domingo, 18 de febrero de 2018

La maldición de Sikris de Lucas Alcón Seoane

La esencia de P. G. Wodehouse
y de Agatha Christie
trasponiéndola a la época actual.
En el palacio de la memoria se guardan conocimientos y recuerdos de toda clase y condición. Allí se almacenan esas vivencias proporcionadas por horas y horas de lectura evocadora de mágicas hazañas y exóticas y triunfantes aventuras.

Lucas Alcón Seoane ha vaciado su fascinante, como el de la inmensa mayoría de lectores que empezaron de muy jóvenes, cajón de sastre y ha elegido aquellos sueños más preciados para componer, con encaje de tetris, una novela amalgamada de agradecimientos y homenajes a los personajes que nos dejaban acompañarlos en sus aventuras.

Todos tenemos esos recuerdos. Distintos pero parecidos. Esa emoción adolescente forjada a partir de las aventuras de Guillermo o de Los Cinco o de Los Siete Secretos o de Los Tres Investigadores  o de Los Jóvenes Detectives o tal vez de El Detective Conan. Poco importa la edad. Todos tenemos nuestro cajón de sastre.

El autor, embargado de ese sentimiento intrigante y aventurero ha escrito una obra policial para adultos: un pastiche que aúna lo mejor de la novelas de P. G. Wodehouse y de Agatha Christie. Del primero toma la mansión, el mayordomo, esa familia pudiente que se desmorona, esos nuevos ricos; y de la segunda esos asesinatos en habitaciones cerradas, esos familiares todos sospechosos, esos coup de efecte del detective.

Pero es que además resulta que la mansión, un castillo con todas sus fantasías: cripta, voces de ultratumba, decoración proveniente de exóticos lugares, pasadizos secretos y servicio doméstico de época victoriana está en La Moraleja de Madrid y la familia, el clan Devereaux es de origen francés. Y la época es la actual.

Así que cogiendo la esencia de la novela policíaca clásica inglesa y añadiéndole un detective con hechuras propias de la novela negra actual desarrolla, con cierto desenfado juvenil y mucho humor e ironía, una aventura con la que se reivindica el placer de la lectura de evasión.

La complicidad entre lector y autor ha de ser previa a la lectura y aceptar que se está en medio de una trama con licencia para ficcionar sin costuras, sin remaches y para aceptar que haya botones sin ojales y viceversa.

El clan Devereaux arrastra una maldición generacional desde sus tiempos de arqueólogos en Egipto. Una maldición que se va cobrando vidas, una tras otra a lo largo de los años. La que ahora se produce introduce al inspector Valentín Largo en una investigación compleja y vibrante dentro de un castillo poblado por estrafalarios personajes que parecen inquietos y temerosos.

Lucas Alcón Seoane
Las ópera prima suelen adolecer de excesos: de verborrea, de descripciones, de páginas y de pensamientos enquistados del autor. Toda regla tiene una excepción y La maldición de Sikris lo es.

Aúna frescura con calidad y soltura con prudencia para acabar siendo una elogiadora boutade, donde la premeditada opción de tirar de tópicos y hábitos no son el fin sino el medio.

Remuevan en su cajón de sastre y lean La Maldición de Sikris. Van a disfrutar y rejuvenecer de golpe.

domingo, 11 de febrero de 2018

La ciudad está triste de Ramón Díaz Eterovic

Refleja un sentimiento de
confusión como el
aturdimiento que se sucede
a una explosión.
En todos los países hay alfombras y todos los gobiernos barren bajo ellas. Pero las dictaduras convierten al país, todo el, en una gran alfombra donde cabe de todo y en cantidad; tanto y tan variado que aun habiendo sido superado el gobierno del fraude nadie se atreve a levantarla por miedo a dejar al país patas arriba.

Y hay razón para el miedo o como mínimo para el respeto porque los dictadores nunca están solos y a su marcha quedan amigos, familiares cercanos, hijos, nietos, un macro clan diseminado en el espacio pero unidos bajo el lema de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y ansían que este regrese y sus raíces son profundas y su poder aún muy poderoso.

Basta mirar alrededor para ver cuantos países están aún bajo esa espada de Damocles que sigue estando muy cerca de caer sobre los ideales.

La ciudad está triste refleja un sentimiento de confusión como el aturdimiento que se sucede a una explosión.

Una joven universitaria ha desaparecido y su hermana, Marcela Rojas, encarga al detective Heredia su búsqueda y cuando este sabe que se la había visto con otros jóvenes con inclinaciones libertarias sospecha y teme quien puede estar detrás de todo y porqué.

Detective Heredia, Santiago de Chile, dictadura, represalia. La novela negra de Ramón Díaz Eterovic tiene mucho que ver con el crimen y el poder. Es una novela negra nacida de detenciones y desapariciones de cuando la dictadura trascendía de ser un sistema político saliendo del parlamento y tomando las calles para ser una forma de vida, o, peor, para ser una forma de muerte.

La novela es escasa de páginas, con mucha acción y diálogos cortos y secos lo que aún la hace más breve. Se lee en un suspiro pero su mensaje, esa metáfora reveladora y su denuncia es de los que permanecen y motivan a saber más de ese detective solitario, integro y justiciero sin disfraz.

La ciudad está triste es la primera novela de la serie protagonizada por el detective Heredia que ya va por la entrega número 16. Un hombre con un sentimiento humanista, popular y populachero:


  • La ciudad está triste 1987
  • Solo en la oscuridad 1992
  • Nadie sabe más que los muertos 1993
  • Ángeles y solitarios 1995
  • Nunca enamores a un forastero 1999
  • Los siete hijos de Simenon 2000
  • El ojo del alma 2001
  • El hombre que pregunta 2002
  • El color de la piel 2003
  • A la sombra del dinero 2005
  • Muchos gatos para un solo crimen cuentos 2005
  • El segundo deseo 2006
  • La oscura memoria de las armas 2008
  • La muerte juega a ganador 2010
  • El leve aliento de la verdad 2012
  • La música de la soledad 2014

Ramón Díaz Eterovic
Ramón Díaz Eterovic emplea la ficción en la novela negra como medio de denuncia de la realidad. Describe un mundo real disfrazado de imaginario.
Transcribe biografías de personas anónimas empleando personajes a los que convierte en protagonistas de sus propias vidas.
Y todo bajo la mirada de un Heredia que no es indiferente al paso del tiempo que, a su paso, lo hace envejecer y también aceptar los hechos de otra manera y evolucionar como hace el sentimiento colectivo de una sociedad que no puede estar permanentemente anclada en el pasado.
Los chilenos de ahora no olvidan pero miran hacia delante. Si en las primeras novelas los casos tienen vinculación directa o indirecta con los excesos de la dictadura, en las siguientes los casos van teniendo motivaciones más actuales.
Las calles de Santiago son las mismas pero los establecimientos cierran y abren otros y cambian, como lo hacen las ropas de los transeúntes y como también evolucionan los vehículos que las transitan.
De igual modo que se reinventan los barrios por los que Heredia ha vivido su infancia, juventud y madurez.
De ahí que la serie tenga visos de documental, de realismo social y sirva para explicar en formato de novela, que no de libro de texto, una parte de la historia reciente de Santiago de Chile.

martes, 6 de febrero de 2018

Una detective inesperada de Kerry Greenwood

Phryne Fisher, una joven llena
de recursos.
En aquellos años 20 la clase alta vivía a tope, si algo había eran reuniones mundanas, de esas en las que se tomaban cócteles, se hablaba de moda y de las vacaciones junto al mar o en un chalet en cúspides nevadas, se conducían coches de relucientes cromados, se jugaba al tenis y al golf e irrumpían jóvenes féminas audaces que desafiaban el estatus masculino optando por negarse a cumplir las modosas expectativas que la sociedad tenía determinado con las mujeres.

Entre ellas resalta Phryne Fisher, el personaje de ficción, que bien pudo existir y que es la suma de destacadas aptitudes mostradas por congéneres de la época, protagonista de una serie de novelas escritas por Kerry Greenwood.

Phryne Fisher es una rica, guapa, seductora, audaz, inteligente y sensible joven (nada más y nada menos) que decidida a ponerle un poco, aún más, de pimienta a su vida, se aleja del encorsetamiento británico que le ahoga rumbo a Australia, su patria natal, donde una peculiar situación de sospecha por envenenamiento, en una familia amiga, reclama su presencia.

Ha viajado cerca de 17.000 kilómetros para vivir nuevas emociones y experimentar nuevas sensaciones y actuar como Una detective inesperada satisface plenamente esos deseos.

La vida bajo control se descontrola y Phryne va a vivir más emociones de las que se podía imaginar, aunque tenga recursos suficientes para salir airosa de cualquier situación.

Una trama de enigma sencillo tratada de manera divertida e irónica, muy bien ambientada, que sin grandes efectos ni sorpresas consigue mantener la atención y mantener la sonrisa en el rostro durante toda la lectura. No busquen más que no lo encontrarán.

Kerry Greenwood
La escritora mantiene la ambigüedad que supone la superficialidad de tratar con ropa de diseño e ingredientes de platos sofisticados, con la perseverancia en mantener esa crítica a favor de la libre determinación de la mujer para hacer con sus actos y con su vida lo que le apetezca. Desde la riqueza claro está; desde la pobreza las prioridades son otras.

La serie de Phryne Fisher llega a las veinte novelas publicadas, Una detective inesperada es la primera, y dispone de adaptación televisiva muy aplaudida.

Es el personaje evocador en los sueños de cualquier chica que tenga que levantarse a trabajar cada día para hacer largos turnos y cobrar como mucho el salario mínimo.

Kerry Greenwood ha sabido aunar todo lo que se le pide a la vida: el dinero, el placer, el misterio de salón y las aventuras con cierto grado de riesgo, con el romanticismo glamoroso para crear una colección que hace las delicias al gran público.

viernes, 2 de febrero de 2018

Más allá de la sospecha y La dalia roja de Lynda La Plante

Lynda La Plante
Lynda La Plante, la autora de estas dos novelas, las dos primeras de una serie de nueve, hasta la fecha, protagonizadas por Anna Travis  lo es también de otras series con otros protagonistas, alguno llevado exitosamente como serie de tv, llegando a superar en total las cuarenta publicaciones.

Sus novelas se reeditan y se traducen triunfando como best-sellers porque tiene la habilidad y la capacidad de dar al público lo que este espera; el coste que esto supone, contentar a la mayoría, es el escribir sin salirse de un marco.

Es como el vino que añada tras añada es casi siempre el mismo ¿cómo puede ser si las viñas envejecen, la composición del suelo se altera, el clima es variable, y la cantidad de azucares recogida en las uvas en el momento de la cosecha es distinto cada vez? Alguien está haciendo algo para mantener esa estabilidad ¿no?

El estilo que presenta en las dos novelas reseñadas Más allá de la sospecha y La dalia roja es claramente el de procedimiento policial: detallista en las formas de actuación policial, en las gestiones administrativas intradepartamentales, en las relaciones personales y jerárquicas de los agentes y mandos y en la relación de estos con los medios.

La trama va desarrollándose sin prisa pero sin pausa, con meticulosidad y de forma lineal deteniéndose si es preciso para no dejar ningún cabo suelto.

Su narrativa es intachable pero de tan academicista resulta carente de pasión y a pesar de los sucesos espeluznantes y de los devaneos amorosos que relata no consigue transmitir la emoción que pretende.

De hecho y a pesar de ser dos argumentos distintos, el resultado final de la lectura seguida de las dos novelas lleva a creer que se ha leído la misma variando solo el tratamiento y el final. Algo parecido sucede al ver las dos cubiertas. Son distintas si, pero ¿a que parecen iguales?

Más allá de la sospecha

Sin entrar en detalles que desvelarían lo que no se puede ni debe, esta sensación la produce la práctica repetición de patrones de comportamiento de los personajes, de la estructura narrativa y de la secuencia temporal de hechos en el desarrollo de dicha estructura.

01. Más allá de la sospecha supone el debut de Anna Travis en un caso de investigación criminal, lo que le lleva a cometer errores por joven y por novata que subsana con su perspicacia y su tesón en el trabajo. Diversos asesinatos apuntan a un asesino en serie pero el dispar perfil de las víctimas ofrece una duda razonable y conlleva la necesidad de efectuar investigaciones paralelas donde la inteligencia debe vencer la fuerza.


La dalia roja
02. La dalia roja evoca al espeluznante asesinato real nunca resuelto de la joven Elizabeth Short, conocido como el caso de la dalia negra ya que por un lado Lynda La Plante recoge el suceso y lo recrea para que no caiga en el olvido y porqué el argumento reproduce el modus operandi hasta tal nivel de detalle que la policía llega incluso a sospechar que se trate del mismo asesino lo que dispara todas las alertas y debería plasmarse en una trama llena de tensión y miedo visceral.

domingo, 28 de enero de 2018

Glacé

Una magnífica elucubración
maquiavélica, producto de una
brillante mente enferma.
Un acto siempre es una respuesta; una consecuencia. Alguien ha planeado, ha dicho o ha hecho algo buscando esa respuesta. Provocando ese acto. Que no tiene porqué ser inmediato y puede diferirse incluso varios años.

El azar también cuenta como algo o alguien catalizador pero el azar no puede enlazar una sucesión de actos mostrándolos además en una secuencia lógica, casi matemática. El azar es impredecible. Los planes del ser humano, por complicados que parezcan, siempre pueden ser predichos. Lo cual no significa que lo vayan a ser.

En lo alto de una parada de teleférico, a 2.000 metros de altitud, cerca del pueblo de Saint-Martin en el Pirineo francés, encuentran el cadáver de un caballo sin cabeza.

El hecho de que pertenezca a alguien importante en la comarca motiva al juez a designar al capitán Martín Servaz de Toulouse (interpretado por Charles Berling) como coordinador de la investigación junto a la capitana Irène Ziegler de la Gendarmerie local (interpretada por Julia Piaton).

En la misma zona se encuentra el Centro Warnier, un establecimiento penitenciario de alta seguridad donde los internos presentan trastornos psiquiátricos. Uno de ellos, un peligroso asesino en serie: Julian Hirtmann (hierático y convincente Pascal Greggory), fue detenido por el capitán Martin Servaz.

Martin no cree en las casualidades. No cree en el azar como catalizador de coincidencias. Y si cree en cambio, porque lo sabe, porque lo ha sufrido, que la mente humana está mejor preparada que el azar para ello.

La trama se va desenvolviendo con lentitud, los encuadres, precisos y preciosos, permiten visionar los acontecimientos desde perspectivas relajantes y por tanto intentan impregnar al espectador de la tranquilidad necesaria para poder racionalizar los hechos. Los planos no buscan escandalizar sino mostrar para poder discernir entre las distintas posibilidades.

Glacé es una magnífica elucubración maquiavélica producto de una brillante mente enferma, en formato de serie televisiva.

Estamos ante un thriller psicológico donde, también hay acciones de acción pero, los actos solo son respuestas.

Y el paisaje relajante ayuda a contribuir a la creación de esa atmósfera donde la mente gana al cuerpo. El blanco de la nieve contrasta con las sombras de los árboles y con la dicotomía de colores la busca también entre la pasión y la razón. Aunque ésta es distinta según quien la argumente y si es un psicópata quien lo hace, sus actos puede que no sean razonables según el comportamiento social definido.

Solo una temporada. Solo seis episodios. Y no parece que pueda haber más habida cuenta que se trata de una adaptación de la novela del mismo título, Glacé, de Bernard Minier. Los que la han leído dicen que, a pesar de los múltiples cambios, la serie conserva el espíritu del texto. El visionado merece la pena.