Catarsis libera traumas que a lo mejor deberían permanecer encerrados |
Catarsis cierra de una forma muy particular la Trilogía Los Rostros de Victoria
Bergman, que se iniciara con la novela titulada Persona y luego siguiera con Trauma.
Es esta la novela más
introspectiva de la serie, la de más calado psicológico y por tanto menos
dinámica y en donde menos cosas suceden, motivo por el que resulta más densa y
precisa de una lectura más concentrada y buena memoria, si hace tiempo que se
leyeron las otras, para establecer correctas relaciones.
Victoria Bergman está
tomando el control de sus múltiples rostros, de sus diversas personalidades para
fundirlas en una sola y el ejercicio resulta complejo y doloroso, pero sabe que
solo siendo ella misma podrá seguir con su vida y por ello su empeño en
conseguirlo no se detendrá ante nada.
La Catarsis del título
hace referencia al inevitable proceso al que someter cada personalidad para
exorcizar falsos recuerdos y recuerdos traumáticos, emociones bloqueadas y sentimientos
reprimidos, por muy doloroso que sea ya que es el único modo de purificarse y conseguir
que aflore un nuevo yo, de hecho hacer resurgir el verdadero yo que lleva años
protegiendose.
Después del horror de ser
víctima y verdugo, de padecer abusos y ser abusador y de multiplicar por diez y
en otros la propia sangre derramada Victoria cree que una nueva vida puede ser
posible.
Mientras esa Catarsis
sucede Jeanette Kilhberg, la policía encargada de los casos y en exitoso
proceso de superación de su ruptura matrimonial, se ayuda de la psicoterapeuta Sofia
Zetterlund en lo profesional y en lo personal para encauzar la investigación y
a la vez su vida.
La novela en si aporta
pocas sorpresas, ahonda en lo que se ha ido conociendo en los dos volúmenes
anteriores tanto para lo bueno como para lo malo y hace hincapié en la figura
de Madeleine, hija de Victoria, como elemento de expiación de cuanto acontece.
Es el volumen que ayuda a
ensamblar lo que había podido quedar sin explicación, todo lo que pareciera
inconexo. En este sentido esta tercera parte es necesaria para entender los
casos de asesinato de los adolescentes de la primera parte y para comprender
los asesinatos perpetrados por venganza de la segunda, pero por ese motivo
pierde interés al no generar entidad propia y al no componer una nueva trama que
diera el giro imprescindible que toda buena historia, y más una trilogía, debe
tener en su tramo final.
Los rostros de Victoria Bergman |
El trastorno de identidad
disociativa que padece la protagonista ha contagiado al argumento presentando
dificultad de comprensión en diversas partes de la narración motivado a su vez
por la indisoluble relación de las tres novelas, en realidad una sola partida en tres volúmenes, que
imposibilitaría una lectura por separado y por ello requiere aptitudes
nemotécnicas.
De hecho sería
aconsejable una relectura, ahora que hemos puesto luz a las zonas oscuras, para
entender la intención global de la obra ya que en su final no se encuentran
todas las respuestas, pero dudo que nadie sea capaz de llevarla a cabo.
El dúo de escritores Erik Axl Sund han planificado un final para nada
acorde con las expectativas generadas en el primer volumen y sobre todo en el segundo
donde los hechos parecían abonar el terreno para un desenlace más trepidante y
un más que interesante y deseado enfrentamiento entre protagonistas. Da la
sensación de que los autores han llegado a el tan cansados como los lectores y
la conclusión es agridulce.
Recuerden las reseñas de
las dos novelas anteriores de esta trilogía: