Una mosca, ese díptero odiado por muchos y venerado por algunas culturas remotas, aparte de poder volar tiene la ventaja de poder ver a cámara lenta lo que en realidad transcurre en un, tal vez, nanosegundo.
Inés envidia esa capacidad. Poder ver, foto a foto, todo el
alcance, la importancia y la trascendencia de un gesto. Tal vez por eso, porque
nunca la tuvo ni tendrá, le gustaría tenerla.
De haberla tenido tal vez no hubiera disparado y ni Charo
hubiera muerto ni ella hubiera lanzado su vida por la borda. Asociar la cárcel
con el mar solo es bueno si puedes mantenerte a flote durante el tiempo que
allí estés.
Hay que aprender a socializar y a empatizar, algo que para
Inés resulta tan abstracto como interpretar un Pollock cabeza para abajo.
Inés ya está en la calle, lo que se puede entender como
estar en libertad si no fuera porque las cadenas que la atan no son físicas.
Ha abierto un negocio de fumigación amable y comparte oficina
con la Manca que va de detective privado básicamente investigando a quien pone
cuernos. Ambas eliminan bichos.
En una de sus visitas desparasitadoras, Inés recibe una
propuesta, no exenta de un buen pago, en dólares, que tiene su riesgo. O sale
rica o sale presa. Le dicen que ella, que ha matado, está capacitada para
entender que la venganza es el mejor remedio para curar la vergüenza.
Y entre las dudas y las decisiones y las consecuencias va
transcurriendo la novela para encarar un final que Thelma y Louise contemplan
desde primera fila comiendo palomitas.
El Tiempo de las Moscas es una
novela negra que refleja un estado social donde la contradicción humana es la
base de las acciones. Es una novela que no pretende dar respuestas ni
soluciones, si acaso generar interrogantes que tienen a la mujer en el ojo del
huracán, ¿quién decide cual es el comportamiento correcto? ¿es madre quien pare
o quien quiere? ¿por qué la igualdad y los derechos han de ir de la mano del
feminismo y no pueden generarse por el solo hecho de ser persona? ¿por qué los
oficios discriminan por sexo o por género y no por aptitud?
Claudia Piñeiro, hace que El Tiempo de las Moscas la protagonicen mujeres. Todas, a su manera, supervivientes. Es una novela femenina por su condición, feminista por su intención y humanista por vocación.
Cada uno de nuestros actos es consecuencia de pensamientos que no son
lineales. Los neurotransmisores tienen voz propia, cada cual la suya, distinta,
y en esos nanosegundos que se tarda en decidir un gesto, ha habido decenas,
cientos, miles de conversaciones cruzadas de partidarios y detractores,
¡votemos! Se oye de vez en cuando para aplacar la discusión y para elegir una
acción.
No es una novela fácil pero una vez establecida la sinapsis
ya no hay vuelta atrás. Hasta el final. No, dejémosla. Tal vez unas páginas
más. Hay que leerla toda sin dudar. ¿Tú crees? ¡Votemos!