Una familia de buena posición
económica y social se acerca a un centro comercial el viernes por la tarde para
comprar ropa para asistir a una comunión. Mientras el marido espera, cargado de
bolsas, sentado en un banco, su mujer y su hijo entran a una tienda, poco antes
de la hora del cierre, para desaparecer a continuación.
Ni rastro. Siendo hija de
quién es se debería contemplar la posibilidad de secuestro para atacar a su
padre, aunque tampoco se debería descartar un abandono voluntario, aspectos que la policía duda en contemplar.
Con este punto de partida el
autor pretende sumergirnos en un torbellino de emociones y angustia que no
logra por distintas razones.
Al narrador omnisciente hay
que reprocharle que el uso del recurso Cliffhanger
al final de capítulo se convierta en abuso y por tanto no solo pierda su
intención sino que aburra. Y al autor que abra subtramas para explicar los
conflictos emocionales de sus personajes y ni los cierre y, en algunos casos,
ni tan solo aporten nada a la trama principal, lo que supone sortear piedras en
el camino de la lectura, frenar el ritmo y ralentizar la tensión.
Aparte que recurre a un recurso (desvelarlo sería spoilear en demasía) que no solo resulta censurable, desde los tiempos del Detection Club, sino que además deja en evidencia la poca rigurosidad policial, que en todo momento parece moverse por impulsos y no por procedimiento.
Y es que la investigación brilla
por su ausencia en una trama que solo coge carrerilla en el último tercio de la
novela, y eso que cuenta con una especialista venida exprofeso, y que evidencia
la incapacidad policial para resolver un caso que va abriéndose por sí solo
y que soluciona quien menos se esperaría que lo hiciera.
Un thriller sembrado de
recursos manidos y personajes cliché: unas elecciones a la vista, un político
corrupto con un asesor turbio, una periodista salida de la nada con recursos
ilimitados, un narco gallego bondadoso, un sicario ruso apodado el checheno muy
malo, unas policías que arrastran problemas emocionales y que no dudan en
fundirse en abrazos entre mares de lágrimas (algo que tal vez si fueran personajes
masculinos no se daría) a la mínima ocasión…
Una lectura que hará las delicias de las personas lectoras de prêt-à-porter.
PD: a lo de “señora no, señorita” solo faltaría añadirle será porqué usted quiere...