¿Qué es un buen suicida? ¿Quién es el buen suicida?
Sara, la secretaría de dirección de la cotizada empresa de cosméticos barcelonesa Laboratorios Alemany acaba de tirarse a las vías del metro poniendo fin a su vida. Es la madrugada del día de reyes y la investigación rutinaria termina destapando algo que puede indicar que no se trata de un suicidio. Y que podría tener relación con otro suicidio, unos meses anterior, del director financiero de la misma compañía y que quizás, visto lo visto, fue etiquetado incorrectamente. Se impone una revisión del dictamen y el caso pasa a homicidios.
Un variopinto elenco de directivos de la propia empresa, grupo cerrado al más puro estilo tradicionalista de la novela enigma británica, se convierte de inmediato en nido de sospechosos. Y en caldo de cultivo de posibles nuevas víctimas.
Los personajes están descritos y armonizados en el ambiente de tal modo que podamos entender la psicología particular de cada cual y llegar así a comprender sus razonamientos y sus actos y el porque de su hermético corporativismo.
No se llega así como así a ser un alto cargo en una empresa con proyección y si en el ascenso se ha ido dejando por el camino el lastre de algunos escrúpulos, de algunos principios morales y de algunos aspectos éticos ¿que no ha de abandonarse también para mantenerse arriba?
El caso propicia la entrada y el reencuentro con el atormentado inspector Héctor Salgado (a quien conociéramos en El verano de los juguetes muertos) que lejos de enterrar los problemas que viene arrastrando ve como se enquistan o peor, crecen de nuevos: con compañeros en la comisaría, en el día a día de la educación de su hijo Guillermo un sensible adolescente de 14 años, con su insomnio, con su soledad, con un vacío muy difícil de llenar. Por suerte aún quedan amigos de verdad.
Aunque esta vez no cuenta con la ayuda de la agente Leire Castro, con la que trabajara codo con codo en el caso anterior y que ahora, de baja ante su inminente maternidad, no se resigna al reposo prescrito y decide investigar de incógnito y por su cuenta y riesgo un caso de los pendientes de resolver.
Dos casos, dos tramas, dos enigmas bien armados y dos labores de ardua investigación policial, dos vías en paralelo y que hacen de la lectura un placer adictivo gracias a la forma inteligente con que son presentados, desarrollados y por el modo que tiene el autor de dosificar el avance de cada uno lo que supone incrementar la tensión y el suspense.
Suerte los lectores de no ser gato. Ya saben por aquello de la curiosidad.
Toni Hill en la estación de metro donde empieza la novela (Fuente La Vanguardia.com) |
Toni Hill (1966) el autor que cautivó sorpresivamente con El verano de los juguetes muertos (posteado en este mismo blog) realiza aquí un buen trabajo novelístico pero al que se echa en falta mayor peso literario, para alejar esa sensación de estar ante un magnífico guión de teleserie (de esos que van dejando pistas de una subtrama para ir enganchando al espectador), lo que da pie a esperar la siguiente, la tercera novela, en la que se deberían dar respuestas y cerrazón a la ansiedad que ha creado. También por que si sigue subiendo el listón de la expectativa, muy bien armada ha de ser la bomba so pena de que le explote en las manos o haga pif en lugar de boum.
Tal vez se le note cierto apresuramiento entre una y otra novela y esta segunda no parece medida tan al detalle, aún y así tiene este autor, la facilidad de la escritura cercana, los diálogos justos y entendibles y las descripciones concisas y con los datos precisos, con pocas rebabas que lijar. Lo que hace que la lectura sea ágil, para nada pesada, y como decíamos anteriormente tremendamente adictiva.
En esta novela sabrán más de Salgado, de su ex-mujer Ruth y de su hijo Guillermo, sabrán tanto que querrán saber más.
Post scriptum: ya en el blog la reseña de Los amantes de Hiroshima la novela que cierra inapelablemente esta trilogía.