viernes, 14 de junio de 2013

El origen del mal de Jean-Christophe Grange

Si al primer día Dios creo la luz y la separó de la oscuridad debió de olvidar un rincón por iluminar.

Un rincón donde ninguno de los seres creados en días posteriores llegó a conocer ni habitar.

Un rincón donde se desarrolló una forma de vida incorpórea que parasita mentes para sobrevivir dando origen a actuaciones inmisericordes y viles. El origen del mal.

Antes de empezar la lectura de esta novela, escuchen el Miserere y disfrútenlo en toda su magnificencia. Después de leer el libro tal vez no deseen repetir la audición o ya no sean capaces de oirla igual y sería una lástima no haber conocido la música libres de todo pensamiento; una lástima no disfrutar de esa polifonía de otro mundo.

Antes de empezar la lectura de esta novela reflexionen sobre su capacidad de soportar dolor y si precisan de una imagen mental para determinar el umbral de tolerancia visualicen una mezcla de nazis y sus atrocidades denominadas experimentos, niños y su inocencia y pureza, guerras en África y sus primarios instintos y dictaduras sudamericanas, especialmente la chilena, y sus torturas y desapariciones. ¿Se hacen una idea?

Si se sienten con fuerzas para continuar sepan que la novela empieza con un asesinato y una investigación policial en la que pronto se establece una trabada relación entre los inspectores Lionel Kasdan y Cédric Volokine.

Antihéroes con más fracasos y derrotas en lo personal como éxitos y victorias en lo profesional.

Lionel Kasdan, inspector de la Brigada Criminal, armenio, mayor, ortodoxo, perseverante, viudo con un hijo, David, al que no ve desde hace dos años; padece dolor de estomago que soporta con medicinas y conduce un Volvo tan viejo y apedazado como él.

Cèdric Volokine, inspector de la Brigada de Protección de Menores, ruso, joven, turbulento, instintivo, soltero, ahora apartado del cuerpo por ser drogadicto en período de desintoxicación.

Ambos con historias personales que dan para sendas novelas, ambos de personalidad compleja y que necesitan colaborar entre ellos y confiar plenamente ya que a partir de un cierto punto, en el que van a atravesar un umbral sin opción de retorno, está en juego no solo el esclarecimiento del caso sino la propia supervivencia.

Un asesinato descubierto por el padre Sarkis y cometido junto a un órgano en su iglesia de Saint Jean-Baptiste de culto monofisita, en la rue Goujon de París. La víctima es Wilhelm Goetz, chileno, músico y director de coros infantiles. 22 de diciembre de 2006.

Pronto se evidencia que este asesinato no es ni un acto improvisado ni el leit motiv del argumento, solo el inicio de una trama tan rica y variada como espeluznante y aterradora.

Por ese motivo deriva rápidamente de su inicio cien por cien policial haciendo paradas por el reportaje histórico, la crítica política y envolviendo al argumento con tantas razones y explicaciones que desvirtúa la tesis inicial para obtener una obra que resulta apasionante por sus continuos giros a ritmo de puro thriller, aunque personalmente lamente esta transformación ya que diluye un interesante punto de partida en un conjunto resuelto con los parámetros de una película de serie B.

Jean-Christophe Grange fiel a sus principios despierta sentimientos en sus lectores sin importarle para nada las secuelas que pueda dejar. Denuncia lo que la Historia no se atreve, alerta de los riesgos de convivir con seres infectos y putrefactos por su inexistente moral y su alto nivel de fanatismo radical. Y plantea valientes reflexiones sobre el mal y la maldad.

La BSO de la novela la componen piezas de gran trascendencia en la historia de la música clásica y de una gran sensibilidad:

Miserere de Gregorio Allegri
Variaciones Diabelli de Beethoven
Ofrenda Musical de Johan Sebastian Bach
El clave bien temperado de Johan Sebastian Bach
El coro de los peregrinos (Tanhauser) de Richard Wagner

Para acompañar y endulzar el amargo sabor que deja la novela tengan a mano unas Baklavas: basicamente triangulos de pasta hojaldrada rellena de miel y nueces, tipicamente armenias.

Del mismo autor y en este blog: Los ríos de color púrpura (pinchen aquí)

martes, 11 de junio de 2013

Interrobang: fake VI

Los fakes Interrobang son un divertimento que consiste en tomar prestadas imágenes de aquí y de allá y adaptarlas al símbolo interrobang que es el que da nombre a este blog y al mestizaje de géneros negro, policial, detectivesco y enigma que hoy se da en nuestras lecturas en civilizada convivencia.

La Trilogía de la crisis es como denomina Petros Márkaris una serie de tres novelas ambientadas en la actual crisis griega. Una crisis devastadora de vidas humanas y de principios éticos y morales.

En la web de la Biblioteca Joan Oliva de Vilanova i la Geltrú se ve una ilustración de las novelas de esta trilogía, las dos primeras ya han sido comentadas aquí, en este blog, en la que falta definir la cubierta y el título de la tercera y última.

Interrobang ha aprovechado el interrogante para elaborar su fake número seis. Ya saben: es un inocente guiño.


Hay otros fakes interrobang y están aquí

viernes, 7 de junio de 2013

Liquidación final de Petros Márkaris

Liquidación final es la segunda novela de la trilogía de la crisis (la primera fue Con el agua al cuello) y en ellas el escritor Petros Márkaris utiliza los patrones, los códigos, de la novela negra como un medio para explicar de forma crítica la situación social, política y económica por la que está atravesando Grecia desde que se produjera su rescate por la Unión Europea bajo el control de la troika a través de los mecanismos reguladores pertinentes.

Márkaris traza un argumento policial como quien tira una línea recta y a continuación le va poniendo ramificaciones y hojas y flores para vestirlo, al modo como los antiguos judíos alargaban los caracteres de la escritura aramea para hacerlos parecer ramitas y que resultasen ilegibles a los ojos de sus perseguidores romanos.

Pero a Márkaris se le nota que la línea recta no encierra el mensaje principal. Son los, teóricamente, adornos en donde se apoya su verdadera intención. Donde muestra su sufrimiento, rabia e impotencia por ver hundirse un pueblo, su pueblo, en una desesperación que conduce cada vez más al suicidio.

Tremendas las páginas iniciales de esta Liquidación final.

Por eso esta trilogía de la crisis trasciende el concepto funcional de la novela negra y abraza el realismo social. Por eso su contenido policial está poco trabajado y por eso el argumento no presenta la complejidad propia del género que tan bien ha cultivado Márkaris ya que lo ha subordinado a la denuncia.

Es así que esta segunda novela de la trilogía, Liquidación final, es hermana gemela de la anterior, Con el agua al cuello, y por nacer después es tan calco que casi podría obviarse.

El comisario Kostas Jaritos de nuevo atravesando Atenas de arriba a abajo, en un escenario caótico de conductores cada vez más resignados. De nuevo bajo el yugo ministerial de lo políticamente correcto, y en esta ocasión hay premio en juego.

La crisis es la que es. Por tanto estamos ante la representación de una única obra y Petros Márkaris presenta diversos actos de esa tragedia griega en los que da retoques a sus personajes habituales afectados de lleno por la situación y les pone un crimen entre las manos. Por necesidad, más que por leit motiv. Y la novela se resiente. Desciende la creatividad y el suspense policial y gana en, pírrica victoria, la denuncia sobre la corrupción política y la intervención a los medios de comunicación.

No somos los únicos en notarlo, incluso Jaritos lleva a Adrianí a cenar fuera hartos de oír cada noche los mismos discursos, los mismos mensajes en los noticiarios de la televisión. Casi como quejándose a su creador Petros Márkaris de que está haciendo lo mismo con su novela.

Márkaris compensa con su peculiar sentido del humor, ironizando sobre la manera de ser de sus compatriotas y sobre la manera de hacer aunque ahora sea hacer nada; compensa con su cotidianeidad familiar no solo con Adrianí, sino con su hija y yerno y sus consuegros; compensa cuando muestra el desmoronamiento de las tradiciones por la necesidad de reinventarse como persona y como profesional que tienen las mujeres y que se muestra en la actitud de Katerina; compensa con la sabiduría popular que demuestra Zisis para llegar a donde los razonamientos intelectuales y las lágrimas sentimentales no alcanzan ni a arañar la superficie.

Liquidación final es la segunda novela de la trilogía de la crisis (la primera fue Con el agua al cuello, pinchen aquí para leer la crítica y para encontrar la receta de los Souvlakis)

Post scriptum: ya disponible la reseña de la novela que completa la Trilogía de la Crisis: Pan, Educación y Libertad.   

lunes, 3 de junio de 2013

Seis aciertos y un cadáver de Francesc Montaner

El azar y la suerte son las dos variantes que condicionan la existencia humana hasta tal punto que incluso el libre albedrío no es más que una apuesta subordinada a ellas.

Así el elenco de personajes que pasean por esta novela no se dedican a lo que se dedican por voluntad propia sino porque una decisión les ha conducido a ello.

En la madrugada de Río de Janeiro se encuentra un cadáver en la playa. Indocumentado. Por fuera vestido de Armani y por dentro de tatuajes; es joven, atractivo y su cuerpo atlético aparece destrozado por una gran paliza, por si fuera poco de su garganta y traquea el forense extrae dieciséis monedas. Una de 2 euros acuñada en España.

Contactos entre la policía carioca y española deciden que Daniel Prats, inspector de homicidios de Barcelona, se desplace a Brasil para ayudar en las pesquisas y repatriar el cuerpo.

Prats es un policia por necesidad que no por vocación que ni siente ni se esfuerza por encontrar. Está divorciado y en materia de sentimientos es incapaz de comprometerse y cuando da un paso para acercarse a un hijo que no conoce lo frenan de inmediato unos tibios argumentos, lo que prueba que su deseo era apetito y no verdadera hambre. Y todo porque no tiene claro nada. Porque no sabe que hacer con su vida más que vivirla, aunque no se sepa como.

Las policías de ambos países colaboran en la identificación del difunto y en reconstruir sus últimos momentos de vida, sus movimientos en días anteriores para determinar las causas de la muerte y encontrar a los culpables.

Seis aciertos y un cadáver es una novela en la que no hay buenos ni malos, y los que ejercen de buenos y malos lo son por las circunstancias y no por su condición. Y en cualquier momento pueden dejar de ser uno para pasar a ser lo otro. Todo es cuestión de azar y suerte y de un libre albedrío que deja elegir pero que no advierte suficientemente que toda decisión conlleva una consecuencia.

El argumento gira en torno a estas reflexiones y en como cada cual se camela la vida con lo que tiene y lo que sabe, siempre barriendo para casa; pero lo hace pormenorizando demasiado en las vidas de los personajes, eso si, todos de personalidad seductora y carismática, pero que justifica una y otra vez abusando de excesos narrativos que convierten al lector en un ente pasivo. Y esto en novela negra es un crimen.

A Francesc Montaner la trama se le ha ido un poco de las manos y le ha hecho sufrir una falta de ritmo y unos cambios de velocidad que hacen dificil cautivar la atención y solo se motiva cerca del final cuando un giro imprevisto absolutamente canalla le da un toque de aire fresco que hace suponer que, bien hilvanada, esta novela hubiera podido ser un puntazo.

Seguramente la próxima.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Morir despacio de Alexis Ravelo

Hay quien dice que vivir es morir un poco cada día. Es morir poco a poco. Morir despacio.
Hay quien piensa que esto es poesía.

Hay quien sabe que vivir es duro, y distingue claramente el breve lapso que separa la vida de la muerte y no se anda con ripios ni rimas cuando se enfrenta a un cuchillo.

Eladio Monroy es de esos. Y por eso es un superviviente. Porque tiene claro que la poesía puede paliar languideces existenciales pero que en cambio resulta poco paliativa cuando se declama ante un auditorio empeñado en convertir a uno en un saco de entrenamiento boxístico o en comida para peces.

Eladio Monroy vuelve a estar operativo, tuvo su período de convalecencia después de su último caso con  promesa incluida de ejercer de pensionista sumiso, pero la cabra tira al monte y eso en Eladio es un axioma: es más cabezota que un chivo, más testarudo que una mula y con un corazón tan grande que si lo fuera un poco más tendría que llevarlo en una mochila.

Por eso es que cuando Ernesto Barroso, anciano padre afligido que rezuma honestidad, le pide que investigue la muerte de su hijo (un lector de novela negra!), solo echar un vistazo a las disposiciones policiales y a la ratificación de una agencia de detectives a la conclusión oficial de suicidio, para tranquilizar el alma que anda revuelta con sospechas insustanciales, Eladio acepta. Ve en ello una ocupación que le devuelva a la vida activa, que nunca viene mal, y un ganar dinero, que nunca viene mal.

En realidad pretextos racionalizadores de una necesidad vital que solo él comprende.

Solo echar un vistazo. ¿Por qué será que en Eladio los vistazos suelen acompañarse de nudillos, cuchillos y cacharrería de fuego real?

Eladio ha vuelto un poco más sosegado, más mayor, más reflexivo, más dispuesto a compartir y colaborar, con pensamientos más orientados hacia los que quiere, pero la bestia dormida que esconde en su interior sigue con la impaciencia irracional del justiciero solitario de siempre aunque para llevar el carguero a puerto solo disponga de unos remos y tenga que tirar de riñones.

Alexis Ravelo ha vuelto a traernos a Eladio Monroy en su ya cuarta andadura, o ¿deberíamos decir botadura?, y lo ha lanzado a la arena de ese escenario de novela negra pura y dura en el que Eladio ya ha lidiado anteriormente con éxito aunque, eso si, lo haya manchado de sangre ajena y propia.

Novela negra pura, sin duda, por su temática, su desarrollo y su desenlace, en donde prima la denuncia social y deja el castigo al libre albedrío del justiciero.

Por eso su escritura entronca directamente con las raíces más puras del género, en donde la justicia suele estar al margen de la ley, y por eso en las novelas de Eladio Monroy los cigarrillos que se consumen no se fuman, suponen, en realidad, momentos de filosofía vital.

En esta novela Alexis Ravelo ha preferido centrarse en Eladio, darle más protagonismo, otorgarle tiempo para sus reflexiones existenciales, dotarlo de elementos que faciliten planteamientos de futuro y así los secundarios quedan un poco velados, como desdibujados por esa calima que se empecina en instalarse sobre la ciudad de Las Palmas dibujando contornos imposibles.

Clara muestra de la madurez del autor, cuando limitando las voces consigue que siga sonando como un coro.

Esta novela, y la serie en general están basadas en temas de nuestro presente al que Alexis le ha puesto un espejo para que se reflejen en papel. Son de lo mejor que tenemos a nuestro alcance y con el añadido de poder disfrutarlo en directo. Esto que hoy parece irrelevante no lo será cuando visto en perspectiva, cuando sea un clásico, podamos decir que cuando Alexis escribía las vivencias de Eladio, nosotros estábamos allí.

Feliz lectura!

Pinchar aquí para la receta de espagueti al aceto que prepara Eladio Monroy.


Pinchar en la imagen para agrandarla
y poder leer el texto
PD: Alexis y Eladio, en connivencia, han tomado prestadas una líneas del post anterior titulado ‘Eladio Monroy y Alexis Ravelo’ (veánlo aquí) donde se comentan los tres primeros libros de este protagonista para componer la sinopsis de la cubierta posterior de esta nueva novela Morir despacio.

Favor que me hacen y que agradezco sin encontrar otras que estas palabras.

Valero que no Ravelo es el autor de las líneas del blog. Ravelo que no Valero es el autor de la novela. El anagrama confunde. Toda aclaración es poca ;-)