Anthony Horowitz es el
autor de esta entramada y entretenida novela en la que todo tiene su razón, su
motivo y su utilidad en algún momento. Es una obra de artesano hecha a medida;
nada de producto industrializado y seriado.
El Crimen de la Habitación 12
plantea un misterio a modo de los publicados en la Edad de Oro de la novela
policiaca, no estamos pues ante una novela negra. Vaya esto por delante. Lo que
el autor ofrece es una inteligente revisitación a los clásicos británicos.
Y lo hace con un libro que despliega el misterio de una
desaparición y, con su personal estilo, muestra el avance de una investigación
que va mostrando los hilos con los que se va tejiendo la resolución.
Hilos que se muestran en el libro y, además, en su
interior, y por tener relación con dicho caso los que contiene una novela
completa que se incluye con su crimen, su policía y su detective, y que a su
vez contiene un relato corto completo.
Pero no estamos ante la técnica narrativa de las muñecas
rusas o las cajas chinas, sino con piezas relevantes, directamente relacionadas
y claves para la resolución del caso actual y principal: la desaparición de
Cecily.
Al parecer Cecily habría podido descubrir, leyendo la novela Atticus Pünd acepta el caso, un error policial acaecido 8 años atrás y estaría dispuesta a destaparlo.
Como fuera que el escritor de esa novela, Alan Conway,
falleció, los padres de Cecily acuden a quien fuera su editora, hoy viviendo en
Creta retirada del negocio de los libros, como mejor conocedora de la obra para
que participe en la investigación y descubra que pudo leer Cecily para
acreditar su teoría y saber su paradero.
La capacidad de Horowitz para crear los personajes del libro y la novela que guardan similitud, pero no evidencia; para adaptar la escritura y la narrativa al tiempo presente y pasado del libro y de la novela según suceden los acontecimientos; para dar constantemente pistas, presentes, pero no evidentes; y para resolver el caso con tres niveles de profundidad, es sorprendente y demuestra un gran ingenio y un gran conocimiento de técnicas narrativas.
Algo que suele darse cada vez menos y que hace que
encontrar una obra así sea un lujo para quienes amen la literatura
policiaca-detectivesca y un placer para quienes gusten de una buena lectura en
general.