An english man in New York, la canción de Police es lo primero que me vino a la cabeza cuando oí hablar de Elementary, por ubicarla nada más.
Elementary es una serie de televisión americana que ha adaptado o adoptado al detective inglés hasta la médula, Sherlock Holmes, para transportarlo o transplantarlo a la ciudad de los rascacielos, la gran manzana, en la época actual y que para colmo transforma o transmuta al orondo, afable y bigotudo Dr. Watson en una joven oriental menuda e introvertida.
Para caerse de espaldas. Para rasgarse las vestiduras. Para renegar de las adaptaciones yanquis. ¿Es una broma? ¿Que infumable o esnifable pastiche es esto? ¿Puede salir algo medianamente decente y digno de verse u oírse?
Pues si. Puede parecer inaudito, seguramente pecado mortal y atroz desaire para los Holmesianos irreductibles o insobornables, pero lo cierto es que estamos ante una serie indispensable para todos los amantes del género, para los interrobangianos.
Una serie para quitarse el sombrero o la gorra de dos viseras, caso que se llevara y que no es así ya que Elementary muestra a un Sherlock Holmes contemporáneo, absolutamente actual y completamente internetizado: Google ha sustituido la lupa. Lo que no quita que conserve un voluminoso número de candados que le sirven para practicar sus habilidades con las ganzúas.
Va más allá de la otra indispensable y más trabajada serie también de televisión, Sherlock, de la BBC, que fiel al personaje y a las novelas originales se limita solo (en comparación directa) a facilitarle un viaje en el tiempo y plantarlo en el Londres actual sin alterar poco más que la edad de Sherlock y Watson.
Elementary es otra cosa. Ya se sabe: en América todo va más rápido y los americanos hacen los versionados según su criterio y su rentabilidad, así le han dado la vuelta a los bolsillos del traje de tweed inglés y han conseguido, sin ofender ni menospreciar al original, insuflarle no solo aire nuevo al personaje sino meterlo de lleno en un tornado y darle vueltas para sacudirle los tópicos prescindibles y dejar la esencia.
Si son capaces de aceptar estas premisas, disfrutaran de una serie muy particular.
Sherlock Holmes de unos 30 i tantos se instala en un antiguo y poco confortable, a ojos normales, piso de New York propiedad de su millonario padre con quien tiene poca o nula relación y contacto y que sigue residiendo en Londres.
Está en proceso de rehabilitación después que quedara completamente enganchado a la droga al perder a su novia en Londres, una habilidosa restauradora de cuadros, víctima de un brutal asesino en serie en represalia, según sospecha Sherlock, por sus brillantes colaboraciones con la policía inglesa.
En New York se instala con él la doctora Joan Watson, contratada por el padre de Sherlock, que ejerce de tutora del proceso de desintoxicación y que le acompaña a sol y sombra evitándole cualquier tentación o inclinación a recaer en ese inframundo de alteración sensorial inducida.
Watson intenta y a veces consigue que Sherlock asista a alguna reunión de ex-toxicómanos, pero no puede evitar que esté presente en cuerpo pero no en mente. Watson es una cirujana que dejó su quirófano para dedicarse a esta complicada y turbulenta misión social en busca de algún tipo de redención personal que no acaba de explicarse.
Sherlock Holmes no puede parar quieto y aprovecha lo mejor de su persona, aquello por lo que se considera dotado y se convierte en detective asesor de la policía por lo que en cada episodio lo veremos desplegar sus brillantes e intactas dotes de observación, y su capacidad de análisis y de síntesis relacional para enfrentarse a confusos y complejos asesinatos.
Despertará tal admiración en su protectora que incluso esta se atreve a hacer sus pinitos en esa especialidad para la que no hay estudios reglados. Así la tutora se vuelve alumna y le da a su personaje un aire más reconciliador en su particular cruzada personal.
Episodio a episodio se van mostrando aspectos del pasado de la vida de ambos que van configurando la psicología de los personajes y explican sus fobias y sus filias.
Pero a partir del momento en que en la serie irrumpe la sombra de Moriarty todo va más deprisa y el peligro, hasta entonces analizado en escenas de crimen, se instala en el hogar y se viven situaciones de gran tensión. En el episodio 23 hay un magnífico cara a cara Holmes-Moriarty. Y el 24 y último es de finta y amago e intelectualmente muy bien jugado. El equivalente a una gran partida de ajedrez entre maestros. Sin tablas posibles.
Sherlock lo interpreta un absolutamente entregado Johnny Lee Miller (cuyo histriónico comportamiento y su actitud sabihonda dan lo que se espera del personaje) y el papel de Watson lo asume una hierática e impertérrita Lucy Liu que carga con sus fantasmas personales y a la que sólo la brújula de un trabajo estimulante puede guiar. Ambos parecen buscar su redención.