Cuervos blancos palomas negras es un thriller que no deja ver por donde irá. |
Cuervos blancos palomas negras existen pero no son tan comunes como
sus congéneres de colores opuestos; suponer que el intercambio de adjetivo
sería lo correcto evidencia el riesgo de tomar decisiones con interpretaciones
apriorísticas, algo que una vez leída la novela queda confirmado.
Si donde hay
luz también hay sombra, Sevilla, a que le sobra luz, acoge también la fatalidad. Esa supuesta señora
vestida de negro y trágica trayectoria que se cruza sin darte tiempo a frenar y
en un instante unas vidas han dado un vuelco y cuando el mal está hecho se
desvanece como si nunca hubiese aparecido. Pero lo hecho ahí queda y es
irreversible y tiene consecuencias.
Y todo por levantarse de la cama y haber puesto los pies en el suelo una mañana, en principio, como cualquier otra. Por levantarse, salir y por dejar
que Ockham y su afilada navaja decida por uno, que siempre es más fácil dejar
que decidan otros y tener a quien echar la culpa. Y es irreversible y tiene consecuencias.
Una noche de
fiesta, ya saben: cena, copas, risas, tentaciones, diversión por todo lo alto y
liberación de instintos incluida, no debería terminarse nunca ya que la
realidad es incompatible con lo soñado y ojo con hacerlo pedazos ya que es
fácil cortarse con ellos. y es irreversible y tiene consecuencias.
No, lo bueno
no debería terminar porqué si hay luz también hay oscuridad, y si hay bueno
también habrá malo y si no escuchen o mejor lean lo que les tiene que contar
Emilio, el protagonista junto a sus amigos y amigas, que ya les presentará, de
esa noche, de esa fiesta y de esta historia.
Emilio, Emi,
narrador en primera persona, tiene su punto, a veces, demasiadas, excesivo, y
mezcla divagaciones con el relato de los hechos, intercala chascarrillos, guasas,
ironías y apuntes culturales y poco le importa romper el ritmo de la narración.
Antonio Guisado |
Antonio Guisado deja que Emi dirija el cotarro y tal
vez debería haberlo controlado un poco, ya saben Emi, córtate un poco y agilizar así el relato pero también está
claro que si vas a conducir un Ferrari no puedes ir a 40 por hora. Aquí el
problema no está en la velocidad sino en la elección del coche.
La novela es
de suspense e intriga nivel alto; aunque tarde un poco en arrancar: no la dejen
si el motor hace gré-gré en lugar de run-run, cuando empiece a correr ya ni se
acordarán de lo que costó ponerlo en marcha.
Cuervos blancos palomas negras es un thriller
que no deja presumir por donde tirará el relato, algo a lo que la verborrea
disgregante de Emilio contribuye, pero prima el interés por saber cómo va a
continuar todo, puesto que el qué, el quién, el cómo, el cuándo, el dónde y el
por qué quedan claramente establecidos. Y falta también lo más importante y es
conocer el final.