martes, 6 de agosto de 2013

El Caso Leavenworth de Anna K. Green

El Caso Leavenworth empieza con un asesinato. Un crimen en una biblioteca adyacente a un vestíbulo y a un dormitorio. Con ambas puertas cerradas con llave. El dormitorio del muerto: el millonario Leavenworth.

En la casa conviven dos jóvenes ahijadas, el secretario del finado, el mayordomo, la cocinera y las doncellas.

Un completo misterio cuya investigación recae en Ebenezer Gryce, el detective encargado del caso con tendencia a hablar con cualquier objeto que tenga cerca en lugar de hacerlo mirando a su interlocutor, y Raymond, un joven abogado requerido para asistir a la familia, un entusiasta y voluntarioso aunque poco eficiente ayudante, sobre todo en el momento en que no puede evitar implicarse emocionalmente y tomar partido.

La causa y motivo del asesinato se busca en la lectura del testamento, en la casual desaparición de una sirvienta la misma noche del crimen y como no, las sospechas sobre dos primas, casi hermanas, que conviven con su tío desde que un fatal accidente las dejara huérfanas y ahora este nuevo suceso las convierte en herederas. De hecho solo una de ellas por voluntad propia del finado que sin aclarar la decisión apartó a la otra de cualquier privilegio post mortem.

Dos jóvenes de singular belleza y etérea fragilidad que ven hundirse su mundo por la muerte de su protector y amado tutor y también por estar en boca de curiosos y en portada de periódicos vinculadas a tal vil suceso.

El argumento se apoya en el patrón social de su época y el lenguaje excesivamente adornado y florido para los tiempos actuales resulta entrañable a la par que relamido por sus constantes circunloquios.

Por ese motivo, descripciones abigarradas y diálogos cortesanos la narración avanza a un ritmo que para las prisas de hoy en día resulta desesperante. Entendida esta particularidad y puesta en su debido contexto, la novela entretiene y atrapa más por su trascendental significado histórico en la Historia de las publicaciones policíacas que por su contenido, probablemente atrevido en su época y hoy prácticamente demodé.

No obstante la novela conserva aún su punto de modernidad en la forma en que está construida y en como va deshaciendo la madeja de información y pistas según avanza la lectura permitiendo que la lectura y la investigación vayan a una. El aporte de información se sustenta en subtramas contadas en forma de flash back absolutamente melodramáticas y totalmente acorde a la época que denotan el enorme peso que las normas de etiqueta sociales y religiosas ejercían sobre las decisiones individuales, máxime de las mujeres: poco menos que objetos delicados a servicio de la adoración masculina cuando no de su sumisión a ella.

Anna Katharine Green está considerada la madre de la novela enigma (1).

Nacida el 11 de noviembre de 1846 en Brooklyn (New York) y fallecida el 11 de abril de 1934 en Buffalo (New York), publicó El Caso Leavenwort en 1878 y lo convirtió en un éxito de ventas ya por aquel entonces e incluso fue considerado como temario de estudio por la Universidad de Yale para demostrar la importancia de las evidencias circunstanciales en toda investigación.

De prolífica producción literaria, su forma de escribir definió un camino a seguir que tomarían, a su manera, Wilkie Collins, Arthur Conan Doyle (con quien se entrevistaría en 1880 a poco de publicar la obra que aquí se comenta) o Agatha Christie por citar autores de renombre.

Y se dice que cuenta también en su haber el haber creado la primera mujer detective de la historia: Violet Strange; y la solterona y detective aficionada Amelia Butterworth con quien Jane Marple podría tener algún parentesco aunque medie un océano entre ellas.

(1) Aunque podría ser que este mérito corresponda en realidad a Metta Victoria Fuller Victor por su novela ‘The Dead Letter’ publicada en 1864, o sea bastante antes que la publicación de ‘The Leavenworth Case’ según diversas fuentes como recoge este post en el blog Women of Mistery

Sea como fuere la realidad se torna misterio tan apasionante como las propias novelas.


sábado, 3 de agosto de 2013

Interrobang: fake VII - El Caso Leavenworth de Anna K. Green

Solo un pasajero bajó en R***, un joven vivaracho, cuyo aspecto difería tanto de la descripción que me habían dado de P que en el primer momento creí que no era mi hombre, y ya me daba media vuelta contrariado cuando se me acercó y me presentó una tarjeta en la que solo se leía el signo “?”.

Ni aún entonces quise convencerme de que tenía delante al agente más astuto y hábil del señor Gryce; solo cuando le miré a los ojos, y distinguí en ellos un brillo de picardía y regocijo, se desvanecieron mis dudas y le devolví la reverencia con evidente muestra de satisfacción.
-          Es usted muy puntual. Eso me gusta.

El Caso Leavenworth de Anna K. Green

Los fakes interrobang pretenden ser solo un divertimento y consisten en buscar el grafismo interrobang en un pasaje de novela y adaptarlo a una imagen. Disfrútenlo y si les gusta, hay más aquí.

jueves, 25 de julio de 2013

Elementary

An english man in New York, la canción de Police es lo primero que me vino a la cabeza cuando oí hablar de Elementary, por ubicarla nada más.

Elementary es una serie de televisión americana que ha adaptado o adoptado al detective inglés hasta la médula, Sherlock Holmes, para transportarlo o transplantarlo a la ciudad de los rascacielos, la gran manzana, en la época actual y que para colmo transforma o transmuta al orondo, afable y bigotudo Dr. Watson en una joven oriental menuda e introvertida.

Para caerse de espaldas. Para rasgarse las vestiduras. Para renegar de las adaptaciones yanquis. ¿Es una broma? ¿Que infumable o esnifable pastiche es esto? ¿Puede salir algo medianamente decente y digno de verse u oírse?

Pues si. Puede parecer inaudito, seguramente pecado mortal y atroz desaire para los Holmesianos irreductibles o insobornables, pero lo cierto es que estamos ante una serie indispensable para todos los amantes del género, para los interrobangianos.

Una serie para quitarse el sombrero o la gorra de dos viseras, caso que se llevara y que no es así ya que Elementary muestra a un Sherlock Holmes contemporáneo, absolutamente actual y completamente internetizado: Google ha sustituido la lupa. Lo que no quita que conserve un voluminoso número de candados que le sirven para practicar sus habilidades con las ganzúas.


Va más allá de la otra indispensable y más trabajada serie también de televisión, Sherlock, de la BBC, que fiel al personaje y a las novelas originales se limita solo (en comparación directa) a facilitarle un viaje en el tiempo y plantarlo en el Londres actual sin alterar poco más que la edad de Sherlock y Watson.

Elementary es otra cosa. Ya se sabe: en América todo va más rápido y los americanos hacen los versionados según su criterio y su rentabilidad, así le han dado la vuelta a los bolsillos del traje de tweed inglés y han conseguido, sin ofender ni menospreciar al original, insuflarle no solo aire nuevo al personaje sino meterlo de lleno en un tornado y darle vueltas para sacudirle los tópicos prescindibles y dejar la esencia.

Si son capaces de aceptar estas premisas, disfrutaran de una serie muy particular.
Sherlock Holmes de unos 30 i tantos se instala en un antiguo y poco confortable, a ojos normales, piso de New York propiedad de su millonario padre con quien tiene poca o nula relación y contacto y que sigue residiendo en Londres.

Está en proceso de rehabilitación después que quedara completamente enganchado a la droga al perder a su novia en Londres, una habilidosa restauradora de cuadros, víctima de un brutal asesino en serie en represalia, según sospecha Sherlock, por sus brillantes colaboraciones con la policía inglesa.

En New York se instala con él la doctora Joan Watson, contratada por el padre de Sherlock, que ejerce de tutora del proceso de desintoxicación y que le acompaña a sol y sombra evitándole cualquier tentación o inclinación a recaer en ese inframundo de alteración sensorial inducida.

Watson intenta y a veces consigue que Sherlock asista a alguna reunión de ex-toxicómanos, pero no puede evitar que esté presente en cuerpo pero no en mente. Watson es una cirujana que dejó su quirófano para dedicarse a esta complicada y turbulenta misión social en busca de algún tipo de redención personal que no acaba de explicarse.

Sherlock Holmes no puede parar quieto y aprovecha lo mejor de su persona, aquello por lo que se considera dotado y se convierte en detective asesor de la policía por lo que en cada episodio lo veremos desplegar sus brillantes e intactas dotes de observación, y su capacidad de análisis y de síntesis relacional para enfrentarse a confusos y complejos asesinatos.

Despertará tal admiración en su protectora que incluso esta se atreve a hacer sus pinitos en esa especialidad para la que no hay estudios reglados. Así la tutora se vuelve alumna y le da a su personaje un aire más reconciliador en su particular cruzada personal.

Episodio a episodio se van mostrando aspectos del pasado de la vida de ambos que van configurando la psicología de los personajes y explican sus fobias y sus filias.

Pero a partir del momento en que en la serie irrumpe la sombra de Moriarty todo va más deprisa y el peligro, hasta entonces analizado en escenas de crimen, se instala en el hogar y se viven situaciones de gran tensión. En el episodio 23 hay un magnífico cara a cara Holmes-Moriarty. Y el 24 y último es de finta y amago e intelectualmente muy bien jugado. El equivalente a una gran partida de ajedrez entre maestros. Sin tablas posibles.

Sherlock lo interpreta un absolutamente entregado Johnny Lee Miller (cuyo histriónico comportamiento y su actitud sabihonda dan lo que se espera del personaje) y el papel de Watson lo asume una hierática e impertérrita Lucy Liu que carga con sus fantasmas personales y a la que sólo la brújula de un trabajo estimulante puede guiar. Ambos parecen buscar su redención.

No se la pierdan. Se arrepentirían.

Post scriptum: ya está reseñada la 2a temporada, aquí en el blog.

Lean aquí la reseña de la 3ª temporada


martes, 16 de julio de 2013

Dos días de Mayo de Jordi Sierra i Fabra

Por cuarta vez desde que finalizara la guerra civil española, el ex inspector de policía Miquel Mascarell retoma clandestinamente su antigua función para enfrentarse a un caso delictivo.

‘Ex inspector’ porque serlo en tiempos del gobierno de la república fue motivo de cese fulminante y detención con cargos sumarísimos por los nuevos dirigentes facciosos y ‘clandestinamente’ porque después de prisión, condena a muerte indultada y trabajos forzados durante ocho años en El valle de los caídos, es persona non grata para todo adicto al régimen autoritario gobernante.

A los ojos de los vencedores sigue siendo un rojo de mierda.

Miquel Mascarell anda recomponiendo su vida; ya no le da miedo vivir, al contrario anhela respirar y comer a diario y sobre todo pasar todo el tiempo que le quede con Patro. Pero esa felicidad le hace daño cuando se compara con los que no lo son felices y sobre todo con los que nunca podrán ya llegar a serlo, ni serlo de nuevo.

De ahí que a la mínima solicitud de ayuda de alguien que a su entender lo merezca, se olvida de su condición de precario, por edad y por ideas, y adopta de nuevo la pose de perdiguero y recorre calles y recoge información. Y si quien lo pide es María Galvany, la hija de su amigo Mateo, tal vez el único que le queda, aún duda menos en cual es su obligación.

Es lunes 30 de mayo de 1949 y Miquel está solo ya que Patro marchó el fin de semana a Tortosa por motivos familiares y no regresa hasta mañana por la noche. Y Quimeta tampoco está. Por lo que sin nadie que le advierta de donde se está metiendo, se zambulle de lleno en esa historia de muerte, interrogatorios, torturas y cárcel que le cuenta María Galvany. Debe hacerlo. Se lo debe a su amigo. Se lo sigue debiendo a él mismo.

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Saberes: ni cautivos ni desarmados
Miquel Mascarell se pone a investigar unos nombres Virgili, Sunyer, Roura i Macià, a quienes aún no puede poner rostro. Y se pone a investigar que relación tienen con todo lo que ha pasado y que papel juega cada uno en una historia de la que no sabe la misa la mitad. Y se pone a investigar si son de fiar o son del bando vencedor.

Y lo que descubre lo deja petrificado: hay un plan para matar a Franco en su trayectoria norte por Las Ramblas desde la estatua de Colón.

Barcelona, y el país en general, están viviendo una paz impuesta, una paz impostada, una pantomima que se aguanta por la sumisión y el miedo.

No hay vida normal, sigue siendo posguerra. Y si en el bando vencedor se sigue odiando a los defensores de la bandera tricolor, es lógico pensar y lícito creer que en el de los perdedores se alimente el mismo odio hacia el bando contrario, y que se desee la muerte de quienes ostentan el poder en la creencia de que sin cabezas los cuerpos no se sostienen. Sin líderes los gobiernos no se aguantan.

Dos días de Mayo tal vez no tenga tanto punch como las otras tres novelas anteriores, seguramente pesa y condiciona en esta ocasión más que en las anteriores la Historia verdadera, pero tiene más trasfondo social y mantiene la condición de imprescindible. La escritura de Jordi Sierra i Fabra a estas alturas, cuarenta años de profesión, sabe ser fluida y entusiasta y consigue que el interés no se pierda por el camino.

La documentación histórica de los hechos y de los lugares consigue que la ficción sea real y que lo que en ella se cuenta, por proximidad, se pueda vivir en propia piel.

Cada una de las andanzas del último policía republicano activo de Barcelona se han posteado en este blog. Pinchen en cada título para saber más:



sábado, 6 de julio de 2013

Crimen en el paraíso

Es una serie policial de la televisión británica que aúna ciertas dosis de humor inglés y argumento de novela policial clásica de pura deducción detectivesca, donde los casos son rompecabezas que se resuelven a partir de pequeños detalles.

Todo muy británico. Tanto como las pullas que lanzan directa e indirectamente hacia los franceses.

El paraíso es Saint Marie: una imaginaria isla del caribe que antaño fuera francesa, luego inglesa, después holandesa y recuperada de nuevo por los franceses acaba siendo finalmente inglesa otra vez. Hay quien habiendo nacido bajo un dominio ha cambiado de nacionalidad sin proponérselo.


El inspector londinense Richard Poole (interpretado por Ben Miller) es enviado a Saint Marie para resolver un asesinato y acabará quedándose adscrito, muy a su pesar, a la comisaría de Honoré, capital de la isla, formando equipo con Camile Bordey (Sara Martins), una joven y brillante subinspectora cuya madre regenta un restaurante, y contando con la ayuda del oficial Dwayne Myers (Danny John-Jules) y del agente Fidel Best (Gary Carr), todos ellos nativos con el encanto generado por el color local.

Guadalupe ha servido de escenario real para el rodaje de Crímen en el paraíso. Una exuberancia de esplendidos atardeceres, sempiterno clima caluroso, paisaje tropical, aves y reptiles, turismo, pesca, ropa la mínima y ancha y cómoda, floreada y coloreada, y diversión para tomarse mejor las cosas según vienen.

El exotismo no le corresponde a la isla, lo aporta en realidad la figura del flemático inspector permanentemente embutido en su traje de corte Oxford, su camisa blanca, corbata, zapatos de piel marrón y maletín de la City a juego. Una presencia tan chocante como una cabra bailando claqué en un velatorio.

El inglés no acaba de adaptarse al clima tropical ni a las costumbres relajadas de sus convecinos y añora el lluvioso, húmedo y frío Londres ante la incomprensión de su equipo.

Crimen en el paraíso presenta ocho episodios que son un claro homenaje a los tópicos que sirvieran para lucimiento de la novela enigma inglesa de principios del siglo XX: crimen en habitación cerrada, crimen en planta de hotel con acceso restringido solo para los huespedes de las habitaciones de dicha planta, crimen con cianuro, crimen entre celosos matrimonios amigos, crimen con falsa identidad... ya ven lo surtido que está el muestrario.

Todos los casos son resueltos por la habilidad deductiva del inspector siempre bajo la premisa de investigar cada sospechoso pasando por el filtro de las tres claves, de los tres pilares a identificar: Medios, Móvil y Oportunidad.

La química entre la subinspectora Camile y el inspector Poole es más que evidente y dan ganas de darles un empujón ya sea en la arena, en el mar de preciosa agua azul turquesa o en la misma cama, pero el envaramiento british dificulta cualquier gesto de acercamiento y todo es más difícil de lo que debiera. Aunque la sensualidad caribeña tal vez conlleve el milagro. Wait and see.

La serie busca el entretenimiento amable y lo consigue sobradamente. Es divertida, no requiere concentración más allá de ver y escuchar y si no se le pide más que pasar un rato ameno se obtiene un resultado más fresco que el que ofrecen otras series más pretenciosas que acaban en la reiteración de fórmulas estereotipadas.

Ahora se estrena la segunda temporada, también de 8 episodios y con los mismos protagonistas y en la línea enigma a resolver que es su santo y seña.

El primer episodio les enfrentará con el asesinato del dueño de una plantación de azúcar encontrado muerto con un machete clavado a su espalda. En otros episodios el misterio lo pondrá una pistola de más de trescientos años de antigüedad u una monja novicia y su relación con una clínica de lujo.

Véanla acompañándose de cualquier cocktail frío, de colorido llamativo y sombrillita, para entrar en ambiente. Relajación garantizada. Sonrisa floja durante toda la proyección. Ideal para el verano.

Y ya está en marcha el rodaje de la tercera temporada.

Post scriptum: pinchando aquí la reseña de la 2ª temporada. 
Y pinchando aquí la reseña de la 3ª.
Y también la 4ª pinchando aquí
La 5ª aquí