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En una Inglaterra recelosa ante la presencia extranjera,
un prestigioso detective belga resulta cuestionado. |
El misterio de la guía de ferrocarriles, The ABC murders título original, es
una novela de Agatha Christie. Publicada en 1936 cuenta con el
aval unánime de la crítica que la considera una de las mejores tramas
policíacas de las desarrolladas por su autora por su habilidad en el juego del
despiste y por su inclusión de la figura del asesino en serie.
La adaptación de la obra a mini serie de televisión, tres episodios, ha sido
a cargo de Sara Phelps (la tercera que hace en poco tiempo de novelas de Agatha
Christie), las tres, cuidadas, producciones de la BBC y dirigida por Alex
Gabassi (El Hipnotizador, The Frankestein
Chronicles).
Si no se ha leído la novela, la serie, todo y que podría
dar más de si, resulta convincente, misteriosa e interesante. John Malkovich
borda el papel de un detective anciano y cansado que lleva
cierto tiempo alejado de su oficio y que arrastra un ominoso pasado que de vez
en cuando le asalta y le tortura.
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Un asesino que firma A.B.C. y que elige sus víctimas
con un peculiar método. |
El detective, Hércules Poirot, recibe un anónimo advirtiéndole de un próximo
asesinato que efectivamente tiene lugar: una especie de juego mortal a partir
de la utilización del alfabeto de una forma muy meticulosa. El detective debe
entender el modo de pensar del asesino a fin de anticiparse a sus actos y
evitar más muertes.
Se inicia un macabro juego entre un asesino en serie despiadado y el
detective en el que el primero tiene ventaja y no la desaprovecha. Una
investigación que requiere de minuciosidad en los detalles tiene enfrente una actuación
policial que adolece de indolencia y desprecio por todo aquello y aquel que no
sea del cuerpo, aun a riesgo de que la soberbia les desvíe del camino correcto.
Pero cuando se tiene en cuenta que se está ante una
adaptación de una muy buena novela policiaca es inevitable la comparación con el original y por supuesto es
inevitable sorprenderse ante los cambios, innecesarios e improductivos, aunque
puedan ser curiosos incluso interesantes, que no justifican ese revisionismo.
Dos de ellos son sumamente notorios: el primero se refiere
a James Japp, el inspector de Scotland Yard que compartiera casos con Poirot y
el otro se refiere al pasado del propio Poirot, tienen la virtud de provocar
perplejidad y vergüenza ajena por la irrespetuosidad sobre la obra de Agatha
Christie. El primero por interrumpir la secuencia temporal y el segundo por
querer profundizar con total invención en algo que no lo requeriría. Y no se puede entrar en detalles para no caer en spoiler.
¿Y Hastings? Vale que Hastings suele aportar poco en las
investigaciones pero su condición terrenal es imprescindible como contrapunto a
las veleidades de Poirot y su presencia, bien instrumentalizada, aporta notas
de humor ingenuo que conviene intercalar para conseguir, precisamente, realzar los momentos de
tensión.
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Una de las primeras traducciones de la obra |
Claro está que en el giro argumental que se le ha dado a la
novela original no tenía cabida su presencia, habida cuenta que siempre va
asociada a una narración en primera persona que en este caso no se deseaba para
poder aportar ese punto de vista distante y retrospectivo.
El preciosismo de los planos destaca la estética del
conjunto pero satura los sentidos como un perfume excesivo y mal equilibrado.
Si hay quien se satisface escuchándose a sí mismo cuando habla, también debe
haber quien lo consigue recreándose visionando largamente la imagen que ha concebido.
Más que un homenaje o un reconocimiento a una de las
mejores novelas de la Gran Dama del Crimen parece un ajuste cuentas, ¿era
necesario incidir tanto en los aspectos más sórdidos de la pensión?, ¿recurrir
a esa xenofobia primaria e ignorante? ¿era necesario humillar a Poirot no una
sino varias veces, no solo por su oficio sino también por su origen? ¿era
necesario inventarse un pasado ominoso? Si su creadora lo hubiera querido así
lo hubiera plasmado así. Y no lo hizo.
Mal asunto cuando quien adapta pretende saber más que quien
escribió el original y recrea unos hechos que suscitan no solo incredulidad
sino rechazo frontal para quienes conocen y valoran en su justa medida la obra de la autora.
Así se pierde por ejemplo el personalísimo tratamiento que
le da Agatha Christie a la figura del asesino en serie. Con el que le da un
giro al estereotipo y como busca con ello, y lo consigue, sorprender al lector.
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Un Poirot distinto en lo físico y en comportamiento. |
John Malkovich, brillante, pero tan alejado del Poirot original
que no lo es. ¿Dónde está su negro cabello y su tinte capilar? ¿Dónde su
preciado bigote? ¿Dónde su ironía? ¿Dónde su cinismo? ¿Dónde su brillo en la
mirada, relamiéndose como un gato satisfecho, ante un indicio? ¿Por qué se le destaca
un comportamiento emocional cuando siempre ha sido cerebral?
La adaptación sostiene la línea argumental original pero la
trata de forma apática, no hay ni pizca de tensión, ni tan solo los asesinatos
permiten asombrarse o escandalizarse. No hay urgencia, y el tema la merece y la
necesita: ¡se están cometiendo asesinatos!
Y la realización, tan relamida y pagada de sí misma, tan
lenta y tan poco explícita dificulta la comprensión del argumento, incluso para
quienes hayan leído la novela. Una vez más una adaptación con ínfulas de
creación. Una vez más se desperdicia una obra pulida y
ajustada para que encajara a la perfección. Una pena.
Si no la conocen tienen dos opciones: o leer la novela o ver la serie. Pero no las mezclen.