Hierro es una serie de televisión que no hay que perderse. |
Sucede como con la isla, El Hierro, donde transcurre la
acción. Una isla pequeña del archipiélago canario eclipsada por las de alta
oferta turística, intereses hoteleros y comerciales de toda índole.
El Hierro es una preciosa y extraterrestre isla descolgada del mapa del archipielago. La casa al
final de la calle, alejada del resto, en una esquina. No está de paso a ninguna parte. Se va a
ella queriendo ir a ella.
Este parcial anonimato puede ser bueno para la isla frente
a sus hermanas más solicitadas, populares y populosas: Las Palmas, Tenerife,
Lanzarote, Fuerteventura… preserva su identidad. Malo para la serie, cuando
menos reconocimiento menos capital para nuevas realizaciones.
En la mañana en que se anuncia una boda, el novio no aparece; el padre de la novia, por sus manifiestas
desavenencias con su futuro yerno, es señalado como el responsable del retraso
y todos sospechan que el novio se lo ha pensado dos veces por su carácter
juerguista. Ceremonia prevista en medio de los preparativos de la bajada, un
acto religioso, simbólico y devoto para todos los isleños que se realiza cada
cuatro años y, por si fuera poco todo se combina para suceder cuando acaba de
tomar posesión de su cargo una nueva juez proveniente de la península.
Una isla es una prisión sin celdas ni muros. Sus habitantes
viven encerrados en espacio abierto, una condena de libertad con poca o ninguna salida para los jóvenes.
En una isla, cuanto más pequeña más, no hay secretos y
aunque se actúe a voluntad siempre hay alguien que ve, alguien que oye. Los
secretos son a voces, pero la lealtad los esconde; en una isla la hermandad es
lo más y la defensa ante el forastero es cerrada y orgullosa. El isleño tiende
a enrocarse; a retorcerse sobre sus convicciones y sus sentimientos.
Isla El Hierro |
Parece extraño que un espacio con un paisaje tan
espectacular, mágico y tan abierto contenga una atmósfera tan opresiva y unas
relaciones tan subordinadas como si se estuviera en el interior de una mansión
victoriana.
Candela (magnífica Candela
Peña), la jueza recién llegada a la isla, no entiende el universo de Hierro
y poco hace para conectar; su rigidez, su ética y su carácter, cincelado como
las piedras volcánicas de la isla, son el obstáculo principal, su coraza para
no dejar entrever su fragilidad solo liberada con la sonrisa de su hijo Nico.
Un personaje memorable, como también lo son Díaz (Darío Grandinetti) principal sospechoso
del asesinato acusado por pruebas circunstanciales y capaz de empatizar
perfectamente con la audiencia y el sargento Morata (Juan
Carlos Vellido), de esos guardia civiles que todo el mundo quisiera tener
cerca, incluso los gitanos.
Y el resto de secundarios. Todos sin excepción,
algunos con la sobriedad que confiere la veteranía otros con el desparpajo del
inicio. No hay disonancia, todos suenan con el mismo tono, todos actúan de
forma verosímil y todos tienen su punto atractivo e interesante. Les han dado voz para que se oiga, no para hacer ruido (una
voz con acento isleño por cierto, donde las palabras flotan por su suavidad fonética).
Los responsables son su director Pepe Coira y sus guionistas, el propio Pepe, Alfonso
Blanco, Coral Cruz y Araceli Gonda.
Una serie comedida, nada de efectos especiales; honesta,
nada de engaños al espectador para generar audiencia; humana, basada en los
caracteres y no supeditándolos al argumento; respetuosa, aprovecha el entorno
para enaltecer sus virtudes sin caer en vulgarismos turísticos y sobre todo incidiendo
con rigurosidad en el enfoque criminal, el procedimiento policial y el
posicionamiento judicial.
Hierro es una miniserie de 8 episodios que no deben dejar
escapar.