miércoles, 15 de abril de 2015

Malavita

 Malavita no será una gran película pero es una buena película. De apariencia simple pero de contenido contundente es un reconocido homenaje en clave de parodia al cine negro sobre la mafia, hecho con calidad desde la interpretación, el guión y la dirección que esconde una soterrada sátira que aporte su punto picante al conjunto y mejora el sabor y el aroma de la comida francesa al aderezarla con all'arrabbiata italiana.

Una revisión del cine negro, del clásico cine de todopoderosos gángsters, con un enfoque divertido al centrarse en mostrar su eslabón más débil: las relaciones con la comunidad.

Todo ser humano en sociedad, ya sea tendero, fontanero, ejecutivo o mafioso precisa de ser sociable alguna vez, aunque no le guste o le pese. Las necesidades de la vida diaria convidan a ello. Casi obligan, para ser sinceros.

Y en esas tenemos a una familia que proviene de Brooklin y después de pasar por diversos sitios llega a un chauvinista pueblo de Normandía, en Francia, para instalarse.

Son nómadas: no por vocación, no la tienen; ni por estar acogidos al programa de protección de testigos, que lo están; sino por qué sus impulsos atávicos en forma de chispas provocan incendios donde recalan y eso les obliga a cambiar de lugar de residencia más a menudo de lo que sería aconsejable.

El padre de la familia, un mafioso que vendió a sus colegas para salvar su pellejo y el de su familia, es Robert de Niro (ahora Fred Blake, antes Giovanni Manzoni) que con su interpretación de gangster salda catárticamente cuentas con los papeles que le hicieran famoso como cuando al impulsivo Al Capone de Los intocables había que cogerlo entre varios para que no se liara a puñetazos con Elliot Ness.

En esta ocasión, para regocijo del espectador, nadie detiene sus instintos primarios y ya sea de acto o de mente brinda unas secuencias inolvidables y muy gratificantes de incontinencia violenta para todos quienes aceptan la represión de los impulsos por que no hay otro remedio, pero que a veces desearían poder expandirlos.

Tal vez la más remarcable escena y que encarna ese ambiente paródico a la perfección es la que sucede en una sesión semanal del cine club local.

Michelle Pfeiffer (Maggie) es su esposa. Una dulce mujer de apariencia frágil pero con los impulsos de su marido aunque más contenida, aunque tampoco lo suficiente como para no dejar muestras de su fuerte carácter cada vez que tiene ocasión.

Y lo mismo pasa con sus hijos, Dianna Agron (Belle) y John D’Leo (Warren) que asumen con fría naturalidad su condición de expatriados y se entienden a las mil maravillas con sus nuevos compañeros de instituto aunque para ello deban aplicar ciertas medidas punitivas.


Todos personajes de comportamiento patibulario al que sin embargo salva aquello de que el mundo los hizo y los sigue haciendo tal como son. Simpáticos granujas.

Tommy Lee Jones (Robert Stansfield) es su supervisor, el encargado de su protección oficial, rememorando también sus papeles como agente especial del FBI, le da ese punto de seriedad a sus apariciones imprescindible para hacer reír. Como solo saben hacer los buenos humoristas.

Todos los actos de violencia cotidiana que se suceden sin descanso, todos los despropósitos que Luc Besson (director y guionista de la película) hace acontecer en ese bello entorno pueblerino de Normandía, chauvinista donde los haya, otra sátira más, no son sino unos aperitivos, un antipasti, una anticipación de un final glorioso que se supone y se espera con deleite y que consigue no decepcionar en absoluto.

Luc Besson saca petróleo de una historia sencilla que se crece con las interpretaciones (no en balde los actores/actrices son quienes son) y con sus habilidosas mise en scene que pasan de pensamientos a obras creando un clima de suspense cada vez que se suceden acontecimientos que mantienen en vilo la atención en su visionado.

Por la gloria, más pasada que actual, de sus actores y su título se podría pensar en un pastiche alimenticio. Y nada más lejos de la realidad.

Resulta una parodia cariñosa aunque aúne tópicos y precisamente es por el modo en que los presenta y en como se burla de ellos que resulta tan entrañable. Sin olvidar que todas sus escenas están repletas de un corrosivo humor negro y que resultan estar bien acompañadas por una sonora banda musical.

viernes, 10 de abril de 2015

Programa 33 Salón del Comic Barcelona 2015 y Spirit de Will Eisner

33ª edición del Saló Internacional del Còmic de Barcelona del 16 al 19 de abril. Un año más sin faltar a su cita. Un año más generando ilusión y expectativas a públicos de todas las edades, condición y sexo. Haciendo historia.

Por la temática de Blog Interrobang, este año destaca enormemente la exposición dedicada a uno de los personajes más relevantes del cómic policial, nada más y nada menos que The Spirit del mágico creador de historietas Will Eisner (1917-2005).

The Spirit cumple 75 años en el papel (nacía en las páginas cartoon de prensa el 2 de junio de 1940) y aprovechando la efemérides, este merecido homenaje.

Para hablar de la trascendencia en el mundo del cómic de The Spirit y de Will Eisner más que un post haría falta un libro. Y haberlos haylos. Como el sensacional ‘eSPIRITu de los cómics’ del gran referente en el estudio de este arte como es Javier Coma, prologado por el propio Will Eisner en 1981.

The Spirit es al cómic policial como Sherlock Holmes o Poirot lo son a la novela policíaca y Sam Spade o Philip Marlowe lo son a la novela negra.

Palabras mayores.

The Spirit es el nombre que toma Danny Colt después de resucitar de una aparente muerte provocada por el Dr. Cobra, su primer enemigo.


Estar muerto le permite vivir anonimamente y por tanto actuar contra los delincuentes con una libertad, por encima de mandamientos judiciales, como no tendría de otro modo. De ahí que con un sombrero y un antifaz se mueva por doquier sin miedo a ser reconocido.

Pasa a vivir en el cementerio de Central City con la aquiescencia silenciosa del Jefe de Policía local Dolan, padre de su amada Ellen, y vive de las recompensas que cobra por detener malhechores. Es el héroe enmascarado que ayuda a las fuerzas de la ley. Es socarrón, divertido y sumamente eficaz en la lucha contra el crimen.

Las páginas de The Spirit son un derroche de creatividad
literaria: género policial tratado con humor y grandes, enormes, dosis de humanidad; y de creatividad gráfica: novedosos y desafiadores encuadres, elásticos movimientos, perspectivas forzadas más allá de lo que parece posible y juegos de luces y sombras simplemente perfectos por su eficacia estética y su capacidad comunicacional.

Sin olvidar la forma de presentar los créditos en la cubierta o primera página de las historietas, todo un alarde de ingenio y originalidad.

Y por descontado, y merecidísimo capítulo aparte, sus femme fatale. Un jardín repleto de bellas, seductoras, sexis y hermosas aventureras.

De nombres tan sugerentes como Silk Satin, P`Gell, Sand Saref, Powder, Autumn Mews, MonicaVeto, Plaster of Paris, Flaxen Weaver, Nylon Rose, Silken Floss o Darling O'Shea. Y de óvalos faciales, ojazos, pestañas, labios carnosos y curvas y volúmenes que recuerdan a Marlene Dietrich, Joan Crawford, Lauren Bacall, Rita Hayworth, Veronika Lake o Gene Tierney.


Buf!

La presencia de este justiciero se sucede desde 1940 hasta 1952 (Will Eisner dejaría guiones y dibujos en manos de su equipo del 42 al 45 ya que su incorporación a filas durante la II Guerra Mundial le cambió el pincel por un fusil) y después de algún intento de reanimación es en 1998 cuando, comandados por el propio Eisner , un elenco de los mejores dibujantes y guionistas del momento (destacando Alan Moore, Dave Gibbons, Moebius, Daniel Torres, Neil Gaiman…)
propiciaron la aparición de nuevas historietas.

De hecho, una sucesión de cariñosos homenajes y curiosos crossovers, como el de Spirit con Batman, que en España editó Norma ocupando cinco mini albums titulados ‘The Spirit las nuevas aventuras’.

Lo que les decía al principio: hablar de The Spirit requiere horas por delante, que no falte bebida y una amplia mesa donde desplegar todos los cómics y comentar desde pequeños detalles de una viñeta hasta arcos argumentales enteros.

The Spirit es el cómic policial que todos los amantes del género tienen como cómic de cabecera. O deberían tener.



Si van al Saló del Còmic de Barcelona no se pierdan su exposición ’The Spirit: 75 años en Central City’.

Y vayan o no vayan al Salón del Cómic aprovechen el envite y no dejen de leer a The Spirit: sus neuronas se lo agradecerán y entenderán un poco mejor porqué no deben dejar de leer cómics.


Aquí el dossier de prensa en castellano del 33 Salón del Cómic
Aquí el programa diario de actividades del 33 Salón del Cómic

sábado, 4 de abril de 2015

Ladrón de guante blanco 6 temporada y última

Neal Cafrey
La serie de tv americana Ladrón de guante blanco (White collar) ha dicho adiós después de 6 temporadas de una sucesión de altibajos. Altibajos en la interpretación, en la calidad de los guiones y en su búsqueda de una identidad que la diferenciara del mainstrem de la oferta de series de corte policial.

Si en la primera temporada prometía emoción, astucia, trampas elegantes, glamour, sonrisas, y más o menos lo conseguía, con el tiempo ha ido perdiendo sus virtudes por el camino para acabar en una temporada, esta sexta, corta, solo de seis episodios, dedicada a una sola  trama lineal cuya finalidad era la de cerrar la serie recuperando sus orígenes al perpetrar unos robos con el cada vez más difícil todavía, entretejida de emotivas despedidas y empalagosos excesos melodramáticos, por demás poco convincentes.

Llevar al personaje de Neal Cafrey (interpretado por Matt Bomer) a una situación extrema donde solo un superdotado ingenio puede salir bien parado es el argumento lineal de esta temporada de despedida.

Como un mago que ya no se contenta con sacar conejos de la chistera y opta por sacar una arca de Noé entera.

¿Imposible? O tal vez no.

El balance global de la serie da para un visionado sin pretensiones, si bien parece haberse desaprovechado gran parte de su potencial. No solo en su línea argumental sino también en el aspecto psicológico de los personajes cada vez más planos y previsibles y que solo resulta interesante en el de los malos, tanto hombres como, y sobretodo, mujeres, donde se disfruta de un amplio abanico de capacidades que sobrepasan las expectativas, como suele ser habitual.

El rostro aniñado de Neal Cafrey, disimulado a lo largo de algunas temporadas con una incipiente barba, lo convierte en un niño rebelde al que cuesta tomarse en serio sus acciones que se presentan más como travesuras que como los brillantes actos delictivos que son (en la vida real postuló para el papel protagonista de 50 sombras de Grey)

Peter Burke
La perenne sonrisa en el rostro de Peter Burke (interpretado por Tim DeKay) aún en momentos difíciles cuando no debería, le resta credibilidad a las situaciones serias; su exceso de celo profesional y su eterna desconfianza con quien le ha salvado la vida y la de su esposa, terminan aburriendo.

Solo Mozzie, el gran Mozzie (interpretado por Willie Garson), mantiene el tipo a lo largo de todos los capítulos. Sin él Neal no hubiera sido lo que es. Es el Sam de Frodo. El gran fallo es ir de entendido en vinos y siempre sujetar la copa de vino por el cáliz, algo que habría que haber corregido pero que es inherente a las series americanas.


Rebecca Lowe
¿Y algo para recordar? Por supuesto: a Rebecca Lowe o casi mejor a Rachel Turner como la conoceremos después (interpretada por Bridget Regan). Una mala que merecería ser buena. Una fría asesina calculadora humana. Una interpretación convincente, digna y atractiva llena de matices sentimentales y con cambios físicos muy conseguidos que sin duda han sido de lo mejor de Ladrón de guante blanco. Se come a Neal Caffrey y eso que solo aparece en nueve episodios.


Pocos van a llorar por la desaparición de la serie y toca seguir a otra. A serie muerta serie puesta.

Aquí la reseña de las primeras temporadas 

miércoles, 1 de abril de 2015

El rompecabezas del cabo Holmes de Carlos Laredo

Un rompecabezas de fácil montaje
Con el encuentro del cadáver de una hermosa joven flotando en el agua en la gallega Costa da Morte da inicio una novela negra que atesora engaños, falsedades, patrañas y mentiras.

El cabo de la Guardia Civil José Souto, conocido como Holmes por sus compañeros por su minuciosa forma de investigar, es quien se hace cargo del caso: hay que dilucidar si estamos ante un accidente o hay algo más.

Una sección de fibra del casco de la embarcación donde viajaba la chica y un salvavidas hallados en una playa cercana a la escollera donde apareció el cadáver, parecen confirmar la teoría del naufragio pero que no aparezca el cuerpo del propietario del yate, el magnate empresarial Julio De Val, impide cerrar el caso hasta haber transcurrido algunos días.

Se va configurando El rompecabezas del cabo Holmes.

Metículoso, tenaz, paciente y añadiría escéptico ante las evidencias, el cabo Souto, tiene sus sospechas e inicia una investigación que avanza con el encuentro en Galicia de Julieta, la hija del desaparecido, y Lina, su directora financiera, a quienes consigue contagiar su desconfianza hasta el punto que a su regreso a Madrid contratan a Julio César Santos, un detective, para que les ayude a aclarar algunos de los planteamientos que el cabo les ha inculcado.

Santos es lo opuesto a Souto, trabaja casi por placer ya que no le falta el dinero como lo demuestran sus gustos en comida, bebida, vestimenta y en su Porsche. Aparte de ser alto, apuesto y guapo. Aquí el autor tira de tópicos sin reparar en gastos.

A la pareja Souto y Santos les corresponde ir recogiendo todos los hilos, que al final resulta que no son tantos, para deshacer una madeja que se acaba enredando sin necesidad.

El planteamiento inicial de la novela El rompecabezas del cabo Holmes no se ve para nada correspondido con su desarrollo. Todas las páginas, que son muchas, demasiadas, para resolver lo que se muestra al inicio denotan que algo no se ha hecho bien.

El autor, Carlos Laredo
En la redacción de la novela está la explicación: le falta legibilidad. El autor Carlos Laredo pormenoriza en explicaciones con detalles absolutamente superfluos con los que llena páginas y más páginas sin aportar valor o información a la trama y con su digresión consigue fatigar el interés por la lectura.

En el papel protagonista Santos se come literalmente al cabo Souto (cuyo apodo de Holmes queda totalmente en entredicho) cuando debería ser al revés, y eso también confunde según el reclamo inicial de la novela.

Y esa bicefalia en la investigación es la causante de que todo descubrimiento sea comunicado entre ellos y compartido con Julieta De Val, Lina y  otros colaboradores por lo que acabamos leyendo generalmente por triplicado o más cada acontecimiento.

De ahí el excesivo número de páginas, de ahí el lento avance de la novela, de ahí el dar vueltas en una investigación poco sustanciosa y de ahí unos diálogos para nada convincentes y que como remate tiende a resolverse como melodrama en lugar de como novela negra.

Esperemos que en su segunda novela, tanto el autor como, sobre todo, la editorial hayan revisado correctivamente, y el aporte de un nuevo carisma detectivesco a la novela policial actual sea un hecho.

martes, 24 de marzo de 2015

Sidra sangrienta de Peter Lovesey

¿A que sabe la sidra sangrienta?
Sidra sangrienta. Sangrienta como el color de algunas de las manzanas que se emplean para hacerla. Sin sangre su color es amarillo pajizo. Su sabor, ácido sin llegar a amargo. ¿A que sabe la sangre? ¿A que sabe la sidra sangrienta?

En 1964 el profesor, de la Universidad de Reading,Theo Sinclair recibe la visita de Alice Ashenfelter. Y su vida da un vuelco espectacular.

Theo Sinclair, un medievalista con todos los tics que se le supondrían a alguien tan interesado por la antigüedad que se diría que vive en ella, no sabe cómo reaccionar ante la modernidad y el desparpajo de Alice y opta por dejarse llevar a pesar de su reticencia inicial.

Su memoria debe retrotraerse a 1945, cuando teniendo 11 años testimonió en un juicio por el asesinato Donovan. Por un asesinato al que la prensa dio en llamar el Caso de El Cráneo del Barril de Sidra acaecido cuando él solo tenía 9 años. Una edad en la que sacar conclusiones no es fácil y cualquier visión impactante puede tener efectos inesperados en la capacidad de razonar.

Fue en Somerset. Donde vivía temporalmente acogido en casa de los Lockwood como refugiado mientras duraban los bombardeos alemanes en Londres.

Sidrería
Duke y Harry dos soldados americanos confinados en esa remota zona a la espera de desembarcar en Europa y librar las batallas necesarias para liberar al continente confraternizan con los Lockwood y colaboran en la recogida de manzanas y en la elaboración de sidra.

Poco se imagina nadie que está a punto de suceder una tragedia.

Una tragedia hoy ya olvidada, con el paso de los veintiún años transcurridos. Menos para Alice quien retoma el hilo de la historia y elabora una teoría alternativa a la oficial y cuya constatación no está exenta de peligros.

Esta novela policial discurre por los caminos de la memoria y pone en cuestión cuánto hay de verdad en lo que recordamos y cuanto de añadido. Cuanto de vivido y cuanto de imaginado.

La novela le sirve también a su autor Peter Lovesey para dar muestras de su sutil humor británico al enfrentar a un profesor británico de vida convencional con una joven guapa y atractiva americana del estado de Connecticut.

La novela, en su cariz policiaco, juega al despiste, necesario e imprescindible, pero sin engañar al lector, resultando un digno trabajo detectivesco.

Pueden completar la lectura con el filme 'Que noche la de aquel día' protagonizada por Los Beatles y estrenada ese mismo año 1964, que aunque de nula incidencia en la novela y el caso policial tratado y de poca trascendencia cinematográfica cuenta con la música, la ropa y el comportamiento de ese 1964. Y además acaba de cumplir 50 años.

Otras novelas de Peter Lovesey reseñadas en este blog: