miércoles, 5 de noviembre de 2014

Elementary 2a temporada

La serie de televisión Elementary sigue jugando a reinventar a Sherlock Homes. Destruye los tópicos holmesianos por excelencia para reconstruirlos con nuevos criterios.

De todas las versiones en pantalla del mito Sherlock Holmes es, sin duda, la más iconoclasta.

Por si no hubiera sido suficiente en la primera temporada ubicar la serie en tiempo actual y a Sherlock en New York en lugar de Londres, cambiar el sexo y la etnia de Watson y sorprendernos con la identidad de Moriarty, en esta segunda temporada nos presenta la verdadera personalidad de Lestrade, quien fuera su brazo oficial en Scotland Yard, conocemos más detalles de la vida de Moriarty y nos seduce con un Mycroft Holmes, el hermanísimo, de oficio inesperado y enigmáticas y peligrosas relaciones comerciales. Aderezado con unos episodios donde las relaciones sexuales de Sherlock y de Watson aportan aún más excentricismo a la serie.

La época victoriana de remilgadas maneras ha cedido al empuje de la época contemporánea pero Sherlock Holmes (interpretado por Johnny Lee Miller) mantiene impertérrito todas sus habilidades de genio y todas sus debilidades de humano; como Joan Watson (Lucy Liu) demuestra las suyas médicas y su tolerancia y su empatía.

Por todo ello Elementary sigue siendo una serie muy apetitosa e interesante y sobre todo distinta a la oferta habitual de series de procedimiento policial .

Una serie donde los guionistas trabajan duro para reinventar a Sherlock, Watson, Mycroft y todo su universo, con sus relaciones y vivencias de modo que la esencia siga siendo perfectamente reconocible para no perder el origen, pero sin despejar para nada el destino.

Fascinan las actitudes y comportamientos del detective, imprevistos y sorpresivos como cuando Sherlock arrastra a Watson hasta los calabozos de la policía un viernes por la noche, especialmente llenos, para que ésta pueda estudiar en vivo a los más variados especímenes humanos que los ocupan. Desde el padre de familia intachable detenido por haberse saltado un semáforo y dar positivo en la tasa de alcohol, al herido con la cabeza abierta que no recuerda como ha llegado allí hasta el ladrón de bolsos con rostro indiferente por ser asiduo a ese lugar y sin la angustia del nuevo que no sabe lo que le espera.

Inquietante retrato de Watson, no por la pintura en sí, sino
por quien la ha pintado y la intención con la que lo ha hecho.

Las habilidades deductivas de Sherlock siguen siendo el eje por el que se mueve la investigación de cada caso que siguen siendo auto conclusivos por capítulo si bien en esta temporada hay varios arcos argumentales cuyo desarrollo y desenlace ocupan más de un episodio.

El carisma del detective brilla por encima de cualquier trama y no solo por su capacidad investigadora sino por su fuerza para superar su adicción y sus miedos e inseguridades, algunas aparecidas a raíz de la presencia de su hermano.

Y a medida que avanzan los episodios vamos conociendo más de la naturaleza humana de cada uno de los protagonistas, no solo de los dos socios detectives sino también de sus compañeros policías lo que reafirma el aspecto psicológico de los casos a los que se enfrentan.

Igual que las grandes óperas y obras teatrales son reinterpretadas constantemente, adaptándolas a tiempos y lugares que nada tienen que ver con el libreto original, el personaje que creara Sir Arthur Conan Doyle ostenta también este honor y la adaptación que de él se muestra en Elementary es del todo meritoria y loable.

No deberían perdérsela.


sábado, 1 de noviembre de 2014

El misterio de Pont-Aven de Jean-Luc Bannalec

Pont-Aven es una población de la Bretaña en el departamento de Finisterre que toma el nombre del río Aven que la atraviesa justo antes de su estuario y desembocadura en el Océano Atlántico.

Famoso lugar desde que a finales del siglo XIX se convirtiese en lugar de creación píctorica de una notable colonia de artistas algunos muy famosos.

Un lugar lleno de belleza, historia y creatividad. Idílico para pasar unas vacaciones o para despedirse de la vida.

Y eso es lo que sucede: alguien ha decidido que el propietario del reconocidísimo Hotel Central, Pierre-Louis Pennec, ya ha vivido bastante y lo asesina sin importarle que el mes de julio es el inicio de la temporada alta de turistas y que el hotel está a tope de reservas.

