domingo, 7 de noviembre de 2021

Misterio para tres detectives de Leo Bruce

En la narrativa policiaca abundan pastiches y parodias. Esta novela es un claro ejemplo y no sin cierto recato, ya que es poco el parecido con la presente, me permito recordar una de las primeras reseñas de este blog ya que es inevitable su evocación al leerla.

Se trata de la película paródica Un cadáver a los postres, a la que se debe regresar una y otra vez.

En Misterio para tres detectives, como toda buena parodia que se precie, se dan todas las circunstancias tópicas, buscadas ex profeso, para el desarrollo de una novela genuinamente enigma: chantajes, extorsiones, pasiones carnales y pasiones religiosas, dinero, herencia, testamento, mayordomo, chofer, cocinera, criada, chimeneas encendidas y todo encerrado entre muros.

Los Thurston, un matrimonio bien avenido, disfrutan teniendo invitados en su mansión georgiana en un maravilloso rincón de la campiña inglesa. En la velada del fin de semana, a la que hace referencia esta novela, se debate sobre las diferencias entre crímenes literarios y reales, lo que parece ser una premonición ya que esa noche se comete un horrible asesinato que tiene como víctima a uno de los asistentes.

Un aparentemente irresoluble asesinato en habitación cerrada. El máximo placer para ejercitar la mente de un detective y, como no, del lector.

Una magnífica ocasión para que tres mentes brillantes en investigaciones criminales se den cita y procedan a desplegar toda su capacidad analítica, sus métodos deductivos y su privilegiado ingenio para resolver el intrincado caso que tiene a los habitantes, habituales y circunstanciales, de la casa, en un alto grado de ansiedad.

Así el prolífico escritor inglés Leo Bruce (1903-1979) inicia la parodia, ciertamente gruesa y escasamente bien afinada, que ridiculiza más que retrata los caracteres y los métodos de tres grandes de la literatura universal de novelas enigma pertenecientes a la edad de oro británica del género.

Por un lado tenemos a Simon Plimsoll, que emula a Peter Wimsey el diletante investigador creado por Dorothy Sayers. Está también Amer Picon, alter ego del inefable Hércules Poirot de la simpar Agatha Christie y por último monseñor Smith, que evoca al bonachón padre Brown creado por Gilbert Keith Chesterton.

Cada uno a su modo y manera darán con la solución del caso dejando boquiabiertos a los asistentes, en especial al sargento Beef, un hombre pragmático y con poco interés por la imaginación, principal protagonista de una serie de novelas policiacas de Leo Bruce.

Para el sentido común del sargento Beef es el conocimiento de las gentes del lugar lo que debería ser determinante para amarrar la fantasía al suelo e impedir que echando a volar deje un culpable en libertad.

La intención de la novela es interesante y su planteamiento logra satisfacer las expectativas. Está claro que va dirigida a un público sobradamente conocedor de los tres investigadores elegidos, por su personalidad y sus métodos de trabajo, y por ello, el autor no se entretiene en presentarlos adecuadamente y se nota tanto en lo que se escribe y en lo que se debería haber escrito.

Quienes conozcan las hazañas de Wimsey, Poirot y Brown gozarán al verlos inundados en su propia salsa de vanidades y ridiculeces y como su fatuidad se volatiliza en un abrir y cerrar de ojos. Quienes no los conozcan tiene ahora un buen motivo para acercarse a los originales.

lunes, 1 de noviembre de 2021

El método Catalanotti de Andrea Camilleri

En algún momento la vida puede sorprender ofreciendo oportunidades cuando ya no se esperan. Y esos trenes hay que cogerlos sí o sí; aun sin saber cuánto durará el viaje ni cuál es el destino. Solo una cosa se sabe a ciencia cierta y es que coger ese tren es lo que más se desea en este mundo y si no que le pregunten a Salvo Montalbano inmerso en un caso decisivo para su carrera y su vida.

Hay casos de asesinato que se visten de tragedia y otros de comicidad. Así sucede que una aventura amorosa clandestina pueda acabar con el descubrimiento de un cadáver. Un cadáver móvil para más inri.

Salvo Montalbano se enfrenta al teatro de la vida y de la muerte, en un caso que tiene mucho de representación de farándula.

Carmelo Catalanotti, un exigente director de teatro aficionado y atípico guionista con un particular método, su método, El método Catalanotti, para seleccionar y estimular actrices, ha sido encontrado muerto en su cama, por su asistenta. El cuerpo está completamente vestido, con un abrecartas clavado en el pecho y una actitud no solo beatifica sino de plena satisfacción en el rostro.

Rápidamente la comisaría de Vigàta, con sus, sobradamente conocidos, efectivos, protagonistas habituales en la serie de novelas de Andrea Camilleri con Montalbano a la cabeza, empieza las pesquisas para esclarecer lo que más parece una puesta en escena teatral que la escena de un crimen.

Y va a haber sorpresas. Y no solo en el caso, que, bueno, en realidad son tres los casos a investigar, sino también en el equipo por la temporal colaboración de Antonia Nicoletti, jefa de la científica, que sin querer queriendo, va a tener un papel trascendental.

Por lo demás estamos ante una nueva novela con la impronta característica que Andrea Camilleri ha insuflado en Salvo Montalbano. Una forma de escribir que narra obviando descripciones y que, despreciando circunloquios, busca la línea recta por aquello que es el camino más corto entre dos puntos. Siendo el primero el cadáver, la línea, la investigación, y el segundo punto la identificación del culpable.

En medio: los enredos lingüísticos de Catarella, la eficacia de Fazio, los aportes desconcertantes de Mimì, la ironía del dottor Pasquano y la peculiar relación amorosa con Livia, todo acompañado de café, mucho café, apetitosos platos de comida, interesantes vinos y el color y olor del mar.

Entrega número 31 y antepenúltima de esta serie que por su evolución y su final dejan entrever que Camilleri tenía muy claro hacia dónde dirigirla y como cerrarla.

Una lectura que resulta tan agradecida por saber cómo evolucionarán los protagonistas como por su contenido, aunque este, como carta de restaurante habitual, ofrece pocas sorpresas a nivel policial y sigue gustando por el reencuentro con los sabores y olores de los guisos de Adelina y de la trattoria de Enzo.

Llevamos tanto tiempo al lado de Salvo que no hay que dejarle solo, ahora que se enfrenta a sus sentimientos. Acompáñenlo en esta lectura. Van a disfrutarla. Seguro.

 

lunes, 25 de octubre de 2021

Assassinat a l’Orient Expréss

Asesinato en el Orient Exprés es una novela de Agatha Christie, una más en la que la autora inglesa, la Gran Dama del Crimen, rompía esquemas y generaba adeptos a la vez que recibía escarnio por parte de colegas.

Publicada en 1934, partía de dos premisas reales, una un secuestro similar y otra una detención forzosa del tren Orient Exprés por razones climatológicas. El resto pura ficción.

Pero esta reseña no va de la novela, cuyo argumento, probablemente, es de sobras conocido y si no, no será este blog quien lo destripe. Antes al contrario, sugeriré encarecidamente que sea leída detenidamente.

Ni tampoco va de ninguna de las adaptaciones a pantalla que ha vivido. Que, exceptuando la pertinente interpretada por David Suchet, cuenta con tres: la primera dirigida por Sidney Lumet en 1974, con Albert Finney como Poirot y un elenco de celebridades, con gran respeto por el argumento original. La segunda realizada para televisión por Carl Schenkel y con Alfred Molina de Poirot, perfectamente olvidable. Y la tercera de Kenneth Branagh, que además interpreta a Poirot y que por aquello de evitar comparaciones acaba siendo un producto más cercano a un thriller rico en efectos especiales y acción, lo que lo aleja tanto, innecesariamente, del original, que nada aporta a los ojos de los fieles seguidores del detective belga que podrán distraerse pero no verse recompensados.

Esta reseña no va de todo lo anterior porque va de la versión teatral que actualmente se puede ver, y disfrutar, en el teatro Condal de Barcelona.

Una versión muy contenida y que por ello exige a los actores mayor expresividad de rostros y modulaciones de voz, lo que consiguen plenamente y todo el elenco en su totalidad aunque haya papeles más agradecidos que otros.

Una obra coral donde todos tienen sus minutos de gloria, con interpretaciones muy sólidas y en la que destaca, no podía ser de otro modo, Hércules Poirot interpretado por un Eduard Farelo muy convincente en su papel para el que se ayuda de precisos ademanes, un posado reposado y un ajustado acento.

La puesta en escena es, en apariencia, escasa de medios. Pero se revela muy inteligente, tremendamente efectiva y de gran complejidad técnica cuyos desplazamientos por el escenario, realizados por los mismos actores, se integran en la trama con una sutil coreografía que aporta y no distrae. Ya que no se puede evitar que se vea, se soluciona integrándolo.

El vestuario, los peinados y los objetos responden a la precisa ambientación de la época; los sonidos, la música y un hábil juego de luces consigue crear la atmosfera adecuada a cada escena, que en todo momento consigue que creamos que vamos en un tren en marcha.

El resultado es una vibrante y emotiva adaptación, trabajada desde los sentimientos y las concepciones de ética y moral, realizada por Iván Morales, en primicia europea. Con un gran respeto por el original (aunque reduzca el número de protagonistas de 12 a 8 por razones entendibles) mantiene el interés durante toda la obra, aunque quien la vea ya conozca su trama. Son dos horas de entretenimiento que se pasan en un suspiro y se agradece que no haya entreacto.

Hay que agradecerle también que nos dé una pista sobre la soltería de Poirot.

Estará en cartel, salvo prorroga, que se la merecería, hasta el 9 de enero de 2022 por lo que no hay excusa para perdérsela.


martes, 19 de octubre de 2021

Morir en noviembre de Guillermo Galván

Nunca es buen momento para morir, pero tal vez noviembre, por aquello que empieza con la celebración del día de difuntos sea el mes más adecuado.

Carlos Lombardi de la agencia de investigación Hermes, recibe, en noviembre de 1942, a una mujer que busca a un amigo desaparecido. Algo nada extraño en este país y esa época. Pero sí que resulta sorprendente por el hecho de que sea un ciudadano alemán.

Y aún más, y peligroso, supone el que haya más gente interesada en él y que sea precisamente una unidad del ejército, lo que añade más interrogantes si cabe y muchas más dificultades en la investigación.

Y a todo eso, el constante amenazador peligro que supone vivir de prestado bajo una dictadura revanchista a la que hay que caerle en gracia pero nunca ser gracioso.

Tercera entrega, larga, protagonizada por Carlos Lombardi, la primera Tiempo de Siega y la segunda La Virgen de los Huesos, en una trama más compleja que las anteriores, con mayor denuncia si cabe sobre las fortunas surgidas del golpe de estado y su relevancia en las decisiones estratégicas del país.

Morir en noviembre supera, si eso es posible, las dos anteriores entregas con su análisis crítico sobre la posición geopolítica de España en un momento en que el panorama internacional libra pequeñas pero decisivas batallas en el norte de África con una clara ventaja aliada sobre las fuerzas del eje en su intento por desbancar a Hitler.

Con Morir en noviembre Guillermo Galván evoluciona el personaje de Carlos Lombardi en su aspecto personal, al enfrentarlo con su pasado, con sus sentimientos como hombre necesitado de afecto y con la necesidad de decidir su futuro; y también en su aspecto profesional, al plantearle un caso que va más allá de la resolución de un crimen y que tiene que ver con material confidencial de trascendencia supranacional.

Después de este caso Carlos ya no va a ser el mismo, no puede serlo. Siente que ahora su vida le pertenece y que aún no sabe qué hacer con ella. Necesita aclararse deprisa y saber que quiere ser de mayor y cuanto de necesario puede ser exteriorizar sus sentimientos hacia las personas cercanas.

Enriquecedora novela negra por su aporte histórico del momento, su crítica del régimen a quien desenmascara sin retranca, emotiva por su acercamiento a la intimidad del protagonista y tremendamente interesante en su aspecto policiaco que la convierte, junto con sus predecesoras, en indispensable lectura.

domingo, 17 de octubre de 2021

¡García! de Santiago García y Luís Bustos

¡García! es un cómic de política ficción, que parodia una historieta clásica de la época franquista, como fue Roberto Alcázar y Pedrín, y que homenajea el proceso de criogenización vivido por el Capitán América.

En tiempo actual y en un laberinto de salas, pasadizos y escondites, oculto bajo El Valle de los Caídos, se libera a García de un periodo de hibernación de cerca de cincuenta años. García es una especie de superhéroe instruido para defender una sola causa.

Era la España de Franco y él un agente secreto del régimen faccioso cuando desapareció para reaparecer en una sociedad democrática mediatizada por las redes sociales.

Su integración supone todo un reto, máxime cuando su lenguaje arcaico desafina actualmente y su conocimiento de los cambios históricos es nulo. Y aunque acepta la nueva realidad y no cuestiona su sentido no por ello deja de sorprenderse especialmente cuando se reencuentra con personas coetáneas que si han envejecido a la par que evolucionaba su entorno.

¡Garcia! Es una curiosidad en el mundo de la historieta española que se mantiene perfectamente vigente por aquello que el dictador dejo todo atado y bien atado y gracias a que la ultraderecha ha avanzado por la derecha bajo piel de cordero.

Políticos secuestrados, corrupción por todos lados, espías a dos bandas. Una representación satírica de una triste realidad plausible y posible que evidencia como el antiguo régimen no solo sigue teniendo presencia sino poder.

Una joven periodista, hija de quien parece ser no es lo que siempre ha aparentado ser, y García avanzan juntos pero no revueltos en una historia donde las cloacas del poder parecen tener todos los triunfos.

¡García! Consta de tres álbumes. Los dos primeros, ¡García! 1 y ¡García! 2 de 2015 y 2016 respectivamente, completan un arco argumental que bien podría haber puesto fin al personaje por lo bien como cierran la historia. El tercero, ¡García! en Catalunya, muy posterior, editado en 2020, podría obviarse por ser un añadido que suena a oportunismo maniqueo en relación con el proceso independentista catalán.

Santiago García es el guionista y cuenta con larga trayectoria como bien denota su elaborado argumento y Luis Bustos es un dibujante que se desenvuelve bien en distintos ámbitos desde el más caricaturesco al realista.

Ambos consiguen una obra representativa de un underground contemporáneo que se ríe de sí misma para no llorar. Y es que la realidad cuando se ve con otros ojos se ve mejor, lo que equivale a verla peor.