Segunda entrega de la serie protagonizada por el Comisario Bordelli del escritor italiano Marco Vichi (la primera fue comentada aquí y esta tampoco será la última).
Bordelli ha cumplido 54 años, uno más que en su anterior caso, y sigue obsesionado por encontrar su media naranja, lo que a medida que se siente envejecer se le antoja un callejón sin salida y lo hunde más si cabe en su desesperada y no elegida soledad.
‘Si estás solo serás todo tuyo, si estás acompañado serás tuyo a medias, decía un tal Leonardo’. Claro que ya sabemos que una cosa es estar solo y otra, muy distinta, sentirse solo.
Con Rosa, su Rosina, la que baila en su casa al son de Vecchio frac y para la que sigue siendo su osito hay más que amistad, hay complicidad, pero él sabe que esta hermosa relación no es más que un paño caliente sin solución de futuro.
Al igual que sus balsámicos ratos en casa de Rosa le ayuda a equilibrar sus biorritmos, encuentra también soporte moral en la trattoria De Cesare donde los mediodía que puede, acude para saborear la cocina y la compañía de Totó (pollo frito y alcachofas fritas, una de sus especialidades).
Su profunda humanidad impide que las redadas entre miserables acaben con los calabozos llenos y de ahí que tantas gentes como Casimiro o El Santo le agradezcan su gesto como buenamente pueden: facilitándole información.
Sus confidentes lo son por simpatía no por extorsión, ni coacción bajo amenaza.
Casimiro se ha topado con un muerto en el olivar de Fiesole, cerca de la finca alquilada por el barón Von Hauser, y no pierde un instante en contárselo a Bordelli quien corre para allá para averiguar más; prácticamente en paralelo se encuentra otro cuerpo, este en el parque del Ventaglio, un crimen sumamente atroz y las investigaciones de uno y otro caso absorben el tiempo y los pensamientos de Bordelli lo suficiente como para dejar de lamentarse por su soledad, al menos por unos días.
Las ansias de matar son atávicas y tienen su raíz en lo más profundo de la naturaleza primitiva del ser humano, en aquel oscuro cuarto que guarda el recuerdo de cuando aún se andaba a cuatro patas y matar o morir formaba parte de la supervivencia. La vida en sociedad ha cerrado la puerta a esa estancia pero hay personas que consiguen entrar y cuando salen, ya no son personas son sus ancestros.
Un asunto sucio transcurre en una Florencia hivernal y lluviosa, más allá de lo sorportable para no estar de los nervios. Bordelli y Piras deberán atar cabos para entender y resolver unos casos que no están tan desvinculados como en una primera impresión pudiera parecer. A veces una copa de cognac De Maricourt puede ayudar a entender mejor la vida y también la muerte.
Las novelas de este comisario son una sinfonía de sabores. Nos gusta Bordelli. Nos lo pasamos bien con él. Es carismático, paciente, para nada petulante y tiene unos amigos estupendos.
También les gusta a los cómplices de Calibre 38 que en su viaje literario han hecho escala en Florencia para tomarse una grappa casera con Piras y charlar de los viejos tiempos. Compartan su viaje y su grappa aquí.
Post scriptum, la tercera de la serie ya está reseñada El recién llegado