Cadáveres, Bodies, Cuerpos, en el original, es un comic que probablemente no habríamos conocido si Netflix no lo hubiera convertido en serie televisiva, y esto, lamentablemente, debería funcionar como aviso a navegantes avezados.
Aunque lo primero que hay
que aclarar es que los parecidos entre la serie i el comic se reducen al título
y a la premisa inicial del argumento. Por tanto se puede leer el comic y ver la
serie ya que presentan desarrollos y desenlaces distintos.
Hablando del cómic, en él se desarrollan alternativamente cuatro historias ambientadas en Londres y en épocas distintas: 1890, 1940, 2014 y 2050; pero simultaneas en un supuesto marco temporal permeable.
En cada una de ellas
alguien debe llevar a cabo una investigación de asesinato de un cuerpo sin
identificación. El mismo cuerpo cada vez, épocas distintas: periodo victoriano,
el blitz, actualidad y futuro distópico, e investigaciones distintas: llevadas
en paralelo por un efecto espacio tiempo de simultaneidad en apariencia
imposible.
Los cuatro marcos
temporales permiten al guionista exponer la situación social en cada Londres
para acabar contando la misma historia: la mentalidad intransigente de una
sociedad, materializada en comportamientos derivados del inconsciente grupal
evidenciados por su decadencia moral.
El cómic parte de una interesante, atractiva, original y arriesgada premisa que va perdiendo fuerza a medida que se va desarrollando la historia. El guionista, Si Spencer, parece haberse metido en un traje dos tallas más grande y acaba perdiéndose en su propio laberinto.
La ambiciosa obra no
consigue cuajar: tramas poco delineadas permiten que el foco de atención se
diluya y diálogos insuficientemente revisados no consiguen el estímulo
necesario para trascender más allá de lo superfluo.
Además, la elección de 4 dibujantes
distintos, uno para cada historia, para dotar de carácter propio cada una, a
priori acertada decisión, se ve disminuido por la baja calidad de los dibujos,
por la desgana en los detalles y por una aplicación del color, que, aunque
emplee diferentes paletas, es absolutamente inapropiada y en lugar de destacar
aspectos los aplana hasta el aburrimiento.
El resultado, más un
experimento sobre el que continuar investigando que una obra acabada, es
confuso y a la lectura se muestra poco nítido en su intención a pesar de dedicarle toda la atención, incluso varias relecturas.
Supone un comportamiento autocomplaciente del guionista que no ofrece respuestas, sino que plantea preguntas y reflexiones y aleja cualquier intento lúdico si se busca una lectura entretenida.
Lo mejor la cubierta, que funciona como telaraña para incautos pues es perfecta para generar expectativas y luego resulta que no tiene nada que ver con el contenido.