‘Tres son las cosas que nunca voy a tener: envidia, conformismo y suficiente champán’ Dorothy Parker.
Tacones de muerte es la primera de las novelas protagonizada por Molly Forrester en la serie que se ha venido a llamar Los misterios de Molly Forrester y que ya tiene 4 títulos:
· Killer Heels (Tacones de muerte)
· Killer Cocktail (Cóctel de muerte)
· Killer Deal (Pacto de muerte)
· Killer Riff (creo que aún no traducida)
Molly Forrester es una consejera, puesto que escribe la columna de consejos, ya saben una Señora Francis o una Montserrat Fortuny de ahora, de la revista Zeitgeist en Lexington Av. pleno Manhattan, y que aspira a ser periodista. Es una single que aspira a una familia y una casa en Connecticut (¿y que chica en New York no?) y cuando tiene que tomar decisiones comprometidas se imagina auto escribiéndose una carta y se auto aconseja.
De todas formas no le va tan mal ya que su espacio es el más leído y el primero en ser buscado al abrir la revista. De ahí que la publicidad en su página sea más cara y por tanto está muy considerada en la revista.
Aunque su sueldo no da para mucho se las arregla para estar siempre arregladita. Y sale con sus amigas a lugares chic sin que aparentemente su economía se resienta.
La vemos con los trasiegos y vicisitudes por lo que debe pasar una joven, guapa, esbelta y soltera neoyorquina que vive en Manhattan y tiene dos amigas, Tricia, con su propia empresa para organización de eventos, y Cassady, abogada, que sufren los mismos males y que pasan sus penas como pueden, comprando y vistiendo Balenciaga, Prada, D&G, Gianfranco Ferré y tomando Gimlet, Glenfiddich, Grey Goose, champán, aunque sean las tres de la tarde.
Una noche que está cenando en Django con su amiga Cassady, deciden ir a la oficina de la revista para reírse de una horrorosa escultura y se encuentran con el cadáver de Teddy (un compañero de trabajo) de hecho es el pie de Molly calzado con unos sofisticadísimos Jimmy Choos modelo Cat 85 mm de hermosa tela azul a rayas, quien lo encuentra. De hecho los zapatos contactan con la sangre del cuerpo empapándose de tal modo que quedan echados a perder. ¡Con lo monos que eran! ¡y más caros de lo que seáis capaces de imaginar! ¿Que diría Emily Post acerca de como comportarse ahora?
Este descubrimiento (el del cádaver) que un primer instante las deja sin habla rápidamente se convierte en la oportunidad de destacar en el competitivo mundo de los negocios neoyorquino, donde sin contactos no eres nadie, escribiendo un magnífico artículo en primera persona, algo así como: ‘Yo encontré el cadáver’ y Molly se lanza a hacer de detective para descubrir al culpable y acumular el máximo de información para conseguir un artículo con garra. Las cosas no serán tan fáciles y alguien más puede morir en el intento.
Sheryl Anderson, la autora (con muchos guiones televisivos a sus espaldas) explica que buscaba un retorno al género policíaco de crucigrama, protagonizado por snobs que entre cócteles y fiestas sibaritas fuesen capaces de descifrar el enigma. Una suerte de revival del ambiente donde se mueven Nick y Nora Charles.
Tacones de muerte está escrita en primera persona y alterna de forma divertida, desenfadada incluso irreverente, pensamientos y hechos y mantiene su punto de intriga, que no decae en ningún momento (y tiene su mérito), y sorprende con giros policiales, nada del otro mundo no vayan a pensar, que no se le esperarían por su frívola condición a la hora de ignorar la realidad social más allá de las cuatro manzanas donde se mueven las singles protagonistas.
Es un mix de Sexo en Nueva York con toques de Friends y guiños al Diario de Bridget Jones. Una novela calificable como policial light, romántica e inevitablemente chick lit.
Por si queda alguna duda: ‘... y (él) cargó los bolsillos con su cartera, llaves, monedas y todas esas porquerías que suelen llevar los hombres’.
No, no contestaré hablando de los bolsos de las chicas ni de su contenido.
En mi caso ha sido ideal en mi convalecencia de un fuerte resfriado en el que las neuronas no están para exigencias pero el gusanillo de la lectura necesita continuar siendo alimentado.
Me he divertido, he reído, he desconectado y me he imaginado el trasiego arriba y abajo por esa New York adorable siempre que se vaya de turista o se vea por la tele mientras escuchaba Rhapsody in Blue, totalmente conjuntado con la lectura.
Me he divertido, he reído, he desconectado y me he imaginado el trasiego arriba y abajo por esa New York adorable siempre que se vaya de turista o se vea por la tele mientras escuchaba Rhapsody in Blue, totalmente conjuntado con la lectura.
Hablando de tele, en un momento de angustia depresiva, Molly se entretiene pasando canales y suspira por uno que emitiera las 24 horas del día solo escenas lacrimógenas de películas como medida terapéutica. Ahí queda la idea.