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La protagonista era él. |
La sociedad, ese ente generalista, está aceptando, de forma
lenta y reticente, que el colectivo LGTBI tenga presencia social activa y militante.
Pero cuando el foco desciende y se circunscribe a una fracción
de la sociedad con nombre y del citado colectivo se toma un sujeto con nombre y
apellidos, aparecen los comportamientos al natural, mayoritariamente primarios,
y la aceptación es algo cuando menos cuestionable cuando no imposible.
En esta novela la fracción de la sociedad la constituye una
comisaría, y por extensión todo el cuerpo de policía y el miembro LGTBI es
Carlos Luna, un inspector, de la Brigada de Homicidios, que acaba de
convertirse en Sofía Luna.
Si fuera una comedia de Hollywood podría titularse
perfectamente La protagonista era él y
seguramente las incómodas situaciones serían tratadas de forma jocosa y
aplaudidas por un público agradecido como ya hicieran con el travestismo
paródico de Jack Lemmon en Con faldas y a
lo loco:
- - No
podemos casarnos Osgood…. Soy un hombre!
- - Bueno,
nadie es perfecto
En la novela El
final del hombre hay humor pero no a costa de ridiculizar algo tan serio
como es la libertad por parte de una persona de poder vivir de acuerdo a su más
íntima condición humana habiendo de estar permanentemente en un porta expuesto
al ojo del microscopio por el que miran los intransigentes.
A Carlos Luna la investigación criminal mediática le llega
justo en el momento en que se convierte en Sofía Luna. Sino en lo físico si en
lo legal. Y aunque no quiera, ambas situaciones se solapan y así su vida se ve
revolcada en lo profesional, con su jefe y sus homólogos en la comisaria y su
compañera y ex-amante y ahora casi una extraña; y revolcada en lo familiar con
su ex-mujer, la más comprensiva y su hijo adolescente, el más descolocado porque
su padre ahora sea su segunda madre.
Eternos conflictos externos e internos. En el yo conmigo y
en el yo con todos.
En las relaciones con los demás y en la relación con el
propio cuerpo. En el desarrollo profesional y en el personal. En solucionar un
asesinato siendo indistinto el sexo o la condición sexual de quien lo
investigue y en solucionar sus inseguridades.
El hijo de un conocido escritor ha sido asesinado y Sofía
ha de procurar poner sus cinco sentidos en la resolución del caso. No se trata
de dar más carnaza a quienes ya la están despellejando.
El argumento de contenido policial está construido con
oficio y los giros que desarrolla la trama, manejando las pistas y los
sospechosos, dejan al lector a merced de las páginas finales para desvelarlo.
Un misterio de novela policial clásico tratado con el trasfondo de una novela
negra que tiene en el machismo y en la intolerancia sus dardos de crítica
social.
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Antonio Mercero |
El hecho de que el caso transcurra a la par que el
protagonista transexual esté recién entendiendo que ha de convivir con unas
inesperadas reacciones hormonales y con una falta de empatía general hace que
estemos ante una novela muy original, muy crítica y doblemente intrigante.
Antonio
Mercero logra una obra muy completa e insólita. Trabaja los
personajes hasta el tuétano del hueso y trata con fina ironía aspectos que son
todavía una asignatura pendiente en esta sociedad y no señala ni a hombres ni
mujeres sino a la propia condición humana.
Las vicisitudes de la protagonista están inspiradas en las
vividas realmente por Josi, policía transexual inglesa y a quien el autor
conoció personalmente.
No olviden este título como una de las novelas a leer antes no salga la segunda entrega, prevista para este setiembre con el
título de El caso de las japonesas
muertas.