El ladrón es una novela negra corta, en la que se recorre la vida
entre trenes, metros y calles de Tokio viviendo las vicisitudes de un joven carterista
que ve como su existencia se complica cuando se ve involucrado en un trabajo para
una organización delictiva de gran calado de la que Kizaki, un hombre frío y
acerado, parece ser uno de sus dirigentes.
En el mundo del ilusionismo y la magia hay un axioma que explica que
cuando dos acciones se desarrollan casi simultáneamente, la atención se centra
en la que ha empezado primero. En el mundo del carterismo existe uno parecido
que dice que cuando los nervios de una persona detectan a la vez estímulos
grandes y pequeños, el más pequeño es desechado.
Así, en un viaje en metro, ante el balanceo brusco de un vagón al tomar
una curva, el contacto con el cuerpo más cercano resulta inapreciable ante la
voluntad de aguantar el equilibrio. Y s el vagón va muy lleno incluso se ecuentra lógico y acceptable el contacto. Justo el momento que espera el carterista
para actuar.
Nishimura es el carterista, protagonista de la novela El ladrón. Viste ropa discreta, nada que
llame la atención, y calza zapatillas de deporte para tener mejor arranque si
precisa una salida urgente. Arrastra un pasado delictivo que recuerda afectivamente por ir
parejo al recuerdo de amigos y de Saeko, su amiga especial.
Anhela una vida estable sin delinquir pero no sabe como adquirirla, es consciente
de que al elegir robar se ha convertido en alguien antisocial, alguien que ha
repudiado la honestidad. Y quiere recuperarla aunque no sabe como y piensa que si
no puede conseguirla por las buenas tal vez, trabajando para Kizaki, consiga
dinero para comprarla.
No tiene ni idea, aunque sus sentidos y su intuición no
hayan parado de repetírselo y no ha hecho caso, de lo insensible que puede
llegar a ser Kizaki. Kizaki, un mafioso que juega a ser Dios y tiene un cuaderno del
destino donde escribe el futuro de las vidas de los demás.
Kizaki manipula a su antojo a las personas encargándoles trabajos y
amenazándoles con terribles repercusiones en personas queridas si fracasan. Con
lo que tensiona y responsabiliza culpabilizando.
Nishimura, el carterista, pasa de ser unos de sus empleados a ser una de sus víctimas y recibe un triple encargo
a realizar en un plazo límite. El fracaso se pagará con la muerte; su
habilidad, su pericia y su experiencia deberían bastar, pero con la tensión no
todo está bajo control y cualquier pequeño fallo puede ser el último.
Octava novela de Fuminori Nakamura (al parecer la
única traducida al castellano) que confiesa poner siempre mucho de él en sus
protagonistas. Es una novela negra que transcurre de forma lenta y sinuosa; con un
ritmo narrativo sosegado, para nada estridente, y con un final inmisericorde
pero totalmente acorde con el transcurso de la trama.
Con esos conceptos de la ética y de la moral orientales que suelen tropezar con el entendimiento del mundo occidental.
De esas novelas que dan que pensar. Novela negra japonesa:
ya saben, siempre distintas a las que tenemos más a mano. Siempre interesantes. Puro género interrobang.