No creo que presentar a Arantza Portabales como la nueva dama del crimen, frase manida donde las haya, le haya hecho ningún favor. Más bien lo contrario. Sé de gente que solo por ese reclamo se apartan y rechazan.
Y es una lástima ya que si bien la novela tiene algún
engaño, innecesario, y alguna distracción, como la vida personal de quien
investiga, acaba siendo una interesante novela policiaca, que no negra.
Xiana, quince años, esa edad en la que todo se magnifica y
a la que a todo se aspira, es encontrada asesinada en su habitación. Un cuerpo
envuelto en blanco camisón en medio de un lago de roja sangre, en la purificadora
noche de San Juan.
La habitación, diecinueve metros cuadrados de suelo anegado
de sangre, está en el piso de arriba de la casa de sus padres que están cenando
en el jardín junto a su tía, gemela de su madre, y una pareja de amigos. Cinco
personas en la mesa más una tía de las gemelas, casi invalida, que excusada de
la cena duerme en una habitación cercana.
6 personas en la casa y un cadáver. Seis sospechosos de un
asesinato absurdo, por la juventud de la víctima ¿qué motivo puede haber?,
inexplicable por la dificultad de ejecución pero despiadado y magníficamente
escenificado. Tanto que la escena del crimen es lo más parecido a una obra de
arte. Plásticamente de una belleza impactante capaz de generar una amplia gama
de sensaciones y despertar entusiasmo si se consiguiera erradicar el horror.
Belleza Roja es una novela policiaca en toda regla. Una más que adopta el
estilo de la Golden Age británica, que tan bien ilustró Agatha Christie, y al
crimen en habitación cerrada le da un plus de complicación al bañarla en sangre
por lo que resulta prácticamente imposible que no haya pisadas.
El comisario Santi Abad y la joven policía Ana Barroso se
enredarán en una investigación en la que no faltan secretos ancestrales; no en
vano se trata de una de las familias más poderosas de Santiago de Compostela y
Galicia por extensión.
A la dificultad en la ejecución y puesta en escena, sin
contaminarse de manchas, se añade la de que las ausencias durante la cena no
dan tiempo para el crimen ni la performance. Y es imposible una presencia desde
el exterior.
Arantza Portabales demuestra talento y conocimiento del género. A los tics de novela policiaca como son número pequeño de sospechosos con coartadas interjustificadas y crimen en habitación cerrada, le añade noir psicológico manifiesto en sentimientos de culpa y dolor por la pérdida y suspicacias y sospechas ante la innegable evidencia: una de las 6 personas es el asesino y necesitan la exculpación para aliviar la carga emocional que conlleva el no saber y el dudar de todo y todos.
Por último la salpimienta con intriga girando cuando nadie se lo espera, subiendo la tensión y desvelando aspectos, sentimientos, miedos, deseos, de cada cual que tanto los señala como los exculpa.
Y lo hace escribiendo en capítulos cortos, a dos voces,
básicamente en tercera persona y menos en primera, la de Lía, la tía de la
víctima que ira desgranando un pasado familiar que explica el cómo de la
situación familiar actual, consiguiendo que la trama fluya, gracias a una prosa
pulcramente microscópica hasta la resolución del caso al más puro estilo Poirot.