La perfección es subjetiva y
por tanto no existe, ni quienes ejercen de policías la ostentan, por eso no hay
que sobrevalorar esa condición y si, en cambio, meritar quienes sin aspirar a
ella, incluso rechazándola, se comprometen con su responsabilidad hasta el
final. Como si, sin saberlo, la persiguieran.
Iván de Pablos, inspector de
policía, es un vivo ejemplo de esa dicotomía: es lo más alejado a lo que se
podría entender académicamente como perfecto, lo más politicamente incorrecto, y sin embargo es un perfeccionista
en su trabajo.
Adicto a diversas substancias
legales e ilegales, y al sexo satisfactorio y compensatorio alejado de
compromisos, debe resolver un caso que le toca de cerca ya que la víctima es un
joven con cuyo marido, Iván había mantenido una relación sentimental que solo
necesita una ligera chispa para prender de nuevo.
El cadáver se ha encontrado en
un reservado de una sauna muy frecuentada, incluso por el mismo Iván, con la
puerta cerrada por dentro. El asunto se presenta confuso y turbio y aún va a ir
a más.
Pero para nada estamos ante
una novela policiaca del género enigma con habitación cerrada. Las agujas de la noche es una novela
negra atrevida, descarada y, si me permiten, muy necesaria en el
panorama editorial actual, al que parece costarle salir de su zona de confort y
apostar por iniciativas, como ésta, más arriesgadas y transgresoras.
Y es que el inspector Iván de
Pablos, por si fuera poco su estilo de vida exageradamente desordenado y cortoplacista, es
homosexual. Y el coctel resultante dibujan una personalidad que no acaba de ser
bien vista entre sus compañeros, que si bastante hay con aceptar mujeres en el cuerpo solo faltan ahora los maricas.
La trama se desenvuelve a
ratos más acelerada y otros más contemplativa, normal siendo quien la conduce
alguien que tan pronto está bajo los efectos de una substancia espitosa como de
otra relajante. Y eso acentúa su interés ya que así se concibe mejor como de
estresada funciona la mente del inspector por si no tuviera bastante presión en
el cuerpo, el suyo y el de policía, y con su círculo de amistades, su hijo adolescente,
su exmujer y el marido de ésta que por más inri es el forense.
Julia, una inspectora catalana
que ha recalado en Sevilla, es su compañera en este caso, y es de desear que en
muchos otros, y aporta un contrapunto de frescura que equilibra el nivel de
paranoia casi autodestructiva al que se podría llegar siguiendo a Iván a ciegas.
Una crítica a la homofobia,
una sátira a la condescendencia con la que los políticos pretenden la foto y el
voto, y una exposición al gran público de una realidad que para muchos aún
resulta ofensiva e insultante pero que ahí está.
Fernando Repiso
presenta una obra que, en una sociedad evolucionada, no debería escandalizar a nadie pero sobre la que mucha
gente tendrá sus reservas: déjense de mojigatadas porqué si no la leen se van
a perder una intensa novela negra.
“Nadie es perfecto”, le dice Osgood
Fielding III a Jerry con lo que se cierra una gran comedia del cine como es Con
faldas y a lo loco (Some Like it Hot), con un mensaje de lo más inclusivo y aprovecho
para compartirlo y para cerrar también está reseña.