¿Quién no tiene en su vida un Puerto escondido? |
El mil veces maldito golpe de estado franquista supuso
una cruenta guerra que oficialmente solo duró tres años, los que median de 1936
a 1939, pero que siguió cobrándose vidas de forma ominosa que es la forma que
emplea la rabia, el odio y la envidia, sobre todo de los vencedores, para
manifestarse.
Las vidas de cada uno de los miembros de la familia Fernández
padecieron de una u otra forma esa ruptura en su realidad. La guerra tiene,
entre otros, el implacable defecto de voltearlo todo y solo quien la ha
conocido puede saber lo que es el sufrimiento.
Aunque la novela Puerto
escondido empiece en tiempo actual hay que buscar sus raíces en ese julio
de 1936 porqué es entonces cuando se tomaron caminos que ahora, en tiempo presente,
se entrecruzan con el descubrimiento de un cuerpecito casi momificado emparedado
con una figurita mesoamericana en el interior de un tabique por parte de los
obreros que están reformando Villa Marina, una casona cercana a la playa de
Suances.
La casa pertenece a Oliver Gordon, un joven inglés, que
habiéndola heredado tiene pensado transformarla en hotel. De momento la policía
con la teniente Valentina Redondo y el sargento Riveiro al frente va a detener
las obras de reforma hasta aclarar el origen del macabro hallazgo.
María Oruña, una contadora de historias |
María
Oruña es una contadora de historias y para esta ha elegido,
como técnica narrativa, el simultanear capítulos de dos líneas temporales: en
una la de la investigación actual del diminuto cadáver y en la otra extractos
de un diario personal escrito hace años con lo que mantiene un interés añadido
al propio de la trama.
Tramas que irán evolucionando hasta cruzarse pero
mientras que la del diario acumula la tensión, por su transcripción de
recuerdos, a la actual le falta al resultar más previsible y pecar por momentos
de empalagosa por sus descripciones casi turísticas y por uso y abuso de
adjetivos.
La novela amalgama temas interesantes de los que,
lamentablemente, solo usa la parte más tópica rascada solo superficialmente para
conformar una obra bien construida pero con poca capacidad para sorprender; con
todos los violines sonando al unísono en las bucólicas y pastoriles
descripciones de la, por demás maravillosa, costa cantábrica y en los momentos
de trama amorosa que también está presente como no podía ser de otra manera.
Melodrama costumbrista configurado como una pintoresca
historia folletinesca como las que hacían las delicias en la primera mitad del
siglo XX y que gustará y mucho a los amantes de las tramas localistas con
contenido histórico, con sus dosis de romanticismo desdichado de posguerra y
sus toques amorosos modernos y la aparición de cadáveres para satisfacer todo
tipo de inclinaciones ya sea en libro o en serie televisiva de sobremesa.
La banda sonora la conforma Imagine Dragons,
ese grupo americano de Las Vegas, que actualmente cala a fondo sobre todo en
adolescentes y cuyas canciones citadas, y más conocidas, son
Demons y On the top of the world.