No hay como que se te aparezcan fantasmas para aferrarte más a la idea de que no existen |
En la vida se hace camino
al andar, que este sea bueno o malo dependerá del código ético que se utilice
como vara de medir.
El camino es la suma de
decisiones y acciones que tomamos y realizamos y aunque algunas se puedan enmendar,
su huella queda impresa para siempre y quien la conoce puede sacarla a colación
según sus intereses.
Eso es lo que sufre
Chucks cuando una noche, supuestamente atropella a un hombre y huye. Al no
encontrarse el cuerpo y tener antecedentes de episodios alucinógenos obsesivos
nadie lo cree al considerar la confesión como producto de una imaginación
desbocada.
Sus huellas en el mal camino
lo desacreditan y consigue, con insistencia, que Bert le crea lo suficiente
como para implicarse aunque este solo lo haga para tranquilizar a su amigo.
Bert Amandale es un
escritor de novelas de intriga, con bastante éxito, que ha recalado con su
mujer Miriam y su hija adolescente Britney en un pueblo de la Provenza, al sureste
de Francia, para recuperar el equilibrio personal y bienestar familiar que se
tambaleó en Londres, de donde son y donde vivían antes de ahora.
A pocos kilómetros de su
casa se ha instalado también su íntimo amigo, prácticamente un hermano para
Bert, el famoso músico de rock Chucks Basil que está también recomponiendo su
vida y su carrera musical después de algunos altibajos.
El arranque de la novela
es pausado y va cogiendo velocidad, sincopada: ahora acelero ahora reduzco
ahora acelero a tope, al compás de la actitud mental de Bert a medida que se va
implicando en la historia del accidente automovilístico de su amigo. Actitud
que no solo depende de los acontecimientos sino que cuenta con ayuda farmacológica
exógena; así pasa de un comportamiento escéptico y prudente a la exaltación
propia de un recién converso.
Y en la lectura de la
novela se sufren también estos cambios de ritmo y de tensión, tan pronto hay
que zambullirse en descripciones minuciosas contemplativas, a veces
innecesarias y otras incluso nada favorecedoras del hilo principal, como en vertiginosos procesos mentales que desembocan en acciones
trepidantes.
No hay como que se te
aparezcan fantasmas para aferrarte más a la idea de que no existen.
Mikel Santiago |
Mikel Santiago, autor de El
mal camino, ha escrito un thriller psicológico que trabaja muy bien los
personajes, personajes que viven en permanente estado de purgación de pecados y
de recomposición social, sobre todo en el caso de Bert y Chucks. La trama
genera tensión y suspense aunque, tal vez por exceso de explicaciones, tiende a
la previsibilidad y no consigue sorprender.
El argumento y la forma
de escribir evocan la narrativa urderground y convierten a Bert en un personaje
gonzo en el epicentro de una extraña paranoia de tintes quijotescos.