Harriet es una novela que narra una historia
escalofriante; narra el lento y parsimonioso pero deliberado avance de un ser
hacia el abismo, ignorante de que al final solo hay profunda caída, ignorante
de sus consecuencias. Literalmente ignorante. Lamentablemente.
Harriet trasciende la novela negra para ir más allá. Le
da a la novela gótica su más lúgubre y malvado significado. Convierte la crónica de
sucesos del periódico en un sainete.
Harriet, 32 años, es una joven con cierto grado de
retraso mental aunque no discapacitada, muy apegada a su madre y feliz en su
ingenuidad y sobreprotección que un día siente el despertar de unos
sentimientos desconocidos a raíz de trabar conocimiento con Louis Staunton, un
hombre que la hace sentir especial. Que le dice cosas que nunca oyó.
Que le despierta una parte de su feminidad que permanecía
dormida desde la infancia y provoca una erupción de nuevas sensaciones: amor,
afianzamiento, rebeldía, más propias de una adolescencia que nunca vivió.
Estos sentimientos tienden a proyectar hacia el exterior
esta parte de su personalidad hasta ahora desconocida, y por ello favorecen un
descontrol emocional en donde sus reacciones, más hormonadas que razonadas, son
fácilmente manipulables. Y ese hombre, detonante de ese estado, se aprovecha de
la situación para convertirla en marioneta de sus intereses.
Elizabeth Jenkins, la autora, disecciona con frialdad el
espectro de comportamientos egoístas y actitudes mezquinas de cada uno de los
distintos protagonistas de la novela mostrando un retrato psicológico al desnudo
que lo deja todo a la vista y por tanto evidencia y resalta las intenciones de
cada cual.
Sin tapujos. En porretas.
Protagonistas, todos ellos sin excepción alguna, que aportan con conocimiento
o no de causa, su granito de arena al desenlace final aun cuando ninguno asuma su responsabilidad
por entender que es la suma de los factores lo determinante y no la parte por
el todo que representan, haciendo bueno el refrán de entre todos la mataron y ella sola se murió.
Harriet es una novela publicada en 1934 basada en hechos
reales. Basada en El Caso Penge acaecido en 1877. Un caso criminal mal resuelto y un caso médico tratado a destiempo.
El período en el que transcurren los hechos reales, 1877;
la moral de la época, plenamente victoriana 1837-1901; y la poca relevancia
social de la mujer, el derecho a votar y por tanto su reconocimiento como ciudadanas de pleno derecho no sería
hasta 1918, permiten al lector contemporáneo tener las claves para entender
intelectualmente las situaciones descritas y los hechos narrados, no así su
aquiescencia.
La ominosidad es tal que hace opresiva la lectura, de por
si de lento avance, y obliga a apartar la vista de las palabras, de vez en cuando, como se entrecierran los ojos ante una
película de terror.
Harriet es de esas novelas en las que se demuestra que el
amor es ciego, que el ejército de buenos sentimientos poco puede hacer frente a
huestes de malas intenciones, de esas en las que no se necesita matar para
cometer asesinato, de esas pesadillas que se manifiestan sin necesidad de
dormirse.
Tan horripilante como apasionante y desasosegante, es de esas novelas en
las que el sufrimiento leído parece vivido; traspasa el papel para pegarse a la
piel.