viernes, 8 de mayo de 2015

La ausencia del ogro de Dominique Sylvain

Maldad rima con humanidad
El Katrina, ese huracán que convirtió en azúcar los muros de contención de Nueva Orleans y que propició que la ciudad criolla se inundara y los muertos, heridos y damnificados sumaran miles, fue caldo de cultivo también para que los bajos instintos se desarrollaran y florecieran en toda su magnificente maldad.

A Ingrid Diesel, que pasó una parte de su vida en Nueva Orleans, el Katrina la pilló lejos de la ciudad y no sabe nada de su amigo Brad Arceneaux, un adulto de corazón generoso en cuerpo de gigante, a quien conoció cuando ella tenía quince años en esa ciudad acunada por el jazz, hasta que Sacha Duguin, comisario de la policía de París le vuelve a hablar de él.

¿Qué hace Brad en París?

Brad Arceneaux es sospechoso del asesinato de una joven perpetrado en uno de los parques de la capital en donde trabaja de jardinero.

Para Ingrid es una sorpresa que Brad esté en París y que no la haya contactado pero su fidelidad y su convencimiento en su inocencia es tan grande que no le cuesta convencer a su amiga Lola para entregarse a la búsqueda  del gigante y de la verdad que lo libere de la sospecha, a todas luces infundada según Ingrid y por tanto secundada por Lola aunque con alguna reticencia.

Y la investigación nos permite conocer mejor a Ingrid. Sus sentimientos y emociones como mujer y como amiga salen hacia fuera, haciendo que su vida de unos vuelcos que no sabe muy bien como encauzar.

Es como si un diminuto Katrina la sacudiese como si fuera un árbol delgado y espigado y hojas y frutos se desprendieran de su copa.

Dominique Sylvain
La jardinería y la botánica están muy presentes en toda la novela. Así como la vida y obra del imaginario Louis-Guillaume Giblet de Montfaury, cuyos descubrimientos científicos y cuyo jardín son parte esencial de la trama.

La ausencia del ogro es la cuarta entrega de esta serie de la novelista francesa Dominique Sylvain que entronca con las expectativas generadas en la primera y que ofrece una muestra de su virtuosismo a la hora de enlazar sub tramas.

La novela se enriquece con el protagonismo otorgado en esta ocasión a la joven americana. El poder de la renovación de la primavera ha llegado también a esta serie.

Como banda sonora no olviden Yellow Moon de los Neville Brothers del que les dejo el video. Es una de las piezas con las que Ingrid, como Gabriella Tiger, la ardiente, realiza uno de sus más sensuales striptease. Cierren los ojos, escuchen la música e imaginen. Para eso está la imaginación.

Para beber, en esta ocasión, champán.


Las reseñas de las otras novelas anteriores de esta serie:

viernes, 1 de mayo de 2015

La dona de gris de Anna Maria Villalonga

La dona de gris puede ser cualquiera
La dona de gris (La mujer de gris) es una de esas novelas de suspense psicológico que atenazan en su lectura; no en vano la autora nos convierte en pseudo protagonistas mediante una acertada combinación de opciones narrativas, primando la omnisciente y secundándola con la lectura del diario del protagonista para ofrecer, por unos momentos, una visión más intimista.

La trama se centra más en saber como actuará y como responderá el protagonista a los estímulos que activan su vida después de un letargo voluntario de reclusión, que a lo que sucede en si.

Y lo que sucede no es nada extraordinario. Es sumamente cotidiano y próximo. Es algo que pasa todos los días en todo el mundo, donde la gente toma café, va al trabajo, hace la compra; respira, vive y muere.

En realidad todo lo que acontece en la trama lo conocemos a partir de la decisión del protagonista de participar en un aparente juego inocente al que todos hemos jugado alguna vez: escuchar conversaciones ajenas e imaginar una trama a partir de ellas; seguir a alguien durante un trecho, ni que sea involuntariamente por llevar el mismo camino, y dibujar un escenario fruto de la observación de edificios y objetos; observar desde la cristalera de un bar a alguien que está esperando inquieto y urdir una historia con su ansiedad y su inquietud.

La empatía intelectual con el protagonista es casi inmediata. Todos soñamos en ser protagonistas de nuestra propia película. Con un guión mezcla de muchos otros, con guiños cinéfilos más que notorios, con la sombra de Hitchcock omnipresente y en el que la trama empieza tirando del hilo de un pañuelo de cuello de una mujer que viste de gris.

Una mujer de gris, anónima y mimetizada con el entorno otoñal, y no de rojo, que suscitaría fácil atención. Una mujer de gris para representar que cualquiera podía ser la elegida. Para explicar que detrás de cada persona, aunque no presente ningún distintivo resaltable, hay una historia. Una historia que puede ser contada.

Anna María Villalonga
Y Anna María Villalonga, la autora, la cuenta. De forma concisa, breve, con un estilo muy directo, descripciones las justas y ritmo que va cogiendo velocidad a medida que se acerca el final.

Todo lo que sucede, incluido el desenlace, más bien típico, no llega a sorprender porque tampoco lo pretende. Lo que si pretende y consigue, es revisitar la ciudad y sus viviendas y presentarnos a la gente que vive detrás de cada puerta, de cada mostrador de bar, de cibercafé o cortando el pelo desde detrás de una silla. Siempre detrás de. Como en el seguimiento a alguien o las persecuciones: siempre detrás de.

Y lo hace para que sepamos que cada nuevo personaje que presenta es, en potencia, candidato a contar su propia historia y ocupar una novela. Aunque en esta ocasión haya sido la mujer de gris la elegida.

Y pone simbólicas barreras, poniéndonos detrás de, para ofrecernos perspectiva. Para hacernos mirar con otros ojos y que nos demos cuenta que lo que vemos cada día puede ser el origen de una novela. Como hace el protagonista, que por momentos descubre que el mundo real solo se diferencia del mundo de los libros y de las películas por que puede participar en su devenir y el futuro aún no es conocido.

Es una novela negra que sorprende al ofrecer un enfoque psicológico alejado de los tópicos perfiles de asesinos y de sus víctimas ya que lo que hace es tratar la soledad desde distintos puntos de vista. Una ventana indiscreta a la intimidad de las personas.

A partir de ahora tomar un café en una barra de bar teniendo una mujer sola en el taburete de al lado ya no será lo mismo.

El mes de junio 2015 disponible también en castellano, traducida por la misma autora.

Visiten el blog 'A l'ombra del crim' desde donde hace años la autora lucha por conseguir reconocimiento por la novela negra y en particular la escrita en catalán. 

domingo, 26 de abril de 2015

¿Quién mató a la cantante de jazz? de Tatiana Goransky

Novela policíaca escrita con blue note
Al jazz no se le oye: se le escucha. A la novela ¿Quién mató a la cantante de jazz? no se la lee: se la escucha.

La novela es breve, una partitura apenas esbozada, apenas una descripción, de la que es fácil derivar estados de ánimo y actitudes. Armonías y melodías.

Es una novela de contenido polirítmico. Como lo es el jazz al que homenajea. La confianza en la sección rítmica permite a los instrumentos melódicos lanzarse a improvisar. Y cuando la voz de la Cantante de jazz vuelve a retomar el mando y todos se pliegan a arroparla en la melodía completa. Su voz. Vozz. Jazz.

Cada breve capítulo es un acorde para configurar la melodía; la alternancia entre voz omnisciente y primera persona de la Cantante de jazz, sugieren respectivamente  la música y la voz; y entre la omnisciencia y la primera persona de Martínez sugieren la voz y el solo. De trompeta.

La Cantante de jazz querida, amada, deseada, envidiada, como mujer y como artista, como instrumento y como sonido, ha sido asesinada. Y su madre suplica a Martínez que descubra la verdad. Martínez el ex trompetista de jazz reconvertido en detective policial por las circunstancias y a su pesar.

La Cantante de jazz que deja de ser cantante para ser solo mujer cuando se apagan los focos y se gira el botón del amplificador. Una mujer que también quiere, desea y ama. Aunque en sus relaciones parezca fría y distante para que su carrera no se hunda por vivir su vida. Pero que también necesita sexo.

Y lo disfruta con sus músicos. Distintos instrumentos para un mismo acorde.

¿Acaso no es música el sexo?

Es una novela para escucharla, decíamos. Y no solo por la música que salta de las páginas nada más girarlas, sino porque las voces de la Cantante y Martínez nos dicen mucho sobre la soledad que envuelve a los músicos cuando no hay música. Nos dicen mucho de su condición de seres humanos vulnerables.

No importa tanto saber quién mató a la Cantante de jazz, como saber que ahora está muerta. Constatar que aunque su voz siga sonando en mp3, y sus contorneos de cadera y sus brillos de melena estén siempre disponibles en youtube, hemos perdido sus directos.

Y en eso el jazz es como la vida: como el directo, nada.

Tatiana Goransky ha escrito una novela intensa y lo suficientemente breve como para leerla de un tirón: ¿verdad que no escucharían una pieza de jazz de cinco minutos en cinco días distintos a razón de un minuto por día?

Una novela que en su primera lectura sorprende y agrada y en segunda lectura enternece y seduce. Probaré con una tercera.

Es una novela policiaca escrita con notas blue.

Tatiana también ha puesto la voz. Literalmente. Con todos ustedes 'Loverman'


Firm fram sauce. Jam Policial


domingo, 19 de abril de 2015

Dead Body Road de Justin Jordan y Matteo ScaleraL

La venganza consiste en eliminar objetivos
Muerte Cuerpo Carretera. Un título premonitorio. El título lo dice todo. Tres palabras cada una encerrando un vasto mundo. Tres palabras de cuatro letras cada una. Sonoras, cortas y secas. Como disparos. Dead Body Road. Bang Bang Bang.

Un robo a un banco que sale mal. Más muertos de los que debiera y entre ellos uno de la banda de siete asaltantes y una policía: Anna.

Anna ha sido para su marido Orson Gage, la luz que ha evitado que cayera en el lado oscuro, el faro que ha guiado sus pasos, el puerto donde sentirse protegido y a gusto.

Por eso nada ni nadie puede llenar el vacío que ahora se abre ante él para devorarlo y si tiene que sufrir no quiere ni hacerlo solo ni en silencio. Antes se llevará por delante a esa tropa de malnacidos.
Las manchas de sangre están en todas
las viñetas (clic para ampliar)
Y se pone en marcha. Y empieza la venganza.

Nada nuevo bajo el sol en este argumento pero no se confundan aunque el tema sea recurrente nadie lo narra dos veces de la misma forma y por eso cada venganza es personal y especial.

La caza ha empezado y el cazador tiene claro que buscando la presa, él mismo se convierte en blanco, de ahí que no haya espacio para el perdón ni tan solo para la duda. Actuar sin conciencia y avanzar sin mirar atrás.

Justin Jordan ha escrito un guión que busca darle al consabido tema un toque que le distinga y para ello se ha apoyado en las negras novelas de Elmore Leonard y en el  hierático carácter de Parker, de Richard Stark aka Donald Westlake.

Los bocadillos de texto son polígonos
El dibujo de Matteo Scalera es todo movimiento, líneas rasgadas como afilados cuchillos que salpican de sangre cada una de las viñetas. Pequeñas gotas omnipresentes en cada una de ellas para recordar que esto no es una broma; que va en serio.

Incluso los globos de diálogo, los bocadillos, son distintos: ni redondos, ni ovalados ni rectangulares: son poliedros; más caras, más esquinas, más filos.

Y poco dibujante es capaz de dibujar una persecución en coche y hacer vibrar el cómic en las manos como si fuera el tablier del vehículo. Aunque pueda parecer simple, no se engañen, hay que tener un arte especial para lograrlo. Estamos dentro de un cómic, no lo olviden, no en una película donde el movimiento es real, pero parece que estemos dentro de un film. De acción. Un thriller sangriento y explosivo.

El color determina la ubicación y
el sentimiento
Moreno Dionisio le da color al cómic y no escatima en la paleta, aunque la tendencia a colores primarios, para acentuar los instintos ad hoc de los protagonistas, lo hace un álbum contundente.

El cómic es una miniserie de seis episodios que ocupa 152 páginas y cuyo argumento de planteamiento sencillo tiene un guión complejo que encajaría perfectamente en un film de alto voltaje y adrenalínico ritmo narrativo.

Un cómic surgido de la industria alternativa a las grandes factorías consagradas y que confirma lo que ya hace tiempo es sabido: que en Estados Unidos no todo son superhéroes con superpoderes.

Lectura indispensable. De verdad.

miércoles, 15 de abril de 2015

Malavita

 Malavita no será una gran película pero es una buena película. De apariencia simple pero de contenido contundente es un reconocido homenaje en clave de parodia al cine negro sobre la mafia, hecho con calidad desde la interpretación, el guión y la dirección que esconde una soterrada sátira que aporte su punto picante al conjunto y mejora el sabor y el aroma de la comida francesa al aderezarla con all'arrabbiata italiana.

Una revisión del cine negro, del clásico cine de todopoderosos gángsters, con un enfoque divertido al centrarse en mostrar su eslabón más débil: las relaciones con la comunidad.

Todo ser humano en sociedad, ya sea tendero, fontanero, ejecutivo o mafioso precisa de ser sociable alguna vez, aunque no le guste o le pese. Las necesidades de la vida diaria convidan a ello. Casi obligan, para ser sinceros.

Y en esas tenemos a una familia que proviene de Brooklin y después de pasar por diversos sitios llega a un chauvinista pueblo de Normandía, en Francia, para instalarse.

Son nómadas: no por vocación, no la tienen; ni por estar acogidos al programa de protección de testigos, que lo están; sino por qué sus impulsos atávicos en forma de chispas provocan incendios donde recalan y eso les obliga a cambiar de lugar de residencia más a menudo de lo que sería aconsejable.

El padre de la familia, un mafioso que vendió a sus colegas para salvar su pellejo y el de su familia, es Robert de Niro (ahora Fred Blake, antes Giovanni Manzoni) que con su interpretación de gangster salda catárticamente cuentas con los papeles que le hicieran famoso como cuando al impulsivo Al Capone de Los intocables había que cogerlo entre varios para que no se liara a puñetazos con Elliot Ness.

En esta ocasión, para regocijo del espectador, nadie detiene sus instintos primarios y ya sea de acto o de mente brinda unas secuencias inolvidables y muy gratificantes de incontinencia violenta para todos quienes aceptan la represión de los impulsos por que no hay otro remedio, pero que a veces desearían poder expandirlos.

Tal vez la más remarcable escena y que encarna ese ambiente paródico a la perfección es la que sucede en una sesión semanal del cine club local.

Michelle Pfeiffer (Maggie) es su esposa. Una dulce mujer de apariencia frágil pero con los impulsos de su marido aunque más contenida, aunque tampoco lo suficiente como para no dejar muestras de su fuerte carácter cada vez que tiene ocasión.

Y lo mismo pasa con sus hijos, Dianna Agron (Belle) y John D’Leo (Warren) que asumen con fría naturalidad su condición de expatriados y se entienden a las mil maravillas con sus nuevos compañeros de instituto aunque para ello deban aplicar ciertas medidas punitivas.


Todos personajes de comportamiento patibulario al que sin embargo salva aquello de que el mundo los hizo y los sigue haciendo tal como son. Simpáticos granujas.

Tommy Lee Jones (Robert Stansfield) es su supervisor, el encargado de su protección oficial, rememorando también sus papeles como agente especial del FBI, le da ese punto de seriedad a sus apariciones imprescindible para hacer reír. Como solo saben hacer los buenos humoristas.

Todos los actos de violencia cotidiana que se suceden sin descanso, todos los despropósitos que Luc Besson (director y guionista de la película) hace acontecer en ese bello entorno pueblerino de Normandía, chauvinista donde los haya, otra sátira más, no son sino unos aperitivos, un antipasti, una anticipación de un final glorioso que se supone y se espera con deleite y que consigue no decepcionar en absoluto.

Luc Besson saca petróleo de una historia sencilla que se crece con las interpretaciones (no en balde los actores/actrices son quienes son) y con sus habilidosas mise en scene que pasan de pensamientos a obras creando un clima de suspense cada vez que se suceden acontecimientos que mantienen en vilo la atención en su visionado.

Por la gloria, más pasada que actual, de sus actores y su título se podría pensar en un pastiche alimenticio. Y nada más lejos de la realidad.

Resulta una parodia cariñosa aunque aúne tópicos y precisamente es por el modo en que los presenta y en como se burla de ellos que resulta tan entrañable. Sin olvidar que todas sus escenas están repletas de un corrosivo humor negro y que resultan estar bien acompañadas por una sonora banda musical.