domingo, 22 de mayo de 2016

Candy City de Alberto López Aroca

Esperando ver pasar el cadáver
de tu enemigo
Candy City es una pequeña ciudad cercana a New York que a principios de 1900 proyecta su crecimiento a partir de una fábrica de caramelos, la Jimmy’s Factory que distribuye su dulce mercancía por diversos estados. Cada noche salen camiones bien cargados, aunque no siempre sea de caramelos, que proporcionan lucrativos beneficios al propietario James McCulloch.

En esa época el auge tiene más de turbio que de limpio. Difícil separar dinero y posición relevante de poder, de corrupción, de violencia, de vileza… fácil en cambio separar gente de bien y miembros de bandas de gángsters.

Jonathan Thompson viene de familia de bien (abuelo juez y padre policía, ambos honestos y respetuosos con la ley) pero acaba trabajando como persona de confianza de James McCulloch, el hombre más poderoso de Candy City y un mafioso sin escrúpulos, que no duda en encargarle los trabajos más delicados que son resueltos diligentemente y a plena satisfacción.

En la novela vamos a ir conociendo los cambios que sufre la ciudad mientras acompañamos a Jonathan que va creciendo en edad y en importancia dentro de la organización mafiosa para la que trabaja junto a su amigo Louie Katzenberg.

La novela es todo un retrato social de la historia criminal de finales del siglo XIX y principios del XX que, con ligeras variantes etnológicas, se manifestó en todos los pueblos y ciudades de los Estados Unidos.

Érase una vez América, tierra de las oportunidades para gente sin escrúpulos, contada por uno de sus directos y principales protagonistas desde el banco de los acusados.

Y lo cuenta tal como lo siente y tal como lo vive y por eso puede parecer crudo pero solo es conciso y puede parecer despiadado pero solo es insensibilidad: servir al patrón supone no cuestionar las ordenes y tomar decisiones significa asumir sus consecuencias.

Sería fácil y tentador comparar autor y obra con, por ejemplo, Jim Thompson o Dashiell Hammet y con 1.280 almas o Cosecha roja, por citar autores y obras sobradamente conocidas por los seguidores del género y de quien Alberto López Aroca, el autor de esta breve pero intensa novela negra que es Candy City, se reconoce deudor.

Pero flaco favor le haríamos porque estaríamos asumiendo que este autor es uno más de muchos cuando lo que sucede es que simplemente la historia ha hecho que naciera y escribiera después que ellos.

Cierto es que Alberto reconoce que con la novela ofrece un homenaje al género y a los autores mencionados, pero su recreación es de tal calidad que merece ser tratada sin comparaciones. Léan y disfruten novela negra americana auténtica escrita desde aquí.

Ilustración página 13
La edición de la novela contiene precisas ilustraciones de Sergio Bleda, dibujante muy conocido en Francia y prácticamente desconocido al sur de los Pirineos y el resultado complementa perfectamente al texto y le da un acabado pulp con todas las de la ley.

Ley que en Candy City no la dictamina la placa ni la toga sino las balas, el cuchillo y las tijeras de podar.

A Alberto López Aroca ya lo conocíamos por su facilidad por recrear la novela policiaca del universo de Sherlock Holmes. Recuerden las reseñas en este mismo blog de Estudio en esmeralda y Los zombis de Crawford pinchando sobre el título.

Visiten su web desde donde vende sus obras directamente.






martes, 10 de mayo de 2016

Cómo defender a un asesino Temporada 1

Serie TV dramatico policial
jurídica
En el mundo de las series televisivas de temática criminal están las que la tratan el delito desde el enfoque policial, las que lo hacen desde el punto de vista del detective privado y las que lo tratan desde el aspecto judicial.

Lejos quedan antecedentes como La ley de los Ángeles pero de esas fuentes han bebido las series que resuelven sus casos en un tribunal y una de ellas es Cómo defender a un asesino, un psicodrama de corte legalista con visos de culebrón.

La serie es de Shonda Rhimes que muchos recordaran por su otra serie de éxito Anatomia de Grey y sigue un patrón similar: mucho enredo, mucho sexo, y mucho, mucho engaño.

Annalise Keating (interpretada por la actriz Viola Davis) es una brillante, carismática, dura y en apariencia despiadada abogada defensora que cuenta con Bonnie Winterbottom (Liza Well) y Frank Delfino (Charlie Weber) en su bufete de letrados, que le profesan una devoción y entrega absoluta.

Su equipo se incrementa incorporando alumnos de 1º de Derecho de la facultad, como becarios sin remuneración, donde también imparte clases en la asignatura que precisamente da nombre a la serie: Cómo defender a un asesino.

Su vivienda, donde convive con su marido Sam Keating, es a la vez despacho profesional donde atender a los clientes y sala de reuniones donde se concentra todo el equipo para los debates, labores de investigación, preparación de los casos e interrogatorios coloquiales.

Con esa ubicación geográfica la serie prescinde prácticamente de exteriores y gran parte de la acción transcurre entre la casa-despacho de Annalise, el aula de la Facultad y la Sala del Tribunal donde se dilucidan las causas penales consiguiendo imprimir un ritmo trepidante, sin dar tregua al espectador.

La serie se estructura a partir de una trama lineal basada en la desaparición de una joven estudiante universitaria residente en el campus y presenta además un caso de defensa criminal auto conclusivo en cada episodio.

Los casos son un muestrario de delitos en los que, para la defensa, nada importa la culpabilidad o no del acusado y solo interesa que no esconda información que pueda servir al fiscal para pillarla en un renuncio.

En los juicios no gana la verdad ni la razón, ganan los argumentos más convincentes. Ganan los letrados más habilidosos, los golpes de efecto, la siembra de cizaña y la lluvia de dudas. Ser inocente o culpable resulta tan irrelevante como ser rubio o moreno ya que un buen abogado con un buen tinte en las manos puede cambiarlo en unos instantes. Triste y descorazonadora moraleja que implica una denuncia clara sobre la hipocresía que gobierna el sistema judicial y sobre la aplicación de la ley.

Protagonistas recurrentes
Los estudiantes protagonistas, dos chicas: Laurel Castillo (interpretada por Karla Souza) y Michaela Pratt (Aja Naomi King) y tres chicos Wes Gibbins (interpretado por Alfred Enoch), Connor Walsh (Jack Falahee) y Asher Millstone (Matt McGorry), tienen personalidades relevantes, marcadamente caricaturescas  y antagónicas y a pesar de sus diferencias sociales y su forma de pensar consiguen conformar un equipo cohesionado que desborda todo tipo de emociones a la primera de cambio.

A lo largo de la temporada se constata una clara evolución de esos jóvenes, van ganando madurez y al final ya no queda ningún resto de la bisoñez inicial.

Todos han cambiado y las relaciones personales entre ellos y con terceros y con el entorno, el sentido que le dan a la vida y el que le otorgan al ejercicio del derecho penal ya no se ven de la misma forma. Enfrentarse a traumas en primera persona y a delitos reales y convivir con ellos no tiene nada que ver con el estudio teórico desde la confortable seguridad del aula y su impacto es visible en su físico, más endurecido, y en su carácter, ahora más decidido.

La serie suministra la información de la trama principal con los hechos ya consumados y los presenta en modo flashback con información incremental y giros cogidos por los pelos para desconcertar y hundir cualquier hipótesis que el espectador hubiera podido elaborar. Además cierra cada capítulo con una imagen sorprendente que persigue la fidelidad de la audiencia, ansiosa por conocer el desenlace.

En las situaciones de mayor tensión el encuadre del plano se vuelve oblicuo para desasosiego del espectador con lo que se busca que este experimente la misma sensación que está viviendo el protagonista.

Por su estructura y su ritmo, aunque con acciones y soluciones tramposas para el espectador, consigue resultar adictiva y la variedad de casos tratados y los distintos registros de sus protagonistas la distinguen de otras series más protocolarias. En esta el delito no solo lo comete el delincuente sino también los que lo defienden e incluso los que lo acusan, aunque en el juzgado ocupe cada cual su lugar.

Seguramente Cómo salir impune de un asesinato, traducción más ajustada al original inglés de How to get away with murder, se acercaría más a la realidad de la serie ya que no solo los acusados que llegan a juicio salen bien librados.

La segunda temporada ya emitiéndose  y la tercera en rodaje.

viernes, 6 de mayo de 2016

Angola de Fabien Nury y Brüno

Angola es el centro penitenciario del Estado de Louisiana del que nadie sale vivo. Angola no pretende la reinserción de quienes delinquieron; pretende su explotación como mano de obra gratis hasta su aniquilación. Angola es donde ha ido a parar Tyler Cross después de ser vendido en el último robo en el que trabajó. Angola es donde debería cumplir veinte años de condena pero el clan siciliano se ha empeñado en que no sean tantos y pretenden matarlo muchísimo antes.

Angola es La Granja porque los presos son el pienso que sirve para engordar a los magnates corruptos que intervienen en la gestión económica de este centro penitenciario.

Y en Angola transcurre esta segunda entrega del heterodoxo Tyler Cross. En un relato crudo con un tempo milimétricamente medido para ir subiendo el clímax y conseguir un desenlace especialmente intenso.

El guión, encarcelado por estar en una prisión, maniobra como puede en el poco espacio que dispone y la inventiva desarrollada para que sintamos esa sensación de claustrofobia al aire libre es demoledora.

El dramatismo de cada viñeta hace palpable el sufrimiento y la desesperación que conviven con cada preso desde la mañana hasta cuando duermen. Sometidos a una dura disciplina y a un trato vejatorio. Sentimientos a los que Tyler Cross parece inmune mientras su mente ejecuta cada movimiento, todo calculado en su estrategia para conseguir lo que se ha propuesto desde que lo atraparan: escapar y vengarse.

Fabien Nury en su línea de poner solo el texto justo ofrece un guión medido y ya se sabe que sus diálogos, de frases cortas y directas, los carga el diablo.

Brüno demuestra su virtuosismo dibujando con esa admirable aparente sencillez de líneas y con la que consigue lanzar contundentes mensajes.

Y Laurence Croix maneja el color con gran habilidad para reforzar no solo los espacios físicos: interiores, zonas de trabajo o paisajes del bayou sino para mostrar que es lo que se siente estando en cada una de esas zonas. Dib-buks no se queda atrás y lo empaqueta todo en una edición con su habitual mimo y gran calidad.

La labor de documentación de los autores (como ya se viera en el primer número: súper exhaustiva) permite no solo dotar al guión y dibujos de referentes que contextualizan perfectamente la historia sino que además son vehículo para canalizar homenajes y guiños que engrandecen la obra presente y a las que hacen referencia.

Esta vez han buceado en películas carcelarias, me vienen a la cabeza escenas sobre todo de Papillon con Steve McQueen, Fuga de Alcatraz con Clint Eastwood y La Leyenda del Indomable con Paul Newman, todas protagonizadas por hombres duros de rostros hieráticos, viviendo situaciones extremas y con un solo objetivo: escapar.

Cubierta original de Angola y cartel del film Hud! 
Y a propósito de Paul Newman otro guiño, uno más de tantos que pueblan las páginas de los cómics de Tyler Cross. La cubierta editada por Dargaud homenajea a la del cartel del film del western Hud!: el más salvaje entre mil. Suponemos que la elección tiene algo que ver con que la temática de Angola y Hud sea de fuerte componente dramático, transcurra en ambiente rural y sus protagonistas sean perdedores.

Tampoco hay que olvidar en el apartado de las referencias a Parker peliculizado y comicanizado a partir de las novelas de Richard Stark (aka Donald Westlake) que sabe mucho de traiciones y de prisiones.

Sin duda alguna Tyler Cross con quien se empatiza inmediatamente pese a su condición de outsider, o precisamente por ella, es ya y con solo dos números publicados un icono y un referente del cómic actual y de la serie negra en especial. Nadie que guste de esa oferta puede dejar de leerlo.

La edición cuenta con un bonus: los dibujos del primer final pensado y que luego fue descartado por el publicado. ¿Cuál prefieren?

Si la primera entrega Río Bravo era muy, muy buena (lean aquí la reseña) esta segunda es mejor.




domingo, 1 de mayo de 2016

En el nombre del cerdo de Pablo Tusset

Cuando el cuerpo de una mujer descuartizada es hallado en un matadero rural de cerdos, el comisario Pujol encuentra a través de la investigación, sorpendentemente y sin buscarlo ni pretenderlo, un nuevo sentido a su vida. Sexagenario, felizmente casado y en puertas de su jubilación descubre un yo joven y atrevido en su interior que le hace conectar, libre de prejuicios, con el mundo actual.

La trama policial, brillante en su inicio, pronto se diluye en narrativa costumbrista urbana y rural, con individuos asociales y otros más gregarios, que está, por momentos, muy bien descrita pero que nada o poca relación tiene con la zanahoria que nos habían mostrado y que acaba fatigando al lector que había entrado a por negro y le está saliendo rosa palo y además descolorido.

Difícil clasificar la novela En el nombre del cerdo que parece no tener claro a donde va ni porqué y que supone enredar al lector en una madeja con varios personajes principales en lugares dispares y con hilos argumentales independientes aunque se acaben cruzando porque alguna coherencia hay que darle al argumento.

Hay énfasis en las peculiares relaciones personales de todos y cada uno de los protagonistas ya que la novela se sostiene con estos caracteres de personajes solitarios que arrastran su compleja psicología como quien lleva una pesada mochila de la que no puede deshacerse. Y hay poesía con mensaje esotérico incluído de esos que abundan en los thrillers históricos.

Claro que para ello el autor recurre a forzar situaciones, ya que si no sería difícil encontrar tanta diversidad en unos espacios tan reducidos, y con ello acaba trampeando al lector, sobre todo con T (el protagonista de la segunda subtrama principal; la primera corre a cargo del Comisario Pujol) ya que solo presentándolo como un Maverick desatado podría justificarse o entenderse su comportamiento.

La novela se estructura en capítulos agrupados bajo tres epígrafes alternos: el paraíso (cuando la acción transcurre en New York), el mundo (cuando es Barcelona el lugar elegido) y el infierno (cuando es el pueblo de Horlá el protagonista) y eso a partir del cuadro de El Bosco, El Jardín de las Delicias, tríptico conformado con esos escenarios (aunque su mejor parte y la menos conocida sean las tapas).

La analogía debería responder a alguna razón más allá de la pueril y evidente de los tres escenarios pero el escritor, al igual que el pintor, nos la ha querido hurtar y dejarnos libertad de pensamiento.

Tanta libertad como que deja hilos del argumento al aire (algunos claman al cielo y sea olvido o pasotismo o intencionado es una clara falta de consideración al lector), otros los corta por lo sano sin importar cuan largos eran y si venían desde el principio o habían surgido en algún cruce y otros los anuda deprisa y corriendo conformando una obra que a quien solo satisfará plenamente es al autor.

Y así el resultado es una novela difícilmente asimilable como negra o policial, un experimento de escritura libre y creativa con poca incidencia en la parte manifiestamente criminal y más en la supuesta maldad que anida en cada uno y cuya lectura es como la interpretación del citado tríptico: con muchas escenas, y entre ellas abundan, para el profano, más las inconexas e incomprensibles que las justificadas o de evidente significado.


Pablo Tusset ha mezclado técnicas y recursos literarios en su parte formal, nada extraño visto su antecedente literario Lo mejor que le puede pasar a un cruasán y, heterodoxo como es, lo demuestra con una trama donde enlaza sentimientos y emociones, incluso se permite un irónico cameo pero prefiero un cruasán antes que esta novela. 

martes, 26 de abril de 2016

Let it be de J. E. Álamo

Sólo se debería morir una vez
A ritmo de Beatles y en especial de las canciones de John Lennon transcurre el segundo caso policial del detective Tom Z. Stone.

En esta ocasión Tom no tiene mucho tiempo para recrearse en los detalles, urge resolverlo para tener alguna oportunidad de salvarse a si mismo ya que la Ley de Decaimiento, esa ley biológica que determina que todos los reanimados vuelven a morir, esta vez definitivamente, en una plazo no superior a los cuatro años desde su resurrección le está mordiendo los talones.

Let it be supone para él esa luz que brilla en la oscuridad y que le dice que aún ha esperanza.

Tom debe encontrar al hijo desaparecido de un predicador, una oveja descarriada de la congregación a ojos de su padre y en su búsqueda va a comprender que nunca había entendido el verdadero significado de la palabra peligro hasta ese momento.

Hay una nueva droga en el mercado llamada Lázaro, nombre que claramente define su función y su posible relación con el caso obliga a Tom Z Stone a ser muy cuidadoso atendiendo los barrios marginales por donde debe moverse, dando lugar a una serie de giros argumentales que generan situaciones absolutamente deliciosas.

A Tom le impone este caso el comisario Garrido que él nunca hubiera elegido ni aceptado pero que no tiene más remedio que tragar. Como tampoco puede decir ni mu al, impuesto por decreto, compañero más insospechadamente pausible con el que llevar a cabo una investigación, ni más ni menos que El Sanguinario.

Ambas imposiciones destapan su vena más irónica y por ello sus diálogos son más corrosivos que el ácido y más cortantes que un folio guillotinado al bies; cierto que saberse cerca de la muerte también ayuda a desarrollar ese humor tan y tan negro que se respira en cada párrafo y que hace que nos caiga escandalosamente bien.

En la trama hay acción que destapa agresiva violencia diversa y sanguínea. No hay cuartel en la lucha que enfrenta a bandas de mafiosos por la propiedad de barrios; no hay cuartel para policías corruptos y tampoco la hay para los que han perdido el temor de Dios en esos días convulsos y menos lo hay para alguien que intenta interponerse y separarte del amor de tu vida.

Cada cual con sus razones y la violencia en cada uno para argumentarlas.

Los personajes secundarios, algunos repiten de la entrega anterior, son especialmente adecuados a cada situación y resultan muy motivadores para mantener el ritmo de la trama y asegurar tensión constante que impide cerrar la novela.

J. E. Álamo escribe con buen oficio. Sus diálogos se ajustan al estereotipo que se espera de un duro detective privado y que tenemos fresco en el recuerdo gracias a Philip Marlowe o Sam Spade por ejemplo pero los conforma en un entorno adaptado a los tiempos en que se desarrolla la acción y a las peculiares circunstancias que toca vivir, o morir según se esté en un lado u otro del efecto, que hace que su estilo narrativo sea muy personal y muy estimulante intelectualmente hablando.

Estilo que persiste, igual que con su novela anterior, incrustando micro historias entre capítulos como crónicas de sociedad y flashes informativos que permite conocer más sobre los Z y su forma de entender esta nueva vida que les toca vivir. Hay ahí un esfuerzo por construir todo un universo que se agradece por como enriquece la lectura y aporta valor al contexto.

Conseguir aunar al género negro, al Z y al de humor sin que ninguno de los tres sea ridiculizado y satisfacer a sus respectivos públicos no es algo que esté al alcance de cualquiera.

Su detective Tom Z Stone está configurándose como todo un personaje destinado a ser un clásico y hay que desearle que consiga alargar su particular vida para seguir dando a los lectores muchas alegrías.

Si aún no han leído la primera novela de esta serie, titulada Tom Z Stone, no deberían retrasar más su lectura, es fascinante, y luego sigan con esta segunda, es adictiva. Y no se extrañen si les parece ver a un Z por la calle: van a creer que existen de verdad. Casi van a desearlo.

domingo, 24 de abril de 2016

Mar de plástico

Mar de plástico donde solo flotan
el odio y la envidia
Mar de plástico es una serie española de televisión policial que entremezcla clasismo, racismo, xenofobia, machismo y envidia. Una envidia de los que nada tienen hacia los que algo poseen y una envidia de los que tienen hacia los que tienen más.

Está ubicada en los invernaderos hortícolas y frutícolas de Campoamargo en Almería donde no solo se levantan frutas y verduras sino que también germinan y crecen otro tipo de sentimientos ominosos e ideas peregrinas que al mezclarse con el sofocante calor y el irritante polvo de los caminos conlleva una mezcla muy inflamable.

Mar de plástico tiene su punto de partida en la desaparición de la joven Ainhoa hija de la alcadesa de la localidad justo el día en que Héctor Aguirre (interpretado por el actor Rodolfo Sánchez) héroe de guerra y ahora sargento de la Guardia Civil llega destinado para hacerse cargo de la Policía Judicial. Su estreno no podría ser más apoteósico.

La serie se presenta como un clásico whudunit y alguien del pueblo, alguien además conocido de Ainhoa, ha de ser el asesino.

Poco a poco van a ir desfilando los personajes principales que, como no podía ser de otra manera, todos tienen algo que esconder y todos guardan recelos entre sí. La serie se sustenta en las personalidades de cada uno y les conforma un pasado y unos intereses que eviten que el telespectador pueda descartar a ninguno de ellos y en cambio no sospeche de quien si debería.

Bajo una atmósfera asfixiante y con peleas y rencillas entre los inmigrantes de distintos orígenes y entre estos y los habitantes del pueblo, y entre los propios habitantes del pueblo con los gitanos, el mosaico de plásticos se va pareciendo a un mosaico de violencia que busca bajo la coartada del odio desplegar las propias frustraciones.

El mar de plástico se extiende como un océano
Como otras series de Atresmedia el metraje por capítulo, que suelen sobrepasar los setenta minutos, resulta excesivo así como el número de estos, trece, rellenos de tiempos muertos que se intercalan entre escenas de acción y que lejos de aumentar la tensión consiguen disminuir el interés. Hay largos planos llenos de aburrimiento y otros que repiten el mismo mensaje una y otra y otra vez.

Por lo demás hay algunas, pocas, interpretaciones dignas de mención y mucha cara de palo que no trasluce emoción alguna. Además ¿tanto les cuesta a los actores vocalizar? Hablan casi con la boca cerrada y resulta dificultoso entenderlos.

Con el descubrimiento del culpable la serie concluye su recorrido polvoriento y sudoroso y abre las puertas a una segunda temporada al finalizar el último capítulo con un descubrimiento espeluznante.

miércoles, 20 de abril de 2016

El ángel y el infierno de Lena Svensson

El ángel y el infierno es la tercera entrega de los casos protagonizados por Greta Lindberg, la propietaria de la Librería Némesis del pueblo sueco de Mora, que actúa en connivencia con el departamento de policia local, dirigido por su padre el comisario Karl Lindberg, en el esclarecimiento de delitos a pesar de la oposición de su padre empeñado en que rebaje a la condición de pasatiempo algo que resulta muy arriesgado.

En esta ocasión el caso se inicia con un accidente automovilístico en el que un coche sale de la carretera y se incendia al caer por un precipicio calcinando a su ocupante. La rutinaria investigación descubre que bien podría ser intencionado y por tanto estar ante un homicidio o peor aún: un asesinato premeditado.

Una vez descubierta la identidad de la víctima las sospechas se centran en las personas de su entorno familiar y profesional y el desarrollo del argumento es del más puro estilo whodonit al que ya nos tiene acostumbrados la autora y de la que la protagonista Greta Lindberg es especialmente diestra al ser una amante confesa de las novelas y los protagonistas de los casos de Agatha Christie.

Greta, casi contra todo y contra todos como en ella es habitual, da pábulo a sus intuiciones y va encajando hechos con suposiciones y no duda en poner en riesgo su vida si con ello puede descubrir la verdad.

Una verdad que se presenta escondida en una hábil presentación de tramas secundarias que consiguen despistar y captar la atención por conocer el desenlace.

Si bien en El ángel y el infierno la trama policiaca está bien hilvanada, en la línea de las dos anteriores, a la novela se le echa en falta la ausencia de tensión. Los hechos, las pesquisas, las deducciones, se van presentando sin apasionamiento, como los hitos kilométricos que van apareciendo por la carretera a medida que se avanza en la conducción mientras que los encuentros amorosos van ganando protagonismo y resultan más incendiarios que el provocado en el accidente.

La tensión se ha guardado para el desenlace y la pasión se ha invertido en las evoluciones amorosas de las tres! parejas que se conforman y dos de ellas se consolidan viniendo de la novela anterior. El romance y el erotismo han usurpado el puesto al policial como nos temíamos aventurar después de leer la segunda novela y despista la atención en la lectura aunque no confunde la intención final.

No es que una novela policiaca o negra no pueda tener romances, amoríos, sexo y pasión de forma sana (no todo ha de ser forzado por violadores, pederastas, abusadores y psicópatas que solo alcanzan placer a través del dolor y la muerte de sus víctimas) pero conseguir un argumento que consiga el equilibrio entre la trama policiaca y la de novela romántica y que lo plasme la escritura dando el énfasis y peso adecuado es delicado. Y si el peso de la narración lo lleva una chica es inevitable que la serie acabe derivando hacia género chiclit y abrace un segmento de público más generalista y menos exigente en el aspecto policial.

Lena Svensson, recuerden que es el seudónimo nórdico de una escritora argentina, anda por la cuerda floja con ese particular maridaje y tal vez en la cuarta entrega, siempre hay que ser optimista, y con Greta y el teniente Mikael Stavic más asentados, la trama policial tenga más chance. De hecho ya está escrita y lleva por título La mariposa y la araña; habrá que darle una oportunidad.

Pongan música a la lectura escuchando Torn de Evergrey, que es su tono de móvil y que es lo que sonaba de fondo la primera vez que Greta y Mikael hicieron el amor.

Sin salir del blog pueden leer las reseñas de las dos primeras novelas de esta serie:

  1. La redención y la muerte
  2. El cazador y la presa

domingo, 17 de abril de 2016

Custer de Carlos Trillo y Jordi Bernet

Hacer un seguimiento online de vida ajena las 24 horas del día a través de televisión es algo que hoy no sorprende a nadie pero cuando este cómic se editó en 1985 resultaba cuando menos insospechado y curioso: La vida de Truman aún necesitaría años para aparecer y no digamos Gran Hermano.

Insospechado suponer que el morbo pudiera generar tanta audiencia y tantos beneficios económicos para la cadena emisora y curioso ver como los telespectadores comparan su vida con la de los otros y les desean desgracias para consolarse ante el dolor ajeno.

Claro que Custer no es alguien corriente. Custer es una joven guapa, sensual  y decidida que vive una vida azarosa en una sociedad distópica en la que convivir con la violencia y la muerte no es nada excepcional.

Custer se arrepiente de mostrarse en cuerpo y mente a los ojos de mirones ávidos solo de situaciones escabrosas emitidas en prime time y maldice el día que vendió su alma a la cadena de televisión CMB a cambio de dinero. Pero ya no es tiempo de lamentaciones si acaso de salir lo mejor parado que se pueda.

El cómic se estructura en 8 capítulos cortos a modo de episodios televisivos, algunos con línea argumental continuista y en ellos se muestran acciones de la vida de la protagonista a la par que conocemos sus pensamientos y sus deseos más íntimos; y todo con tintes de novela negra con violencia y sexo.

Las acciones transcurren en un entorno que homenajea al cine negro americano más logrado al que le añaden humor a su inherente ironía y erotismo y sexo sin tapujos; algo que el cine nunca pudo mostrar.

1. Llegada a Alphaville
2. Peripecia en Metropolis
3. Confidencia en Fat City
4. Jadeos en el Barrio Chino
5. Rebelión en Dark City
6. ¿Acaso no matan a los caballos en La Ciudad Desnuda?
7. Final en Sunset Boulevard
8. Epílogo en La Fábrica de Sueños

Carlos Trillo es el guionista de esta historia: mordaz, irónico, visionario y crítico con todo lo que deshumaniza al género humano y poco más se puede decir: quienes conozcan el mundo del cómic saben que hablamos de uno de los grandes y para los neófitos sepan que están ante toda una garantía; y si bien es cierto que estamos ante una de sus obras menores no por ello resulta menos interesante.


Jordi Bernet, el dibujante de Torpedo, emplea solo blanco y negro y consigue con sus efectos de luz que parezca que todo transcurra siempre de noche y con el trazo fino y mucho movimiento en la perspectiva de la viñeta logra equipararse con los encuadres de la cámara que va siguiendo a Custer y  mientras que con esta emplea el dibujo realista para el resto de protagonistas mezcla realismo con caricatura para resaltar actitudes y comportamientos.

lunes, 11 de abril de 2016

Estudio en Esmeralda de Alberto López Aroca

Estudio en Esmeralda es una novela primeriza (aunque tenga ya veinte años) que tiene como objetivo reinventar Estudio en Escarlata de Arthur Conan Doyle de la que pretende ser un reconocido, agradecido y sincero homenaje.

Recuerden que Estudio en Escarlata supone la primera novela, el primer caso de la larga serie protagonizada por el doctor John W. Watson y el detective Sherlock Holmes.

En Estudio en Esmeralda los protagonistas principales son el doctor Yun H. Walruss y el detective Sholomon Hume, claros alter ego de quienes ustedes suponen.

Y no son solo esos los guiños localizables, hay más y les cito solo dos de los más evidentes para dejarles los de nota para ustedes, tómenselo como un juego: inspector Trexlade (Lestrade), el planeta domicilio de Sholomon que es Béikertrit (Baker Street)…

Y en lógica, reconociendo el entorno, todo es parecido a lo que se espera de una novela con ambos protagonistas, pero en cambio es completamente distinto fruto de una ubicación temporal en un futuro lejano e impredecible, de una ubicación geográfica en un universo con planetas actualmente aún no descubiertos y por la naturaleza del crimen: un holocausto planetario que ha acabado con siete mil millones de vidas.

Y para encontrar esa explicación el doctor Yun H. Walruss y el detective Sholomon Hume van a conformar casualmente un equipo que aproveche las sinergias de sus capacidades para esclarecer si están ante una catástrofe natural o ante un asesinato colosal, y si así fuese encontrar al causante del magnicidio.

El autor se apoya también en el otro personaje icono de Arthur Conan Doyle que es el Profesor Llorg Éskuard Chaliengger (George Edward Challenger, que se diera a conocer en El Mundo Perdido) y en su mundo de fantasía para cocinar un menú variado de novela policíaca y ciencia ficción con maridaje lovercraftiano que apasiona y entretiene por igual y en solo 136 páginas consigue desplegar un argumento muy convincente.

Y como colofón escenifica un final absolutamente imprevisible, sorprendente y desconcertante del que aún no me he repuesto.

A Alberto López Aroca se le reconoce su pasión por Sherlock Holmes y sus amplios conocimientos y por tanto sus escritos serios sobre el detective merecen total respeto y consideración y sus novelas pastiche, empleando el calificativo en mayúsculas, son todo un alarde de ingeniosas conjunciones que permiten seguir disfrutando del mito como si aún estuviera vivo y en todo su esplendor.

Tal como lo pudimos disfrutar en su novela Sherlock Holmes y los zombis de Camford rica en intrigantes sucesos que permiten el lucimiento de las capacidades del detective. Lean aquí la reseña publicada en su momento.

Adéntrense en el mundo que les propone este autor empezando por su blog y luego sigan con sus novelas: literatura de evasión de calidad y diversión garantizadas.






domingo, 3 de abril de 2016

Camino a Selma de Philippe Tome y Philippe Berthet

Donde los daltónicos sociales ven a los
negros como el blanco de sus iras
Camino a Selma es un cómic que denuncia la violencia. Que evidencia como la raza blanca ejerce su supremacía sobre la negra igual que un depredador lo hace en su territorio de caza. Pero es sabido que los animales cazan para comer y que los humanos lo pueden hacer, y lo hacen, por placer. Y también por envidia, por egoísmo, por despecho, por odio, por venganza, por miedo…

Selma sabe mucho de todo eso.

La ciudad de Selma, capital del condado de Dallas en el estado de Alabama, es un claro referente en la historia de la discriminación racial de los EEUU y un símbolo de lucha y victoria en la consecución del derecho al sufragio.

Recuerden aquí la historia de las tres marchas de Selma a Montgomery en 1965, hace nada como quien dice y se antoja sumamente lejano.

La segregación fue derogada pero aún hubieron de pasar muchos años para que fuese comúnmente aceptada y todavía hoy hay motivos para dudar de que se haya superado.

Pág nº 7 del original francés
Así Clement Brown, joven negro con estudios, conocedor de las leyes igualitarias y convencido de que su color ya no supone motivo de peligro ni de temor, está regresando a Selma para encontrarse con su madre y su hermano.

La fatalidad hace que cruce la carretera delante del coche de una joven blanca, rubia, atractiva y con problemas sentimentales. El color no es impedimento para desatar sentimientos ni es motivo para no dejarse llevar por impulsos ni es razón para obrar con sentido común.

El color solo sirve como excusa a los daltónicos sociales que ante el negro solo ven el blanco de sus iras y sus frustraciones.

Después de vivir el sueño que supone conocer a la joven Tracy Lee que le recoge cuando hacía auto stop, Clement Brown va a conocer lo que es vivir una pesadilla. Dos caras de la misma moneda que a buen seguro hubiera preferido en orden inverso. El destino tiene este punto de juego de azar.

La pesadilla se presenta con una temática llena de violencia, verbal, gestual y física y donde el disparo de las armas de fuego arroja la única luz sobre el sombrío porvenir. Una luz tan breve como una emoción humana.

Philippe Tome, guionista
Philippe Tome, sobradamente conocido por su trabajo con Spirou, ha escrito esta historia de novela negra racial para denunciar que de nada sirve promulgar leyes si luego no hay una continuada acción evangelizadora de los preceptos. Que en los pueblos pequeños las leyes son las que dictan las oligarquías y que quienes empuñan un arma aducen razones ante las que todos cierran bocas.

Ha compuesto uno de esos cómics que entretienen a la vez que ponen en jaque las convicciones sobre asuntos que tienden a banalizarse por miedo a enfrentarse a ellos.


Philippe Berthet, dibujante
Philippe Berthet, reconocido dibujante y colorista, baste recordar la serie Pin-Up, ha dibujado esa historia empleando su habitual estilo realista y buscando las horas de oscuridad para que la noche también sea víctima de su color y ofrecer esa sensación de indefensión que supone moverse entre sombras y oscuras intenciones.

El resultado es que con un trazo amable y sin estridencias consigue reflejar grandes dosis de tensión y violencia; sin destacarlas ya que conviven con todos nosotros de forma tan mimetizada que no se perciben.

jueves, 31 de marzo de 2016

Un crimen bretón de Jean-Luc Bannalec

Lectura sosa a pesar de la sal
En esta ocasión la excesiva pasión del autor por la Bretaña le ha traicionado hasta parecer que en lugar de una novela policíaca estamos ante un panegírico auspiciado por el Consejo para el Fomento de La Bretaña y en concreto por el Consejo Regulador de Sal de Guérande, si existieran, sin otro objetivo que atraer turismo y favorecer la proyección de la zona cultural, gastronómica y comercialmente.

La novela resulta sosa, por falta de sabor que no de sal ya que es claramente una novela cocinada a la sal; tanta que sobra.

Poco contenido policiaco, sútil y tímido intento de acercarse a la novela negra y mucho aprendizaje sobre la extracción de la famosa sal de Guérande, en cualquiera de sus formas desde gruesa a flor. Y mucho aprendizaje del golfo de clima mediterráneo de Morbihan y de toda la península de La Baule y …

Incluso el título, Un crimen bretón, es de vacío contenido. Un título igual de soso que anticipa lo que va a ofrecer que, simplificando, no es más que un enmarañado cuadrante de horarios de coartadas. Un cuadrante como el que configuran las salinas y donde las líneas que separan las celdas son caminitos embarrados de estrechez alarmante.

Es en uno de esos pasillos donde el comisario Georges Dupin es recibido a balazos lo que da pie a mojarse, y nunca mejor dicho, en agua con sal.

Al cabo de poco y con la aparición de un cadáver se inicia el caso propiamente dicho, en el que el comisario Dupin interviene un poco por azar al encontrarse fuera de su jurisdicción por lo que debe comportarse como invitado y en este sentido, el del ámbito estrictamente protagonista, hay que reconocer en honor a la verdad que su anfitriona, la comisario Rose (personaje muy interesante y que seguiría con gusto si genera su spin-off) se lo come, literariamente hablando, cocinado a la sal con mantequilla.

Comparación de Flor de sal y Sal gruesa
de las salinas de Guérande
Esta vez Jean-Luc Bannalec ha cedido a los maravillosos paisajes de unas salinas ya sean vistos a la salida del sol, al ocaso o bajo la luminosidad de una luna llena.

Una novela para el olvido y nueva ocasión para saber más de la Bretaña; esa especie de paraíso accesible donde son tan irreductibles, como Asterix y Obelix, que incluso tienen su propia bebida de cola, la Breizh Cola, con la que plantan cara ahora y siempre al imperialismo invasor.

Acompañen la lectura con un tartar de abadejo con limón y una copa de Chinon blanco frío pero sin pasarse, o casi mejor coman directamente y pasen de la lectura.

Si en cambio son absolutamente recomendables, como whudunit que busca, pretende y consigue entretenimiento, las dos primeras novelas de la serie y cuya reseña pueden leer sin salir de este mismo blog:





lunes, 28 de marzo de 2016

Happy Valley

Sargento Catherine Cawood
Happy Valley es una miniserie, seis episodios en su primera temporada, de la televisión británica y corte policial, ambientada en una zona deprimida del condado de Yorkshire, cuya desesperación ante la falta de recursos para paliar algunos delitos y con pocas expectativas de mejora social tan bien retratara, en amarga sátira dramática, Full Monty.

Es una serie que trata de personas y personajes con relaciones familiares dispares, sentimientos de culpa, falta de asunción de responsabilidades, exceso de sospechas, egoísmos, traiciones, mentiras y avaricia en un entorno social y laboral poco favorecedor de cambios a corto plazo a mejor: solo queda sobrevivir viviendo.

En Inglaterra saben cómo realizar estas series: realista hasta ser descarnada y derrotista hasta dar la vuelta y enlazar con un optimismo por lógica inconsecuente pero que se demuestra única salida cuando ya se han dado todas las vueltas posibles al calcetín.

Tomando el núcleo central de Fargo de los hermanos Coen e incluso de Cosas que hacer en Denver cuando estés muerto de Gary Fleder, por aquello que una idea peregrina para buscar una solución a un problema acaba complicándose yendo de mal en peor y generando aún más problemas y de mayor enjundia, consigue hilar una historia con varias tramas de rico y variado contenido donde priman las relaciones humanas y la explosión de sentimientos como alternativa a un dialogo que se ahoga en las gargantas.

Las imágenes son crudas y generan inquietud e incomodidad, no se recrean en el lirismo ni pretenden quedar bien con la estética, provocando en todo momento una cierta incomodidad visual al espectador a quien no se le permite ni un instante de desconexión. Incluso los cigarrillos que en ella se fuman no son placenteros y si ansiosos, precipitados y compulsivos. Incluso el frío climatológico traspasa la pantalla del televisor.

Happy Valley
Donde hay vulnerabilidad siempre habrá maldad. Y esa maldad por el hecho de ser abusiva se torna más malvada y menos comprensible. Y esos caracteres calan con su comportamiento despreciable y merecen todo el rechazo y no solo el legal sino el social. ¿Quién quiere alimañas en su hábitat?

El ritmo narrativo es pausado pero en constante evolución; hay vida en cada escena, hay sentimiento, hay derrota, hay escepticismo, hay desilusión. Los planos cargados de imágenes simples y realistas sin supeditaciones estéticas se encargan de facilitar que el mensaje llegue nítido al telespectador.

La serie de corte policial tiene su bis dramática más por el retrato social de la comunidad donde se desenvuelve el caso que por los delitos en sí. Estos tienen también su dramatismo pero obedecen prácticamente a esa desesperación personal y colectiva que hace que se cometan estupideces a cual más grande que a poco que se pensaran antes de actuar no se harían.

La infelicidad habita en Happy Valley. Título irónico hasta el sarcasmo en un intento de paliar la gris realidad; como en el giro de tiovivo donde el caballo rojo pasa a cada vuelta delante de nuestros ojos siempre inalcanzable.

El peso interpretativo recae en la sargento de policía local Catherine Cawood (papel que borda la actriz Sarah Lancashire) y sin ella la serie no tendría la fuerza que demuetra. El personaje, muy cerrado en sí mismo al principio, evoluciona abriéndose y mostrando una complejidad psicológica de una gran riqueza de registros brillantemente expuestos como si se estuviera viéndolos desde una platea de teatro; pero, y ahí viene lo mejor, sin sobreactuar en ningún momento y sí en cambio demostrando que ser actriz es proyectar desde el interior y no solo recitar un papel.

Serie de visionado recomendable sin peros. (Gracias Blog Asustado por la recomendación!).

jueves, 24 de marzo de 2016

Mala hostia de Luís Gutiérrez Maluenda

Cubierta de Mala Hostia
En Barcelona la clase alta vivía, vive aún, en la zona alta de la ciudad, alta geográficamente hablando, en faldas montañosas que el urbanismo ha ido arañando a la naturaleza. Y las clases menos afortunadas, en la zona opuesta de la ciudad, la que desciende hasta fusionarse con el mar.

Mala hostia es un eufemismo para designar mal carácter o malas intenciones y es el título de esta novela; una novela barriobajera porqué transcurre en esa zona habitada por la clase baja y clase aún más baja, por esas callejuelas del barrio del Raval, antaño conocido como el barrio chino: un gran mercado al aire libre, que no limpio, donde se compra y se vende todo a lo que se pueda poner precio. O sea todo. Ya sea legal o ilegal.

Atila es el protagonista principal. Un Atilano al que el recorte del nombre, al estilo del rey de los hunos, le conforma más mala leche, más mala ostia. La necesaria para afrontar los problemas que supone sobrevivir cuando no hay de donde rascar.

Es un detective privado con menos casos que perlas en una charca. No tiene despacho, okupa una mesa en un locutorio telefónico por ser pariente de Lena, una suerte de primo lejano de aquellos que cuanto más primo más me arrimo y tiene como vivienda un recoveco en un edificio, que se distrajo seguramente de los planos originales y en el que apenas caben dos personas, la cama y una botella de whisky, además del baño.

Y aunque no tenga motivos para agradecerle a la vida su suerte si los tiene porqué viendo sus convecinos de barrio aún podría ser peor. Marginal si pero no desgraciado.

El caso que le va a permitir pagar deudas y comer caliente por unos días se lo encarga un sudamericano para que busque a su chica desaparecida. Una bielorrusa de largas piernas, cuerpo escultural, melena rubia y ojos azules (¿acaso no lo son todas?) y de oficio desconocido pero imaginado. Imaginársela trabajando no supone ningún esfuerzo para un Atila curtido en multitud de frentes.

Y así junto a Atila, en ese encargo de búsqueda, la novela recorre El Raval y nos describe el ambiente y los habitantes de ese barrio crisol de nacionalidades y de ilegalidades. Lo hace a pie de calle para que experimentemos esas sensaciones que se adhieren a la piel y tardan varios lavados en irse.

Luís Gutiérrez Maluenda
Luís Gutiérrez Maluenda tiene en Mala hostia una autentica novela negra que sigue los arquetipos tradicionales del género y que se asentaron en aquella América de negros años. Coge los mismos mimbres pero teje su propia cesta.

Destila un argumento dinámico donde todo resulta pausible, donde las relaciones humanas y las acciones que se suceden tienen en su realismo su propia ficción y en donde no se puede separar el humor de la violencia del mismo modo que para que el cigarrillo eche humo antes hay que encenderlo.
Tiene también en El Raval el ambiente perfecto para desarrollar historias en las que nada ni nadie desentone, ahora que incluso las clases pudientes acuden a nuevos locales de moda para tomarse una copa porque les encanta vivir peligrosamente y en la que pululan turistas ávidos de lo auténtico para contar a su vuelta experiencias extremas.

Y tiene en Atila, hijo de puta entrañable, un romántico del sexo, un naufrago combativo, un perdedor disconforme, un cínico compasivo, un ex alcohólico que se emborracha cada día, al protagonista perfecto para desarrollar una larga serie de novelas a cual mejor. Creo que ya lleva tres.

No hagan como yo que, incomprensiblemente, he tardado años en acercarme a este autor y acaparen todas sus novelas para asegurarse lecturas placenteras. Yo estoy en ello.