Si al primer día Dios creo la luz y la separó de la oscuridad debió de olvidar un rincón por iluminar.
Un rincón donde ninguno de los seres creados en días posteriores llegó a conocer ni habitar.
Un rincón donde se desarrolló una forma de vida incorpórea que parasita mentes para sobrevivir dando origen a actuaciones inmisericordes y viles. El origen del mal.
Antes de empezar la lectura de esta novela, escuchen el Miserere y disfrútenlo en toda su magnificencia. Después de leer el libro tal vez no deseen repetir la audición o ya no sean capaces de oirla igual y sería una lástima no haber conocido la música libres de todo pensamiento; una lástima no disfrutar de esa polifonía de otro mundo.
Antes de empezar la lectura de esta novela reflexionen sobre su capacidad de soportar dolor y si precisan de una imagen mental para determinar el umbral de tolerancia visualicen una mezcla de nazis y sus atrocidades denominadas experimentos, niños y su inocencia y pureza, guerras en África y sus primarios instintos y dictaduras sudamericanas, especialmente la chilena, y sus torturas y desapariciones. ¿Se hacen una idea?
Si se sienten con fuerzas para continuar sepan que la novela empieza con un asesinato y una investigación policial en la que pronto se establece una trabada relación entre los inspectores Lionel Kasdan y Cédric Volokine.
Antihéroes con más fracasos y derrotas en lo personal como éxitos y victorias en lo profesional.
Lionel Kasdan, inspector de la Brigada Criminal, armenio, mayor, ortodoxo, perseverante, viudo con un hijo, David, al que no ve desde hace dos años; padece dolor de estomago que soporta con medicinas y conduce un Volvo tan viejo y apedazado como él.
Cèdric Volokine, inspector de la Brigada de Protección de Menores, ruso, joven, turbulento, instintivo, soltero, ahora apartado del cuerpo por ser drogadicto en período de desintoxicación.
Ambos con historias personales que dan para sendas novelas, ambos de personalidad compleja y que necesitan colaborar entre ellos y confiar plenamente ya que a partir de un cierto punto, en el que van a atravesar un umbral sin opción de retorno, está en juego no solo el esclarecimiento del caso sino la propia supervivencia.
Un asesinato descubierto por el padre Sarkis y cometido junto a un órgano en su iglesia de Saint Jean-Baptiste de culto monofisita, en la rue Goujon de París. La víctima es Wilhelm Goetz, chileno, músico y director de coros infantiles. 22 de diciembre de 2006.
Pronto se evidencia que este asesinato no es ni un acto improvisado ni el leit motiv del argumento, solo el inicio de una trama tan rica y variada como espeluznante y aterradora.
Por ese motivo deriva rápidamente de su inicio cien por cien policial haciendo paradas por el reportaje histórico, la crítica política y envolviendo al argumento con tantas razones y explicaciones que desvirtúa la tesis inicial para obtener una obra que resulta apasionante por sus continuos giros a ritmo de puro thriller, aunque personalmente lamente esta transformación ya que diluye un interesante punto de partida en un conjunto resuelto con los parámetros de una película de serie B.
Jean-Christophe Grange fiel a sus principios despierta sentimientos en sus lectores sin importarle para nada las secuelas que pueda dejar. Denuncia lo que la Historia no se atreve, alerta de los riesgos de convivir con seres infectos y putrefactos por su inexistente moral y su alto nivel de fanatismo radical. Y plantea valientes reflexiones sobre el mal y la maldad.
La BSO de la novela la componen piezas de gran trascendencia en la historia de la música clásica y de una gran sensibilidad:
Miserere de Gregorio Allegri
Variaciones Diabelli de Beethoven
Ofrenda Musical de Johan Sebastian Bach
El clave bien temperado de Johan Sebastian Bach
El coro de los peregrinos (Tanhauser) de Richard Wagner
Para acompañar y endulzar el amargo sabor que deja la novela tengan a mano unas Baklavas: basicamente triangulos de pasta hojaldrada rellena de miel y nueces, tipicamente armenias.
Del mismo autor y en este blog: Los ríos de color púrpura (pinchen aquí)