Lógico pues que ante la aparición de Hija única de la afamada escritora local Mi-Ae Seo, se haya
disparado la expectación, generada artificialmente, o sea eso que se conoce
como hype, en todos los medios y redes sociales.
Y lo cierto es que a cuanto más bombo menos platillo, o platillo con sordina, si existiera.
La trama gira alrededor de Seon-Gyeong, una psicóloga forense,
apodada cariñosamente Clarice por sus alumnos, por una malinterpretación en su
biografía que hace pensar que una breve estada en Quantico fue en realidad una
completa formación propia de una agente federal.
Seon-Gyeong recibe una gran sorpresa cuando se le comunica
que un peligroso reo, Lee Byeong-do, un asesino en serie, pide que le visite en
prisión dispuesto a sincerarse. Algo que no había consentido hasta ahora al
rechazar incluso las visitas de su abogado.
De nuevo entra en juego el apodo de Clarice.
Sean-Gyeong acepta dudosa de los motivos, teme alguna
artimaña, pero esperanzada por el interés científico que le suscita y las
posibilidades profesionales que se le pueden abrir.
Y cuanta más concentración necesita un suceso absolutamente
inesperado como es la convivencia con la hija de once años de su marido, de un
matrimonio anterior, viene a desequilibrar su burbuja familiar y sus rutinas.
Las relaciones no resultan fáciles y la situación la
mantiene inusualmente tensa y el conjunto de emociones negativas tienen un
efecto demoledor en su capacidad de análisis y raciocinio lo que le hace
distraer de lo obvio que en otras circunstancias, una mente entrenada como la
suya, jamás hubiese pasado por alto.
Hija
única es un thriller de suspense que permite al lector ir tan
por delante de la trama, una de las señas identificativas del género, pero ni
tanto ni tan poco, que este puede anticipar todo lo que va a suceder y encima
se cumple, con lo que la ansiada maniobra de distracción, el esperado giro
sorpresivo, el susto final no se produce y deja un agridulce sabor al finalizar
la lectura.
Mi-Ae Seo, ciertamente, desde el apodo de Clarice hasta otras evidencias, rinde un claro homenaje a El silencio de los corderos (o El silencio de los inocentes, si es que conocieron la primera traducción de la novela antes que la película) y tal vez ese gesto condicione en demasía la trama y sea lo que le impida mostrar más creatividad.
Y conociendo la capacidad sorpresiva del k-noir hay esperanza de poder descubrir aptitudes a esta autora que permitan disfrutar más ampliamente de su obra.
Habrá que seguirla y poderle leer una novela más propia para confirmar las expectativas.