Si
el Planeta premiando novela negra ya olía a oportunismo (sin desmerecer para
nada al ganador Lorenzo Silva, muy buen escritor de género y también de
narrativa, que no lo necesitaba para su reconocimiento) dar ahora el Goncourt (y
el Lire a la mejor novela francesa y el de novela de la Academia Francesa) a la
misma temática, y, no lo olvidemos, a alguien prácticamente desconocido, no deja de ser
sospechoso.
Vender
o no vender, he ahí el dilema. ¿Que es más reconfortante para el bolsillo?
¿Sufrir en silencio los golpes de la insultante crisis o alzar las armas de la
persuasión contra el piélago de infortunios y haciéndoles frente vender como un
poseso?
Y
éxito garantizado si además de novela negra se trata, aunque La verdad sobre el
caso Harry Quebert no pueda ser considerada como tal y no porque sea claramente
un thriller, sino por que no la consideraría novela: es claramente un guión de
serie televisiva americana. Un armazón vestido para dar el pego como novela. Y
lo consigue.
Aunque
de ahí a considerarla la novela más trascendente de la década (¿ya se ha
acabado? pensaba que quedaban siete años), a considerarla la resurrección del
género negro en lengua francesa (donde queda el ‘neopolar’ y en donde Vargas,
Grange, Sylvain, etc), a considerarla una revisitación de Lolita de Nabokov (¿toda
adolescente atrevida es una Lolita?) o un novelón (a no ser que sea por el
número de páginas), media un claro abismo.
La
verdad sobre el caso Harry Quebert cuenta la desaparición de Nola Kellergan, una
jovencita de quince años (tiene mi amooooor) en Aurora, una pequeña localidad
de New Hampshire y por distintos motivos y suma de circunstancias el Harry
Quebert, un ex-profesor y ahora escritor platónicamente enamorado de ella, que pone
nombre al título, se convierte en sospechoso y precisa de la intervención de
alguien, en este caso Marcus Goldman un antiguo alumno y ahora colega de
oficio, que crea en él lo suficiente como para ayudarlo a demostrar su verdad.
La verdad sobre el caso. La verdad sobre su
caso. La verdad sobre el caso Harry Quebert.
Disculpen
si he podido parecer reiterativo. Para conocer el alcance exacto del término
reiterativo, lean la novela.
Nola
es una adolescente de compleja personalidad que arrastra secuelas infantiles
que han marcado un carácter que se diría bipolar atendiendo sus dispares
comportamientos y sus relaciones con el resto de vecinos del pueblo.
Comparten
localización New York y New Hampshire contrapunto provinciano de la gran
manzana y con lo que juega el autor para describir caracteres contemplativos
contra caracteres depredadores, aunque acaba viéndose que allí donde haya
personas todo se contamina.
Y
lo cuenta empleando una prosa a la que le falta dar cera, pulir cera. Pero aún
y así es golosa y casi sin querer se va leyendo con ganas de más, aunque tenga
sus momentos de fatiga y de sopor sobretodo por reiterativa en la narración de
los hechos una y otra vez. Como en un bucle.
La
estructura de la novela mezcla voces y recursos narrativos como si fuera un
catálogo y que sirven para hinchar una historia, floja, y darle páginas, paja.
Mezcla temporalidades, la trama avanza desde tres épocas distintas que se van
alternando para darle coherencia al conjunto y es la suma de varias novelas en
una: la escrita por Harry, la que escribe Marcus y la que se lee escrita por Joël
Dicker; e incluso contiene un tratado de como escribir (con aprovechables e
interesantes reflexiones), no en balde los dos protagonistas, Harry Quebert y
Marcus Goldman, son escritores. De éxito además.
Como
es también un escritor de éxito Joël Dicker este joven autor de La verdad sobre
el caso Harry Quebert que ha visto como su nombre pasaba del anonimato al
estrellato cuando menos se lo esperaba y que no es responsable de que su novela
no haya respondido, para los habituales del género, a las expectativas (rara
vez lo hacen) artificiosamente creadas.
Aunque
como novela sin más, gustará enormemente. Y no es una contradicción con lo que se
está diciendo en este post, es aceptar una dualidad que supone que le falte literatura
y en cambio sepa atrapar la atención. Como pasaba con El código Da Vinci:
pésimamente escrito pero intrigante.
En
cualquier caso le sobran doscientas páginas de la primera mitad y la mitad de
las doscientas en su segunda mitad. Tanto si lo catalogamos como novela o como
guión de TV. Las pistas que se dan para la resolución apuntan a tantos posibles
desenlaces que tanto giro y regiro marean y el final escogido casi parece
elegido a suertes por ser el que es.
El
formato thriller ha sabido combinar todo lo necesario como si se estuviese formateado
en 24 capítulos de 40 minutos cada uno de serie televisivadictiva. Se plantean
enigmas que se van resolviendo y que van generando de nuevos: atrapar la
atención y mantener vivo el interés; tal cual una serie televisiva.
Incluso
recatada en sexo, cuando el argumento, en varias situaciones pedía a gritos lo
contrario, para no tener que readaptar lo escrito a las estrictas normas de la
televisión americana. Y si no al tiempo.
Si desean banda sonora mientras leen oigan
Can’t Help Falling in Love with You mientras se imaginan a ese ser tan deseado y
poliédrico que es la adolescente Nola y escuchen cualquiera de las canciones de
Village People, YMCA por ejemplo, cada vez que tengan a la madre de Marcus al
teléfono: diálogos que sin duda aportan los mejores momentos a la historia.