jueves, 11 de abril de 2019

El largo invierno Saharaui de Teodoro L. Basterra

Esperando el referéndum prometido.

El pueblo Saharaui es un pueblo guadiana para los medios de comunicación y en consecuencia del mundo informado: tan pronto ocupa portadas como se pierde en el ostracismo.

Y es que hay temas que son una espina clavada en la humanidad de la humanidad y si se puede se mira para otro lado. Para los saharauis la vida es sufrimiento y no solo por malvivir en un hábitat desagradecido sino, y mucho más, por ser el único grano de arena del gran desierto que los marroquíes no pueden soportar en su zapato. Y eso se traduce en un permanente estado de sitio.

Esther Baquero, a quien conocimos en La primera víctima, (un thriller sobre el 11-M y los atentados de falsa bandera) trabaja ahora en Barcelona, alejada de su padre y de sus recuerdos, pero la placidez va por barrios y a ella parece que la vida, que le hado otras virtudes, no la contempla en ese reparto.

Quien fuera un novio suyo musulmán y saharaui aparece muerto en el Tibidabo barcelonés y todo apunta a un escarmiento, a una venganza, a un aviso. Podría tratarse de un acto terrorista o de la supresión de un traidor. A ella, a pesar de su relación, y precisamente por esa motivación, le toca descubrirlo.

El viaje de Esther Baquero, como miembro de una ONG, de Barcelona a Al-Aaiun, la capital no oficial del Sahara Occidental, lo es tanto física como emocionalmente y lo que van a vivir en un pequeño enclave del norte de África los va a marcar para siempre. Y los lectores tampoco van a salir de rositas.

El largo invierno saharaui es como se conoce al período de espera entre el prometido, y aún no realizado, referéndum de autoderterminación, por allá 1975 cuando España desconectó su proceso de colonización y Marruecos empezó el suyo sobre el territorio del Sahara Occidental.

Un invierno que amenaza con convertirse en glaciación ante la inacción de la ONU que solo consiguió un alto el fuego entre el Frente Polisario y Marruecos en 1991; pero la próxima ronda de negociaciones formales no está prevista hasta 2028, lo que hace que la inestabilidad, las escaramuzas, la represión y la violencia militar tengan una sorda y constante presencia en la zona. El sueño por conseguir crear un Estado independiente, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) sigue vivo en el pueblo saharaui aunque haya quien quiera enterrarlo bajo toneladas de arena.

El largo invierno saharaui es un thriller concienzudo en cuanto a documentación que ficciona la realidad para hacerla creíble y hace verosímil la ficción; que conforma una historia repleta de investigación policial, crímenes y peores delitos, en un clima de tensión social y de emoción personal para los protagonistas meros peones de grandes intereses corporativos y pequeñas ambiciones personales.

Teodoro L. Basterra
Teodoro L. Basterra ha conformado un argumento sólido y una trama dinámica y tensa que cuanto más se enmaraña más cerca está de desvelarse. Ha conformado un denso, y poblado bosque para explicar un árbol.

Y es que la forma de cubrir una noticia se adecua en cada lugar y momento a los intereses de quienes deciden y que para nada es el periodismo quien tiene las riendas.

El autor demuestra estar dotado para este género, algo que muchos intentan pero que solo pocos consiguen habida cuenta de la dificultad que comporta y es que un thriller ha de ser capaz de informar, ilustrar, emocionar y hacer vibrar y no de forma forzada por exigencias del guion, sino solo con su propia razón argumental.

La novela ha sido seleccionada este año para la XXXII edición de la Semana Negra de Gijón, el referente más importante en cuanto a certámenes noir de este país.

domingo, 7 de abril de 2019

El último barco de Domingo Villar

Una novela negra a ritmo de ría.

Probablemente sea esta la novela negra que en los últimos tiempos ha despertado mayor expectación por ser el autor aclamado deudor de la entrega; largo tiempo esperada se está vendiendo como un i-Phone en los mejores tiempos. Y se vende a ciegas y se compra en igualdad de condiciones.

El último barco es una novela policiaca a la gallega: encontrada en medio de una escalera, no se sabe si sube o si baja.

El Vigo actual, su ría y las localidades, como Moaña, que mojan sus pies en ella, añora el Vigo que fue en una novela cargada de tristeza. Toda ella es una oda a la tristeza. El último barco es una novela triste.

Si cada persona es un paisaje en un cuadro en esta novela hay muchos pero todos tienen en común ser naturalezas muertas o cuando menos agonizantes. Aunque no todos los desahuciados acaben bajo una cruz de piedra y algunos puedan resurgir y con ello revivir.

El paisaje y el ambiente de cada uno de los lugares que se evocan se apodera del argumento cuya trama criminal queda empequeñecida ante la carga emocional que destilan las palabras que arman las páginas.

Mónica Andrade, una mujer treintañera independiente y entregada a su vocación de ceramista, puede haber desaparecido según la denuncia presentada por su padre, un eminente cirujano que la echa en falta en su ausencia cuando nunca la ha considerado en su presencia.

Leo Caldas, reticente a investigar la desaparición de un adulto, acaba entregado al caso, forzado por su comisario, lo que le sirve a él y al narrador omnisciente para ilustrar una parte de la historia de Vigo y una parte de la vida de sus habitantes interpretados por unos personajes varados en dique seco. Un homenaje pagado de sí mismo y que se apodera de la trama criminal.

Al inspector Leo Caldas los años le han pasado factura y el tiempo pasado le pesa, ciertamente 711 páginas pesan lo suyo, y desarrolla una investigación poco rigurosa, sustentada en conjeturas basadas en hipótesis elaboradas a partir de intuiciones y esto no siempre funciona y suele ser tan improductivo como levantar una jarra de arcilla a partir de una pella descentrada.

Cualquier lector avezado podría ir enmendándole la plana, el propio escritor se encarga de facilitar las claves, como hicieran las novelas del siglo de oro policiaco, para tomar las decisiones correctas y, lo que es peor para Caldas, poder resolver el caso en el primer tercio del relato.

Entonces ¿es una novela fallida? En absoluto. Caldas es humano, tal vez demasiado y por ello imperfecto. Y con él, los demás. Y esto no es un defecto es una condición inherente de quienes piensan y sienten y la novela apuesta por esta vía y emplea la trama criminal casi como excusa para desarrollarla aunque hacia el final retome la esencia y solucione el caso.

Domingo Villar
Domingo Villar ha publicado una novela negra que se despereza a ritmo de ría y como tal sufre con los cambios de marea. Una novela negra y también social, introspectiva para quien la protagoniza y para Vigo; una evocación al folletín criminal francés de primeros del siglo pasado convenientemente actualizado.

El último barco, un título ambivalente puesto que tanto puede referirse al último transbordador nocturno que une Vigo con Moaña como también al barco que toda persona tiene la oportunidad de embarcar si es capaz de tomar la decisión, es una gran novela, costumbrismo criminal, pero quizás el compás de espera la ha penalizado, no en ventas, y si respecto a expectativas. Hay quien añorará no haber podido leer Cruces de piedra y hay quien, como bien decía Paco Camarasa, huirá ante el grosor de la obra.

Lecturas del todo imprescindibles, en especial la segunda, son las dos primeras entregas de Leo (por Léo Ferré) Caldas, la segunda está reseñada en este blog:

01. Ojos de agua




lunes, 1 de abril de 2019

El cuarto mono de J. D. Barker

"No hagas el mal".

Infinidad de veces y en modo gráfico o escultórico se ha visto la representación de los tres monos, o los tres monos sabios como también se apodan, del templo japonés de Nikko.

A su postura, al estar el primero, Mizaru (見猿) tapándose los ojos, el segundo Kikazaru (聞か猿) los oídos y el tercero, Iwazaru (言わ猿) la boca se le asigna el significado de «no ver, no oír, no decir» y por extensión se ha entendido como «No ver el Mal, no escuchar el Mal y no decir el Mal»

Hace cinco años que en Chicago campa un cuarto mono encarnado en un serial killer de naturaleza psicópata que, por sus actos, es conocido y temido por igual por toda una sociedad angustiada.

Su modus operandi consistente en secuestrar y realizar tres envíos por correo a las familias con partes de su víctima en blancas cajitas, en la primera una oreja, en la segunda los ojos y con el envío de la tercera la lengua, lo que significa que la muerte ya ha sido certificada. Tres envíos evocando a Los tres monos.

El calificativo, Cuarto Mono, asociado a “No hacer el mal”, se lo asigna el detective de homicidios del cuerpo de policía de Chicago Sam Porter, incansable perseguidor, por datos relacionados con la investigación y la morbosa relación que se acaba estableciendo después de tanto desgaste y tiempo dedicado a este asesino.

Los tres monos de Nikko
Y ahora se halla un cadáver atropellado por un autobús que podría ser el de este escurridizo genio del mal. Y al ser portador de una cajita blanca con una oreja, primer mono, todo hace presagiar que hay una víctima aún con vida y la prioridad es su rescate.

Y en este principio, cuando otra novela debería acabar, es cuando en realidad todo empieza. Búsqueda de pistas y datos que permitan averiguar su personalidad y que expliquen sus actos y el criterio de elección de sus víctimas para descubrir con vida a la propietaria de ese apéndice humano.

Y a lo largo de la trama giros y más giros que no dejan ni un respiro.

J. D. Barker ha escrito un thriller que presenta una trama terriblemente adictiva a pesar de no presentar nada que lo diferencie en demasía de tantos otros publicados. Los tópicos actúan a modo de Glutamato monosódico, ese polémico aditivo que nos hace repetir las lecturas aún a sabiendas que es él y no el argumento el que atrapa.

¿Puede un psicópata ser un justiciero? Si lo es ¿sigue siendo psicópata?

J. D. Barker
La novela alterna la narración omnisciente con la transcripción de un diario, de contenido espeluznante, perteneciente al asesino, donde pretende justificar sus actos por su condición, a su vez, de víctima. Ese cambio de voz, que, salvando las distancias, tiene cierto regusto a “El Coleccionista” acentúa el comportamiento psicópata y la elevada inteligencia de una mente privilegiada que ha elegido matar.

El resultado es notable y relevante presentando una trama más compleja que la media de este género y un equilibrio entre la parte procedimental y las secuencias de acción, que se reparten adecuadamente empleando tensión y suspense cada vez que conviene y cada vez que un nuevo giro lo requiere.

La cadena CBS ha comprado los derechos y pronto en pantalla dirigida, si no cambia nada, por Marc Webb. Y en EEUU ya se ha publicado la segunda novela de lo que promete ser una serie best-seller.

miércoles, 27 de marzo de 2019

Talión de Santiago Díaz

La novela que se convertirá en
serie televisiva de gran éxito.

Que tire la primera piedra quien nunca haya oído, o pronunciado, la sentencia ojo por ojo, diente por diente. Pero cuidado con darle a alguien ya que en virtud de esa sentencia la piedra volverá con idéntico propósito.

Es la ley de Talión recogida en las sagradas escrituras y no hay que ser creyente, en Dios, para apropiarsela; basta con ser creyente, en la propia capacidad de aplicar justicia, para materializarla. ¿Venganza o justicia? Pero ¿qué es la justicia sino una suerte de venganza oficializada?

Marta Aguilera, una prometedora periodista de sucesos, por una trágica, inesperada e indeseada circunstancia acaba encarnando a Talión.

Ante una inminente muerte programada y teniendo a favor la inmunidad, a ojos de todo Dios, que eso supone se deja arrastrar por sus impulsos, amplificados por los primeros síntomas de su enfermedad, y no duda en hacer de superheroína justiciera aunque no emplee mallas de fluorescentes colores, ni capa ni tenga superpoderes, pero a potra, visto como resuelve los escollos, no le gana nadie.

El argumento se sostiene a partir del dilema ético que supone elegir entre irse de este mundo postrada en cama o callejeando para librarlo de seres indeseables a los que la justicia, con sus retorcidos vericuetos, no ha podido alcanzar. Y Marta Aguilera lo tiene a huevo.

Como fácil lo tienen también los espectadores, perdón, lectores, ya que el autor ha elegido aquellos temas que más inciden en la piel y manipula con habilidad los sentimientos para buscar una respuesta que no puede ser otra que la absolución.

El argumento es sucinto y en su desarrollo el autor allana el camino para facilitar una línea recta de actuación, unida por varios puntos de intersección, que no resulta verosímil por la excesiva facilidad con que se ejecuta. Un ajustado mecanismo de precisión relojera que por ese motivo, su tecnicidad, no da lugar a errores y eso en humanos es demasiado pedir.

Santiago Díaz Cortés
A Santiago Díaz Cortés le ha podido el oficio y al escritor le ha traicionado el guionista, así pues la novela Talión acaba siendo la novelización de un guión de serie televisiva.

Y es que los puntos fuertes que muestra como guión son los puntos débiles que evidencia como novela. Incluso el final, más peliculero que literario y dulzón hasta el empalague, evidencia su verdadera naturaleza mass media abriendo puertas a una continuación o a claros spin-off.

Este thriller tiene la audiencia rendida de antemano y tanto da si sus lectores son de género o no ya que en cualquier caso todo el mundo lleva un justiciero dentro que no podría evitar despertarse ante la forma estentórea en cómo es invocado.

Talión acaba de ganar el Premio Tuber Melanosporum, otorgado por el certamen Morella Negra Como la Trufa, a la mejor novela negra escrita por un escritor novel durante el año lectivo 2017-18 y la productora audiovisual La Caña Brothers ya ha adquirido sus derechos para llevarla a la pequeña pantalla (o no tan pequeña, que hay quien tiene en casa lo que había en los cine-club de antaño) y el guión es tan bueno que le auguro, y deseo, mucho éxito.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Carvalho, problemas de identidad, de Carlos Zanón

No me mires, no me mires
déjalo ya...
(Maquillaje, Mecano)
Es difícil para alguien saber quién es si, cuando se mira al espejo, el reflejo le devuelve la identidad de un joven y famoso detective de ficción con el que no comparte edad ni fama y si nombre y apellido y nada del glamour: una broma de un escritor con el que si compartió más cosas.

Pepe Carvalho se busca para no encontrarse, quiere conocerse pero sabe que no va a gustarse por lo que no pone demasiado empeño y juega a que es pero que no es mientras se da tiempo para saber qué debe hacer cuando ya no le quede más remedio que reconocerse y aceptarse.

Como diría Mafalda, está: "maquillando los ya para que parezcan todavía".

Para Pepe, Carvalho, problemas de identidad es como observarse en una rueda de reconocimiento desde detrás del espejo, como Alicia, e identificarse a si mismo, sin menor atisbo de duda, entre los cinco alineados. Estar alineado o estar alienado, he ahí el dilema aún no estando en Copenhague.

Lo que ha escrito Carlos Zanón es una novela negra y criminal y también, y más, una anti novela negra y criminal. El resultado es un diario personal que se va autoescribiendo desde la autocomplacencia de alguien a quien le está bien ser como es y que quisiera ser distinto.

Carvalho está enfadado y busca saber contra quién, está perdiendo el norte aún residiendo en él, puede estar gravemente enfermo y está envejeciendo y teme más que sospecha que vivir era una cosa distinta a lo que ha estado haciendo hasta ahora. Incluso se da cuenta que Biscuter le da sopa con hondas en temas, en los que hasta hace poco, él era el maestro.

El cinismo empieza a saberle a bilis y, Houdini de la ironía, se sorprende como cuando cocina no ya para comer aunque le queda el placer de hacerlo.

Zanón siempre ha tenido claro que a Vázquez Montalbán hay que respetarlo y que cualquier intento de imitación podría caer en lo patético, por eso con los mismos ingredientes ha elaborado un plato distinto, ha deconstruido al personaje, producto de primera calidad y kilómetro 0, para reinventarlo.

Se ha despojado de los apellidos y a calzón quitado Carlos ha entendido lo que a Manolo, siempre creativo, le hubiera gustado y ha escrito una obra mayúscula sobre Carvalho donde es a la vez reconocible pero diferente. Apela más a la complicidad entre poetas, que a la de narradores policiacos pero no puede evitar homenajear su capacidad para sintetizar la realidad social y política en cuatro pinceladas.

Carlos Zanón,
empleador de palabras.
Carlos Zanón emplea un léxico generoso en su diversidad y rico en su acepción, es un juglar de la glosa elíptica que otorga doble o triple significado a sus frases a discreción cultural e intelectual del lector ofreciendo una imagen del detective desde su interior y no desde el exterior.

Nadie puede afrontar una maratón sin haber entrenado antes; leer esta obra requiere también de entrenamiento lector previo, no todos quienes empiecen acabaran y no todos los que acaben habrán sido capaces de captar todos los guiños y sutilezas que el autor ha insertado, no como presunción sino como servidumbre al gran intelectual que fue el escritor.

Así el detective Pepe Carvalho de Zanón echa de menos a ese escritor que un día conoció y que lo proyectó a la fama, ese tal Manuel Vázquez Montalbán al que maldijo más de una vez y al que hoy echa tanto en falta como se echa en falta a un padre cuando se sabe que ya nunca más se le podrá tener.

Ese escritor que entre comida y bebida, le sacaba información que luego adornaba y publicaba en libros que hoy son de culto sobre todo para los incultos. El escritor reiría hoy si viera que la vida real de Carvalho es de mierda y que los casos que investiga son una broma pesada para los argumentos de género.

El asesinato de una anciana y su nieta, con un perro, que no ladra, como posible testigo y la desaparición de una joven discapacitada mental, drogadicta y por ello prostituta.

Que lejos de los casos de Marlowe, Spade, Carvalho, el otro, o Archer por citar unos pocos. No hay asesinatos mediáticos o mujeres diez o destinos exóticos como ese Bangkok que tanto mencionaba el escritor y desde que murió allí ya no quiere conocer. Hay marginación, explotación, drogadicción, ambición, egoísmo, ingredientes para cocinar platos de pena aliñados con decepción y desespero, platos de pobre, pero es que quien más quien menos está a dos velas y en los sueños ya ni ilusión queda; están más vacíos que la nevera de Carpanta.

Por eso, y a pesar de haberse cansado del escritor, que nunca le dijo que le depararía el futuro porque creyó que aún había tiempo para escribirlo, hoy más que nunca desearía que el escritor siguiera aquí y rememorara su pasado y escribiera su presente iluminándolo con focos que resaltaran su perfil bueno. Hoy Pepe Carvalho, el de ahora, quisiera ser Pepe Carvalho, el de entonces.

Pero sabe que no hay vuelta atrás y que el pasado, pasado, y el porvenir, por venir.



Post-Data:

A Manuel Vázquez Montalbán me lo presentó un amigo común, hoy también fallecido. Manolo, así lo conocí, me pareció la primera vez peculiar e inaccesible,  suspicaz, extremadamente inteligente, sensible y escéptico.

Por aquel entonces primaba la perestroika y le regalé un pin de Gorbachov, entendía perfectamente que la evolución es imprescindible, también la de los ideales, y que solo transformándose se puede transformar. Y lo lució en la solapa izquierda de su americana.

Quien se va siempre se pierde algo y a los que quedan siempre se les amontonan palabras que no se dijeron. Pero de estar aún aquí hay tres cosas de las que estoy seguro hablaría:

Manolo Vázquez Montalbán
El gastrónomo que era sonreiría disimuladamente con el fin de la deconstrucción y el regreso al origen y es que la comida había que tratarla como la vida: buscar buena calidad y manipular solo lo imprescindible. Y reiría por dentro a carcajadas al saber a Biscuter concursante de Master Chef.

El culé apasionado que era hubiera disfrutado como un loco con la era prodigiosa de Guardiola y sus catorce títulos en cuatro temporadas y seis, el máximo, en una sola tacada, algo aún no igualado y hubiera babeado con las filigranas y goles de ese jugador de dibujos animados que es Messi, ese al que solo se le puede parar dándole pause al vídeo.

Y el columnista crítico que mostraba una ironía capaz de atravesar los cristales de sus gafas, hoy más que nunca ante la incuestionable evidencia de que el franquismo no ha muerto, y tal como nos recordaba Paco Camarasa en sus epístolas digitales, brindaría "¡Por la caída del régimen!” a lo que añadiría, en voz baja, como ya hizo en una ocasión en 1997: “Porque a pesar de todo lo que ha ocurrido desde el 75, algún día tendrá que caer el régimen..."

Y ojalá que sea pronto, Manolo.