Acción desde la cubierta hasta la última viñeta. |
Alex y Carole, al final del cómic sabremos cómo se
conocieron y decidieron seguir juntas, viven del robo de cuadros por encargo.
Pero sus contratistas no se conforman con cualquier obra y así se enfrentan con
retos casi imposibles o ¿acaso robar La gran odalisca de Ingres en el mismísimo
Louvre no lo parece?
Robar La gran
odalisca requiere una cuidadosa planificación que se va diseñando con
desparpajo y en medio de otra aventura de idéntico calado o superior.
La complejidad del encargo les hace reclutar a Sam como
tercer miembro del grupo y aprovisionarse de material muy específico que
compran a su amigo Clarence lo que va a dar lugar a una aventura propia, una
subtrama conclusiva tan excéntrica como surrealista, dentro de la trama
principal, en la que las tres amigas van a tener que desplegar capacidades que
no les suponíamos en una aventura con narcos en México, tal como si
estuviéramos viendo una película de acción protagonizada por las mismísimas Ángeles
de Charlie.
Dos cómics en uno; dos aventuras totalmente distintas que
se complementan para perfeccionar el retrato psicológico de cada una de las
protagonistas en medio de una realidad, a menudo exagerada, pero desbordante de
emociones y sentimientos.
Robo en el Museo d'Orsay |
La obra supone una revisión del género de ladrones de
guante blanco, no solo por ser mujeres, desinhibidas y liberadas, las
ejecutoras sino por el ritmo non stop,
vertiginoso y desenfrenado a todo lo largo del comic más propio de un film de
acción que de reflexión como suelen ser las películas de grandes robos, aunque
ambas mantengan el suspense hasta el fotograma, o en este caso viñeta, final.
La comicidad, presente a lo largo de toda la obra, va
permitiendo liberar tensión y relajar los músculos entre acción, acción y
reacción que van sucediéndose con escenas violentas y de fuerte dramatismo, que
también las hay, simultaneadas con momentos de confesiones íntimas entre las
protagonistas lo que conforma un cómic muy particular y personal detectado ya
desde las primeras planchas con el emocionante robo en el Museo d’Orsay a la
par que una separación amorosa por SMS.
Y es que las protagonistas son personas
de carne y hueso tan independientes como el equipo de la BD que las ha creado.
La pirámide en la entrada del Louvre |
Difícil, si no lo explican ellos mismos, saber que parte
del guión, que diálogos o que viñetas corresponden a cada uno del equipo que ha
elaborado la obra de forma conjunta. Bastien
Vivès, Florent
Ruppert y Jérôme Mulot
son todos padres y madres de La gran odalisca.
Pero es seguramente Bastien Vivès, abanderado de esta
nueva generación de línea clara en el cómic franco-belga, quien tiene más
presencia o al menos al tener más conocimiento de su obra permite reconocer su
estilo de dibujo desdibujado.
Su economía de trazos, que de tan indefinidos, su sello de
fábrica, como tenues y delicados, por lo que, al no entrar en detalles se ve
obligado a captar la esencia tanto de la anatomía humana como de fondos y
edificios, ya sea en movimiento como en estático.
El guión combina la amistad, las relaciones y los
sentimientos con la aventura en su sentido más lúdico y entretenido, así
conforma unas escenas llenas de acción y acrobacidad que atrapan enseguida por
su ritmo y suspense. Unas escenas llenas de ruido a pesar de ser mudas.
El color a cargo de Isabelle
Merlet, muy bien elegido y ejecutado, es perfecto para realzar aquello que el dibujo, por inconcreto, no
termina.
Obligada lectura. Ya me lo agradeceran luego.
Ya está publicado el segundo álbum Olympia.
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