Novela negra agita conciencias y tensionadora de principios. |
Si El asesino de La Pedrera, la anterior y primera entrega de la serie protagonizada por Milo
Malart, tenía estructura y contenido de thriller en El Ángulo Muerto encontramos,
en cambio, la esencia de la novela negra contemporánea.
Lo cual viene a decir que
su autor, Aro Sáinz de la Maza, sabe escoger el mejor vestuario para nadar en
cualquier agua y que es bueno para ello.
Lo verdaderamente
importante es que se consigan transmitir sensaciones, que se agiten
conciencias, que se sacudan ideas para que caigan las preconcebidas y que se
tensionen principios para ver si son sólidos e incuestionables.
Y El Ángulo Muerto es
una novela negra de esas. Un largo travelling sobre la desesperación que
pone foco en lo que la crisis económica ha desenfocado: personas aisladas
porque su cordón umbilical con el entorno se ha cortado y que flotan ingrávidas
con las miradas perdidas, familias desestructuradas porque la presión acaba
haciendo explotar los contenedores de sentimientos, miedo generalizado a pisar
la calle porque para muchos es como entrar en el túnel del terror, y foco
también en los que, sin fuerzas ni esperanza, cierran el ciclo de la vida bajo
las ruedas del metro y también, claro está, foco en una policía que tampoco se
escapa de sufrir el impacto de los recortes.
En la novela, Milo Malart
tiene a su cargo investigar el asesinato de una joven universitaria y para
hacerlo tendrá que sortear diferentes estados de ánimo que muestran aquellos
con los que se topa y que van desde la autocompasión hasta la autocomplacencia.
Y tendrá también que gestionar los suyos propios que varían según se relacione
con Rebeca, su pareja policial, con su hermano y su cuñada, con su amiga juez o
con Tío.
Aunque Milo en esto sea un
poco frontón y devuelva la pelota según se la hayan lanzado: blanda por blanda,
fuerte por fuerte. No le preocupa como caiga a los demás mientras su integridad
esté a salvo y es sincero hasta herir, de aquí que aborde la investigación según
su escala de valores aunque esto lo ponga al borde de la indisciplina con sus
superiores. Para según que resulta manco de su mano izquierda.
Es una novela oscura y
sobria que retrata, cargada de rabia y frustración, los efectos de esa crisis alargada
artificialmente para crear un orden nuevo donde los agradecidos temerosos y
serviles sean legión y se entierren conceptos como derechos laborales e
igualdad de clases. Una crisis capaz de hacer que alguien se lance a comer para
no ser comido movido únicamente por la desesperación y el instinto de
supervivencia.
Es una novela muy bien
llevada y con un título muy bien traído, El Ángulo muerto, esa porción de
espacio que por no verla parece que no existe, y que a lo largo del desarrollo
de la trama encaja en muchos aspectos. Miguel Ríos lo explicaba muy bien en una
de sus interpretaciones más intimistas.
Hay quien elige colocarse
en el ángulo muerto para actuar al abrigo de miradas ajenas y hay quien sin
estar allí parece que esté ya que resulta invisible a la sociedad: ojos que no
ven miseria que no existe. Pero también encontramos ángulos muertos en las
relaciones humanas y en el modo de justificar decisiones, todos tenemos
nuestro ángulo muerto.
Reseña de la primera
novela de la serie El asesino de La Pedrera