El cadáver presenta 77 incisiones. |
La sociedad tiene a culpabilizar con facilidad. A poco que
alguien sugiera algo, si encaja en el inconsciente colectivo, la muchedumbre se
lanza cual manada de lobos sobre la oveja.
Da igual que sea o no culpable; lo
importante es que lo podría ser.
Por eso, cuando la sociedad ha pronunciado su veredicto no
quiere saber más del tema; teme enfrentarse a la verdad ya que esta podría
evidenciar que aquel es erróneo. Y si la víctima, una mujer joven y guapa,
presenta 77 incisiones, que no puñaladas ya que el arma es un formón de
carpintero, aún más motivo.
La acción transcurre en Australia, algo puramente
coyuntural e intrascendente para la trama, donde un pastor de ovejas, en realidad
alguien en busca y captura como sospechoso del asesinato de su esposa ocurrido
27 años atrás, vive su rutina en el presente sin dejar entrever su pasado
.
Pero ahora su hermano acaba de fallecer y antes de morir ha
confesado ser el autor material del crimen. Esta confesión, por inesperada e
insospechada, aturde e incomoda a todos los habitantes de la localidad y a él
le abre las puertas a poder regresar redimido a su anterior vida. Si es que de
ella queda algo.
Los comercios, los edificios y los habitantes no son los
mismos 27 años después, pero hay algo que no cambia y es la hipocresía humana.
Una atractiva y emocionante historia llena de misterios y suspense, digna de
Hitchcock, que favorece tomar partido por unos y otros según avanza la trama.
Una mujer cuya calentura deja en pañales las calderas del
infierno. Un pueblo con más gente con misterios que con pantalones. Un
asesinato atroz con un arma nada usual. Una o varias redenciones.
Línea clara para una historia que da hilo sin que se acabe el carrete. |
Zidrou (actualmente de lo mejor que le puede ocurrir a un
cómic y a un dibujante) ha escrito un guión negro donde se maneja con
habilidad, a pesar de que toca diversos géneros y se alía con distintos
dibujantes es en el noir donde consigue transmitir esa sensación de que lo
común esconde lo singular y de que las vidas rutinarias no son sino una
proyección manipulada de otra realidad que las personas esconden. Él se encarga
de retorcer la historia para ir abriendo frentes inesperados como generadores
de sorpresas que consiguen que el interés se mantenga álgido en todo momento.
Philippe Berthet dibuja de nuevo ese género en el que tan
cómodo se siente, donde la mujer tiene prioridad, ese arquetipo de belleza
fatal, esa temible combinación de rostro aniñado y cuerpo ansioso, donde las
miradas y los gestos han de transmitir emociones. Y su trazo fino y sin
interrupciones, esa adaptación propia, tan suya, de la línea clara, se adapta
como un guante a esta historia que va dando hilo sin descanso.
Un cómic con cuerpo y mente, una atmósfera plácida y turbulencias en el interior. Una historia negra de las de verdad.