lunes, 2 de marzo de 2015

El ladrón que citaba a Kipling de Lawrence Block

El erudito Bernie Rhodenbarr es
El ladrón que citaba a Kipling
Bernie Rhodenbarr ha adquirido una librería de viejo en un intento de apartarse de la mala vida de ladrón, aunque para él sea una pasión más satisfactoria que mala, y de acercarse más a la literatura que resulta que es otra de sus pasiones.

Ubicada en la calle Once entre Broadway y University Place en la isla de Manhattan de New York, conserva el nombre de Librería Barnegat de cuando el propietario del negocio era el viejo Litzauer.

Pero el pasado, como el cartero, siempre llama dos veces y si el encargo, él que nunca acepta(ba) encargos, resulta que es para robar un libro, al parecer un ejemplar único que para alguien tiene el mismo valor que un incunable, y resulta que está tan bien pagado como para no dar golpe en mucho tiempo y poder seguir con la librería, que no da casi ni para cubrir gastos, pues merece la pena aprovecharlo.

El encargo parece fácil: sólo debe sustraer un librito de Rudyard Kipling titulado La rendición del fuerte Bucklow, de un domicilio particular. Pan comido.

Y he aquí que Bernie, que ya nos tememos no va a escarmentar nunca, vuelve a lo que le resulta fácil: robar. Si eso también, pero quería decir lo que le resulta fácil de verdad: meterse en líos. Y lo consigue de nuevo.

Rudyard Kipling
Y otra vez va a encontrarse con un cadáver prácticamente en brazos. Y una pistola prácticamente humeante. Y de nuevo a salir huyendo y estrujarse las meninges para encontrar al verdadero culpable, antes de que la policía lo detenga y lo condene por homicidio en primer grado.

Contacto, encargo, robo, homicidio, huída, piso franco, ayuda externa, ayuda intra-policial, investigación y resolución del caso: todo el repertorio clásico en los argumentos que Lawrence Block prepara para su simpático y habilidoso protagonista. Todos los casos iguales y todos distintos.

Y que como no podía ser de otra manera, cuenta con la inestimable ayuda de una chica guapa e intrépida, Carolyn Kaiser, aunque en esta ocasión no haya sexo por medio por razones obvias (al leerla sabrán porqué), aunque si comparten vivienda y falafel.

Y cuenta también con la valiosísima colaboración, para nada desinteresada, todo hay que decirlo, del esforzado e integro policía Ray Kirschman.

En esta tercera novela de la serie, nos encontramos con un argumento más retorcido, en el buen sentido de la palabra, que en las dos anteriores que lo presentaban más ligero, incluso ingenuo. En esta ocasión la trama es más compleja y por tanto el caso más embrollado y la solución más interesante.

Aquí el whudunit se presenta en todo su esplendor. Los sospechosos son los que son y el caso se resuelve con reunión conjunta en típico final tomado prestado a Hércules Poirot en un épatant final.

Lawrence Block nos ofrece las novelas de Bernie para un uso desmedido de entretenimiento agradable. Lectura placentera y amable.

Recuerden las reseñas de las novelas anteriores de esta saga:

  1. Los ladrones no pueden elegir
  2. El ladrón en el armario







jueves, 26 de febrero de 2015

La verdadera historia de la nariz de Pinocho de Leif GW Persson

¿Seguro que conoce la
verdadera historia de la
nariz de Pinocho?
Pinocho es un frágil y delicado muñeco de madera que tiene la enojosa facultad de hacer crecer su nariz si pronuncia mentiras. Algo tan evidente a los ojos de los demás como para mantener la boca cerrada y reflexionar muy mucho cualquier cosa que se quiera decir.

El comisario Evert Bäckström no es frágil ni delicado y no es de madera, es un humano que tiene la hipócrita facultad de empatizar con los demás a base de sarcasmos no descubiertos por su audiencia y de embutirse en una armadura de indiferencia a todo lo que no le importa. Debe ser de los pocos que por omisión consigue soliviantar a subordinados e interlocutores.

La verdadera historia de la nariz de Pinocho sin Evert Bäckström sería como un código binario sin unos.

La verdadera historia de la nariz de Pinocho es una novela negra que alberga en su interior, entre violencias descarnadas pasadas y presentes que hoy forman parte de la Historia Universal, la emotiva y sensible explicación del porqué del crecimiento del apéndice nasal de Pinocho.

Y todo ello configurando un caso de asesinato cuya aparente simpleza esconde una gran complejidad.

Bäckströn debe enfrentarse al asesinato de un abogado, Thomas Eriksson; uno de esos que resultan más peligrosos que los propios delincuentes a los que defienden. Uno de esos cuya muerte alegra a la sociedad aunque no esté bien ni pensarlo ni decirlo.

Caja de música de Fabergé
Y su alegría por ello es doble: tiene ante sí un apasionante caso de asesinato, que a cada nuevo descubrimiento tiene la habilidad de enredarse más y más, y tiene ante sí a alguien odiado, muerto a sus pies. La vida a veces tiene regalos inesperados.

La investigación se sucede en diversos frentes abiertos con tiempos solapados y es notoria la habilidad narrativa de Leif GW Persson para establecer conexiones y generar nuevos niveles de intriga manteniendo siempre acontecimientos históricos como telón de fondo, narrados de forma tal vez demasiado lenta, que realzan la trama inicial que casi resulta pueril ante la magnitud trascendente de hechos que cambiaron el mundo y cuyas consecuencias aún hoy no se han superado del todo.

El argumento, ricamente trufado de numerosos secundarios (lo mejor de la novela), sobre todo en la misma policía (hay cuatro personajes femeninos absolutamente impagables), que con su amplia y variopinta participación engrandecen el conjunto, es un inteligente enmarañado de tramas y subtramas con irritantes momentos estelares del comisario Bäckströn y su pasional entrega por las necesidades básicas: comida, bebida, sexo y dinero. Y ahí juega un papel destacado el supersalami y no precisamente para satisfacer la primera de las necesidades reseñadas.

Pez rojo, loro, conejo, perro, se diría que entramos en una tienda de mascotas pero no es así; que acompañamos a Alicia en su onírico periplo, tampoco.

Simplemente acabamos de entrar en el universo del comisario Bäckströn y prepárense para topar con un elemento tirando a bajo y tirando a obeso, con buen gusto para vestir y cuidadoso con su higiene además de glotón, alcohólico que controla, machista, homófobo y animalofobo, que hará las delicias de primarios (si leyeran) y despertará las iras del resto. Un primate inteligente.

Leif GW Persson escribe una novela en la que el contrapunto a la dejadez del comisario lo ofrece la implicación femenina en todos los frentes donde se mueven y que en la novela son mayoría. La mujer trabajadora siempre peor pagada y peor considerada que los hombres. La mujer como víctima silenciosa de un machismo que, visto lo visto, tiene más cuerda que la que mueve a Bäckströn.


Esta es la tercera entrega, la primera fue Linda, como en el asesinato de Linda, la segunda Quien mate al dragón.

domingo, 22 de febrero de 2015

Muerte en el Sena de Dominique Sylvain

 Aunque la novela negra Muerte en El Sena empieza con la extracción del fondo del río del cadáver de una joven, por parte de un buzo de la policía fluvial, y sigue con dos muertos y un herido en coma, es la desaparición de Louis Manta el disparador de la trama, aunque como ya se verá, nada es gratuito y si la novela tiene ese inicio por algo será.

En el microcosmos que conforman las calles y tiendas del barrio parísino donde viven y por donde se mueven la ex comisaria, por jubilación, de la policía francesa Lola Jost y su amiga americana masajista, por necesidad económica, Ingrid Diesel, también hay espacio para los misterios.

Como el que representa la súbita e insospechada desaparición sin indicio alguno del joven Louis Manta, el lava cabezas de la peluquería senegalesa de Lady Mba. Y como que ésta es amiga de Maxime y en el restaurante de éste es donde comen y pasan las horas Lola e Ingrid, pues ya tenemos las razones de que las dos se vean metidas en el asunto por aquello de hacer favores y ayudar en temas a los que la policía no puede dedicar ni tiempo ni recursos.

Una investigación en la que pasan cosas aunque el ritmo no las acompañe. Una investigación en la que los desaparecidos cuentan más cosas con sus ausencias y sus silencios que los presentes con su parloteo.

Tras un inicio relámpago, la novela entra en el letargo de la presentación del argumento; suerte que pronto introduce a los secundarios que reviven el ritmo y mantienen mal que bien la novela a flote hasta el final, en que acaba sumergida bajo el agua. Literalmente.

Dominique Sylvain confecciona la novela como un guiso. Los primeros ingredientes aportan poco color, poco sabor y olor y no se imagina hacia donde irá el plato. Es la progresiva incorporación de nuevos ingredientes (personajes) y sus relaciones entre ellos (especias) lo que va conformando una imagen distinta de la inicial, más apetitosa y va redondeando el argumento (el plato servido) hacia un final más propio de una novela de aventuras que de una novela negra, pero precisamente por eso, resulta novedoso y con sabor a islas de las especies.

Y son precisamente esos personajes secundarios, el modo de caracterizarlos y la sabia dosificación al darles voz y ponerlos en escena gradualmente en el momento adecuado, ni antes ni después, el verdadero mérito de esta novela.

En Muerte en El Sena, tercera entrega de la serie protagonizada por Lola e Ingrid, se mantiene ese tono costumbrista multiracial y colorido que nos es familiar; como también lo son las puyas que se lanzan las dos protagonistas con un particular pero alegre sentido del humor en esos diálogos agudos y sarcásticos y como era de esperar las tirantes relaciones con el comisario actual en el puesto que ocupara Lola. Estamos en casa.

De nuevo una muestra de esa novela francesa que le está dando un baño, en el Sena, a los tópicos para mostrar una cara distinta.

Como una medusa letal: atractiva a la vista y silenciosa al oído.

Aún y así en esta tercera novela de la serie tiende a caer en los derroteros ambivalentes que ya mostrara en la segunda entrega, donde la cal y la arena no mantenían la proporción adecuada, por lo que la capacidad de sorprender y los recursos empleados en confeccionar un guión novedoso con que deleitara en la primera entrega y recogiera las mejores expectativas no se encuentran en ésta, aunque se aproxima más que lo hiciera la segunda.

Las reseñas de las otras novelas de la serie:





jueves, 12 de febrero de 2015

La sonrisa del diablo de Annelie Wendeberg

Del diablo es peor la sonrisa
que la carcajada
La sonrisa del diablo es la primera novela de la serie Los crímenes de Kronberg, que toma el nombre de su protagonista, el doctor Anton Kronberg.

El doctor Anton Kronberg es un joven eminente epidemiólogo formado en Alemania y actualmente ejerciendo en el Guy's Hospital de la capital británica.

Pero el doctor Kronberg esconde dos secretos: el primero el origen de una escalofriante y oculta cicatriz, el segundo es que el doctor es en realidad una doctora.

Anna Kronberg es el doctor Anton Kronberg; una luchadora incansable que no duda en disfrazarse de hombre, cuidando hasta el mínimo detalle, como lo demuestra su astucia en el mingitorio, para poder materializar su deseo que no es otro que el ejercicio de la medicina en una época en la que, como tantos otros temas, es terreno absolutamente vedado al género femenino.

Anna Kronberg adopta el nombre masculino de su padre, Anton, y consigue con su esfuerzo y tenacidad completar brillantemente unos estudios y, en el ejercicio de su profesión, un reconocimiento profesional inapelable y así es como se convierte siempre en la primera opción de consulta de Scotland Yard ante los casos sospechosos de infección o envenenamiento.

El inefable Sherlock Holmes
Es precisamente acudiendo a unos de esos requerimientos cuando además de con el cadáver se topa con un individuo cuya sola presencia inmediatamente le supone experimentar lo más parecido a una descarga eléctrica. Se trata de un detective asesor de la policía, peculiar y escrutador individuo, que responde al nombre de Sherlock Holmes.

La química entre ambos es instantánea y va a suponer desde ese mismo instante unos diálogos agudos y una efervescencia de sentimientos difícil de controlar. Y muy fascinantes de conocer. Una lucha de egos que tanto se repelen como se atraen con idéntica intensidad.

El cadáver, para cuyo análisis ha sido requerida, presenta síntomas de infección por cólera y lo primero es conocer al máximo el riesgo de propagación y asegurar el perímetro para evitar que la enfermedad se pueda expandir más allá de lo que ya viene siendo una de las causas más frecuentes de defunción de ese Londres de 1889.

Aunque pronto el cadáver va a representar solo una de las múltiples preocupaciones que van a sucederse a ritmo vertiginoso.

A partir de ese momento ambos, Kronberg y Holmes, se lanzan de cabeza al caso que los ha unido. Las decisiones se toman con rapidez, las consecuencias no tienen cabida en la reflexión previa; las acciones se ejecutan con inmediatez, las repercusiones son los daños colaterales propias de la reacción y sus riesgos son despreciados.

Práctica de la medicina en la época victoriana
De la mano de Anton Kronberg, hombre, entraremos en salas de hospital para conocer el precario estado de la sanidad pública y el abandono de pacientes y nos encerraremos en laboratorios para evolucionar vacunas contra los agentes bacteriológicos que están devastando la población.

De la mano de Anna Kronberg, mujer, andaremos por calles peligrosas siempre susceptibles de ser atacados, el género femenino resulta demasiado atractivo a ojos perversos, y conoceremos la desesperación de barrios hacinados de mendigos donde la supervivencia es la única ley.

Mujer victoriana
Y viviremos la dualidad que supone ser hombre de día y mujer de noche. Ser hombre entre colegas de oficio y ser hombre deseado por las enfermeras, y no poder ser mujer más que en la más estricta intimidad y solo a ratos y aún y así reprimiendo su verdadero yo.

Una dualidad esquizofrénica y enormemente rica en puntos de vista. Una dicotomía resuelta correctamente sin caer en banalidades, ni recursos fáciles y sin fatiga para el lector.

Sherlock Holmes no es el principal protagonista pero su implicación heroica y sin límites en el caso y sus habilidades y sus insuperables dotes para la observación y la extracción de deducciones conforman la parte detectivesca y policial de la novela en armonía con la parte de aventuras que protagoniza Anna Kronberg.

Esta interrelación del siempre cerrado universo holmesiano con el universo femenino que aporta la doctora Kronberg extrae de ambos lo mejor de si mismos. Anna Kronberg es, por su inteligencia, dotes de observación y sagacidad, el contrapunto femenino a Sherlock Holmes que sus aventuras necesitaban para mostrar otro cariz y para Anna sin la presencia del detective sus capacidades no hubieran lucido, y tal vez ni se hubieran manifestado, como lo han hecho.

El universo holmesiano se circunscribe a la figura del detective ya que aparte de unas breves apariciones de Watson, ni Mycroft ni la señora Hudson ni el inspector Lestrade juegan más que de oídas en esta partida.

Un Watson que en esta ocasión no ejerce de biógrafo, solo de amigo y doctor, ya que la narración nos llega escrita en primera persona por parte de Anna Kronberg.

Annelie Wendeberg
La lectura de la novela de Annelie Wendeberg transcurre en un suspiro y el suspense presenta el grado de dosificación preciso para no decaer ni un solo instante, como ya se intuye desde la ilustración elegida para la cubierta, a pesar de que la trama policial se nos descubre con bastante anticipación.

La sonrisa del diablo, el único título traducido de los tres publicados de la serie Los crímenes de Kronberg, ofrece una auto conclusión para este primer volumen que contenta pero cuya simpleza no está a la altura de los dos cerebros que la protagonizan, lo que nos hace suponer, y esperar, que en su continuidad va a encontrarse el verdadero meollo de la obscura trama que recién asoma.

Bien pensada, bien escrita, mejor ambientada. Un crimen no leerla.

La espera a las próximas entregas se va a hacer interminable.

Mientras tanto escuchen La tempesta di Mare, la pieza de Vivaldi que interpreta con su violín y elocuente fogosidad Sherlock Holmes y que le proporciona a la perspicaz Anna información de la vida interior del genial detective.

lunes, 9 de febrero de 2015

Los cuerpos extraños de Lorenzo Silva


En Los cuerpos extraños, Vila
y Chamorro se comen una paella
Es domingo, día de descanso dominical, día para honrar al señor en muchas de las religiones que confortan a sus fieles, día para compartir con la familia.

Día de celebración como lo está disfrutando Rubén Bevilacqua, el brigada de la Guardia Civil protagonista de, con esta, una serie de ya ocho novelas publicadas.

Rubén Bevilacqua, Vila para facilitar la mención de su italiano apellido, ve turbado el placer de la fiesta por la llamada de un superior con la denuncia de un asesinato. Se ve que no todo el mundo descansa en domingo.

Y rápidamente convoca a la sargento Virginia Chamorro y el guardia Arnau para desplazarse a la costa valenciana donde le esperan para traspasarle la responsabilidad de las investigaciones.

En esta ocasión Vila y su equipo van a enfrentarse a un caso de esos que sacuden cada día la conciencia ciudadana, encienden ira e impotencia y son fábrica involuntaria pero de incidencia directa de nuevos indignados.

Van a enfrentarse con el asesinato de una alcaldesa liberal, Karen Ortí Hansen, en el amplio significado del calificativo tal vez por sus genes europeos, y van a encontrarse con un ambiente enrarecido con distintas líneas de investigación, envidias, lujuria, arribismo, especulación y corrupción, todas factibles y todas sentadas a la mesa de juego donde las apuestas son altas y sólo se admiten jugadores por invitación.

Lorenzo Silva sigue poniendo en boca de sus mangas verdes ese lenguaje castrense en exceso trufado de ribetes castizos y rancias coletillas; y a buen seguro que las nuevas hornadas de números de este cuerpo ya las han trascendido y tal vez preferirían verlo renovado.

Y lo emplea para articular una novela negra, una de las más flojas de la serie, de denuncia social que bebe en exceso del momento actual, y que pierde por momentos su norte que ha de ser fabular dentro de la realidad, y que ofrece poco suspense policíaco al ser fácilmente detectado hacia donde apunta la culpabilidad al momento de haber oído a todos los protagonistas.

La fenomenología delictiva basada en la especulación, el favoritismo, la connivencia, el nepotismo, la corrupción y la prevaricación ha calado en la calle y en los hogares, alimentada desde los medios, ya sea tratándola en noticias, temas de debates y tertulias de televisión y de radio y artículos en los periódicos, y por tanto está tan imbuida en la cotidianeidad que ha conseguido casi desplazar los temas recurrentemente habituales en barras de bares, comidas de trabajo y alrededor de la mesa familiar.

 
Es por eso, por esa saturación, por esa proximidad, por esa recurrencia, por las que si la novela negra trata estos mismos temas del presente y el lector los lee en el mismo tiempo presente, el mismo tiempo en que se está divulgando por los medios: la realidad y la ficción tienden a confundirse.

Y eso aleja la intención inicial de tomarse la lectura de una novela como momento de evasión. Uno lee esta novela y ve un programa de televisión y ya no sabe cual protagonista es el de la novela y cual el de la realidad. Demasiado próximo el tema para tomar perspectiva. O al menos es lo que a mi me ha sucedido.

La novela adolece de mucho formalismo castrense, lo que le da veracidad a las situaciones y a los diálogos entre agentes pero le resta la frescura que sobresalía en las primeras novelas de la serie. Será que ésta, como los personajes, también envejece.

La BSO la pone Franco Battiato y su Se mai y si quieren poner en su móvil el tono que tiene Vila ya saben: Primer movimiento de la Quinta de Mahler.

Del mismo autor y aquí, reseña de La marca del meridiano