Lectura sosa a pesar de la sal |
En esta ocasión la excesiva pasión del autor por la
Bretaña le ha traicionado hasta parecer que en lugar de una novela policíaca
estamos ante un panegírico auspiciado por el Consejo para el Fomento de La
Bretaña y en concreto por el Consejo Regulador de Sal de Guérande, si existieran,
sin otro objetivo que atraer turismo y favorecer la proyección de la zona
cultural, gastronómica y comercialmente.
La novela resulta sosa, por falta de sabor que no de sal
ya que es claramente una novela cocinada a la sal; tanta que sobra.
Poco
contenido policiaco, sútil y tímido intento de acercarse a la novela negra y mucho aprendizaje sobre la extracción de la famosa sal de
Guérande, en cualquiera de sus formas desde gruesa a flor. Y mucho aprendizaje
del golfo de clima mediterráneo de Morbihan y de toda la península de La Baule
y …
Incluso el título, Un crimen bretón, es de vacío
contenido. Un título igual de soso que anticipa lo que va a ofrecer que,
simplificando, no es más que un enmarañado cuadrante de horarios de coartadas.
Un cuadrante como el que configuran las salinas y donde las líneas que separan
las celdas son caminitos embarrados de estrechez alarmante.
Es en uno de esos pasillos donde el comisario Georges
Dupin es recibido a balazos lo que da pie a mojarse, y nunca mejor dicho, en
agua con sal.
Al cabo de poco y con la aparición de un cadáver se
inicia el caso propiamente dicho, en el que el comisario Dupin interviene un
poco por azar al encontrarse fuera de su jurisdicción por lo que debe
comportarse como invitado y en este sentido, el del ámbito estrictamente protagonista,
hay que reconocer en honor a la verdad que su anfitriona, la comisario Rose (personaje
muy interesante y que seguiría con gusto si genera su spin-off) se lo come,
literariamente hablando, cocinado a la sal con mantequilla.
Comparación de Flor de sal y Sal gruesa de las salinas de Guérande |
Esta vez Jean-Luc Bannalec ha cedido a los maravillosos paisajes de unas salinas ya sean vistos a la salida del sol, al ocaso o bajo la luminosidad de una luna llena.
Una novela para el olvido y nueva ocasión
para saber más de la Bretaña; esa especie de paraíso accesible donde son tan
irreductibles, como Asterix y Obelix, que incluso tienen su propia
bebida de cola, la Breizh Cola, con
la que plantan cara ahora y siempre al imperialismo invasor.
Acompañen la lectura con un tartar de abadejo con limón y una copa de Chinon blanco frío pero sin pasarse, o
casi mejor coman directamente y pasen de la lectura.
Si en cambio son absolutamente recomendables, como whudunit que busca, pretende y consigue
entretenimiento, las dos primeras novelas de la serie y cuya reseña pueden leer
sin salir de este mismo blog: