Cuando el guante blanco se tiñe de rojo |
Robert Kirkman, el
creador de la serie global, ha mantenido en esta nueva entrega al guionista del tomo 3,
Andy Diggle, para que revolucionara
la historia y cerrara al arco argumental iniciado (recuerden que una de las premisas de Robert Kirkman es ir relevando al guionista en función del tratamiento narrativo que pretende conseguir).
Y si bien Andy Diggle
cerró con maestría en la entrega 3 el guión que empezaran James
Asmus y Nick Spencer en el
tomo 2, no ha salido tan bien parado al cerrar el suyo.
Sin obligación de
corresponsabilidad con planteamientos ajenos, solo con ser fiel a si mismo y a su propio guión, Diggle se ha dejado llevar y le ha
salido el tomo más violento y salvaje de la serie. Lo cual no es malo en sí
pero si lo es el caer en lo fácil y en lo previsible. Algo de lo que esta serie
huía como de la peste y lo estaba consiguiendo.
Y también le ha salido el
tomo más peliculero y esta subordinación al género grande confiere al cómic el
papel de instrumento y no el de un fin en si mismo.
Quienes intuían que esta
serie de cómics podía no ser más que un story board encubierto (su
estructura de capítulos por arco argumental sería el equivalente a los
episodios por temporada), que sirviera de presentación para ser serie de
televisión deben estar diciendo aquello de” malo está que diga que ya lo dije, pero que conste que os lo advertí”
porque parece que la AMC ya está trabajando en el piloto y esto pinta que pronto
tendrá más tele adictos que comic adictos.
Claro que todos sabíamos la
vinculación de Robert Kirkman con este
mundo, por lo que no es raro que se de ese paso, más bien era el siguiente paso
lógico.
Color de Adriano Lucas |
Volviendo al cómic, en Ladrón de ladrones 4, lamentamos que la
historia desarrollada en este tomo nada, o muy poco, de lo que sucede consiga
sorprender y mucho menos despistar. La serie ha entrado en el trillado camino
de supeditar el argumento a los efectos especiales y no al revés por lo que
ofrece un cómic emocionante y trepidante de absorbente lectura pero poco
estimulante por su previsibilidad.
Shawn
Martinbrough repite al lápiz (el único que está
desde el inicio) y aún manteniendo su estilo sobrio en cuanto a expresiones
logra sacarle a Redmond su yo más agresivo y tenso necesario para la ocasión.
La salida de
Félix Serrano como colorista substituido por Adriano Lucas ofrece a la serie tonos más oscuros contrastados y una
amplia gama de rojos para realzar mejor la rabia, sangre y violencia que desbordan
estas nuevas páginas.
A ambos, dibujante y
colorista, Shawn y Adriano, hay que felicitarlos por las máscaras de los
sicarios de Lola que representan perfectamente ese terror que se encuentra en
lo cotidiano. Como los payasos de Stephen King. Son soberbias y fáciles compañeras
inspiradoras de pesadillas de terror nocturno.
Venganza y traición son
los ejes vertebradores de este tomo de ahí que la violencia sea indispensable.
Nadie entendería que no fuera así.
Pero la violencia se ha
apropiado de la serie y su empleo para resolverlo todo, en lugar de hacerlo con
planes elaboradísimos, ha simplificado el argumento que es ahora más lineal que
nunca y avanza a velocidad de torpedo.
Como payasos de Stephen King |
Este cuarto tomo enlaza
directamente con el final del tercero y manteniendo el tronco le corta las
diferentes ramas que como frentes abiertos movían las subtramas existentes y deja
la sorpresa de no saber hacia donde irá ahora. Tanto la trama como los
personajes.
Estos han de recuperar su
lugar predominante que en este tomo se han visto superados por las
circunstancias y casi reducidos a ser meros desencadenantes de situaciones sin
que lleguemos a conocer cuales son sus verdaderas emociones al respecto.
Se ha desaprovechado a Celia
con una aparición tan determinante como decidida como fugaz; a Lola, con un
potencial psicológico más que evidente y del que se explica su origen y sus
intenciones de forma tan apresurada, como para cumplir un puro trámite, e
incluso se ha marginado al hijo de Redmon al que no se le permite exorcizar su
conflicto interior.
Ladrón de ladrones es una
de las series de la década. Un cómic de lectura absorbente y hay que seguir
confiando en Kirkman para que insufle nuevos aires que le permitan mantenerse
por encima de la media.
Lean las reseñas de cada
uno de los tomos anteriores publicadas en este mismo blog y no se pierdan una de las mejores series del mundo del guante blanco aunque a veces se manche de rojo: