Una vez más Men Marías deleita con su particularísimo modo de escribir para relatar una historia que, como la anterior La última paloma, ofrece una lectura a distintos niveles.
Sus novelas negras no tienen nada de convencional ni de
tópicos. Se aleja de los estereotipos del género para adentrarse en el drama humano
de quienes puedan ser víctimas.
¿Las personas sufren porque viven o viven para sufrir? Depende de la fe religiosa de cada cual, por lo que hay múltiples respuestas, como también intentar averiguar si la capacidad
del ser humano para recibir o infringir dolor tiene escala abierta de medición o acotada.
Y aún menos saber quien siendo bondadoso obra con maldad y
quien siendo malvado actúa con bondad. No, no son juegos de palabras para
aparentar una mayor profundidad de pensamiento; son los retos que nos plantea
la autora en esta novela.
Marina, a quien hace poco la muerte la dejó viuda y
huérfila, si es que algún día la RAE homologa la palabra, la hipocresía la acaba de
enviar al paro y el desahucio hipotecario a la calle. Lleva 3 días
en un parque en un duermevela que se creería un sueño si no fuera porque es imposible despertar cuando no se está dormido.
Con un intento de acusación de asesinato u homicidio, que
importa, sobreseída por una coartada que salvaguarda hechos pero tal vez no
intenciones, sufre un asedio anónimo que aún no siente y que agravaría aún más su
situación.
“Marina implora misericordia al cielo con los ojos clavados
en el infierno”.
El desespero, no obstante, como la lluvia inclemente,
también descansa en algun momento y en uno de esos instantes en los que la luz toca la frente
como gracia divina, a Marina se le aparece un ángel y en su generosidad
encuentra una posible salida a su desequilibrio físico y emocional pero tal vez
al psíquico le cueste más adaptarse.
Lo que arrastra la lluvia es una novela negra lírica. Tal vez solo con ese lenguaje de dulzura métrica se pueda interpretar una melodía tan parecida a un final de obra dramatica. Una obra existencialista, que mezcla de forma sobrecogedoramente agridulce compasión y perdón con venganza y odio, entendiéndolo todo como componentes tan necesarios en la vida humana como el oxígeno y el carbono.
Men Marías la estructura en tres
partes: La Mendiga, La Intrusa y La Diosa. Incorpora paralelismos con tres
lecturas: La Metamorfosis, El Extranjero y El Dr. Jekill y Mr. Hyde. Y lo
relata a partir de tres voces: una en primera persona, otra epistolar y la
tercera de narrador testigo.
Esta escritora sigue sorprendiendo por su personalísima
forma de plantear el relato, ¿cómo, si no, le podemos aceptar que una
adolescente tenga como firma en su blog una cita de Rayuela y poemas de
Benedetti? Sigue gustando por su sabor agridulce, ¿cómo, si no, se puede
mezclar el aroma de Chanel 5 con la expresión “el hambre le rajó el estómago” y
sigue generando expectación ya que no sabemos, ni tal vez ella, hasta dónde
puede llegar y que más nos puede ofrecer, si además lo redondea todo con los
poemas paganos agrupados en la cantata Carmina Burana.
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