Manhattan Beach 1957, cubierta |
Un joven John soñaba con
ser propietario de un hotel con sala de espectáculos, en Las Vegas, donde
pudiera actuar su ídolo Elvis Presley y por el camino se topó con Daisy que regresaba
a Manhattan Beach en Los Ángeles en busca de una infancia confusa y de unos padres
olvidados. Los grandes espacios abiertos acogieron su libertad, llena de sueños
e ilusiones, hoy desaparecida por las circunstancias.
Era 1957 y en Manhattan
Beach y en muchas otras partes sonaban las notas de Love me tender cantadas
por ese joven Elvis Presley que empezaba a despuntar sin tener idea de hasta
donde podía llegar.
Hoy, en 1976, John Haig es
teniente de policía en la localidad de Atenas, del estado de Missouri, pero no
por vocación ni tan solo por devoción, lo es porqué a la vida hay que
escucharle los chistes aunque no tengan ninguna gracia y no se les encuentre
ningún sentido. Si no le sonríes a la vida estás muerto.
Tiene en marcha una
investigación de asesinato y violación de una joven y esa belleza truncada, esa
juventud muerta, le retrotrae a su juventud cuando los sueños y las ilusiones que
emergen desde la inocencia se viven como una explosión. Esas ganas de vivir que
tanto él como Daisy sentían a flor de piel.
En este cómic, padre e
hijo Huppen, explican una historia de amor condicionada por unas circunstancias
empeñadas en evitarla aunque no lo consiguieran. Y explican una historia
policíaca cuya resolución ha de permitir a John Haig librarse de un sentimiento
de culpa que arrastra desde entonces. Y otra tercera historia que habla de
venganza y ajuste de cuentas.
Manhattan Beach 1957, página 25 |
En definitiva Manhattan
Beach 1957 es un cómic muy completo con una densa atmósfera de novela
negra, con guión a cargo de Yves Huppen (hijo, que firma sus obras como Yves
H.) muy trabajado y bien trenzado en sus ramificaciones, que las hay y que
simultanea sin perder ni un ápice de ritmo tiempo presente con
flash backs del pasado.
Un guión que Hermann Huppen
(padre, que firma sus obras como Hermann) dibuja fiel a su estilo
realista, con tanta delicadeza como si acariciara el papel, donde los negros son
grises de tan tenues, y donde el color, acuarela muy aguada, es de tonos pastel
que iluminan casi pidiendo permiso al lápiz cuando refleja el presente ya que
cuando se refiere al pasado solo emplea tonalidades de gris y blanco.
El resultado es una obra
redonda, hecha con el mismo amor que tiene su argumento y a la que no le falta ni tan solo la música ya que El
Rey la pone a todo lo largo de su narración: Love me tender, love me sweet, never let me go…
Pero dejemos que sea Elvis quien la cante
que lo hace mejor que yo.