El fin de ninguna parte es una novela negra, policíaca, al uso.
En ella se encuentra todo lo que ha hecho grande al género: un policía desplazado de su hábitat, con sus fantasmas a cuestas; una nueva compañera tan profesional como extrovertida y entusiasta de la vida más allá del deber del uniforme; comisario malhumorado pero comprensivo; un entorno social con explotación laboral; presencia de la Unidad de Crimen Organizado; unas víctimas, mujeres, jóvenes con sueños rotos y recompuestos, aunque no sea de la mejor manera; trapicheo y paisaje de ensueño.
El inspector Hugo Monforte, asturiano de
nacimiento, pero madrileño de adopción se incorpora, sus motivos hay, a la
comisaría de Cádiz y su llegada no puede ser más oportuna para incorporarse a
una investigación que acaba de instruirse.
Su compañera, la inspectora Candela Martín es
su opuesto, y no porque sea mujer sino porque representa y evidencia todo lo
que Hugo ni ha sido, no es y no será en la vida.
Ya no solo por diferencia de edad sino de forma
de entender y vivir la vida, de elegir la ropa, de preferir un cierto tipo de
bebidas o de deleitarse gastronómicamente.
Y es que Cádiz ofrece opciones para distintos
gustos y unifica el de la vista por sus paisajes, su campiña y su mar. Y
también tiene su lacra criminal y entre una cosa y otra avanza una
investigación que ofrece complejidad, desconcierto y distintas vías de
investigación que, si todos los caminos van a parar a Roma, en este caso van a
parar al mar.
La adaptación al entorno del recién llegado no
es fácil como tampoco lo es adaptar su método de investigación, propio de una
Unidad de acción rápida pero muy ajustada a la legalidad vigente so pena de no
rematar el caso en un entorno judicial, al de una zona en la que la
determinación puede ser necesaria para encauzar el caso y no perder sábanas por
el camino.
El cadáver desnudo de la joven Aurora Fernández
ha sido descubierto por un joven pescador de la zona y más no les voy a contar. Disfruten participando de una investigación que se va complicando por momentos y que va toparse con algún que otro cadáver más.
Israel Díaz Reinado ofrece un suculento plato donde hay variedad, redacta con brío y se entretiene solo lo justo y necesario cuando quiere resaltar algún aspecto relevante que no debe pasar desapercibido.
Una trama que juega al despiste para ir
sorprendiendo a cada nuevo giro. Mucho diálogo, descripción precisa y ritmo lo
suficientemente rápido, como pide un buen thriller, pero tampoco tanto como
para perder el paso a imagen de esa novela negra que encierra en su interior.
I es que, como sucede con los moluscos, el cuerpo se esconde en su interior. Una lectura
agradecida, de las que es inevitable pedir otra ración.
0 comments:
Publicar un comentario