En la cabeza de Sherlock Holmes es el nombre genérico de lo que, ojalá, sea una larga serie de álbumes. Este primero lleva por título El Caso de la Entrada Misteriosa, un misterio tan victoriano como oriental, tan londinense como chino.
Un misterio tan digno de
Sherlock Holmes que sorprende que no lo hubiera escrito Arthur Conan Doyle,
aunque por suerte Cyril Lieron haya estado ahí para emularlo.
Y que bien que lo ha hecho escribiendo
este guion, un pastiche digno de admiración. Hay suspense desde la cubierta,
ese troquel premonitorio, y las guardas. Hay suficiente misterio criminal como
para convertirlo en un caso pasto de deducciones y seguimiento de pistas
tangibles; hay recorridos urbanos con gran puesta en escena de localizaciones
diversas y hay exotismo en el modus operandi de quien se persigue. Hay
intereses diplomáticos y siempre que eso sucede está Mycroft Holmes presente.
En la madrugada del 7 de
noviembre de 1890, fría, húmeda y brumosa, el doctor Herbert Fowler es asistido
por la policía en plena calle. Está aturdido, no sabe porque está ahí ni porque
su decoro en el vestir es impropio.
Watson lo ampara por ser conocido y Holmes ve en su extraño comportamiento un hilo del que tirar y tal vez conseguir un caso que le ocupe y le distraiga lo suficiente de su adicción, a la que recurre siempre que se aburre.
Holmes da rápida respuesta a
ese extraño comportamiento del doctor Fowler, pero lejos de despejar el
misterio, la solución comporta más preguntas y el misterio se hace mayor.
Lo que sigue a continuación
son 100 páginas de una aventura intrigante, llena de peligros y emociones. Un
gran espectáculo de magia capaz de dejar con la boca abierta desde el principio
hasta el final.
En la cabeza de Sherlock
Holmes es una magnífica obra de una gran complejidad no solo narrativa sino
gráfica. El álbum sorprende por su original conceptualización en diseño y
contenido. Su atrevimiento, en la desafiante composición de las páginas y en la
estructura de las viñetas, es el mismo que dedica a la secuencia de lectura.
Benoit Dahan es un equilibrista que hace malabares con una mano mientras que con la otra alterna dibujo y coloreado. Consiguiendo un efecto sorprendente y fabuloso.
La diferencia más notable
sobre el canon es que esta obra nos ofrece, gracias a sus específicos dibujos y
esquemas, la posibilidad en primicia de seguir la historia desde fuera, o sea a
partir del relato de Watson nunca escrito, por lo que las páginas carecen de
cartelas; y desde dentro, accediendo a la mente del genial investigador y contemplando
sus procesos cognitivos, su hilo, literalmente, de razonamiento y sus sinapsis
neuronales.
Cómprenlo antes de que se
agote y no se reimprima o se arrepentirán. No me quedan más elogios.