Toda revolución es un antibiótico de doble acción.
En la primera limpia los gérmenes nocivos para los que ha sido especialmente creado, eso si con daños colaterales: al antibiótico de amplio espectro no se le puede pedir que hile fino y a su paso algunas bacterias buenas también son eliminadas.
¿Defecto de fabricación o poca formación de los que administran la medicina a la población? O lo que es más cierto y todavía peor, el aprovechar el río revuelto para dar rienda suelta a odios y rencores y enmascarar la venganza personal bajo la bandera de la reeducación.
La segunda acción es una bomba de efecto retardado que lleva en su interior y que acaba con los ideales del contexto romántico de cuando fue concebida. Es cuando los anticuerpos revolucionarios mutan en virus dictatoriales o en bacterias tiranas y dañan más que la enfermedad que pretendieron curar.
Una vez más Qiu Xiaolong, en esta obra Seda roja, nos demuestra porque es el adalid de la novela negra, de la novela interrobang, china.
Sus novelas, como toda novela negra que se precie, nos muestran a través de los crímenes a resolver como se ha ido resquebrajando el muro de falsa moral que levantó la ideología de Mao, a quien siguen llamando presidente, y como queda a la vista de todo el mundo la realidad de una clase política que entre otras miserias todavía
oprime limitando la libertad de expresión.
Nos explica como por mucho que China entre en la carrera consumista montada en el coche capitalista seguirá escondiendo bajo las alfombras los miedos y las pesadillas de lo que la mal llamada revolución cultural provocó, como seguirá aferrada a sus costumbres ancestrales y a sus veneraciones místicas, como su gastronomía seguirá siendo tan apetitosa para sus gustos y tan bestia y salvaje, a los ojos occidentales.
Si la novela negra americana tiene en la importancia del ambiente el cigoto de los casos que trata, no lo tiene menos la novela negra de Qiu Xiaolong.
Y es así como se entiende que el Inspector Jefe de la policía de Shanghai, y protagonista de las novelas de Xialong, Chen Cao, además de magnífico detective, sea sensible poeta, estudioso de la literatura y de su impacto social, aprendiz de psicólogo, desdichado en amores, traductor de novela negra occidental y gourmet refinado siempre que tiene ocasión. Chen simboliza la contradicción en la que vive su cultura y su país. La convivencia del yin y el yan.
Seda roja es la quinta de seis novelas publicadas y nada más empezarla nos reencontramos con la sensibilidad narradora de Xialong, con su habilidad para entrelazar pasado y presente. En esta ocasión el origen e historia, apasionantes, del vestido mandarín y los riesgos de las chicas que trabajan como acompañantes y de triple alterne dan pie a una interesantísima trama enriquecida con innumerables matices de la compleja cultura de su milenario país.
Todo pasa en un momento en que el inspector Chen, está en un punto crítico de su vida, habiendo de decidir que quiere ser de mayor y sus amigos el subinspector Yu y la sensual Nube Blanca y las circunstancias del caso policial que se le presenta decidirán por el.
viernes, 4 de noviembre de 2011
Seda roja
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martes, 1 de noviembre de 2011
Gandalf y Belfondo
Gandalf vive con nosotros, en el jardín. Es un precioso ejemplar de liquidambar styraciflua. Lo bautizamos así por su tronco gris surcado de profundas arrugas, y la acogedora sensación de protección que ofrece su presencia.
En primavera aparecen sus hojas palmeadas de un verde limpio y brillante que se torna más oscuro cuando dibuja los nervios que las recorren. Pero si en verano es puro frescor es en otoño, cuando se viste de tonos amarillos, naranjas, rosados, violáceos, bermellones y granates cuando muestra toda su magnificencia.
Por la noche parece una luz encendida. Por el día una erupción de magma. Es una proyección mental de un Van Gogh especialmente creativo.
No nos cansamos de mirarlo. Ni de ver descender, en inexistentes paracaídas, a sus pigmentadas hojas que al posarse sobre el suelo forman un crujiente y poli cromático mandala de cuatro dedos de grosor.
Nos gusta pensar que es El Árbol de las Historias. Que cada una de sus miles de hojas contiene escrita en su savia el esbozo de un argumento y que de el se alimentan autores de novelas, de guiones y de partituras.
Que, efímeras como son, se reinventan cada año en los argumentos no elegidos y rebrotan en espera de una nueva oportunidad ofreciéndose con caduca generosidad a quien pueda descifrar su secreto.
¿Qué cómo lo sabemos? porque las hojas que han transmitido su legado mantienen su verdor incluso en la misma caída de la hoja. Cuando los pajizos y encarnados son los colores predominantes y todavía se ven manchas de verde con iridaciones doradas.
Se debe a eso y no a caprichos de la fotosíntesis el que, en nuestro liquidambar, haya hojas verdes incluso a las puertas del invierno. A pesar de lo que digan los botánicos.
Jenn Díaz parece haber sido tocada por las hojas de Gandalf, porque un elevado número de ellas componen su novela Belfondo.
Belfondo no es una novela negra, pero podría haberlo sido. Belfondo como Macondo vive en el imaginario colectivo, ambas son hijas de ese realismo mágico que tanto apreciamos los letra heridos.
En este Belfondo imaginario viven y conviven sentimientos y secretos encarnados en seres posibles.
Seres manejados como marionetas de trapo por la voluntad de un amo que en su omnipresencia preserva los valores que cree adecuados sin tener en cuenta que las individualidades sino salen afuera crecen al interior. Enraizando. Y que la fuerza del árbol no está en cuan altas sean sus ramas sino en cuan profundas sean sus raíces.
Poco a poco una vida que espera ser vivida se abre camino en Belfondo y agrieta, con los gritos mudos de sus habitantes, la realidad que hasta ahora solo ha sido un mapa de sombras.
Belfondo no es una novela negra pero de haberlo sido hubiera sido negrísima.
Gracias Jenn.
En primavera aparecen sus hojas palmeadas de un verde limpio y brillante que se torna más oscuro cuando dibuja los nervios que las recorren. Pero si en verano es puro frescor es en otoño, cuando se viste de tonos amarillos, naranjas, rosados, violáceos, bermellones y granates cuando muestra toda su magnificencia.
Por la noche parece una luz encendida. Por el día una erupción de magma. Es una proyección mental de un Van Gogh especialmente creativo.
No nos cansamos de mirarlo. Ni de ver descender, en inexistentes paracaídas, a sus pigmentadas hojas que al posarse sobre el suelo forman un crujiente y poli cromático mandala de cuatro dedos de grosor.
Nos gusta pensar que es El Árbol de las Historias. Que cada una de sus miles de hojas contiene escrita en su savia el esbozo de un argumento y que de el se alimentan autores de novelas, de guiones y de partituras.
Que, efímeras como son, se reinventan cada año en los argumentos no elegidos y rebrotan en espera de una nueva oportunidad ofreciéndose con caduca generosidad a quien pueda descifrar su secreto.
¿Qué cómo lo sabemos? porque las hojas que han transmitido su legado mantienen su verdor incluso en la misma caída de la hoja. Cuando los pajizos y encarnados son los colores predominantes y todavía se ven manchas de verde con iridaciones doradas.
Se debe a eso y no a caprichos de la fotosíntesis el que, en nuestro liquidambar, haya hojas verdes incluso a las puertas del invierno. A pesar de lo que digan los botánicos.
Jenn Díaz parece haber sido tocada por las hojas de Gandalf, porque un elevado número de ellas componen su novela Belfondo.
Belfondo no es una novela negra, pero podría haberlo sido. Belfondo como Macondo vive en el imaginario colectivo, ambas son hijas de ese realismo mágico que tanto apreciamos los letra heridos.
En este Belfondo imaginario viven y conviven sentimientos y secretos encarnados en seres posibles.
Seres manejados como marionetas de trapo por la voluntad de un amo que en su omnipresencia preserva los valores que cree adecuados sin tener en cuenta que las individualidades sino salen afuera crecen al interior. Enraizando. Y que la fuerza del árbol no está en cuan altas sean sus ramas sino en cuan profundas sean sus raíces.
Los habitantes de Belfondo parecen estar en permanente huída hacia delante, a caballo de la contradicción que supone refugiarse en lo conocido y anhelar lo desconocido. Entre respirar para vivir y no en vivir para respirar.
Poco a poco una vida que espera ser vivida se abre camino en Belfondo y agrieta, con los gritos mudos de sus habitantes, la realidad que hasta ahora solo ha sido un mapa de sombras.
Belfondo no es una novela negra pero de haberlo sido hubiera sido negrísima.
Gracias Jenn.
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miércoles, 26 de octubre de 2011
Mi novia es un zombi
Mi novia es un zombi del novel Roberto Corroto es, según se mida, una narración larga o una novela breve que resulta tan entretenida como ocurrente y que se devora y digiere en menos tiempo y más fácilmente que una mano humana con sus cinco deditos. Y además deja mejor sabor de boca.
Es entretenida porque leyéndola el tiempo pasa volando y ocurrente porque le da a la Serie Z un giro novedoso e interesante que mantiene al lector atrapado hasta el final. Es humor negro inteligente.
El autor se mueve con facilidad en esta vertiente de comedia negra donde le da jocosidad al horror de forma que no quede paródico, ni tópico ni ridículo. Y eso tiene su dificultad y su mérito. Una vez mas se demuestra que la novela negra puede ser buena pareja de la Serie Z si hay calidad.
Roberto Corroto (en la foto con sus tebeos) se ha mostrado en exceso prudente y se ha quedado con un magnífico esqueleto sobre el que construir una trama de más desarrollo. La novela agradecería más páginas, pero no engordar por engordar sino muscular. A la novela le iría bien ganar un poco de músculo.
Mi novia es un zombi nos ha encantado pero nos ha sabido a poco. No creo que un zombi tuviera bastante con un dedo pudiéndose comer mano y brazo enteros, pues lo mismo nos ha pasado al leerla: nos hemos quedado con hambre.
Por cierto, un zombi es ¿un criminal o un cazador?
Es entretenida porque leyéndola el tiempo pasa volando y ocurrente porque le da a la Serie Z un giro novedoso e interesante que mantiene al lector atrapado hasta el final. Es humor negro inteligente.
El autor se mueve con facilidad en esta vertiente de comedia negra donde le da jocosidad al horror de forma que no quede paródico, ni tópico ni ridículo. Y eso tiene su dificultad y su mérito. Una vez mas se demuestra que la novela negra puede ser buena pareja de la Serie Z si hay calidad.
Si alguien la calificara de obra menor solo sería aceptable por su entrañable tamaño de bolsilibro, pero si alguien la calificara de corta le daría la razón.
Roberto Corroto (en la foto con sus tebeos) se ha mostrado en exceso prudente y se ha quedado con un magnífico esqueleto sobre el que construir una trama de más desarrollo. La novela agradecería más páginas, pero no engordar por engordar sino muscular. A la novela le iría bien ganar un poco de músculo.
Mi novia es un zombi nos ha encantado pero nos ha sabido a poco. No creo que un zombi tuviera bastante con un dedo pudiéndose comer mano y brazo enteros, pues lo mismo nos ha pasado al leerla: nos hemos quedado con hambre.
Mi novia es un zombi es de autoedición de "Ideas de Mono" y pueden conseguirla en este enlace, y para saber más del autor pinchen aquí.
A poco que Roberto Corroto se suelte, aptitudes tiene, despertará, sin duda alguna, el interés de las editoriales.
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viernes, 21 de octubre de 2011
Librería Negra y Criminal
La llegada del otoño asienta el inicio de un nuevo curso; el reencuentro con el olor a nata de las gomas de borrar nuevecitas, con la marcial rigidez de los lápices de colores ordenados cromáticamente de punta afilada e igual longitud. El reencuentro con los amigos y con algún incipiente amor que el verano dejó aletargado.
Es también el momento de los fascículos y de los coleccionables de los periódicos. El momento de los clubes de lectura, de las tertulias y de los cursillos.
No nos extraña estar a la cola de Europa en media de libros leídos por alumnos de primaria y de secundaria que es cuando el hábito de lectura se asienta de forma permanente.
Y es que se lee poco, de hecho siempre se ha leído poco pero ahora aún menos. Hay poco público emergente para el género interrobang y el poco que hay compra para consumir, siguiendo la moda, no para crear adición.
Y compra en las grandes superficies, lugares por donde habitualmente se mueve y donde obedece el influjo del momento psicológico de propensión a la compra. Así Larsson comparte cesto con bolsas de congelados que en común solo tienen el frío y así relegan a las librerías a un lugar cuando menos curioso, arcaico y misterioso.
Y si la librería es temática, las posibilidades de subsistencia se reducen a la mitad y si su tema está de moda, como ahora la novela negra, enigma, novela interrobang, esta mitad se reduce a un cuarto (la competencia es entonces mucho más feroz: todos intentan sacar tajada del momento) y es cuando viene aquello tan manido de renovarse o, nunca mejor dicho en el caso de la novela negra, morir.
La librería especializada Negra y Criminal, ni por temática ni por ubicación lo tiene fácil para obtener ese eco imprescindible con el que posicionarse holgadamente en el panorama económico. Por eso los lectores de género hemos de prestarle nuestra voz y aprovechar que la conexión vía redes sociales es tan fácil y cuenta con tantos seguidores para reforzar los lazos y generar una corriente de conocimiento que se retroalimente con los aportes de todos.
Si alguien o algo no lo remedia dicen los sabios del lugar que en poco tiempo será más fácil encontrar un ejemplar de tigre de dientes de sable clonado que una librería y que los libreros serán tratados con la veneración que se trata a los ancianos de tribu africana: pozo de conocimiento que se seca a su muerte.
Libros, escritores, camisetas, mejillones, vino, charlas, presentaciones, vermut, consejos, patatas fritas, venerables, frikis, recomendaciones, descatalogados: esta libreria es un homenaje al género negro.
Hay quien dice que la novela negra se inventó para justificar la librería. Y quien sabe, tal vez tenga razón.
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viernes, 14 de octubre de 2011
Mitología de Nueva York
Mitología de Nueva York no es solo una novela. Es algo más. Confusa a veces, compleja siempre. Pero por encima de todo es un rendido homenaje a la Gran Ciudad y a sus múltiples recreaciones visionadas ya sea en los cómics como en las películas.
Es un viaje alternativo a un Nueva York imaginario.
Es un homenaje a la fantasía. A los superhéroes de la factoría Marvel y a las esquinas, calles, plazas, puentes y parques de esa ciudad real que a fuerza de ser vista en viñetas de cómic o en planos de película hemos convertido en Ciudad Ficción.
Esta claro que Nueva York no es una ciudad al uso, forma parte de la iconografía mitológica de cada cual. Es la Ciudad de las Maravillas.
Cuando pisas sus calles no sabes si estás en tiempo real o dentro de alguna secuencia de filmación. Cuando lees la novela no sabes si estás en ciudad real o en ciudad ficción, tal es la mezcla de lugares reales de Nueva York utilizados para contar historias ficticias.
Vanessa Monfort, visiten aquí su espacio, la autora, esa mujer de encendido cabello, no quiere darnos ninguna excusa para salir del plano, del encuadre y nos ayuda aportándonos un mapa real de la Nueva York real donde indica veinte escenarios de películas míticas, que a su vez son escenarios donde transcurre la novela.
De hecho Monfort es la autora real pero la novela ficticia está escrita por Abbott y cuenta las andanzas de Daniel Rogers y sus conocidos. Pero como que Daniel no está de acuerdo con el punto de vista de Abbott interfiere en el ritmo narrativo cada vez que le parece oportuno o necesario para puntualizar y aclarar algunos de los pasajes e incluso para contar otros que el autor de la novela ficticia desconoce.
Hay asesinatos. Los asesinatos, obras de arte de cuidadosa presentación, se suceden mientras el turno de Daniel a ser inmortalizado en una de estas perfomances se acerca, por lo que debe investigar y encontrar respuestas en los pocos días que tiene de margen.
Mientras sucede todo esto hay una chica, Laura, que está leyendo la misma novela (que evidentemente ya ha tenido que ser publicada) al tiempo que también la leemos los lectores de carne y hueso. La situación se verá alterada en el momento en que Rogers toma consciencia de la existencia de la lectora pintora dibujante Laura y de cómo los sentimientos son capaces de atravesar puertas espacio temporales.
Pero Laura va más allá de la simple lectura y es capaz de dibujar los escenarios y las emociones de la novela y vemos esta obra pictórica expuesta en la propia novela.
Y todo sin llegar a generar paradoja. Se lo advertíamos al principio de este post: estamos ante una novela compleja.
Vanessa Monfort es hábil relatando y escribiendo y condescendiente para que los momentos en los que el protagonista está a punto de tirar la toalla y el lector también, imprimirle un giro que suponga dar otra oportunidad a ambos y continuar así enganchados en un viaje del que no presumimos destino.
Mitología de Nueva York es, como ya se habrán dado cuenta, un buen thriller psicológico que requiere del lector una implicación mayor que el de la simple lectura.
Una participación en un juego, en el que el protagonista se juega la vida y en la que el lector se juega la cordura. Hay que tener buena mano, mucha memoria y más que suerte para lograr Black Jack o sumar lo más cerca posible a 21 sin pasarse e impedir que sea la banca u otro jugador quien se lleve la apuesta.
Para nada es una lectura fácil, pero si gratificante y distinta. Es un reto. Es un juego, ¿quieren carta o se plantan?
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