Es domingo 20 de julio y al pisar la Estación de Francia se siente como un niño por recobrar aquel pasado que es lo único que lo ata a la vida. A una nueva vida con la que tendrá que aprender a convivir. Como si hubiera vuelto de un coma, pero sin la gracia del olvido. Adaptarse a otro ritmo, a una ciudad que es la suya pero que no le reconoce a él como propio.
Miquel Mascarell Folch se instala en la humilde pero limpia Pensión Rosa de la Calle Hospital, una travesía de Las Ramblas, en una habitación que da a la calle, la número 9, su nuevo hogar.
En su reconocimiento de la ciudad observa como ésta, aún cautiva conserva su dignidad; como sus habitantes. Y se sorprende de como esos Topolinos se han adueñado del asfalto. Y como han vestido la prensa con nuevos trajes, así La Vanguardia, antes Diario al servicio de la democracia, ahora es La Vanguardia Española.
Y cumple con sus formalidades de preso reinsertado: con las dictaduras no hay dialogo posible y cualquier osadía se paga carísima. Pero aún y así, ese punto de honor que se logra sustraer a tanta barbarie, impele a Miquel a que juegue sus cartas bajo mano y que se lance a resolver un caso que sin saber donde lo conducirá deduce que lo pondrá en situación de enjuiciamiento criminal a poco que alguien lo descubra.
Supone que una ocupación le entretendrá y le dará un aire ocupado a su deambular callejero, suficiente para engañar la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes: sueltan a los presos republicanos, luego nadie les da trabajo, por su edad y su condición, y los vuelven a detener; el juego del gato y el ratón, hasta que al gato se le va la mano y el ratón pierde el juego.
Cuando a sus manos llega un sobre que contiene la foto de una preciosa joven, un fajo abundante de dinero, un nombre: Parador del Hidalgo, y un reto “¿Quiere volver a sentirse policía?”, bastan y sobran para despertar ese prurito de quien fuera uno de los mejores investigadores de Barcelona.
Y el revivido inspector Mascarell, pone en marcha sus habilidades y sus virtudes para darle sentido a este caso en el que una agradable sorpresa es toparse de nuevo con Patro Quintana. La trama policial ha lanzado sus redes y acaba pescando. Aunque tal vez no sea la pieza prevista, no hay duda de que es una buena pieza.
Si Jordi Sierra i Fabra, el autor de esta magnífica serie, nos dejaba en Cuatro días de enero de 1939 con un ay en el corazón y con lágrimas de tristeza, de solidaridad, de rabia y de impotencia, pero con ganas de más de leer más y de saber más, Siete días de julio de 1947 colma esas ansias y concluye con un halo de esperanza quizás por que los lectores de ahora sabemos algo que no sabían entonces: que incluso lo malo también se acaba, aunque se tarden unas decenas de años y que en nuestra memoria nunca los olvidaremos.
Ahora a por la tercera. Sin dudarlo.
Post Scriptum: reseñas de la serie Inspector Mascarell en este blog
1. Cuatro días de enero
2. Siete días de julio
3. Cinco días de octubre
4. Dos días de mayo
5. Seis días de diciembre
1. Cuatro días de enero
2. Siete días de julio
3. Cinco días de octubre
4. Dos días de mayo
5. Seis días de diciembre