jueves, 25 de febrero de 2016

New York Blues de Carlos Trillo, Guillermo Saccomano y Horacio Altuna

En nuestro andar diario por las calles nos cruzamos con gente, algunos con caras risueñas y otros con caras largas, que van pensando en sus cosas. Tan ensimismados que sus rostros revelan sus pensamientos como si los vocearan.

Los guionistas y dibujante de este cómic han escuchado esos pensamientos y han seleccionado algunas de esas personas para contarnos sus historias. Historias en las que alguien siempre pierde, historias tristes; historias de blues.

New York Blues son relatos de novela negra en viñetas, cómic de género negro, para contar historias de personas que piensan, que sueñan, que hacen planes, que aman, que andan y respiran y a las que se les arrebata la vida por hacer lo que no tocaba o por no hacerlo o hacerlo a destiempo.

Seis historias cortas llenas de micro situaciones que abocan hacia esa moraleja final de que en lo cotidiano está lo extraordinario. Sólo hay que saber encontrarlo entre el despliegue de drama, comedia y erotismo que tan bien capturan de una realidad oculta tanto los guionistas como el dibujante.

  1. El hilo
En un hilo la parte más prescindible es la del extremo por lo que conviene formar parte del ovillo.

  1. El niño
Una decisión infantil puede tener consecuencias tan devastadoras como una bomba atómica.

  1. Un profesional
La profesionalidad se demuestra cumpliendo la palabra dada, no en vano está en juego la propia reputación.

  1. Peggy
Hay ambientes en los que se es libre de tomar la decisión de entrar pero no se decide libremente cuando salir.

  1. Menphis ‘33
Los deseos pueden llegar a cumplirse aunque no sea exactamente igual a como se habían imaginado.

  1. Honey
El amor más allá de la traición y el engaño; más allá incluso de morir por amor.


Carlos Trillo, quien firma las cuatro primeras historias, demuestra que se maneja bien en esa distancia corta. Sintetiza a la perfección el mensaje para darle al dibujo mayor expansión y economiza los diálogos para decir lo justo y preciso y busca el giro irónico a la situación.

De Guillermo Saccomano son los guiones de las dos últimas historias, más literarios y trágicos dándoles a los perdedores su momento de gloria, aunque sea el último que les depare la vida.

Horacio Altuna, al dibujo, plantea para los dinámicos relatos de Carlos Trillo, composiciones de página que cambian de perspectiva a cada momento para cubrir todos los ángulos de visión asegurando un ritmo de transición alto y propiciar la sensación de que el lector está dentro.

Para los relatos de Guillermo Saccomano, donde hay que ir más pausado para ir masticando lentamente el trágico final que se ve venir, Horacio Altuna alarga el trazo para darle más sinuosidad, para enlentecer el paso del tiempo y permitir que las descripciones y los diálogos, más reflexivos, calen antes de seguir avanzando.

Vean en las dos imágenes de la izquierda como el dibujante se adapta claramente al guionista.

El resultado es un cómic entretenido que sabe a poco; la brevedad de las historias tiene la culpa.

domingo, 21 de febrero de 2016

Sylvia de Howard Fast

Sylvia es una novela negra poética como poetisa frágil y sensible es la propia Sylvia con quien se empatiza gradualmente a medida que se conoce su pasado y se le entienden sus acciones.

La novela negra que cuesta más escribir es aquella que siendo negra de contenido, no lo parece por presentar una estructura alejada del mainstream.

La novela negra americana nutre sus argumentos de la desesperación y de la lucha por sobrevivir en una América que encadena momentos en los que o bien vive una  guerra o una post guerra.

Una América repleta de corrupción, nepotismo, racismo, miseria y hambruna. Una América que incluso hoy, adalid de los que se han hecho a sí mismos, sigue manteniendo lugares donde parece no haber transcurrido el tiempo y mantiene las mismas inseguridades y carencias que se reflejan en las tramas que generaron la mayor cantidad de novela de negra de calidad que aún hoy se puede leer.

No hay que ser investigador privado para saber cómo vivía entonces un investigador privado. Un husmeador. Un piojo. Alguien que sobrevivía alimentándose de los miedos de los que tienen algo que ocultar: infidelidades, trampas, estafas, desapariciones. Aspectos menores hasta casi para ser considerados delitos e impropios para una policía mermada de recursos y de ganas de trabajar.

¿Cómo llega un licenciado en Historia Antigua, que ambiciona ser profesor, a dedicarse a la investigación de lacras y sarpullidos de la sociedad? Por necesidad sin duda alguna y también por casualidad.

Alan Macklin, el detective privado de esta novela, recibe el encargo de averiguar el pasado de Sylvia West. Su millonario prometido quiere tener la certeza de que no haya nada turbio que empañe su futuro y que su amor es sincero y no deslumbrado por el dinero. A Alan Macklin no le gusta el trabajo pero si lo que va a ganar con él y si además tiene cuenta de gastos holgada con lo que regalarse algún que otro capricho como buenos hoteles y buenas comidas aún mejor.

Alan Macklin es un hombre culto, aficionado a la lectura, sin vicios evidentes, sin pasados tortuosos y que no busca la redención; todo un rara avis en los detectives de la época de ahí que también lo sean sus métodos.

Reconstruir la vida de Sylvia, una mujer desde su niñez a la actualidad a partir de indicios, sin interpelaciones directas, es como generar un gran flash back y eso es ni más ni menos lo que le toca hacer en la América de los cincuenta.

Howard Fast ofrece un argumento cuya trama impulsa constantemente a la reflexión a cada nueva pista que aparece. La narrativa explora de forma delicada los sentimientos y el ritmo es calmado pero consigue transmitir la intensidad de las vivencias que experimenta tanto el detective Alan MacKlin como las que vivió en su momento Sylvia.

El autor consigue mantener el suspense hasta el mismo final cuando el detective tiene que concluir su informe y no sabemos que escribirá.

Novela negra de contenido sociológico que se entretiene en destacar las particularidades humanas de los distintos protagonistas que abarcan distintas tipologías y oficios y que son habitantes de distintos estados a partir del crecimiento como mujer y como persona de Sylvia. Una road movie que yendo hacia delante avanza hacia el pasado.

Es de esas novelas de lectura satisfactoria. Un clásico entre los clásicos. Todo un ejemplo de novela negra sin necesidad de recurrir a ningún delito espeluznante. Todo un ejemplo de historia de amor sin necesidad de ser empalagoso.

Y todo un mérito y un ejemplo para muchos de los escritores actuales que llevan hasta el esperpento sus argumentos buscando originalidad y por ese motivo no dejan de parecerse unos a otros.

martes, 16 de febrero de 2016

Elementary 3ª temporada

Elementary es la serie que si te gusta
te vuelves fan y si no, te aburre
Es curiosa la metamorfosis sufrida en la mente del espectador desde el primer episodio al último de la tercera temporada hasta ahora emitido de esta serie de televisión: han conseguido que nos olvidemos de que el protagonista de Elementary es Sherlock Holmes.

Claro que lo es, o al menos el protagonista principal así se llama, pero cuando lo vemos ya no estamos ante una recreación del célebre detective inglés. Estamos viendo a un detective que se llama igual que aquel.

Y esta disociación está sirviendo para mantener interesante la serie y para darle entidad propia y no ser un versionado más del clásico que añadir a la lista.

Estamos ante una serie que conserva su punto de interés en las excentricidades de su protagonista principal y cuyo repertorio parece no tener fin. Ahora ya no es solo en sus ocupaciones lúdicas sino que lo ha traspasado a su forma de andar y a su forma de escucharse cuando habla. El actor, Jonny Lee Miller, se está convirtiendo en el protagonista, Sherlock Holmes.

Como cuando David Suchet dejó de ser él para convertirse en Hércules Poirot (guste más o guste menos).

Joan Watson, interpretada por Lucy Liu, sigue siendo el contrapunto cotidiano con su serenidad, con su orientalidad inmutable, con su cientifismo académico. Y es el otro platillo de la balanza siempre ajustando su peso al miligramo para mantener el equilibrio entre ambos.

Su protagonismo gana en interés al dar un gran paso para independizarse de Holmes, harta de su egocentrismo caprichoso, lo que abre una intersección argumental interesante y compleja: separados pero juntos.

Y un nuevo protagonista en discordia es la joven Kitty, interpretada por Ophelia Lovibond, nueva pupila que Holmes ha acogido no solo por interés en un caso no resuelto, una subtrama que durará varios capítulos, sino también para despertar celos en Watson. Una Watson que también tendrá su subtrama lineal al enfrentarse con una maquiavélica enemiga.

Trío protagonista: Watson (Lucy Liu), Holmes (Joony Lee MIller) y Kitty (Ophelia Lovibond)

Así pues dos tramas con interesante recorrido además de una tercera que es la propia relación entre los tres protagonistas con episodios autoconclusivos: los guionistas han trabajado a base de bien.

Los episodios siguen presentando casos muy interesantes de interpretación lógica para mentes privilegiadas. El procedimiento que sigue Sherlock Holmes es tan sui generis que a los telespectadores solo nos queda que admirar su perspicacia y su método para detectar y vincular aspectos y pruebas aparentemente irrelevantes e inconexas.

Poco queda ya del clásico; trasplantado a tiempo presente y reubicado en New York, sin olvidar que Watson sea una mujer y oriental y que el archienemigo Moriarty sea también una mujer y ex pareja sentimental del detective son motivos más que suficientes para entender que estamos ante una recreación de la historia original seguramente desarrollada en un universo paralelo.

Más cosas no se podían cambiar; apuesta arriesgada pero aún y así funcionó. Y lo sigue haciendo solo que el personaje ha cobrado vida y ya no necesita referenciarse a nada de lo que escribiera Arthur Conan Doyle para seguir investigando crímenes y resolviéndolos.

Ya emitiéndose por televisión está la 4ª temporada y parece que con buena aceptación de crítica y público. La reseña pronto en este blog.

Elementary es esa serie que si te gusta eres fan y si te disgusta, te aburre.


domingo, 7 de febrero de 2016

Los odiosos ocho de Quentin Tarantino

Cine policíaco de crimen en
habitación cerrada
en clave de western
EEUU, estado de Wyoming, a poco de haber finalizado la Guerra de Secesión.

Invierno. Grandes espacios vacíos llenos de luz amplificada por el blanco de la nieve. Frío y sensación de soledad ante la majestuosidad del inabarcable paisaje; la proximidad de una fuerte ventisca capaz de arrastrar lo que encuentre a su paso preludia la tragedia.

Una diligencia con unos peculiares pasajeros: el cazarecompensas, John Ruth ‘La horca’ (Kurt Russell) y su prisionera Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh) a quienes se añade el también cazarecompensas negro y exmayor del ejercito nordista Marquis Warren (Samuel L. Jackson) y el nuevo sheriff de Red Rock Chris Mannix (Walton Goggins) un sudista, va camino de La Mercería de Minnie donde buscar refugio ante la imposibilidad climática de poder llegar al pueblo de Red Rock, su destino.

Y el contrapunto a tanta luz, frío y paisaje: La Mercería de Minnie. Nunca un nombre tan Disney escondió tanto horror. Un espacio cerrado, oscuro ideal para encerrar las miserias humanas, ponerlas a hervir y esperar que exploten.

En La Mercería de Minnie se encuentran con Bob (Demián Bichir) un mejicano que cuida el negocio en ausencia de Minnie y que ha dado acogida, también protegiéndose del tiempo, al vaquero Joe Gage (Michael Madsen), al verdugo de Red Rock Oswaldo Mobray (Tim Roth) y al anciano general sudista Sanford Smithers (Bruce Dern).

Los protagonistas principales de Los odiosos ocho
Los odiosos ocho es una película de personajes. Tan bien dimensionados que llenan por sí solos el argumento, una de las virtudes del director: crear ficción hasta la línea roja de la caricatura a imagen y semejanza de la realidad.

La Mercería es el lugar perfecto con sus espacios diferenciados: despacho, salita de estar, zona de juegos, comedor, cocina, dormitorio a pesar de ser una estancia loft sin tabiques para dar rienda suelta a heterodoxos monólogos, largos y talentosos diálogos y estallidos de violencia como si de un ring todovale se tratara.

Las voces son de denuncia por motivos de raza, de sexo y de condición social, son críticos con los delincuentes y son profundos y trascendentes aunque en el contexto puedan sonar de opereta, pero el director no dice nada para rellenar el silencio, lo dice para lanzar un mensaje.

Una obra de teatro filmada en cinemascope. La sensación de amplitud del visionado en este formato propicia la visión panorámica que da libertad para pasear la vista, incluso en los primeros planos y no sentirse en la sala de estar frente al televisor.

El misterio del crimen en habitación cerrada llevado a su reinvención al ubicarlo en género western. Pero en Tarantino todo es máximo por lo que el concepto crimen es llevado a extremos y su escenificación es tan gore como cabía esperar y desear.

Hay Agatha Christie en el argumento que no se detallará por no entrar en spoilers. Pero haberlo, haylo.

Y una vez más hay todo de Quentin Tarantino, esa mezcla de ilusiones infantiles, recuerdos adolescentes y anhelos juveniles que conforman sus películas y que contextualiza en encuadres de viñetas de cómic, planos de films de serie B, reflexiones filosóficas y disquisiciones existenciales hábilmente combinadas con toques de humor, brillante ironía e imaginativo uso de la violencia.

Quentin Tarantino
Y otra vez la banda sonora. Siempre presente y siempre como un protagonista más, en esta ocasión tiene el honor de contar con el mismísimo Ennio Morricone que podéis oir aquí

Los odiosos ocho supera en número a Los siete magníficos, aunque no guarde otra relación que la lucha por la supervivencia.

Un Tarantino que fiel a sus principios rinde una vez más su homenaje al cine, a su cine: Leone, Hawks, Carpenter, Hitchcock (magnífico McGuffin el de la carta del presidente Lincoln)… no se la pierdan: es novela policíaca.


miércoles, 3 de febrero de 2016

Los muertos viajan deprisa de Nieves Abarca y Vicente Garrido

Los muertos viajan deprisa
con permiso de Bram Stoker
A su sofisticado universo propio, que corría el riesgo de fagocitarse a si mismo, le han añadido, con gran habilidad, unas extensiones que conectan con una realidad más cotidiana y pausible y por tanto acercan el argumento a lo coloquial con lo que ganan en veracidad y cercanía social.

Los muertos viajan deprisa es un clamoroso reconocimiento, no exento de ironía y sutil crítica, al mundo de la novela negra, aunque haya amores que matan, que incluye a toda la comunidad noir: lector, groupie, escritor, negro, librero, editor, crítico literario, blogger, periodista de sucesos, policia, profiler, detective privado, comisario de semanas negras, talleres literarios, incluso Pagina 2 de RTVE.

Hay humor en sus párrafos que sorprende al no estar presente en sus novelas anteriores y que se agradece ya que demuestra que los autores están saliendo del encorsetamiento autoimpuesto por el que se regían y no temen salir de su zona de confort como lo demuestra que con Los muertos viajan deprisa los autores, reales y ficticios, ajusten cuentas con sus inicios y su entorno, cerrando temas de anteriores novelas y dejando retratado al oropel del mundo noir.

El sueño eterno
puede presentarse,
sin previo aviso,
a bordo del Tren Negro
Con un inicio muy potente de dos tramas simultaneas, una ubicada en el entorno carcelario donde reside El Peluquero al que detuviera hace tiempo Valentina Negro, y otra con un peculiar y violento asesinato a bordo del Tren Negro lleno de escritores con rumbo a la Semana Negra de Gijón, ¿guiño policial a la gran dama del crimen?, la novela anticipa que el argumento va a jugar en varios frentes y que el ritmo frenético está garantizado.

Un nuevo buceo a las oscuras perturbaciones del alma humana para revelarnos que para alimentar sus debilidades las personas son capaces de fortalecer sus aspectos más malvados. Así consuman actos delictivos que justifican como acciones de autodefensa; todo un alarde de mente retorcida.

Y es que en la novela la psicología de cada personaje es clave para entender sus movimientos, sus actos y su modo de relacionarse. Los personajes de Nieves Abarca y Vicente Garrido son siempre tan complejos como lo son las personas de verdad que a menudo esconden más que lo que muestran y de lo que muestran la mitad es mentira.

Los autores han compuesto su novela más ligera en la que han sabido sintetizar el relato manteniendo lo esencial con sus protagonistas habituales, consiguiendo una lectura más ágil y más absorbente, si cabe, de lo que nos tienen acostumbrados y todo sin perder ni un ápice de calidad literaria ni renunciar a su estilo detallista y de descripciones eclécticas y abriéndose a experimentar con distintos niveles de lectura al introducir narraciones dentro de la novela como elementos de metaliteratura.

El Tenedor del Hereje:
una muestra más de la inventiva
creativa de la inquisición
Los lectores no solo van a encontrar una novela con un argumento noir potente, marca de la casa, sino que esta vez además van a disfrutar de una crítica, contenida pero manifiesta del amistoso mundillo literario donde los apretones de manos, alabanzas y felicitaciones son el reflejo, al otro lado del espejo, de envidias, rencores y puñaladas traperas y que viéndolo en el mundo del asesinato en papel resulta aún más regocijante que en otras profesiones.

Una única duda persiste después de la lectura: ¿a quienes habrán matado en realidad Nieves y Vicente?

La banda sonora de la novela la ponen The Smiths con Cemetery Gates, The Beatles con Eleanor Rigby y The fool on the hill y concluye con I can’t help falling in love interpretada por Elvis Presley sonando en una boda ¿de quién?.

Las reseñas de sus anteriores novelas pinchando sobre el título:

  1. Crímenes exquisitos
  2. Martiryum
  3. El hombre de la máscara de espejos