia y mucha intuición... Jugamos a observar y deducir y es divertido aunque tengamos la desventaja de no poder tomarle el pulso al interrogado e interpretar sus alteraciones como indicio de verdad o mentira.
Es solo un paréntesis amable. Es un pastelito de nata frente al cocido de vísceras y menudillos del CSI.
Van por la 4ª temporada y al parecer hay contrato para 7, por lo que si les gusta tienen donde agarrarse.
Más datos sobre esta serie los encontrarán aquí http://www.formulatv.com/series/el-mentalista/
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jueves, 16 de febrero de 2012
El códice purpúreo
Una cosa clara El códice purpúreo ni es novela histórica de moda con secta reveladora del destino de la humanidad ni es una novela negra con criminal a descubrir. Es un fresco del siglo IV que en lugar de ser pintado o reproducido con teselas ha elegido, para presentarse, la forma de libro.
Empecé su lectura en diciembre y tuve que dejar de leerlo porque dolía. Su ortografía, su gramática, perfectamente dispuesta para ser entendida desde el razonamiento cognitivo lo está también para ser interpretada desde la emoción y el sentimiento y ahí es donde duele.
El haber leído sobre asesinatos espeluznantes y macabros, nos ha generado una coraza pero no nos convierte en invulnerables y si una simple piedrecilla puede fragmentar un gran cristal, bastan unas frases de palabras bien escogidas para que su sentido cale hasta lo más hondo. Y duela.
¿Cómo se puede estar preparado ante la muerte de la inocencia?
De ninguna manera. Nunca.
Herminia Luque Ortiz, la autora, escribe en su blog Novela Negra con Lunares sobre sus lecturas, sobre sus opiniones, sus gustos y sus inquietudes, y lo hace muy bien pero nada de eso es comparable a cuando escribe un texto largo que es cuando lo hace mejor.
Hagan el experimento de leer alguno de los párrafos en voz alta y grabarse. Luego con los ojos cerrados oigan su propia grabación y si atienden al sonido notarán que no oyen una narración sino que están escuchando música.
Es el fruto al gran esfuerzo realizado por la autora para adoptar el lenguaje de la época que, apoyándose en el uso de sonoros epítetos, ha hecho posible esa riqueza lingüística tan musical.
La acción transcurre en el siglo IV y si no supieramos que la tinta aún mancha creeríamos que es de entonces y todo se debe a un cuidadísimo trabajo hecho con mimo para que no notemos ningún fallo en el raccord y nos encontremos perfectamente cómodos y en ambiente. Y si aún subrayara este sería uno de esos libros que solo quedan sin rallar los saltos de línea.
El Códice Purpúreo, es un clásico de hoy, es un análisis del presente desde el pasado, es una crítica desnuda al egoísmo, a la vanidad, a la ira, al pensamiento obsceno del poderoso por su posición, al nepotismo, a la prevaricación y al fundamentalismo, se ampare en la religión que se ampare. Hay párrafos que no solo aguantan una segunda lectura sino que la piden a gritos para mostrar el trasfondo de su sentido.
La autora, Herminia, es tan camaleónica que ha sido capaz de encarnarse en cada uno de los personajes que con sus epístolas nos van ofreciendo pinceladas para que el retrato de la tragedia de Ávita se complete; y sabemos que lo ha conseguido porque en cada carta oímos la voz que consuela, agradece y reconforta, y oímos también la voz soterrada que pide, se queja, desprecia y envidia.
¿Por qué ha de morir Ávita? ¿Acaso sobra bondad como para permitirnos desecharla gratuitamente? Su desaparición duele. Aunque no la hayamos tratado en persona, aunque no nos hayamos reflejado en su límpida mirada, aunque no hayamos bailado al son de su risa, aunque no hayamos llorado sus lagrimas.
No lo duden, magnífica novela.
Empecé su lectura en diciembre y tuve que dejar de leerlo porque dolía. Su ortografía, su gramática, perfectamente dispuesta para ser entendida desde el razonamiento cognitivo lo está también para ser interpretada desde la emoción y el sentimiento y ahí es donde duele.
El haber leído sobre asesinatos espeluznantes y macabros, nos ha generado una coraza pero no nos convierte en invulnerables y si una simple piedrecilla puede fragmentar un gran cristal, bastan unas frases de palabras bien escogidas para que su sentido cale hasta lo más hondo. Y duela.
¿Cómo se puede estar preparado ante la muerte de la inocencia?
De ninguna manera. Nunca.
Herminia Luque Ortiz, la autora, escribe en su blog Novela Negra con Lunares sobre sus lecturas, sobre sus opiniones, sus gustos y sus inquietudes, y lo hace muy bien pero nada de eso es comparable a cuando escribe un texto largo que es cuando lo hace mejor.
Hagan el experimento de leer alguno de los párrafos en voz alta y grabarse. Luego con los ojos cerrados oigan su propia grabación y si atienden al sonido notarán que no oyen una narración sino que están escuchando música.
Es el fruto al gran esfuerzo realizado por la autora para adoptar el lenguaje de la época que, apoyándose en el uso de sonoros epítetos, ha hecho posible esa riqueza lingüística tan musical.
La acción transcurre en el siglo IV y si no supieramos que la tinta aún mancha creeríamos que es de entonces y todo se debe a un cuidadísimo trabajo hecho con mimo para que no notemos ningún fallo en el raccord y nos encontremos perfectamente cómodos y en ambiente. Y si aún subrayara este sería uno de esos libros que solo quedan sin rallar los saltos de línea.
El Códice Purpúreo, es un clásico de hoy, es un análisis del presente desde el pasado, es una crítica desnuda al egoísmo, a la vanidad, a la ira, al pensamiento obsceno del poderoso por su posición, al nepotismo, a la prevaricación y al fundamentalismo, se ampare en la religión que se ampare. Hay párrafos que no solo aguantan una segunda lectura sino que la piden a gritos para mostrar el trasfondo de su sentido.
La autora, Herminia, es tan camaleónica que ha sido capaz de encarnarse en cada uno de los personajes que con sus epístolas nos van ofreciendo pinceladas para que el retrato de la tragedia de Ávita se complete; y sabemos que lo ha conseguido porque en cada carta oímos la voz que consuela, agradece y reconforta, y oímos también la voz soterrada que pide, se queja, desprecia y envidia.
Obra de la artista israelí Avita Flit. Sensibilidad a flor de piel. El nombre es pura coincidencia. La imagen es adecuada. |
No lo duden, magnífica novela.
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