Georges Dupin es el comisario de policía de Concarneau (Konk-Kerne en lengua bretona), conocida como la ciudad azul y reputado puerto atunero de Europa.

Y por proximidad geográfica con Pont-Aven es el encargado de la investigación de ese asesinato al que el autor titula El misterio de Pont-Aven.

Dupin es un parisino al que sus jefes han destinado a provincias por disparidad de criterios y aunque ya lleva casi tres años instalado entre bretones tiene claro que siempre será un forastero y que incluso sus hijos, si los tuviera, y también nietos, mantendrían idéntica consideración. Así de díficil es ser adoptado.

L'Amiral donde Dupin
come entrecot
Es un comisario cafetero donde los haya y sin más vicios ni rarezas que su desconfianza a navegar y su predilección por el entrecot que le preparan en L'Amiral, ese ambiente del siglo XIX que alguna vez pisó también el comisario Maigret, y que con tanta dedicación atiende el matrimonio Philippe (en la cocina) y Lily Basset (en la sala).

Dupin actúa sobre el terreno, el despacho no es su lugar, investiga sobre la marcha, interrogando, razonando y yendo de un lugar a otro paseando y hace uso del móvil (que debe tener una batería de nave espacial) como el mito Holmes lo hiciera de la lupa.

Las llamadas tienen a su equipo como principales destinatarios: el inspector Labat, estirado y con interés por quedar bien con los mandos superiores pero entregado y concienzudo; el inspector Le Ben y sobre todo Nolwenn, eficaz secretaria sesentañera y amable mentora y guía de Dupin, y por extensión de todos los lectores, en su introducción en este nuevo y apasionante mundo que es la Bretaña.

Conduce un viejo Citroën que no quiere reemplazar, bebe vino con moderación y disfruta enormemente con las rillettes, preferiblemente las de vieiras (por raro que resulte) y con las infusiones de muérdago (por extraño que parezca); no en balde estamos en tierras donde los romanos nada podían al enfrentarse a pociones mágicas de barbudos druidas.

'La visión del sermón' obra de Paul Gauguin
La escuela pictórica de Pont-Aven generó una corriente que tuvo a Paul Gauguin como exponente más reconocido y al cuadro 'La visión trás el sermón' (Jacob luchando contra el ángel) como pieza relevante; un oleo sobre tela de 72x91cm que actualmente se encuentra en la Galería Nacional de Escocia en Edimburgo.

Jean-Luc Bannalec es el seudónimo de un escritor alemán (también traductor, crítico literario y editor de verdadero nombre Jörg Bong) que ama la Bretaña y lo demuestra con el cariño con el emplea para describir su historia y sus reivindicaciones independentistas, sus lugares y paisajes, leyendas, fiestas y festivales, refranes y gentes y sobre todo su carácter: vivir en donde empieza el mundo, y no donde acaba, como bautizaron los romanos la zona llamándola Finisterre, confiere un carácter optimista y luchador.

Este autor ha conseguido traspasar la ficción y fabular dentro de la cotidianeidad con un equipo policial de personas normales en situaciones normales. Como nosotros. Y por eso hay que seguirlo porqué su ficción es de estar por casa; y eso que dicho así suena fácil es algo muy dificil de conseguir.

miércoles, 29 de octubre de 2014

El ladrón en el armario de Lawrence Block

Bernard Bernie Rhodenbarr es ese ladrón de guante blanco que no acepta encargos, el último le trajo suficientes quebraderos de cabeza como para no olvidar su máxima, pero también es un hombre y de ahí que tropiece dos veces, como mínimo, con la misma piedra.

En esta ocasión el encargo lo deja con la boca abierta: robar unas joyas valiosísimas en casa de Crystal Sheldrake. De hecho la boca la tenía abierta desde antes de oír la propuesta ya que su dentista, que es quien le hace la propuesta, está trabajando en ella: en la boca.

A Bernie le puede una vez más el morbo y la descarga de adrenalina que conlleva el que no haya cerradura que se le resista y de nuevo entra en casa ajena para cumplir el encargo que le garantiza como pago quedarse con el botín integro y una vez más el azar se alía con el infortunio y le prepara a Bernie una trampa pegajosa, como tela de araña, en la que se ha metido él solito y no va a tener fácil librarse.

Esta segunda novela, El ladrón en el armario, desarrolla una trama de similar planteamiento con la anterior y primera de la serie: Los ladrones no pueden elegir, que hace que el acercamiento a la lectura sea reticente por temor a clichés que de hecho se repiten subrepticiamente con la participación del policía Kay, la referencia a la colección de monedas y la destacada colaboración de una atractiva joven que además de buena samaritana es capaz de satisfacer otro tipo de necesidades.

Pero la reticencia pronto se vuelve complicidad al entender que estamos ante un esqueleto argumental que busca precisamente establecer una melodía principal perfectamente reconocible para el lector.

Manteniendo la vivienda habitual en la Avenida Setenta y Tres con la West End y teniendo como ejemplar vecina a la señora Hersch, una anciana capaz de comprender con rapidez y preparar el mejor café de la ciudad, la trama se desarrolla con interesante sencillez.

El ladrón en el armario
Al hilo del título de la tercera El ladrón que citaba a Kipling, es un hecho innegable que los títulos de esta serie de novelas protagonizadas por Bernie Rhodenbarr ya demuestran el sentido del humor de su creador Lawrence Block.

Humor que trasciende el título y sigue presente en toda la trama, ya que la novela trata los robos, los chantajes y los asesinatos como puro divertimento intrascendente sin profundizar para nada en los temas sociales, morales y escabrosos de la novela negra.

Si acaso se permite, en su fina ironía, una sutil crítica a la clase bien estante neoyorkina al mostrar lo superficial de sus problemas y de sus inquietudes inmersos en sus burbujas llenas de veleidades.

Una variante del whudunit ortodoxo que resulta muy atractiva.

Recuerden aquí la reseña de Los ladrones no pueden elegir primera novela de esta serie.

viernes, 24 de octubre de 2014

Broadchurch, la serie de TV

Acantilado mortal en Broadchurch
Broadchurch, pequeña e imaginaria localidad costera del condado inglés de Dorset, situada al sur oeste de la isla, ofrece a la costa francesa, que tiene enfrente, poderosos acantilados cortados en ángulo recto. Peligrosos abismos desde los que una caída resulta mortal.

Y es al pie de uno de ellos, sobre la arena de la playa, donde se encuentra el cuerpo de Danny Latimer, un pequeño de 11 años. El cuerpo muerto de un niño que aún no había empezado a vivir. ¿Accidente o asesinato? y si es asesinato ¿Quién puede matar a un niño?

Alec Hardy (actor David Tennant) es el detective recién llegado a Broadchurch que se hace cargo de la investigación junto a Ellie Miller (actriz Oliva Colman), la detective a la que ha robado el puesto al que aspiraba.

La química entre ambos es soberbia, pasa por toda la gama de relaciones posibles, y los distintos puntos profesionales de vista enriquecen el ritmo narrativo. Sus chispas mantienen el fuego de la trama que enciende la serie.

Él, forastero y desconfiando de todos ante la conocida capacidad humana de hacer el mal; ella, residente y conocedora de todos los habitantes, humanamente preocupada por el resquebrajamiento de las relaciones entre los vecinos.

Danny Latimer en la cornisa del acantilado
Ambos con el claro objetivo de encontrar al culpable cuanto antes, por el bien de la familia y de la comunidad. Por poder enterrar a Danny en paz.

A lo largo de la investigación, que dura meses aunque no haya referencia explícita sobre el paso del calendario, las debilidades de los residentes, sus miedos, sus frustraciones, sus historias pasadas, van punteando momentos de la historia, añadiendo y despejando desavenencias e interrogantes igual que emergen rocas puntiagudas en el mar cuando baja la marea y vuelven a desaparecer en horas.

La filmación y la fotografía de la serie se soporta en planos largos, generando una calma ficticia; buscando un sosiego que no puede hallarse en ninguna parte.

La clara intención de que no solo veamos lo que sucede sino que lo sintamos como lo hacen los protagonistas, se alcanza plenamente provocando la misma sensación de desconcierto por lo sucedido y desesperación por no haberlo podido evitar.

El ojo de la cámara se recrea en los primeros planos mostrando rostros tan inexpresivos como objetos y realza con travellings los paisajes urbanos, rurales y del mar que ofrecen mayor elocuencia que los comportamientos de las personas.

Y con gran habilidad, realza a cámara lenta las escenas de movimiento rápido haciendolas bailar con una música cadenciosa, angulosa y lánguida para explicar que el tiempo fluye a su ritmo por mucho que hagamos para que pase más rápido.

No hay posibilidad de superar el dolor. Si acaso de convivir con él. De aprender a conocerlo y pactar para que añada el mínimo daño posible a la lacerante herida que nunca ha de cicatrizar.

La serie Broadchurch acaba calando hondo; muy hondo. El pesar por la muerte de un hijo solo lo pueden entender quienes lo hayan pasado, pero la serie consigue acercar muchísimo esa sensación al resto de los espectadores. Con respeto, con delicadeza, con amor. Sin hurgar en el sensacionalismo.

Una serie criminal con el enfoque televisivo más cercano a la lectura de una novela que hoy se pueda encontrar. Un caso whudunit a la inglesa.

Donde cada espectador dispone de información suficiente para ir alimentando sospechas y atreverse a apostar por alguno de los múltiples sospechosos.

Resulta extremadamente tentador jugar a detectives en casa como para no elegir culpable.

Un whudunit que evidencia que alguien de la serie no es tan inocente como hace creer.

La opresión a medida que avanzan los episodios va sometiendo a los habitantes del pueblo y a los espectadores a una sensación de ahogo, a una sensación de claustrofobia que necesita rasgar el cielo para que entre el aire.

Y al acabar los 8 capítulos, un final especialmente sorpresivo, por inesperado, y absolutamente desgarrador por lo que supone a nivel de convivencia y traición.

Serie premiada con tres BAFTA y rodada integramente en escenarios naturales en el mismo perídod, julio, que transcurre la seire y a merced de los cambios de tiempo y de temperaturas buscando el máximo realismo en las actuaciones de los protagonistas.

Mientras se trabaja ya en la segunda temporada de Broadchurch, en EEUU se ha estrenado ya un remake con el título de Gracepoint con actores que repiten papel.

Post scriptum: parecería que en esta serie estaba todo dicho pero se ha hecho una segunda temporada reseñada aquí

lunes, 20 de octubre de 2014

El rey de los juegos de Marco Malvaldi

El rey de los juegos es la tercera novela de la serie del BarLume, firmada por Marco Malvaldi, en el marítimo, vacacional e imaginario pueblo de Pineta en la costa de Livorno italiano, y que tiene a Massimo Viviani, el dueño; Tiziana Guazzelli, la joven y bella empleada; y los cuatro abueletes clientes habituales: Ampelio, Aldo, Del Tacca y Rimediotti como protagonistas.

El bar vuelve a ejercer de despacho de investigador privado y lugar donde formular las hipótesis, realizar las pesquisas y elaborar la teoría definitiva para la resolución de un caso que se inicia con un accidente y concluye con un asesinato.

Unas elecciones políticas son algo parecido a la prueba del algodón: los candidatos no solo deben parecer libres de cualquier sospecha sinó que además han de ser inocentes de los malintencionados cargos que se les imputen, ya sean probados o imaginados.

Y no todos pasan la prueba. Y luego pasa lo que pasa.

La trivialidad del argumento criminal de este tercer caso de investigación policial con epicentro en el BarLume refuerza la deriva que tomó la serie en la segunda novela más encaminada a la comedia costumbrista de pequeña población que a la trama policial.

Pero si podía resultar negativo acaba siendo fresco. Y si el lector se acerca a la serie sabiendo en que tipo de bar se mete, no tiene porque quejarse.

Y sea porqué este blog lo pidió al reseñar la primera novela (falsa modestia), sea por decisión del autor, o por consecuencia lógica de la evolución de los protagonistas, hay que agradecer que en ésta, El rey de los juegos, los verdaderos artífices de la investigación e impescindibles sustentadores de la trama sean los cuatro vejetes que en esta ocasión han cambiado sus partidas de cartas por emocionantes partidas de billar (como bien refleja la cubierta; las tres de las cuales muy elocuentes, coloristas y acertadas).

Y aún y así no se aprovecha al máximo las posibilidades de cuatro voces tan distintas entre si y tan ricas en matices y experiencias vividas.

En esta ocasión sus atinadas observaciones sobre los hechos y su afilada lengua sobre los chismes acaban configurando la práctica solución del caso.

También la guapa Tiziana tiene su momento de gloria en la investigación y sus minutos de gloria y de protagonismo particular por una decisión privada.

Marco Malvaldi construye una vez más una novela que entretiene y favorece la sonrisa pero su encorsetamiento localista no le da para seguir inventando asesinatos por lo que o acaba la serie aquí o tendrá que abrir miras para poder mantenerse.

Si no han leído las anteriores y quieren recordar sus reseñas, aquí las tienen, novela vacacional para leer al fresco: