lunes, 1 de diciembre de 2014

Londres después de medianoche de Augusto Cruz Gacía-Mora

Es una novela que es una película 
La novela Londres después de medianoche es la historia de una búsqueda, donde es casi tan importante el viaje como el destino. El proceso como el desenlace.

Una búsqueda auspiciada por la ambición, por el afán de coleccionismo, donde los encuentros y las ausencias a los que las pistas y los datos conducen resultan tan estimulantes que el deseo es que se sigan sucediendo y no se acabe de buscar.

Toda la búsqueda está envuelta de brumas del pasado con personas rodeadas de un halo ectoplasmático que permite dudar de si son personas vivas o solo recuerdos encarnados en cuerpos de marioneta.

El misterio conduce la narración por recovecos de la memoria confusos y dubitativos y lo desconocido se apropia de la eventual realidad que supone el tiempo presente sumido en su máximo dramatismo.

El tiempo es el enemigo. El tiempo que destruye los materiales perecederos, ya sean substancias químicas por contacto con agentes incompatibles o células cerebrales acorraladas por asesinos invisibles y eliminadas una a una con el Alzheimer como arma.

A McKenzie, un exagente del FBI, le encargan la misión de recuperar una copia del film Londres después de medianoche.

Fotograma del film London after midnight

Una película real de cine mudo London after midnight (en España se tituló La casa del horror protagonizada por el mito Lon Chaney y dirigida por Tod Browning en 1927.

Algo aparentemente posible si no fuera porqué podría no existir ninguna, a tenor de los datos disponibles fruto de otras investigaciones anteriores que no dieron frutos.

Londres después de medianoche arrastra además la leyenda de ser un film maldito y aquellos que se le acercan sufren sus consecuencias. Cuando se busca una película, la atmósfera cinematográfica puede impregnar de tal modo que se corre el riesgo de confundir la realidad con un rodaje.

Forrest J. Ackermna y su casa museo
Forrest J. Ackerman es quien está detrás de la búsqueda, un Ackerman, cinéfilo y coleccionista, que efectúa un cameo de su verdadero yo (1916-2008), preciso y sentido, y que en las postrimerías de su vida necesita visionar el film como el coleccionista que necesita pegar el último cromo en el álbum.

Para completar la colección. Para justificar toda una vida.

La evolución lineal de la trama se rompe en determinados momentos en los que gira sobre si misma, como una peonza, frenando el avance, abriendo posibles subtramas a las que no da continuidad, sobre reflexiones y recuerdos de McKenzie, como cuando su familia, el asesinato de Kennedy, su anterior cargo en el FBI…

Y termina de romper su ortodoxo procedimiento de investigación policial, hacia la mitad más o menos de la obra, para que desde pasajes de razonamiento frío y lógico de la realidad se acceda a otros llenos de emotividad visceral de una ficción casi lisérgica.

Tal como es a veces la vida, pero tan poco habitual como alternar bocado de carne con otro de pescado.

Augusto Cruz García-Mora
Augusto Cruz García-Mora ha demostrado ambición y desparpajo para armar esta novela. Mezcla de novela policíaca y delirio cinematográfico. Con toques de aventura y salpimentada de fantasía onírica.

Resulta una lectura curiosa. Tal vez los amantes del cine mudo encuentren en sus páginas cierta complicidad emotiva y por ello la valoren más y mejor. Tal vez encuentren un objeto para su colección.





viernes, 28 de noviembre de 2014

El Mentalista 6a temporada

¿Quién es John el Rojo?
En esta sexta temporada de la serie de televisión El Mentalista se desvela por fin (o tal vez hubiera sido mejor que no) la identidad de su enemigo público número 1. Se desvela quien es John el Rojo.

Sin embargo John el Rojo no se merecía este final. O mejor dicho, los espectadores seguidores de los más de cien episodios hasta llegar a este momento, esperando descubrirlo, no se merecían este desenlace. Se podía, se debía haber hecho mejor.

Muchísimas preguntas sin respuesta, muchas aclaraciones y no correspondidas, muchas dudas sin resolver. La opción elegida no ha sido sin duda, valga la redundancia, la mejor opción.

En su parte externa, la del formato, la serie evidencia el cambio al prescindir de los sinónimos de rojo que empleaba en los títulos de los episodios desde su inicio (rojo, escarlata, carmesí, etc) cuando el archienemigo John el Rojo aún campaba a sus aires y su presencia teñía hasta el título.

Y llegados al episodio 8 de esta sexta temporada cuando ya sin la presencia del asesino en serie, los titulos adquieren otros colores: Mi cielo azul, Blanco como la nieve, oro, negro, gris, verde ...

Con el color entra la luz y desaparece la sombra que venía tamizando, como un velo de ceniza, la capacidad de expresar libremente sentimientos.

En su parte interna, en su estructura argumental y ritmo narrativo, los cambios son más exagerados y parecen dubitativos y tentativos. Explorando ese gran vacío que de repente se abre en toda su inmensidad.

Siete sospechosos: uno de ellos es John el Rojo
Sin la subtrama líneal de John el Rojo, sin la presencia evidente o latente de este psicópata tan elocuente, cortado ese hilo de Ariadna, las dudas se agolpan ahogando la serie. El laberinto se vuelve opresivo y se empieza a notar que falta aire.

¿Hay que continuar con los mismos personajes? ¿con el mismo esquema? ¿con el mismo sofá de ajada piel color tabaco?

Con John el Rojo finiquitado se imponía un cambio de aires, de ciudad, de protagonistas, de manera de dirigir la serie; lo malo es que está costando la reubicación y los episodios presentan altibajos y los espectadores lo notan.

Los personajes se van reubicando y los que no encajan son suprimidos casi sin opción a despedida y los nuevos son introducidos casi sin opción a presentación personalizada. Todo muy acelerado.

Mucha precipitación y poca coherencia.

Así llegamos a un episodio final de la temporada con una conclusión que tal vez no sorprenda, muchos lo han esperado durante años, pero si que resulta una salida fácil a la vez que incongruente con la línea argumental de la serie. Al igual que con John el Rojo, se debía, se podía hacer mejor.

El camino que conduce a la séptima temporada no parece de rosas, y si lo es, por la tematica dulzona, ojo con las espinas. Vamos a esperarla ansiosa y escepticamente.

En este blog ya se habló antes de esta serie. Léan:







martes, 25 de noviembre de 2014

Parker 4 Matadero por Darwyn Cooke

Ángulos agudos en la cubierta de Parker
Parker es la adaptación al cómic por Darwyn Cooke de las novelas del mismo protagonista, escritas por Richard Stark, seudónimo empleado por el maestro del género negro, Donald Westlake y que aquí edita, magnificamente, Astiberri.
En esta cuarta entrega, el título, Matadero, es de lo más elocuente.
Parker acaba de dar uno de sus calculados golpes a un furgón blindado cuando un exceso de nerviosismo del conductor en el momento de la huída rompe la milimetrica planificación y acaba obligando a Parker a refugiarse en un parque de atracciones cerrado por temporada baja. Por ser invierno. Refugiarse encerrándose. Un refugio que puede convertirse en tumba.
Fun Island es un parque de atracciones con ocho zonas temáticas que ocupan un amplio rectángulo como si fueran porciones triangulares de queso convergiendo en un una gran plaza central.
Fun Island, abierto, es el lugar más feliz del mundo. Ahora, cerrado, es un enorme y vacio campo de batalla.
Un hombre solo en un inmenso espacio cerrado accesible por una sola puerta que está siendo vigilada para que no pueda volver a salir, y que en cambio está presta para dejar entrar una cuadrilla de matones a sueldo de la mafia y con alianza policial en su busca y captura. Vivo o muerto.
Es como estar encerrado en un Matadero.
Se imponen, pues, argucias de lucha de guerrillas, tácticas de supervivencia y camuflaje, paciencia y eficiencia en el ataque.
Sin más opción que matar o morir, donde los cazadores han de ser la presas.
Parker en su faceta más dura, más hard boiled, sabe que la mejor defensa será su mejor ataque. Salvar la vida lo primero; y salvar el botín del atraco que lo ha llevado a este adarve, lo segundo.
Claro que Lozini, el anciano gángster que domina todo el submundo sucio de Buffalo, la segunda ciudad más grande del estado de New York, no se lo va a poner fácil.
Los dibujos de Darwyn Cooke siguen la línea mostrada en las entregas anteriores donde la voz la ponen los silencios y los claroscuros casi con más elocuencia que los propios diálogos.

Primera viñeta a doble página de Matadero
Donde ajustando los ángulos al máximo consigue encuadres cinematográficos llenos de emoción y tensión.

Aunque que en esta ocasión se le note más apresurado y las viñetas, que no el ritmo narrativo, paguen la falta de mimo y detalle que tenían los anteriores álbumes. Si en cambio, una vez más, está acertadísimo empleando un tono verdoso de color que magnifica la sensación de frío y soledad.

Es de lamentar que Matadero se resuelva en solo 82 páginas, insuficiente para lo que podría dar de sí la trama, y que lo haga precipitadamente con ese sabor agridulce de no cerrar completamente la historia.

Como compensación incluye una breve historia de 12 páginas titulada El 7éptimo y que resulta inédita en castellano, en donde el ácido humor de Stark / Westlake se manifiesta en todo su cinismo y en donde Parker se muestra frío y resolutivo como un ejecutor.

Esta serie lleva camino de convertirse, si es que no lo ha hecho ya, en todo un clásico de la narrativa gráfica.

Recuérden las reseñas de las anteriores entregas:








viernes, 21 de noviembre de 2014

Mr. Mercedes de Stephen King

Cubierta animada de Mr Mercedes
¿Quién puede resistirse a ella?
En Mr. Mercedes, su autor Stephen King, como no podía ser de otra manera, se mantiene fiel a sus principios narrativos maniqueístas del bien y del mal.

Esta primera incursión en el género de novela negra del autor de los más renombrados best sellers de terror contiene sus tics de redacción, del uso del lenguaje, la efectividad de sus diálogos y su capacidad para generar tensión y atrapar al lector en un page turner de resolutiva factura.

Un loco, un asesino, lanza un potente Mercedes SL 500, la Dama Gris, contra una serpenteante hilera de hombres, mujeres y niños demandantes de empleo. El resultado es de ocho muertos y varios heridos y concluye con la fuga del conductor del que la policía solo encuentra en el asiento una máscara de payaso con la que se cubría el rostro.

En una escena que parece emular las violentas, injustificadas y amorales salidas de tono del game Grand Theft Auto.

La máscara de payaso es una evidencia más de que Stephen King escribe la obra. Como lo es también que el conductor asesino conduzca en uno de sus dos trabajos un camión de venta de helados. Espeluznar con lo cotidiano. Recrear el mal bajo un entorno familiar e inofensivo. Maestro King y su humor macabro en plena forma.

Sillón La-Z-Boy
G. William Bill Hodges, inspector de policía retirado, al que la idea del suicido ronda por su mente desde su jubilación, que está acoplando unos kilos de más retrepado en su sillón La-Z-Boy comiendo precocinados y tragando reality shows representa al bien.

Y Brady Hartsfield empleado modelo, por las mañanas de una tienda de accesorios electrónicos y reparación de ordenadores y por las tardes vendedor ambulante en un camión de helados,  autor de la matanza en la cola de empleo, representa al mal.

Y Bajo el paraguas azul se produce su encuentro.

El Asesino del Mercedes es Brady Hartsfield. Ya sabemos quien, que, porqué, como y cuando. No hay misterio policiaco. Sabemos donde vive, con quien y a que se dedica.

Lo sabemos desde el principio. El autor así lo ha dispuesto para que sintamos la impotencia de ser espectadores de lo que suponemos o incluso sabemos que pasará.

Lo sabemos casi todo. Pero Bill Hodges no lo sabe. Y precisa investigar y seguir un método evolutivo y dar algunos palos de ciego para llegar a donde los lectores ya estamos aguardando. Desesperados.

Stephen King proyecta en los lectores su habilidad para crear tensión: no hay nada peor que sabiendo quien es el asesino no podamos gritárselo a Hodges. No podamos avisarlo cuando se acerca al peligro no podamos advertirlo de que no haga eso o aquello y de que vigile a ese o aquel.

Stephen King
Por mucho que nos desgañitemos, nuestros gritos solo los oímos nosotros. Y por mucho que queramos cambiar el destino, la suerte está echada puesto que el libro ha sido escrito en su totalidad antes de llegar a nuestras manos. El final, sea cual sea, es inapelable.

Y con eso juega el autor: con brindarnos la posibilidad de ser sufridores en silencio; espectadores del horror criminal sin voz ni voto. Habilidoso estilo narrativo que mantiene el libro pegado ante los ojos y el deseo ahogado de que Hodges no sucumba ante su Némesis.

El juego del gato y el ratón llevado al extremo de que en la caza también participan involuntariamente otras personas, potenciales víctimas sin saberlo ni quererlo.

Lo que da más verosimilitud a la trama es que no estamos ante un súper cerebro del mal; estamos ante una persona normal con delirios paranoides fruto de una infancia trágica y de una relación que tiende a lo incestuoso con su madre alcohólica. Tanto es así que comete errores, graves macabros e irónicos errores, que explota de ira, que planifica y borra para volver a empezar.

Stephen King ha perpetrado un caso policial con un guión convincente cercano al thriller al que no le falta su toque de horror, todo cotidiano y para nada sobrenatural, marca de la casa. Y aunque no está en su ambiente, utiliza algunos tópicos evitables, no afecta al ritmo ni interés de la trepidante trama.

Y luego está el final. Ese final. Ese final es un crimen exquisito.

Mr. Mercedes es la primera novela de una trilogía cuya continuación tiene su salida prevista en el primer semestre de 2015.

martes, 18 de noviembre de 2014

Los amantes de Hiroshima de Toni Hill

En esta novela el autor Toni Hill cierra de forma inapelable la trilogía que iniciara con El verano de los juguetes muertos y continuara con Los buenos suicidas.

Y lo hace porqué a Héctor Salgado le debía no alargar más el enigma sobre el paradero de Ruth Valldaura, su ex mujer y madre de su hijo Guillermo. Y lo hace porqué hay que rendir cuentas y porqué sus protagonistas merecen conocer la verdad. Sus sueños no merecen ser pesadillas.

Dos tramas se mueven paralelas en esta Los amantes de Hiroshima, y también se entrecruzan para avanzar a trompicones pero de forma inexorable hacia un final que sorprende por su giro bien concebido para causar esta emoción.

Estamos en Barcelona, en 2011, en plena insurgencia civil, cuando los indignados toman las plazas y con sus acampadas, sus asambleas y sus reivindicaciones solidarias le dan un vuelco a la Historia y una patada a los estamentos políticos asentados; un momento donde enraizan unas ideas que están empezando ya a dar sus frutos.

Como enraizó una historia entre un grupo de amigos, siete años antes y de la que en este miércoles 11 de mayo de 2011 se recogen sus frutos. Unos amargos frutos.

Al inspector Héctor Salgado y su equipo formado por Leire Castro y Roger Fort les cae la investigación sobre la muerte de dos cuerpos jovenes. De los cuerpos de una pareja cuyo pecado, parece que, fue amarse.

Unos cuerpos que aparecen calcinados y con evidentes signos de enorme violencia en una casa okupa abandonada cerca del aeropuerto de Barcelona.

Unas elocuentes pinturas colgadas en las destartaladas paredes conforman a modo de bastidor una macabra puesta en escena.

Hiroshima después de la visita de Little Boy
Y una narración corta, incluida en la novela, Los amantes de Hiroshima, de una sensibilidad muy especial tiene en sus párrafos signos inequivocos de transmitir unas emociones capaces de traspasar prejuicios y tabúes.

Y la investigación precisa tirar de archivo y remontarse a siete años atrás, siete exactamente, cuando en Barcelona el Forum de las Culturas causaba curiosidad mundial, para encontrar el camino a seguir que conduzca hasta este aciago presente.

Bastante más que el espacio tiempo, solo seis meses, que media entre la desaparición de Ruth Valldaura y este 2011.

Presente, pasado y pretérito enlazados en un viaje hacia atrás en el tiempo punteado por flash backs que delimitan la cuadricula por donde se mueven los protagonistas y los policías para resolver ambos misterios.

En esta tercera novela hay flash backs dentro de retro flash blacks, necesarios porque todo viene del pasado y enlentecedores en la dinámica de la trama como para producir el efecto de tirar de memoria.

Al autor le ha costado bastantes páginas resolver ambos casos; como si le costara renunciar a ello, com si le doliera.

La trilogía, por lo que se refiere a la subtrama, subyacente pero importante. de Ruth Valldaura, y cuyo desenlace se merecía más elaboración y más páginas, se ha acabado.

Pero este fin, a buen seguro, es un nuevo principio.

La novela presenta una cubierta tan impropia de su valía como pasara con las dos anteriores, eso si, hay que reconocer que siguen la misma línea de diseño ;-)

Recuerden aquí las reseñas de las dos anteriores novelas de esta trilogía: