Se necesitaría más de una vida, muchas más, para poder dar cuenta de toda la lectura de género a nuestro alcance. Y como que no hay garantía de que la rueda de reencarnaciones exista, jueguen sobre seguro y no se vayan de este mundo sin haber leído a Alexis Ravelo.
Es este un escritor de Las Palmas de Gran Canaria, población que parece no tener gentilicio propio lo que supone que sus habitantes se agrupen en tres facciones: para algunos es un insulto y para otros una seña de identidad por omisión. Y Eladio Monroy, el protagonista de sus novelas, parece pertenecer al tercer grupo de opinión: yo soy porque existo y no por estar donde esté.
Alexis comparte con Eladio el que ambos lucen cabeza como bola de billar y Ravelo comparte conmigo un anagrama del mismo apellido. Ambas características son pura coincidencia y no contienen mensaje subliminal alguno: ni Alexis encaja puñetazos y cuchilladas todos los días ni yo escribo novelas y ya me gustaría tener su talento.
Y es que las novelas que protagoniza Eladio Monroy son de ese género negro, urbano y canalla que ahonda en los males de nuestra sociedad para extirpar pus y sangre podrida en un intento de librar de letales indeseables nuestra cotidianeidad.
Eladio es un ex-marinero que un accidente ha dejado en dique seco. Y aunque ahora ande sobre tierra firme el suelo no deja de moverse bajo sus pies. Complementa su pensión ayudando a conocidos con trabajos para la comunidad que consisten en buscar cosas y personas y acaba encontrando lo que no debería si alguien no lo encuentra antes a él: ambas situaciones acaban siendo comprometidas y peligrosas.
Su pundonor que no violencia gratuita, le permite afrontar cualquier ataque sin amedrentarse y tiene claro que en estos casos quien da primero da dos veces, por lo que no se para en códigos de honor más allá del que pueda garantizarle la supervivencia.
Es bravucón pero no pendenciero, cínico pero respetuoso, sarcástico pero de buen corazón y sobre todo es independiente como un gato salvaje que, no rechaza unos mimos pero prefiere mil veces la incomodidad de la intemperie bajo una noche estrellada a la confortabilidad de la rutina de ahí que su relación con Gloria, vecina fija, amante ocasional y aspirante a pareja estable, no acabe de definirse.
De ahí también que se sienta tan a gusto con la militancia anarquista de Manolo, el de la librería o con la mala leche de perro ladrador de Chapi, el del taller, o con la gran humanidad que destila en cada gesto y en cada palabra Dudú, el mecánico o con la habilidad para hilvanar frases enteras con un solo alzamiento de ceja de Casimiro, el del bar o con la integridad a pesar de ser madero o precisamente por eso de Déniz, el comisario o con la voz aterciopelada de melocotón de Paula...
Alexis Ravelo le da a cada personaje un hábitat, un ecosistema propio, para que allí desarrolle sus vicios y sus virtudes y casi se diría que son ellos los que le permiten al autor el que los visite, tal es su nivel de realismo y su sentimiento de propiedad que ha ido adquiriendo a lo largo de las novelas de la parcela que les fuera otorgada.
Solo un buen escritor es capaz de combinar la poesía y la filosofía con el reparto de puñetazos y el brillante volar de las navajas sin que parezca una boutarde y Alexis Ravelo lo consigue de pe a pa. Hace que escribir parezca fácil.
Tanto Tres funerales para Eladio Monroy, como Sólo los muertos como la última Los tipos duros no leen poesía, son historias que eligen al lector como saco de entrenamiento y golpean duro sin miramientos, sin concesiones; buscando el punto débil pero jugando limpio, ningún golpe por detrás ni más abajo de la cintura. Son realidades fabuladas, de esas con las que te puedes topar a la vuelta de la esquina, de ahí que su credibilidad esté garantizada y la facilidad con la que se explica sea tan auténtica.
Después de su lectura toca relajarse con la interpretación de las cubiertas: magistrales. Ojalá todas las editoriales, como ha hecho Anroart, tomaran ejemplo de como diseñar cubiertas, ojalá más contrataran a Fernando Martínez “Montecruz”. Un mago del pincel que con pocos colores y con economía figurativa consigue captar la esencia de la novela que protege y darle un toque personal al libro.
Recomendación con garantía de origen. Se leen de una tirada y se queda con ganas de más. Léanlas por orden cronológico y como los vinos que se sirven en una comida, verán como van de más a mejor. Ah! Y no salgan de casa sin bolígrafo nunca más. Da igual el diseño, el color de la tinta o la marca.
Alexis, http://alexisravelo.wordpress.com/ si lees esto y la decisión de continuar o no la serie con una cuarta novela, depende de algo, piensa que un póquer siempre gana a un trío.
Post scriptum:
Del mismo autor pueden consultar en este blog:
Morir despacio (la cuarta protagonizada por Eladio Monroy)
Las flores no sangran
La estrategia del pequinés
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